martes, 17 de julio de 2012

Mentes brillantes

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Con el título "Una mente brillante no se define sólo por un gran éxito en los estudios"*, La Vanguardia inaugura la temporada nacional de artículos sobre lo que se busca, se espera o se encuentra en los jóvenes que ingresan en la universidad. Año tras año, con diferentes interlocutores pero con mensajes muy similares, las personas interrogadas expresan los requisitos para el éxito en los estudios o, como ocurre aquí, tras ellos. Estos bienintencionados textos suelen acumular las respuestas previsibles y nos muestran la gran distancia que se establece entre lo que se dice y se practica por parte de todas las instancias sociales implicadas. Nuestra mentes brillantes, de verdad, emigran.
En esta ocasión, al menos, se reconoce que los méritos en el estudio son indicadores de "algo", aunque no sean garantía del éxito. Las leyendas sobre personas que fracasaron estrepitosamente en sus estudios pero después llegaron a realizar grandes descubrimientos o logros culturales forman parte, igualmente, de los tópicos. Esta vez le toca al escritor Murakami servir de ejemplo de cómo ser mal estudiante no debe considerarse algo definitivo, y que siempre puede llegar el éxito —insospechado por los zoquetes profesores— en algún momento de la vida. En ocasiones parece que algunos tuvieran éxito solo para vengarse, como revancha, de aquellos profesores crueles que se dedicaron a hacerles la vida imposible en guarderías, colegios e institutos. Hay malos alumnos como hay malos profesores. Pero también existen malas condiciones para la enseñanza y malas condiciones para el aprendizaje.

Dos genios: Charles Chaplin y Albert Einstein


La perspectiva mediática de las mentes brillantes oculta el problema social de la educación porque lo brillante es siempre escaso y relativo por definición. Centrarse en las personas brillantes —que son importantes, claro— es solo una parte del problema o, si se prefiere, un problema específico dentro de los problemas generales.

El escritor Haruki Murakami
La cuestión clave es la definición de la "brillantez", término que se usa al caer en desuso el de la "inteligencia", diluido en una maraña de posibilidades distintas y el desprestigio de los tests. "Brillantez", en cambio, ya presupone el éxito diferenciado, que esa persona destaca, sea o no inteligente, del conjunto por una serie de cualidades que pueden ser muy diferentes. No es lo mismo destacar por las cualidades físicas en un deporte que hacerlo en un concurso de cálculo, pongamos por caso. En ambos casos, la brillantez viene determinada por sus propias necesidades. Es el campo específico el que determina la idoneidad de la persona. Se puede ser brillante en algo y ser un completo inepto en otros campos.
Los intereses por encontrar personas brillantes adecuadas a sus campos son lógicos; que los estudios no sean determinantes en lo que necesiten, también. Pero lo importante es no confundir la finalidad de la educación en el plano individual y el social. La búsqueda de la "brillantez" puede suponer ignorar los demás aspectos de la persona que no sean pertinentes para lo que se pretenda aprovechar de ella en su puesto, ya que es allí donde brillará. Educar no es seleccionar personal.
El sentido de la "educación" es otro muy diferente. La educación de las personas tiene que ver con el contexto general de la sociedad, con un avance conjunto en un sentido plural de cualidades que no buscan la "brillantez", sino el fondo común de la convivencia. Una sociedad verdaderamente educada no es una sociedad de mentes brillantes, sino una sociedad mejor en muchos y diferentes aspectos. Las personas brillantes se especializan para adecuarse a un mejor aprovechamiento de sus cualidades; las sociedades no.



Se insiste mucho en que las mentes brillantes son capaces de dar nuevos enfoques a los problemas que se les presentan, que son capaces de reformularlos. Una sociedad educada es también la que tiene una mayor conciencia de los problemas comunes y es capaz de buscar soluciones para resolverlos. Una sociedad educada es una sociedad sensible a los problemas conjuntos; una sociedad educada es solidaria. En una sociedad mejor educada es más fácil que se creen las condiciones favorables para que los individuos brillantes puedan destacar y se aproveche su potencial en beneficio de todos.
Entre los entrevistados, académicos y empresarios, se le pregunta al científico y divulgador Jorge Wagensberg que señala, para mí, lo más relevante del artículo: "Estas mentes creativas y especiales se desarrollan en ambientes que favorecen la conversación."* Creo que es aquí donde está realmente lo que define a una sociedad educada.

Jorge Wagensberg


El diálogo es la forma que tradicionalmente se excluye de la educación o, peor, se interpreta en términos  populistas. El diálogo no es el hablar por hablar; es un proceso en el que recibe la información lo hace desde sus propias preguntas. Paso a paso, va percibiendo las carencias para eliminarlas. El diálogo no es el fin; es una herramienta para la comprensión. Una mente brillante es dialogante porque es incompleta. Solo los necios no tienen preguntas. Por eso un sistema que evita las preguntas es un sistema asfixiante que mata la inteligencia al impedir que se dirijan las inquietudes a las fuentes capaces de resolverlas. La función de la educación es plantar preguntas y cosechar nuevas respuestas.

La fuente de la educación debe ser la insatisfacción, que es la forma de plantearse el mundo como problemático, como un desafío personal y social. Contemplando el mundo como un conjunto de problemas admitimos que en nuestras manos está el intentar resolverlos o el ayudar a descubrir a las personas capaces de hacerlo.
Debemos dejar de plantear la riqueza, el éxito, como los estímulos de la brillantez. Todos esos jóvenes brokers, traders y banqueros desaprensivos, políticos corruptos, etc. que nos saludan desde las portadas de la prensa cotidiana, etc., son personas de éxito, brillantes, han llegado alto... hasta que caen. Y todos ellos se definen por su profundo egoísmo, su insolidaridad con los demás, de los que se han aprovechado. Su estímulo no era el mundo como un problema que resolver; sino el mundo como un obstáculo en su camino, algo que debían burlar, esquivar, someter... para conseguir el éxito.
No basta con definir la brillantez. Hay que dotarla de sentido, dirección y de responsabilidad. Algunas personas brillantes, geniales, han sabido comprenderlo y han considerado que debían mejorar el mundo en el que vivían. Para otras, se trataba solo de aprovecharse de él.


* "Una mente brillante no se define sólo por un gran éxito en los estudios" La Vanguardia  17/07/2012 http://www.lavanguardia.com/vida/20120717/54325963296/mente-brillante-buenas-notas-universidad.html





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