domingo, 16 de marzo de 2025

Make Canada Great Again o su propia medicina

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

¡Lo ha conseguido! ¡Trump lo ha conseguido! Ha logrado despertar el nacionalismo canadiense en todo su esplendor gracias a sus ínfulas coloniales e imperialistas. Ha conseguido que los canadienses acepten los sacrificios previsibles con tal de darle en las narices al presidente estadounidense.

Así nos lo dice ya desde el titular Anna Bosch en la página de RTVE.es: "Donald Trump despierta el nacionalismo en Canadá: unidad nacional y boicot a los EE.UU."* ¿Se podía esperar otra cosa? Solo una mente recalentada y pasada de vueltas como la de Donald Trump podía ignorar esta reacción en contra que, por cierto, no es exclusiva de Canadá, sino que irá creciendo conforme se intensifique en los Estados Unidos la idea de que el mundo es una especia de almorrana que les ha crecido por falta de cuidado.

Cualquier momento, como nos cuenta Anna Bosch, es bueno para manifestar al imperialista vecino que tiene mucho que aprender:

"Lo nunca visto", "piel de gallina", "se me saltan las lágrimas", son algunas de las expresiones que inundaron los medios de comunicación y redes sociales canadienses el pasado 15 de febrero. ¿El motivo? El espectáculo de ver un palacio de deportes abarrotado de aficionados uniformados de blanco y rojo, los colores de la bandera de Canadá, cantando a todo pulmón "Oh, Canadá", el himno nacional, con un fervor, según las crónicas, que no recordaban. Menos, teniendo en cuenta el lugar, la ciudad de Montreal, en el Quebec, la provincia francófona con un fuerte sentimiento independentista, aunque esté electoralmente a la baja. ¿La ocasión? Un partido de hockey sobre hielo, el deporte nacional, frente a...los Estados Unidos. Tan o más noticia que el momento del himno propio fue que previamente ese mismo coro de aficionados abucheó el himno del equipo visitante, EE.UU., a pesar de que la organización acababa de pedir por megafonía respeto a los himnos.

Los canadienses perdieron ese partido, pero acabaron ganando el torneo, las 4 naciones, y el orgullo nacional se desató. "No podéis quitarnos nuestro país, y no podéis quitarnos nuestro deporte", tuiteó en francés (lengua cooficial junto al mayoritario inglés) el primer ministro Justin Trudeau, en una clara alusión a la pretensión del presidente Donald Trump de que Canadá se integre en los Estados Unidos. También trascendió de lo deportivo a lo nacional el seleccionador, Jon Cooper: "Canadá necesitaba esta victoria, los jugadores eran conscientes de esa responsabilidad y se la han tomado muy en serio. Esta vez era diferente, no es una victoria para ellos, es una victoria para más de 40 millones de personas".

El presidente Trump ha puesto en estado de ebullición a su vecino del norte, "su mayor socio y el más amable", como recuerdan los canadienses, con la imposición de aranceles comerciales y su repetida pretensión de anexionarse el país. Al principio se tomaron la ambición territorial a broma, pero ya no.*


Solo un prepotente ignorante puede ignorar que el resultado de sus maniobras intimidadoras, despectivas y anexionistas acabaría siendo este. ¿Se dan cuenta en los Estados Unidos el monstruo que han creado y al que han dado la presidencia del país, tomándose este la presidencia planetaria sin preguntar?

Una y otra vez, las preguntas acaban en el suelo estadounidense, que es donde se inician las acciones y palabras que causan la indignación por todo el globo. Nadie como Trump ha desencadenado una ola de anti norteamericanismo de este calibre y eso que el mundo las ha visto con anterioridad de grueso calibre. Pero esto es nuevo.

Trump arrastra en su locura a millones de norteamericanos que se dejan seducir por esas ideas peregrinas, cuya tesis central es que Estados Unidos ha sido tan "castigado" que paradójicamente ha llegado a ser la superpotencia controladora del planeta. Tan mal no le ha ido, digo yo; algo habrán tenido que ver todos esos "parásitos" que ahora ve el presidente Trump.

Creo que el error de Trump parte de unos conceptos erróneos de lo que es la política, el poder, las relaciones internacionales y, finalmente, la Historia. Sí, Trump está muy equivocado, por no decir totalmente equivocado.

Para Trump, el poder no es más que la capacidad de no tener que contar con los demás. Si eres fuerte, ¿para qué demonios necesitas negociar, pactar, convivir? ¿Si no, de qué te sirve? Como no es "político", no lo entiende. Pertenece a esa especie de políticos que creen que ser el más poderoso te da derecho a ser un dictador internacional. Como él tampoco respetó el dictamen de las urnas dentro — ¿nos hemos olvidado del asalto armado al Capitolio para evitar que Biden accediese a la presidencia?—, tampoco respeta las relaciones internacionales, que son simplemente el cumplimiento de la voluntad del más poderoso.

Trump cree que se puede anexionar Canadá, como puede hacerlo con Groenlandia, Panamá o lo que le pille cerca y le venga en gana. Evidentemente, nadie quiere formar parte de esos imperialistas Estados Unidos que expulsa inmigrantes y se anexiona países, se queda con "tierras raras" o con lo que le venga en gana.

Por contra, lo que Trump, sus acólitos y sus pretensiones despiertan es un profundo rechazo a sus políticas prepotentes, dejando en casi nada los movimientos en contra anteriores.

Los efectos van a ir más allá de la economía, de la incertidumbre de los mercados, etc. Si Trump está creando algo es la certidumbre de no querer el liderazgo norteamericano en ningún terreno. El "MAGA" se transforma en el grito multiplicado de todos los países, que, como Canadá, están en el punto de mira trumpista. Hemos perdido la "inocencia" de las alianzas, a desconfiar de los que se dicen "aliados" con derecho a propiedad.

¿Un gran movimiento anti USA? Sin duda. Ya está comenzando y será más fácil de promover en cuanto que se detecte que apenas hay reacción en los Estados Unidos ante el arrastre de Trump y los suyos. Los norteamericanos irán comprendiendo que no son una superpotencia por su esfuerzo solitario, sino que los demás también han tenido algo que ver, que no solo existe ese efecto "parasitario" con el que Trump identifica las relaciones internacionales.

Las reacciones que nos cuentan de Canadá, el intenso nacionalismo despertado, se irán produciendo en cada lugar que se sienta atacado o ninguneado por los Estados Unidos de Trump. La cuestión está en cuánto puede durar esta reacción, si con lo que dure Trump o si, por contra, establece una relación de recelo hacia el país provocando el distanciamiento y la tendencia a la autodefensa.

Estados Unidos se ha creído sus propias películas, la visión unilateral e idealizada de sí mismo. Pero creo que se ha acabado el tiempo de las palomitas y comienza el de empezar a consumir otras visiones de la realidad e incluso, más allá, otra realidad más acorde con otras visiones que han sido ignoradas. Europa, por ejemplo, debe ser redefinida de forma propia ante esa visión parasitaria formulada por el propio Trump. No, Europa no fue creada para molestar a los Estados Unidos, como ha señalado poseído por su ignorancia prepotente.

Trump ha disparado el sentimiento nacionalista de autoafirmación recibiendo dosis de su propia medicina. Lo mismo que ha ocurrido en Canadá empezará a tomar forma en otros países, que marcarán las líneas rojas. 

Habrá que tener cuidado con quiénes asumen el liderazgo atractivo del nuevo nacionalismo, no sea que lo aprovechen quienes no deben y nos puedan arrastrar por peligrosos caminos. Necesitamos de una autodefinición inteligente, constructiva y asociativa para frenar los peligros posibles. 

 

* Anna Bosch "Donald Trump despierta el nacionalismo en Canadá: unidad nacional y boicot a los EE.UU." RTVE.es 15/03/2025 https://www.rtve.es/noticias/20250315/donald-trump-nacionalismo-canada-unidad-boicot-eeuu-estados-unidos-justin-trudeau-mark-carney-patriotismo/16487982.shtml

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