Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No nos
habíamos recuperado de la votación de la Ley de Reforma Laboral y ahora esto. ¿Han perdido los políticos el
sentido de la realidad? ¿Viven en un mundo paralelo en donde solo se ven ellos
mismos e ignoran al resto? Puede ser. Algunos levantarán la mano y dirán que no
son "los políticos", sino "unos políticos", un partido. Y,
en efecto, así es. Pero para el ciudadano de a pie, esto es un peldaño más en
la subida lamentable hacia los picos del hartazgo, del aburrimiento, de la indignación.
El Problema
tras el problema no es quién va a caer, que nos puede ser indiferente, sino que
le va a sacar provecho a esto. Puede que algunos se lamenten con la boca chica
esperando poder conseguir rédito electoral. Pero no he visto poner el dedo en
la herida futura: el máximo beneficiario de una ruptura dramática y polémica
del Partido Popular es el populista Vox. Son estos partidos, como ha ocurrido
en otras ocasiones, los que recogen los restos de las explosiones.
¿Recuerdan
lo que decíamos ayer del efecto mariposa?
A menos
de una semana que el PP se plantara ante Vox, con la curiosa excepción de la
señora Díaz Ayuso, que decía que lo importante era pactar y mantener el poder,
tras lo ocurrido en las elecciones de Castilla-León, ocurre esto. ¿Casualidad?
Seguro que sí, pero las casualidades también se fabrican cuando el cántaro va
demasiado a la fuente o llueve sobre mojado, por utilizar deliberadamente dos
tópicos a mano.
Poco
importa quien tenga razón a los efectos de futuro, porque más allá de las
personas y su honorabilidad (que es también importante), el daño está hecho en
el sentido en el que los partidos son sensibles. Nadie se atreve a comentar
cuántos votos le va a costar esto al Partido Popular y cómo se van a repartir
entre los que se abstengan hartos, los que se radicalicen o los que se centren
dando un poco de oxígeno a Ciudadanos, que serían las tres respuestas más
lógicas.
No deja de ser una ironía profunda que el mismo PP que marcó su distancia con Vox y que trató de hundir a Ciudadanos para ser, como los antibióticos, de "amplio espectro", se vea sangrado en algo que le recordarán los demás cada vez que tengan ocasión en el futuro próximo. Con elecciones de todo tipo y en todos los plazos en una especie de parchís político, cualquier candidato de lo que quede del PP tendrá que recibir algo más que entrenamiento antes y tratamiento después de cada elección.
El sistema político fragmentado hará que los más feroces sean los próximos. Lo harán no solo para distanciarse, como ya vemos ejemplos, sino para tratar de recoger las cuantiosas migajas que van a quedar tras este enfrentamiento explosivo y nuclear que se ha producido, pero que parece ser llevaba tiempo agitándose. Finalmente, el taponazo achampanado salió con fuerza y ruidoso, saltando el ojo de algunos.
Hace
mucho que los partidos políticos se han llenado de personas con un sentido
perverso, retorcido de la política. Los partidos se han convertido en
maquinarías con procesos selectivos perversos, en donde triunfan ciertos
perfiles que suben por los laterales hasta llegar a la cumbre. Por el camino
quedan muchas servidumbres, muchos enemigos, muchas puñaladas, muchas deudas de
quienes nos ayudan a subir mediante alianzas. Elementos internos, pero también
externos. Medios y empresas acuden a estas conexiones oscuras que promocionan,
apoyan, financian... y después esperan recoger lo que han sembrado en forma de
favores.
Durante
un tiempo los escándalos se daban en los ayuntamientos, especialmente porque
eran los que tenían en su poder el suelo, algo que creo escándalos
inmobiliarios, recalificaciones de terrenos, etc. Una sentencia reciente obliga
a derribar una urbanización de súper lujo edificada en terrenos protegidos, lo
que supondrá un gasto millonario de indemnizaciones para la administración.
¿Quién autorizó aquello? Han sido años de lucha por parte de las organizaciones
sociales que han tratado de defender lo que se supone que debían proteger las
administraciones públicas.
La debilidad política y el oportunismo van de la mano. No dudo que haya gente que acude a la política con vocación de servicio, una vieja expresión que hoy cuesta, da cierto pudor, utilizar.
Lo
ocurrido en Castilla-León con el auge de los partidos localistas y que
comentamos ya el otro día es una consecuencia de este tipo de casos. Los
ciudadanos, sencillamente, han dejado de confiar en los políticos. Siguen
cayendo en sus redes, pero el tiempo del desengaño se produce cada vez de forma
más precipitada.
Los
partidos han dejado de hacer lo que antes hacían: dar voz a la militancia desde
los comités de los barrios hasta los congresos nacionales, elaborando sus
ponencias que se discutían públicamente. Todo el proceso en donde los
representantes se iban eligiendo en cada parte del proceso, del barrio a los
congresos nacionales, han desaparecido. Son ahora tropas que respaldan a una
facción que lucha por hacerse con el poder, los autonómicos contra los municipales,
los nacionales contra los autonómicos y viceversa.
Han
sustituido esto con un control férreo y un sentido publicístico de sus
declaraciones en busca de notoriedad. La aplicación de las teorías
comunicativas especializadas quieren líderes mediáticos rodeados de equipos de
comunicación que buscan, con más o menos depuradas técnicas y abundante
presupuesto, asegurar el ascenso de sus jefes. Es así como empezó Díaz Ayuso y
de ahí siguió escalando hasta llegar a la cima autonómica.
A los beneficiarios de este escándalo los hemos visto también en esas mismas elecciones autonómicas castellano-leonesas y en otros casos previos. Del desastre democrático se beneficia el populismo radical y antidemocrático. Pero no hay mayor perversión democrática que la indecencia, la falta de honestidad, el beneficio a costa de los ciudadanos.
Solo son días buenos para los que esperan debilitar el sistema democrático y sus instituciones y así seguir subiendo. Para el resto, queda un ambiguo sentimiento entre vergüenza e indignación. No comentan el error de creer que esto es bueno para alguien más allá de los que recogerán los restos centrifugados por el escándalo.
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