martes, 8 de febrero de 2022

La angustia

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


¿Está usted angustiado? Según los datos, debería estarlo. La consolidación de la angustia parece ser un hecho global. Anteriormente, la Historia conoció algunas formas de angustia, pero muy diferentes a lo que hoy consideramos y detectan nuestras encuestas mundiales.

Occidente, por ejemplo, vivió un cierto estado de ansiedad con los llamados "terrores del año mil", que es cuando algunos consideraban que el mundo se iba a acabar. El año 1000 pasó y no ocurrió nada destacable. Hay que señalar que para muchos era incluso una satisfacción la llegada de esa fecha porque la promesa de un otro mundo mejor en comparación con este "valle de lágrimas" les parecía atractiva. La destrucción total no era vista como algo malo, sino como la puerta al paraíso para los cumplidores.

Como contraste, la llegada del año 2000 solo trajo una angustia, la de que fallaran todos los sistemas informáticos, pues según nos decían, eso causaría un enorme caos. No solo no pasó, sino que algunos hicieron fortuna con las revisiones y modificaciones de los programas informáticos. Pero lo cierto es que la ansiedad, el miedo, la angustia se extendió en muchos sectores que veían un apocalipsis tecnológico con caídas de los aviones, encierros en los ascensores, gigantescos atascos de tráfico y otras muchas torturas que pueblan los sueños de nuestras sociedades urbanitas y tecnificadas.

Pero la idea de la "angustia" surge en cuanto que pensamos con un poquito de profundidad en las cosas. El siglo XIX tuvo su entrada angustiosa de la mano de muchos pensadores a los que llamamos "existencialistas", con Soren Kierkegaard como faro hacia la angustia existencial. En un mundo sin certezas, la duda y con ella la angustia anidan en el ser humano.

La angustia de la que nos hablan ahora es una diferente, aunque la raíz pueda ser similar, la incertidumbre. En el diario El País nos indican en un titular ciertamente ingenioso, "La ONU advierte de que la humanidad se siente angustiada". El titular se las trae, ya que ¿a quién advierte la ONU cuando es la humanidad la que está angustiada, es decir, no se ha enterado la humanidad de su propia angustia? El titular resulta ilustrativo sobre las formas en que abordamos los problemas, siempre con una queja y una advertencia, buscando que otros hagan lo que probablemente cada uno tenga que resolver, aunque sea con un cambio de percepción. En la entradilla del artículo se nos sintetiza el problema: "Seis de cada siete personas en el mundo presentaban ansiedad e incertidumbre antes de la covid-19, pese a los progresos existentes en desarrollo humano, según informa hoy el PNUD. Con la pandemia, los conflictos crecientes y la crisis climática todo es ahora peor: una vida acomodada ya no es garantía de tranquilidad"*. Si seis de cada siete personas viven en este estado de tensión, entre la ansiedad y la incertidumbre, la situación está muy mal y con pocas probabilidades de mejorar, aunque las cifras no dan para mucho margen numérico. Lo siguiente es la totalidad.

En el artículo se nos describe el panorama angustioso: 

En 2021, a pesar de alcanzarse el PIB más alto de la historia y de la creciente disponibilidad de vacunas contra la covid-19, la esperanza de vida se redujo 1,5 años a nivel global. Hoy, una sexta parte de la humanidad, 1.200 millones de personas, vive en territorios afectados por conflictos. El número de refugiados y desplazados por guerras y violencias alcanzó en 2020 una cifra récord (otro año más) de 82,4 millones. Una mujer o niña es asesinada cada 11 minutos en el mundo por su pareja o algún pariente. Cada día, 2.400 millones de almas se levantan sin saber si comerán antes de acabar la jornada, 800 millones pasan hambre. El calentamiento global amenaza la vida de 40 millones, que podrían fallecer por las altas temperaturas, la mayoría en países en vías de desarrollo.

La humanidad tenía motivos suficientes para sentirse angustiada incluso antes de que la covid-19 irrumpiese en nuestras vidas. También para lo contrario. Pero el progreso experimentado en el siglo XXI no fue suficiente para mitigar la sensación de incertidumbre e injusticia desencadenada por la creciente desigualdad y el cambio climático. Estos son los factores que destaca el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para explicar que seis de cada siete ciudadanos del planeta experimentaron sentimientos de inseguridad, según un estudio publicado este martes. Y la pandemia, estiman, ha empeorado esa sensación.

“Los ciudadanos ya no confían en el futuro aunque, según los indicadores de desarrollo tradicionales, somos la generación más rica en la historia de la humanidad, disponemos de tecnologías extraordinarias y nuestros niveles de educación son más altos que nunca”, explica por videollamada desde Nueva York el administrador del PNUD, Achim Steiner. Los datos que arroja el informe Nuevas amenazas a la seguridad en la era del Antropoceno, cuestionan la idea de que el desarrollo reduce la inseguridad. “El sentimiento es subjetivo, pero el dato de cuánta gente lo experimenta es empírico”, defiende el experto. Una vida acomodada ya no es garantía de tranquilidad. “Países con algunos de los niveles más elevados de buena salud, riqueza y enseñanza muestran mayor grado de ansiedad incluso que hace diez años”, apunta el documento. La desigualdad, la injusticia, los conflictos y el cambio climático eran los grandes generadores de incertidumbre, según el organismo de la ONU. A esa lista se ha sumado la pandemia.*


Si uno se encuentra en ese uno de siete que no está angustiado, tras la lectura del artículo, sin duda pasará al otro lado, el de los angustiados. ¿Va el mundo a peor? Pues los indicadores no lo niegan, aunque —como se señala en el texto— los motivos para estar angustiado pueden ser reales o imaginados, tanto da uno como el otro, pues se trata de un estado "subjetivo". ¿Quiere decir "subjetivo" lo mismo que "imaginario"? Pues no. "Subjetivo" será siempre, pues es una percepción propia de una situación. El niño que se cubre con la manta por temor a la llegada de algún monstruo nocturno sufre aunque ese monstruo solo esté en su imaginación. Nadie le quita es mal trago de los terrores nocturnos.

La angustia es subjetiva, los problemas son reales. No se trata tanto de enfocar en cómo reaccionamos, sino en cómo podemos solucionarlos. Es ahí donde creo que fallamos, en la voluntad firme de resolverlos. Eso también produce angustia, porque saber que a los poderes públicos, que a los responsables les da igual no es precisamente lo mejor para evitar las angustias.

El miedo lo da la incertidumbre, el no saber cómo va a evolucionar todo. Pero también, quizá lo contrario, el saber, como certeza, que irá a peor. El miedo lo da el futuro, porque aquí ya no existe la creencia en que lo que hay "al otro lado" es mejor, que el mundo es lugar de sufrimiento y la muerte nos libera. Lo que da miedo es el día siguiente.

Cuando la humanidad, los pueblos, los grupos humanos o uno mismo tienen esperanza en algo, el futuro es otra cosa, campo de ilusión, pero el mundo que estamos fabricando entre todos no es ese, desgraciadamente. No olvidemos el dato que nos daban del crecimiento de la desigualdad. Es una expresión que escuchamos casi cada día en los noticiarios y se ha convertido en una rutina. No entendemos bien qué significa o ya no nos interesa saberlo. Lo que refleja precisamente es la falta de interés en los otros. Nuestra angustia es la de la noticia de la muerte del fotógrafo en París, hace unos días. Muertos helado, solo, caído al suelo y sin que nadie, en sus nueve horas de agonía, se acercara a ayudarle. No le importaba a nadie. Era solo un cuerpo caído en mitad de una calle en una de las ciudades más icónicas, París. La angustia hoy es saber que puedes morir en una residencia de ancianos donde a nadie le importas realmente. Cada una de esas noticias nos impacta hoy y siembran dudas hacia nuestro propio futuro. ¿Y si soy yo quien caigo?

No, la ansiedad, la angustia son algo más que sentimientos subjetivos imaginarios. No nos sirve de nada las macro cifras económicas que ocultan la realidad del día a día y que no recogen el desprecio del que decide no vacunarse o del que pone los pies en los asientos del tren.

Decían en un programa sobre Paris que en su época más esplendorosa, el periodo de entreguerras, escondía bajo el lujo y la diversión, una profunda desesperanza, un enorme nihilismo. Puede que nos esté pasando lo mismo.


La angustia no es un fenómeno exclusivo de países ricos. En cada lugar se vive el abandono conforme a sus propias circunstancias. Las angustias son relativas a las expectativas, se ajustan a cada escenario. Un mundo de desplazados por guerras y desastres, de muros y alambradas, de amenazas de guerra, de epidemias, etc. no es el escenario efectivamente para mantener muchas esperanzas. La esperanza es el gran enemigo de la incertidumbre. Se  mantiene cuando hay un deseo de cambiar las cosas. Y es eso lo que no vemos. La desigualdad creciente nos confirma que hay muchos que vivirán su propia angustia, sí, pero que no es la misma. No es lo mismo angustiarse por la subida o bajada de las acciones, que estar angustiado por si te van a despedir, como a los trabajadores de la banca que, pese a los enormes beneficios alcanzados, verán cerradas sucursales y acabarán en la calle.

Aunque las causas puedan ser diferentes a lo largo del planeta, el efecto es el mismo. Hemos roto las defensas, la confianza, la esperanza en que todo vaya a mejor. La gente ya desconfía de los optimistas, que se han profesionalizado, muchos de ellos convertidos en políticos o en escritores de obras de autoayuda. La web está llena de artículos sobre cómo superar la angustia; las librerías llenan sus estantes. Los políticos juegan con el miedo para conseguir el poder, de las pensiones a los empleos.

¿Angustia? ¡Claro!

 


* Alejandra Agudo "La ONU advierte de que la humanidad se siente angustiada" El País 8/02/2021 https://elpais.com/planeta-futuro/2022-02-08/la-onu-advierte-la-humanidad-se-siente-insegura.html

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