Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En
estos días se repite una y otra vez, por boca de todos, la palabra
"seguridad". Parece que todo se hace y justifica bajo este confuso
concepto. Es confuso, sobre todo, porque dependen del nivel de percepción de
cada uno, de la valoración que se realice al considerar qué es seguro y qué no.
En las discusiones sobre "seguridad", por ello, nunca se va a lograr
nada si no se llega a un acuerdo común sobre qué significa, cómo se puede
definir y especialmente valorar.
La
seguridad plantea muchas veces enormes contradicciones y no poca paradojas. Así
fue nuestro sentido de lo seguro cuando se ponía el acento en el armamento
nuclear señalando que la posibilidad de la destrucción planetaria
"garantizaba" que no se iban a usar las armas unos contra otros.
Cuando lograron ver lo peligroso de este sistema de seguridad comenzó el
desarme nuclear controlado y vigilante estableciendo unos límites de armamento
y demás gestos y actos que se consideraban más seguros.
Por "seguridad",
la comunidad internacional ha establecido el peligro de que ciertos países
dispongan de acceso a la tecnología nuclear, como ocurre con Irán. Por su
parte, otro país bajo vigilancia, como Corea del Norte, está lanzando misiles
al Mar de Japón desde hace unas semanas, sin que se sepa muy bien por qué, lo que
quieta a sus vecinos.
La
"vecindad" se ha convertido en un problema en un mundo que se nos ha
hecho más pequeño gracia a una tecnología más veloz. Pero, en el caso
ruso-ucraniano, la cuestión de vecindad espacial está sujeta a muchos otros
factores de orden histórico. El mundo no comienza cada día desde cero,
reclamando cada uno el punto apropiado para comenzar sus reivindicaciones.
A nadie
se le escapa que el problema de la vecindad no se resuelve a menos que llegue
hasta Francia y considere "vecinos" peligrosos a los británicos. En
esto de la vecindad nos olvidamos siempre de algo: Rusia es el único país del
mundo que aparece por los dos lados del mapa. Si se mira un mapa del mundo,
vemos Rusia a la derecha del plano y Rusia reaparece por el otro lado, por
Bering. Recordemos que los Estados Unidos tuvieron que comprar Alaska a los rusos,
que se habían colado en América por el estrecho mencionado. Por eso esa
peculiaridad de que para ir a Alaska se tenga que cruzar Canadá.
Rusia
tiene "problemas" con Ucrania y los tiene, en el otro lado, con
Japón, disputándose islas. Por otro lado, la Unión Soviética se expandió mucho
más allá del concepto de Rusia absorbiendo en su Unión repúblicas que algunas
se mantienen hoy mediante acuerdos y otras mediante gobiernos títeres
prorrusos.
El
concepto de "telón de acero" marcaba otra dimensión controlada desde
la Unión Soviética a parte de Europa que no quiso soltar tras el final de la II
Guerra Mundial. Llegó a Berlín y ocupó la mitad de Alemania, creando un nuevo
país la RDA, la República Democrática Alemana. Supongo que entonces Rusia se
sentía lo "bastante segura" sabiendo que las tropas del Pacto de
Varsovia estaban entre Moscú y los países europeos que habían quedado seguros.
Un país
tan inmenso como Rusia está rodeado de inseguridad por su propio tamaño y las
relaciones con las decenas de países con los que tiene frontera. Hasta las
disputas con China y Mongolia tuvieron lugar.
Esta "inmensidad" crea un sentido propio y personalizado, casi obsesivamente enfermizo de la "seguridad", ya que si todos los vecinos decidieran pasar al otro lado de sus fronteras con Rusia —un supuesto teórico— Rusia no podría hacer mucho ante la multiplicidad de frentes que se le abrirían. Ningún ejército puede cubrir tanta frontera, máxime cuando hay zonas semidespobladas como ocurre con la inmensa Siberia, un gigantesco espacio que como nos mostraba un filme basado en hecho reales no necesita construir cárceles porque ella misma lo es; con dejarte en medio es suficiente.
La idea de que Ucrania entre en la OTAN es para Rusia motivo de inseguridad porque es la consecuencia lógica de su intento de recuperar su mejor estado anterior, el de potencia en un mundo bipolarizado. La caída de la Unión Soviética fue una enorme frustración y Putin trata de eternizarse en el poder vendiendo la idea de una nueva "Santa Rusia" en términos de "Unión Soviética", es decir, volver al viejo modelo pero con fondo nacionalista. Al internacionalismo comunista se le enfrenta ahora una mentalidad nacionalista que tiene, por ello, que "nacionalizar" lo que le rodea para evitar que se vuelva en su contra o simplemente no pueda controlarlo. Eso es lo que le lleva a hacerse con Crimea y todo aquello que pueda "recuperar" en las zonas en las que se manifiesta el separatismo prorruso. El hecho de que la gente hable ruso en esas zonas, calificadas como rusófonas, no es por otra cosa más que por la costumbre rusa de colonizar los territorios sobre los que se iba extendiendo. Los colonos rusos eran la barrera que aseguraba que no abría peligro para ellos o, si se prefiere, sentirse más seguro. Los campesinos eran el muro defensivo. Eso es lo que explica que la germana Königsberg, la ciudad del filósofo Inmanuel Kant, aparezca en los mapas en otro color como Kaliningrado. Sencillamente, lo llenaron de rusos expulsando a los germanos de allí. Hoy se puede decir que allí se "habla ruso" y, por lo tanto, "es" Rusia. Lo es desde 1945 y los motivos, como siempre, es su "seguridad", está basada en su necesidad de tener acceso a los puertos que no se congelan en invierto, lo que dejaría a su flota inmovilizada en el norte. Lo mismo ocurre con la anexión de Crimea en el Sur, otra salida para controlar desde allí la zona.
Podríamos decir que Rusia siempre se siente "insegura". Lo acaba de expresar diciendo que Occidente no entiende sus razones de seguridad. Creo que se entienden, pero como estamos viendo, cada acción por la seguridad de Rusia significa pisotear las necesidades defensivas de los otros. Sabedores de cómo se las gasta Rusia, los vecinos necesitan reforzar sus alianzas con quien les pueda defender se un ataque de pánico ruso por sentirse inseguros, formándose un círculo vicioso que conlleva una escalada en el riesgo global.
La culpa no es solo de Rusia. La política norteamericana es diferente porque busca la situación de "una sola potencia". Hemos mencionado aquí en muchas ocasiones la expresión "los intereses norteamericanos", algo que no se explica bien pero que se traduce en todo tipo de acciones en cualquier lugar del globo.
La
situación creada en su conflicto con China, la tercera potencia ascendente,
tiene ciertos puntos en común con lo que ocurre en Ucrania. La estrategia
norteamericana ha sido cercar a otro enorme país creándole conflictos
alrededor. Me refiero a los apoyos a la India, a Taiwán, Japón y Corea del Sur,
al que se sumaría, en otro nivel, Australia.
China,
tradicionalmente, no ha crecido como potencia militar, sino económica. Pero la
constante presión del miedo les hace aumentar su poderío.
Si el presidente ucraniano se quejaba de que en Occidente se habla más de guerra que en la propia Ucrania, en el entorno de China ocurre algo similar con la constante presencia mediática con las amenazas de invasión por parte de China. Todo este clima lo que hace es contribuir al generoso apoyo de los Estados Unidos a todos los países que tengan conflictos, mayores o menores, con China.
Política Exterior 2016 |
La era Trump se ha caracterizado por ese aumento de los conflictos —como ocurrió con Corea del Norte e Irán— que luego eran resuelto por "el gran negociador", Donald Trump, realizándose la pertinente fotografía. Recordemos las buenas relaciones de Trump con Putin, quien descubrió que podía sacar tajada del narcisismo de su teórico oponente. Rusia no quería a Biden e hicieron todo lo que pudieron para mantener a Trump, pero les fallaron los cálculos. Los escándalos sobre las "tramas rusas" o las "casos ucranianos" en los Estados Unidos están en las hemerotecas y en los archivos de este blog a lo largo de estos años.
Un
Biden necesitado de refuerzo se está metiendo en demasiados problemas
exteriores, algo a lo que Rusia le está llevando con su estrategia de la
seguridad: hacer que ninguno de los países circundantes en Europa pertenezca a
la OTAN creando una especie de cinturón de seguridad a su alrededor, que sería
como volver a la "franja" anterior de los llamados "países del
Este".
Con un Putin amenazante, adiós a las aspiraciones europeas de tener su propia defensa y autonomía. La amenaza nos hace más dependientes de OTAN y Estados Unidos, tal como Trump quería.
Hace unos días recordábamos aquí la famosa "crisis de los misiles" cubanos. Estados Unidos consideró que una Cuba comunista y armada por la URSS era un desafío a su seguridad. Se retiraron finalmente las bases de misiles, pero quedó en la isla el embargo que ha determinado su existencia y que ha mantenido indirectamente el sistema reforzándolo cuando caían como fichas de dominó en el resto del mundo. También quedó como vergüenza de seguridad la base norteamericana de Guantánamo, el equivalente a lo que hemos visto en Europa con Kaliningrado.
Todo depende del cristal, como dijo Campoamor. El
"cristal" aquí es la mezcla de intereses, por un lado, y de miedo por
otro. La política de la inseguridad sirve para "vender" seguridad;
igualmente lo hace la política del miedo, que arrastra a pedir más seguridad.
Cuanto
más se invoca la seguridad, más inseguros estamos todos. Esta "no
guerra" ya está causando enormes perjuicios a muchos países, incluidos nosotros,
pues afecta a la economía especulativa. Lo que podría destinarse a otros fines,
se dedica ahora a la compra de armamento; se disparan los precios de la energía
y de las materias primas; el transporte se encarece ante el miedo a que se interrumpa por un posible
conflicto. La inflación se dispara comiéndose los ahorros y exigiendo a los
países medidas correctivas, Todo esto y mucho más sin que se dispare un solo
tiro. Con los titulares mediáticos es suficiente.
Puede
que la guerra "no interese a nadie", pero el clima prebélico es otra
cosa. Ahí sí que algunos pueden obtener beneficios de diferentes órdenes, de
los políticos a los económicos.
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