Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Como
soy muy despistado para las fechas, en muchas ocasiones creo que estoy en el
Día de los Santos Inocentes, que lo que me muestran en pantalla es algún tipo
de inocentada que intentan colarme, que lo que me muestran es obra del ingenio
de algunos redactores. Pero no, aunque bien hubiera podido serlo. El hecho de
que estuviera en todos los canales termino de convencerme de que aquello era ya
parte de la historia, terminara como terminara.
Dediqué
la media hora siguiente a intentar atar los cabos de aquella insólita
situación. Me imaginé cómo se ofrecería en las televisiones de países como
Turquía, Serbia, México, Alemania... tal como nosotros damos espacio en
nuestros canales a esas noticias en las que parlamentarios se enzarzan en
peleas, grescas, trifulcas, insultos... y todo ese repertorio que nos sirve
para sentirnos superiores. Pero mucho me temo que las personas de esos países,
de mayor o menor tradición democrática, no logren alcanzar la comprensión de lo
ocurrido y que queden en las caras, en el paso de la estupefacción a la
satisfacción, de la incredulidad a una mayor incredulidad.
Los expertos en sistemas complejos tendrían posibilidad de explicar cómo lo que ocurre en cada pueblito, en cada ciudad, en cada capital de provincia y de Autonomía; cómo lo que ocurre en cada despacho, en cada aparcamiento, en cada sede de partido, incluso cómo el daltonismo puede llegar a determinar el destino de un país. Sí, pese a lo que dijo Einstein, a Dios le gusta jugar a los dados, trucados, por supuesto, pero dados a los ojos de los mortales, que somos nosotros.
Solo en
este sentido puedo llegar a comprender la frase con la que me quedo en este
embrollo cósmicómico (como diría el
genial Italo Calvino), dicha por el presidente del gobierno, el señor Pedro
Sánchez: "...más allá de los números..." Sánchez nos hace ver que los
renglones de Dios no solo son torcidos, sino "retorcidos" como
sacacorchos, como cable de auriculares tras varios días en un bolsillo.
He
escuchado explicaciones sobre qué es la "disciplina de voto" a cargo
de personas que la rompieron; he escuchado nuevas definiciones de lo que es un
"error informático" en un sistema que nos dicen que "no falla
nunca"; he escuchado definiciones de lo que es un "pacto de
investidura" y cuáles son sus límites de resistencia... y muchas otras
cosas mientras me pellizcaba.
Nada hay peor para una democracia que creer en el destino unos y en el fraude otros. Para unos te han quitado dos (UPN) con los que contabas y te han regalado uno (el del PP) inesperadamente. Unos y otros están bajo sospecha, de traición o de estupidez. La Historia decidirá quién traicionó a quién, quién se equivocó de botón. Estas cuestiones hacen tambalearse nuestras concepciones de los "momentos estelares de la Humanidad", a lo Zweig, y tener una concepción incalculable del valor de las pifias en nuestro futuro. En una pifia entran cosas como "no encontrar aparcamiento y no llegar a tiempo a una votación", el citado "daltonismo ante los botones de votación", un golpe de tos al apretar un botón o cualquier otra nimiedad que adquiere dimensiones olímpicas, dignas de una gran tragedia, ante las consecuencias. Esto es como lo del efecto mariposa, pero concentrado.
¿Cómo
alegrarse seriamente por ese "gol en propia meta", por una
distracción del enemigo? Los agentes sociales, empresarios y sindicatos,
lograron ponerse de acuerdo y desde ese minutos empezaron a salirle problemas y
pegas por parte de los políticos, nacionales y autonómicos, de populistas de
derechas e izquierdas, que querían su propio protagonismo en un espacio de
debilidad gubernamental, de la que se puede sacar lo que se quiera con un
poquito de habilidad. Ese es el fondo. No les importa realmente la reforma
pactada, sino que no haya sido objeto de trueque, que no hayan podido sacar
tajada y mérito ante los suyos.
Los
socios no querían ser socios; los que no eran socios quisieron serlo; los que
eran nuevos socios tampoco querían serlo entre ellos y los que se unían para
oponerse lo hacían de malísima gana. Les (nos) está bien empleado.
¿Hemos llegado al pico de la ola? Podemos teorizar sobre la política, sobre la naturaleza humana, sobre el destino, sobre la ironía de los dioses... sobre muchas cosas, pero al final somos el pollo dentro de la olla que se queja de que el agua está caliente y un poco salada.
Nuestro idioma permite que la palabra "número" se refiera a las cifras y también a lo que se hace en la pista de un circo. La frase del presidente —más allá de los números— me hace ahora dudar.
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