miércoles, 23 de febrero de 2022

Intrapolítica

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Era inevitable. Si lo que "triunfa" en política es el género peleón, el enfrentamiento a cara de perro con el contrario, la palabra hiriente y la negación del diálogo, era cuestión de tiempo que los colmillos se volvieran contra el propio partido. No se puede pretender criar mastines y que se comporten como pekineses.

Hasta el momento, los partidos han mantenido la norma de morderse en privado y reservar los gestos agresivos —confundidos con la firmeza— para el exterior. Pero siempre se puede perder el control cuando se está en la gresca diaria, con la adrenalina subida y sin forma de hacerla bajar.


La llamada "crisis del PP" es también la de un modelo político que no es exclusivo suyo. Los partidos políticos son "feudales" favorecidos por la estructura tripartita nacional-autonómico-municipal, una forma de repartir poder, pero también una peligrosa forma de acapararlo.

No me ha gustado nunca la expresión "barones" aplicada a los que finalmente han ejercido como poderes reales, con capacidad de control hacia abajo y hacia arriba. Es una fórmula que acaba siendo conflictiva, como hemos podido ver en el caso madrileño, donde la autonomía contiene una ciudad como la capital de España y se acaban produciendo disputas a tres banda, presidencia autonómica, presidencia del partido y alcaldía de Madrid, tres campos poderosos que hacen aspirar a sus cabezas a querer un poco más. En otras Comunidades, el panorama puede ser distinto, oscilando las tres partes en sus repartos y formas de equilibrios. Las Comunidades uniprovinciales tienden al conflicto, como el caso extremo de Madrid. Mucho poder y poco espacio, un aliciente para la agresividad y los conflictos.

Los "barones" se juegan mucho con lo que ocurre fuera de sus fronteras territoriales, pues la expansión de los conflictos les puede condicionar su propia situación, como hemos visto con el inicio de conversaciones para formar gobierno en Castilla y León, afectadas por la debilidad actual del partido.

Sorprende la rapidez con la que han "enterrado" a Pablo Casado para evitar el desangrarse en sus feudos. Son los que han mostrado dónde reside el verdadero poder en los partidos que mantienen esta estructura feudal. Su posición hace que los barones tiendan a la calma, pues tienen que administrar un "territorio" real, a diferencia de los cargos nacionales. Ellos se labran su fortuna sobre un territorio delimitado y cosechan según sus propias guerras. Que se abran nuevas les perjudica porque les hace intervenir en algo que no pueden controlar, por lo que solo les queda "dinamitar" el edificio y tratar de reconstruir uno alejado de los conflictos.

Pero la Autonomía madrileña es un espacio pequeño y donde se concentran demasiadas instancias de poder, no solamente políticas, sino otras de diverso orden y poder real, como es el centro de decisión económica, algo que no se debe olvidar, y el mayor poder mediático. En Madrid, todos los despachos están cerca.

La oposición, como ya señalamos el otro día, no entiende de retrocesos o cierres en falso. La presentación de peticiones de investigación por la Fiscalía Anticorrupción ya se ha producido y lo que tenga que salir saldrá. La desaparición de Casado no borra el pasado, los hechos. Por mucho que quieran mirar al futuro, están evitando mirar lo que ocurre debajo de la mesa. Pero eso ya lo están haciendo otros. Como bien ha dicho el dimitido Teodoro García Egea en su despedida, ¿qué deben hacer los partidos cuando les llegan informaciones sobre irregularidades? Por mucho que se hayan equivocado en la estrategia, forma de actuar y cálculo de sus fuerzas, la cuestión queda sobre la mesa y seguirá condicionando la vida del Partido Popular.

Pero más allá del propio partido, las estructuras de los partidos nacionales han dejado ver sus límites y limitaciones. Se ha podido apreciar lo que tantos fines de semana de sonrisas y disparos en todas direcciones no han podido tapar, la incapacidad de gestionar problemas cuando salen a la luz.

El Partido Popular lleva viviendo situaciones de conflicto desde que se empezaron a crear problemas autonómicos, problemas debidos a la necesidad de pactar con otras fuerzas de una forma complicada y jugando a diferentes bandas, Pero no es sencillo atacar en una autonomía a quien puede ser tu socio en otra, gobernar en una con quien estás hundiendo en otra.


Si lo ocurrido es resultado de unas comisiones para beneficiar a la familia o si esto ha sido la excusa ante movimientos en diversas direcciones habrá que esperar a verlo un tiempo.

Por lo pronto, lo que queda es lo conflictivo del modelo de poder y, especialmente, lo conflictivo de los modos de liderazgo, buscar la notoriedad a golpe de efecto mediático. Es este estilo bronco de ciertos dirigentes —curiosamente encarnado por mujeres en prácticamente todo el espectro político— el que atrae la atención mediática. Aquí comentamos el papel de ciertos medios en esta crisis, tomando parte de forma insólita hasta el momento. El argumento de algunos ha sido no retroceder en lo que se había considerado una línea clara hacia La Moncloa, acabar con el "sanchismo". Mientras, Vox presentaba a Abascal en el mitin de Valladolid como el próximo "presidente".

La política española es demasiado agresiva, poco dialogante y excesivamente mediática. Las actuales circunstancias y complejidades exigen que los "asuntos de estado" sean posibles motivos de encuentro para poder avanzar y no un tejer y destejer continuo donde el centro de las campañas es deshacer lo que otros han hecho.


Un caso de comisiones familiares se convierte en una cerilla que se deja caer sobre los charcos de gasolina que rodean al surtidor. Puede que los "barones" intenten salvar sus feudos y evitar que lo ocurrido les arrastre. Pero tendrán que tener en cuenta "qué" están salvando realmente y los precedentes que sientan en esa próxima "reencarnación" que ya todos prometen. Eso, evidentemente, es su plan. Pero tiene poco que ver con lo que va a rodear el caso y, sobre todo, su resolución, algo que queda ya fuera de su alcance.

Casado y Díaz Ayuso, amigos del alma, nacidos en una misma camada, se han mostrado finalmente incompatibles y feroces. Atrás quedan sonrisas, abrazos y piropos, promesas de apoyo. Hay una "intrapolítica" como decía Unamuno que hay una "intrahistoria". Y esta no es nada ejemplar. La mano que hoy se hace contigo un selfie sonriente es la misma que te apuñala. Los medios se recrean recogiendo imágenes de la buena amistad de Casado y Diaz Ayuso, una historia gráfica de buen rollo.

Quien hizo sus cálculos en esto, falló estrepitosamente.


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