Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Que
Estados Unidos tenga que mandar una comisión a la Conferencia sobre el cambio
climático bajo el lema aproximado de "No todos los americanos piensan como
la Casa Blanca" es bastante penoso. Los noticiarios de hoy nos muestran la
cabecera de la delegación, Nancy Pelosi, la líder de la oposición demócrata. ¡Triste
momento en el que los Estados Unidos escenifican su ausencia y su presencia en
un solo acto!
Pelosi ha tenido sentido del estado y, todo hay que decirlo, de
la oportunidad política cubriendo en inmenso vació representativo que deja el
presidente. Eso sí, para el Wall Street Journal, el viaje de Mancy Pelosi es una pérdida de tiempo. Al diario le parece poco efectivo volar a Madrid e ignorar lo que se hace en Estados Unidos, con mención al "fracking" y las centrales nucleares. La batalla hay que darla en casa.
Si se
mira la prensa norteamericana, ocurre algo parecido. El tema del cambio ha
desaparecido arrastrado por el presidente, punto absorbente de la atención, ya
sea por el proceso del impeachment, que ocupa las páginas, como por el acto
alternativo de la OTAN estos días en los que se escenifica la sumisión de
Europa a lo que Trump mande con los choques con Macron y los pocos que osan
llevarle la contraria.
Las
noticias de Norteamérica nos muestran, una vez más, un país dividido por la
mitad, donde cada una de ellas trata de ignorar a la otra, pero se hace
imposible. No solo están divididos, sino que están enfrentados. Desde Nueva
York, se nos habla en uno de los reportajes televisivos de la mañana del
enfrentamiento con la Casa Blanca de las ciudades comprometidas con el cambio. Su voluntad es tomar medidas, diga lo que diga Trump.
El
panorama español tiene también sus diferencias. Esta vez, el cambiante Casado,
habla de "compromiso inequívoco" contra el cambio climático. Hace unos
días hablaba de la "identidad" izquierdista que suponían los ataques
al cambio, junto a los de la "violencia de género". Lo hizo ante el Partido
Popular europeo. ¡Lástima de ocasión! porque España está claramente por algo
que padecemos de forma clara en la agricultura, el turismo o muchos otros
sectores.
A otros,
como era de esperar, les sale un discurso más a lo Trump, donde todo son
objeciones a las falacias de que no
es el Hombre quien actúa cambiando el clima, sino que es el clima el que se
cambia solo. La teoría les debe parecer brillante, pero hasta un tonto
distingue las diferencias entre un asesinato y la muerte natural. Todo lo vivo
se muere, sí, pero ¡hombre! intente durar un poquito.
La
cuestión del cambio climático no solo tiene los datos de las observaciones de
los científicos. También tenemos evidencias día a día sobre que las cosas están
cambiando. RTVE nos manda un mensaje desde el delta del Ebro, a cargo de Carlos
Franganillo. Son formas de sacar a la calle las cosas para que la gente las
entienda, algo que no es fácil. En el noticiario anterior, el mismo Franganillo
ha tratado de escenificar que es eso del "efecto invernadero" junto a
la meteoróloga del programa. Se trata de mandar mensajes.
La
cuestión que se plantea es si es solo porque tenemos la cumbre del Clima o si
es una política de información. La cuestión no es baladí porque la presión
social está creciendo y desbordando las agendas oficiales para formar parte de
las sociales.
Lo que Casado
llamaba en su inconsciencia el "tercer muro", es decir, el cambio
climático y la violencia machista, forman ya una agenda social clara. A los que
se queden tibios solo les quedará espacio para hacer el Don Tancredo, como a
Javier Ortega Smith ante una víctima de violencia.
Los
políticos pueden discrepar en la forma de resolver un problema, pero no en
negar el problema, cosa que algunos intentan, como Trump allí y los que le
imitan aquí.
Un
factor novedoso es precisamente cómo ha enganchado el mensaje entre los grupos
de jóvenes que no entienden a los políticos, pero sí entienden los datos y,
sobre todo un mensaje claro: se quedan sin futuro o este estará muy
deteriorado. Una de las formas más claras del egoísmo es pensar en dejarles los
problemas a los siguientes. Cuando este problema salte, yo no estaré aquí para
verlo, dicen. Gracias a las estimaciones, la gente es consciente de que existe
un futuro mejor o peor y eso lo sabe hoy, por lo que entra a formar parte del
presente como actitud y como acción. Los que se quieren quedar al margen solo
tendrán disgustos porque irá a peor y los argumentos se gastan. Ya es
obcecación estar a favor de quedarse quieto ante los desastres o salvar la cara
de los que los producen.
Antes
el futuro quedaba lejos; era una promesa que se cumplía o no. Ahora es una
amenaza que no es posible posponer porque ya vemos y padecemos los efectos. Los negacionistas tienen un margen muy pequeño.
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