lunes, 16 de diciembre de 2019

Maternidades

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La lectura del artículo del diario El País "La España de la maternidad tardía" deja un profundo sabor a tristeza, a frustración. Son los datos del país con los nacimientos más tardíos de Europa.
La lista de explicaciones variadas de porque se produce este fenómeno, según el artículo, se orientan en dos direcciones, las de no encontrar "la pareja adecuada" y las de "la precariedad en el empleo". Son dos cosas muy diferentes pero ambas pesan porque no son excluyentes, es decir, es posible que haya quien padezca las dos. Un once por ciento no quiere tener hijos, nos dicen, que es una opción más con el futuro que guarda sus motivos en el pasado. No necesariamente se produce por elementos negativos. No todo el mundo tiene vocación en la maternidad.
Hay demasiadas cosas que hay que mirar, que hay que considerar al traer hijos al mundo. Los datos solos no nos dicen mucho, pero si apuntan las maneras sociales, que no siempre son las mejores. Los hijos se tienen con ilusión, pero si lo que tienes delante te la quita es difícil dar el salto hacia algo que es un cambio radical en la forma de vida, en las prioridades. Se lucha mucho para llegar algo y abandonarlo.
El diario nos señala en sus dos primeros párrafos los datos:

El problema es la brecha entre el deseo y la realidad. En España más del 70% de las mujeres quieren al menos dos hijos y, sin embargo, las que tienen el segundo no llegan al 30%. Los nacimientos se han ido reduciendo año a año durante la última década, de los cerca de 520.000 de 2008 a los casi 373.000 del año pasado, cuando se alcanzó el mínimo desde 1998. Pero los demógrafos se alejan del tono alarmista. Si el número de mujeres de 25 a 40 años ha bajado en más de un millón con respecto a hace una década, será normal que nazcan menos niños. Lo grave es que las familias tengan cada vez menos hijos. Que no se subsane la diferencia entre las expectativas y los partos reales.
Los seis primeros meses de 2019 también apuntan maneras. Los 170.000 recién nacidos coronaron este periodo como el primer semestre con las peores cifras de toda la serie histórica, que el Instituto Nacional de Estadística (INE) comenzó a elaborar en 1941. Y en este desplome de la natalidad, que copa titulares cada vez que el INE confirma la caída, confluyen múltiples factores, según las expertas consultadas. “Las jóvenes ahora tienen más libertad para estudiar, para decidir sobre su vida, han accedido al mercado laboral...”, apunta Isabel Pujadas, catedrática de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona. La demógrafa Teresa Castro, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, incide en la precariedad: “Influye la edad de emancipación, cada vez más tardía, la edad en que se encuentra empleo, en que se tiene un salario decente y una cierta estabilidad laboral. Además, se medita mucho más si hemos encontrado a la pareja adecuada. Y tenemos aspiraciones profesionales”.*



Como nos muestran las dos expertas mencionadas, podemos ir por la vía de la "liberación de la maternidad", justificando en que ahora hay más libertad, por lo que se ve en esta solo servidumbre y, la otra vía, que es la de los "obstáculos a la maternidad". Cada vía explicativa escoge un camino, sin excluir la posibilidad de las dos, de ser más libres (menos presión) y tener menos obstáculos (más ayudas).
Creo que es un asunto complejo y doloroso, con muchos recovecos de todo tipo, individuales y sociales. Respetando las decisiones de cada uno, lo cierto es que no me convence, por no decir otra cosa, la sociedad que hemos creado entre todos en estas décadas.
La maternidad, más allá de las estadísticas, revela un deseo, un optimismo hacia el futuro, que no se ha sabido crear. Hemos generado un tipo de explotación en estas décadas que ha caído directamente sobre los más jóvenes. La precariedad es solo uno de los síntomas con una incidencia clara sobre el número de hijos que se puedan tener.


La España de los 90 en adelante, sobre todo la que entró en el milenio, perdió algo por el camino, su solidaridad. Fue la España egoísta del búscate la vida, sin sentido del conjunto, sin sentido de la responsabilidad. Lo digo con dolor y lo he dicho muchas veces. Algo se rompió y a los que había que haber arropado se quedaron al pairo, vistos como fuerza explotada por el propio sistema.
Hoy estamos con los resultados de aquel egoísmo generacional, aquella insolidaridad institucional, que se dedicaron a lo suyo, el poder, en vez de atender los crecientes problemas que se han ido acumulando. Y seguimos igual, sin atender a los problemas reales. Preocupados solo por quién manda y qué provecho puede sacar cuando le toca.
La zafiedad que nos rodea no es la mejor para formarse, para madurar, por lo que no es fácil encontrar estabilidades ni en lo emocional, ni en lo económico ni en lo laboral.


Me parece muy interesante que los expertos hablen. Es lo que hacen. Pero la decisión de la maternidad es una decisión viva, existencial, marcada por las carencias y los miedos, por lo que se ha visto en el camino. Y ahí las experiencias son las de cada uno. Ponerlas en barras o tartas no soluciona casi nada. Es ya demasiado tarde. Enterarnos del "problema" no es solucionar el "problema".
La frase "caen los nacimientos" es demasiado fría, demasiado distante de lo que es la realidad de las personas y el futuro de todos. Toda decisión de las personas con sus vidas es respetable. No lo es tanto la falta de condiciones para que se puedan tomar libremente. Cuando se dice "las españolas", estamos haciendo un perverso juego retórico. La decisión de tener los hijos está condicionada a poder tener los hijos. Sin las condiciones adecuadas, da igual lo que quieras.
Seguimos sin pensar en la España que hacemos entre todos.


* "La España de la maternidad tardía" El País 15/12/2019 https://elpais.com/sociedad/2019/12/14/actualidad/1576278557_524336.html

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