domingo, 15 de diciembre de 2019

La realidad intratable

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En estos días se pueden ver algunos artículos señalando cómo está década que ahora termina cambió los modos de ver (incluso hacer) la Televisión. Pero no veo lo mismo en la Prensa, sujeta a cambios tan grandes o mayores, incluso catastróficos en comparación.
La crisis de la Prensa es una crisis profunda pues afecta a la crisis de la realidad misma. Se han hundido nuestros fundamentos de lo real ante tanta manipulación. Hay que dar la razón a Jean Baudrillard y a su teoría del "simulacro", lo que antecede a la realidad que no es ya sino su reflejo. ¿Qué otra cosa son las "fake news" que nos rodean por todos lados, las campañas de desinformación, de manipulación para alterar la realidad misma? Ser es aparecer.
Los grande desafíos de la Sociedad de la Información, la sociedad mediática que se ha tragado a la "sociedad del átomo", no han sido establecidos sino parcialmente, desde perspectivas distintas, pero sin poder dar cuenta de su expansión devorándolo todo. No es casual que detectemos una especie de barrera histórica que convierte en nieblas lo anterior a los años ochenta, que se percibe como un mundo muy diferente, con principios y valores diferentes. Es una frontera cultural que afecta al mundo desarrollado en el que las clases han sido sustituidas por las cada vez más apretadas generaciones. Cada vez compartimos menos recuerdos en el desolador avance de una sociedad que nos lleva hacia adelante a un ritmo frenético. Estímulos constantes frente a recuerdos; reducción de la memoria.
En 1977, en Cultura y simulacro, Baudrillard advertía desde su inicio:

Hoy en día, la abstracción ya no es la del mapa, la del doble, la del espejo o la del concepto. La simulación no corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es la generación por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal. El territorio ya no precede al mapa ni le sobrevive. En adelante será el mapa el que preceda al territorio —PRECESIÓN DE LOS SIMULACROS— y el que lo engendre, y si fuera preciso retomar la fábula, hoy serían los jirones del territorio los que se pudrirían lentamente sobre la superficie del mapa. Son los vestigios de lo real, no los del mapa, los que todavía subsisten esparcidos por unos desiertos que ya no son los del Imperio, sino nuestro desierto. El propio desierto de lo real.
De hecho, incluso invertida, la metáfora es inutilizable. Lo único que quizá subsiste es el concepto de Imperio, pues los actuales simulacros, con el mismo imperialismo de aquellos cartógrafos, intentan hacer coincidir lo real, todo lo real, con sus modelos de simulación. Pero no se trata ya ni de mapa ni de territorio. Ha cambiado algo más: se esfumó la diferencia soberana entre uno y otro que producía el encanto de la abstracción [...]



Lo que parecía entonces a muchos un mero juego de palabras muy a la francesa, adquiere hoy la vigencia de lo cotidiano. Primero, el simulacro; luego la realidad lo imita.
¿Cómo no va a estar en crisis la Prensa, cuya función es mostrarnos una realidad, pero condenada a darle forma a través de los simulacros? Hoy la lucha es por el simulacro, por la apariencia de las cosas que muchas veces no existen. Ser es percibir. Percibir es imaginar, un ejercicio dirigido de sugestión. No hace falta mucho más.
Por eso estamos sometidos a manipulaciones permanentes que nos hacen dirigirnos hacia falsas lunas construidas por la función deíctica del dedo, que ya no apunta, sino crea lo que hay que ver. Es la era de los prestidigitadores. El anuncio del conejo es anterior a mostrarnos la chistera.
La crisis de la información coincide —no casualmente— con la proliferación mediática, con el aumento de las fuentes de información que crean lo hiperreal por sobreabundancia de información.


En un mundo de pantallas, ¿podemos distinguir lo verdadero de lo falso? En un mundo en donde las violaciones, el sexo casero mismo, se practica con un teléfono grabando en una mano, ¿qué sentido tiene lo real sino servir de plató? En un mundo donde se mata y tortura (Estado Islámico) para grabar los vídeos de las decapitaciones o donde toda la acción se coreografía para ser mostrada a través de los canales globales, ¿qué es lo real?


La Prensa ha vivido bajo el supuesto de lo "real". Hoy las cosas acontecen para ser convertidas en información y esa crisis no es fácil de solucionar. La inflación informativa ha devorado la noticia al producirla como materia prima de la atención.

La manipulación adquiere un sentido distinto en este tipo de escenario. Lo que se ve, lo que pensamos, lo que creemos, etc. son el resultado del tratamiento de las nuevas materias primas de la Información.
Nos sorprendemos cuando vemos en las pantallas réplicas exactas de políticos lanzando discursos que nunca han pronunciado, cuando vemos como jóvenes a actores septuagenarios o volvemos a ver actuar a actores y actrices ya fallecidos. La mayor parte de lo que vemos procede de pantallas. Y lo que queda fuera, nos empeñamos en que pase por ellas para poder competir en nuestro campo de atención.
Pero sin "realidad", sin capacidad de ser realmente nosotros en lugar de vivir nuestras fantasías, difícilmente podremos avanzar en un camino claro, ya sea en la política (democracia sin posibilidad de elegir entre verdades), en lo económico (no destruir un mundo que ya no sabemos cómo es realmente) o en lo social (encerrados en los límites de nuestro narcisismo).
¿Hay "realidad" tras lo que vemos o se nos muestra? Eso es lo que nos toca preguntarnos cada día cuando apuntamos nuestros mandos hacia las pantallas. 


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