Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Las
cosas pasan, señala el dicho. ¿Pero que ocurre si no pasan simplemente, sino
que pasan para ser percibidas? Cuando Donald Trump llegó a la presidencia,
algunos periodistas empezaron a plantearse si escribir sobre él no era
contraproducente o, si se prefiere, si no actuaba buscando precisamente la
respuesta de los medios. Se produce entonces una paradoja: los medios no
cuentan lo que ocurre, sino que las cosas "ocurren" para que los
medios las cuenten con fines muy distintos. Hoy tenemos una realidad escénica,
una coreografía realizada ante los medios para que estos, necesitados de materia
prima noticiosa, la recojan.
Por
primera vez podemos hablar realmente del "gran teatro del mundo",
pero el puesto que nos toca no está sobre el escenario, como nos hacen creer,
sino en el patio de butacas. Es como si nos contaran la metáfora platónica de
las sombra de la caverna y nos dijeran que había estado "creada" por un
manipulador de sombras chinescas.
Hoy es
difícil pensar en lo que el mundo nos ofrece sin la mediación. Las "fake
news" no son más que una parte del problema más amplio de la "fake
reality", la realidad construida frente a nosotros.
La raíz
de la crisis mediática no es tecnológica o económica sino que está producida
por la desaparición de lo real en beneficio de lo escenificado en muchas
ocasiones. No significa —entendámoslo bien— que lo que se nos cuenta carece en
su totalidad de existencia. Desgraciadamente muchas cosas de las que se nos
habla so terriblemente reales. Pero se trata de saber cómo nos llegan, con qué
grado de realidad construida.
Hay
actos que suceden y quedan en el silencio; es la realidad escamoteada. Hay
actos que suceden y de los que se nos da una visión parcial; es la realidad
manipulada en mayor o menor grado. Y hay realidad hecha para circular por los medios;
es la realidad de consumo o fabricada. Esta última no significa que no
"exista", sino que debe ser más real que las otras puesto que su base
es ser aceptada y causar un efecto específico.
Son
tres formas diferentes de realidad que nos hacen perder nuestra inocencia perceptiva
y de consumidores de información. Ante lo que se nos ofrece, la primera
pregunta que debe surgir es qué se
nos escamotea u oculta. Ante la segunda, cómo
ha sido distorsionada. Finalmente, cuál
es su finalidad.
La
multiplicación de las fuentes informativas, el peso creciente que tiene en un
nuevo universo plagado de medios y mediadores, nos convierte en productores de
información en busca de huecos con los que llegar a los otros a través de
acciones programadas para este fin, atraer la atención.
El
ejemplo más claro lo tenemos dentro de lo que es el movimiento separatista
catalán, necesitado de construir su imagen exterior, bien distinta a la que
tienen dentro. Los constantes espectáculos (así pueden calificarse sin temor)
creados para atraer la tención sobre cualquier acontecimiento que cuente ya con
un atractivo de interés previo es la
forma elegida para desviar la atención a su propio interés. Lo hemos visto en
el espectáculo creado por el partido de fútbol entre en Barcelona y el Real
Madrid, lo hemos podido ver igualmente estos días pasados en el teatro. Para
ello se cuenta con los equipos de activistas-diseñadores, que son quienes
evalúan el potencial del acto y establecen la estrategia del rapto de la
atención.
No hace
mucho, los faltos de miras periodistas de RTVE conectaban en directo con los
cortes de carreteras catalanas. Hacían lo que se esperaba de ellos y los
incidentes se producen precisamente porque ellos están allí. No están
informando, como su no sé cómo llamarlo
(¿inocencia, estupidez, complicidad?), ellos son los que están haciendo que la
acción se produzca. Estos grupos tienen sus propios regidores, los que dirigen
la acción sabiendo que en ese momento están en el aire, que hay conexión. De la
misma forma, mucho más evidente, están los que rodean a los periodistas
destacados al incidente o que se ponen detrás con pancartas para aprovechar la
conexión y lucirlas.
Toda
una serie de prácticas de este tipo ha hecho que la presencia de los medios se
busque, que se cree una representación con un grado mayor o menor de realismo.
Las
imágenes de manifestaciones, conflictos callejeros, asaltos, etc. nos muestran
un sinfín de "reporteros" paralelos. Son los encargados de registrar
los acontecimientos para descargar después esas imágenes estudiadas y filtradas
según su intención a los medios o a las redes sociales para hacerlas circular.
Es la
batalla constante por la opinión pública. Gran parte de la crisis del
Periodismo obedece a esta superabundancia de información que se canaliza hacia
el medio para evitar su distorsión final. El sistema es controlar la difusión
de las noticias, algo que hoy hacen los sitios, muchos de ellos automáticos, de
reenvío de las noticias ya empaquetadas adecuadamente para su consumo. Los
estudios y análisis hablan de miles de máquinas dedicadas a redifundir a través
de las redes los mensajes que llegar a sus destinatarios en segundos, en
un
bombardeo servido por el propio mecanismo de las redes sociales.
La
guerra de la información es un hecho. No puede ser soslayada en los análisis ni
puede ser ignorada la manipulación constante que supone. Muchos dirán que
siempre ha sido así y puede que tengan razón. Pero nunca ha tenido esta
intensidad y nunca había amenazado la supervivencia de la propia realidad, que
es sustituida en grandes porciones, fabricada para conseguir los fines
perseguidos.
La fase
nueva es la que nos abre la propia Inteligencia Artificial en la elaboración de
noticias. No se trata de que se las invente (aunque es fácil hacerlo), sino en
las posibilidades del retoque de textos para hacerlos más fácilmente aceptables
o rechazables o en la selección controlada de los destinatarios.
Es la
guerra de la opinión. El objetivo ya no está localizado como en otras guerras, sino que es un espacio ampliable construido con nuestras ideas y opiniones, que
son las que se busca modificar para que sean aceptadas situaciones o ideas.
El
ejemplo de lo que ocurre con el independentismo catalán nos muestra un caso
nítido de guerra que se desarrolla en las calles para ser retransmitida,
empaquetada por los medios. Como siempre surge la paradoja: qué hacer, cuál es
la estrategia más adecuada ante estas situaciones con visiones enfrentadas de
una realidad múltiple.
La peor, en cualquier caso, es siempre la duda o la inoperancia. No deja de ser sorprendente que en un momento de preocupación por las fake news y las realidades paralelas, la prensa española decida convertir su información en de pago, cerrando su voces, dejando la gratuidad y el camino libre a los que están deseando convertirse en fuente única de la realidad. Las cosas a veces tienen poco sentido.
La "realidad" siempre ha sido un constructo basado en la confianza y en la aceptabilidad por parte de quien lo recibe. Es mucho más frágil de lo que pensamos. Pero la pérdida de la inocencia lleva a la guerra por la realidad o a la indiferencia ante lo que se nos presenta. El consenso social es algo necesario para mantenerse unidos. Eso es lo que se ha roto y lo que nos distancia cada día más. Llevado al extremo impide compartir lo que nos rodea porque todo tiene origen y función diferente. Esto es lo que se ha perdido en años y ahora se paga con creces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.