sábado, 28 de diciembre de 2019

La realidad escénica o cuando el medio es parte

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las cosas pasan, señala el dicho. ¿Pero que ocurre si no pasan simplemente, sino que pasan para ser percibidas? Cuando Donald Trump llegó a la presidencia, algunos periodistas empezaron a plantearse si escribir sobre él no era contraproducente o, si se prefiere, si no actuaba buscando precisamente la respuesta de los medios. Se produce entonces una paradoja: los medios no cuentan lo que ocurre, sino que las cosas "ocurren" para que los medios las cuenten con fines muy distintos. Hoy tenemos una realidad escénica, una coreografía realizada ante los medios para que estos, necesitados de materia prima noticiosa, la recojan.
Por primera vez podemos hablar realmente del "gran teatro del mundo", pero el puesto que nos toca no está sobre el escenario, como nos hacen creer, sino en el patio de butacas. Es como si nos contaran la metáfora platónica de las sombra de la caverna y nos dijeran que había estado "creada" por un manipulador de sombras chinescas.

Hoy es difícil pensar en lo que el mundo nos ofrece sin la mediación. Las "fake news" no son más que una parte del problema más amplio de la "fake reality", la realidad construida frente a nosotros.
La raíz de la crisis mediática no es tecnológica o económica sino que está producida por la desaparición de lo real en beneficio de lo escenificado en muchas ocasiones. No significa —entendámoslo bien— que lo que se nos cuenta carece en su totalidad de existencia. Desgraciadamente muchas cosas de las que se nos habla so terriblemente reales. Pero se trata de saber cómo nos llegan, con qué grado de realidad construida.
Hay actos que suceden y quedan en el silencio; es la realidad escamoteada. Hay actos que suceden y de los que se nos da una visión parcial; es la realidad manipulada en mayor o menor grado. Y hay  realidad hecha para circular por los medios; es la realidad de consumo o fabricada. Esta última no significa que no "exista", sino que debe ser más real que las otras puesto que su base es ser aceptada y causar un efecto específico.
Son tres formas diferentes de realidad que nos hacen perder nuestra inocencia perceptiva y de consumidores de información. Ante lo que se nos ofrece, la primera pregunta que debe surgir es qué se nos escamotea u oculta. Ante la segunda, cómo ha sido distorsionada. Finalmente, cuál es su finalidad.
La multiplicación de las fuentes informativas, el peso creciente que tiene en un nuevo universo plagado de medios y mediadores, nos convierte en productores de información en busca de huecos con los que llegar a los otros a través de acciones programadas para este fin, atraer la atención.
El ejemplo más claro lo tenemos dentro de lo que es el movimiento separatista catalán, necesitado de construir su imagen exterior, bien distinta a la que tienen dentro. Los constantes espectáculos (así pueden calificarse sin temor) creados para atraer la tención sobre cualquier acontecimiento que cuente ya con un atractivo de interés previo es la forma elegida para desviar la atención a su propio interés. Lo hemos visto en el espectáculo creado por el partido de fútbol entre en Barcelona y el Real Madrid, lo hemos podido ver igualmente estos días pasados en el teatro. Para ello se cuenta con los equipos de activistas-diseñadores, que son quienes evalúan el potencial del acto y establecen la estrategia del rapto de la atención.


No hace mucho, los faltos de miras periodistas de RTVE conectaban en directo con los cortes de carreteras catalanas. Hacían lo que se esperaba de ellos y los incidentes se producen precisamente porque ellos están allí. No están informando, como su no sé cómo llamarlo (¿inocencia, estupidez, complicidad?), ellos son los que están haciendo que la acción se produzca. Estos grupos tienen sus propios regidores, los que dirigen la acción sabiendo que en ese momento están en el aire, que hay conexión. De la misma forma, mucho más evidente, están los que rodean a los periodistas destacados al incidente o que se ponen detrás con pancartas para aprovechar la conexión y lucirlas.
Toda una serie de prácticas de este tipo ha hecho que la presencia de los medios se busque, que se cree una representación con un grado mayor o menor de realismo.
Las imágenes de manifestaciones, conflictos callejeros, asaltos, etc. nos muestran un sinfín de "reporteros" paralelos. Son los encargados de registrar los acontecimientos para descargar después esas imágenes estudiadas y filtradas según su intención a los medios o a las redes sociales para hacerlas circular.
Es la batalla constante por la opinión pública. Gran parte de la crisis del Periodismo obedece a esta superabundancia de información que se canaliza hacia el medio para evitar su distorsión final. El sistema es controlar la difusión de las noticias, algo que hoy hacen los sitios, muchos de ellos automáticos, de reenvío de las noticias ya empaquetadas adecuadamente para su consumo. Los estudios y análisis hablan de miles de máquinas dedicadas a redifundir a través de las redes los mensajes que llegar a sus destinatarios en segundos, en
 un bombardeo servido por el propio mecanismo de las redes sociales.


La guerra de la información es un hecho. No puede ser soslayada en los análisis ni puede ser ignorada la manipulación constante que supone. Muchos dirán que siempre ha sido así y puede que tengan razón. Pero nunca ha tenido esta intensidad y nunca había amenazado la supervivencia de la propia realidad, que es sustituida en grandes porciones, fabricada para conseguir los fines perseguidos.
La fase nueva es la que nos abre la propia Inteligencia Artificial en la elaboración de noticias. No se trata de que se las invente (aunque es fácil hacerlo), sino en las posibilidades del retoque de textos para hacerlos más fácilmente aceptables o rechazables o en la selección controlada de los destinatarios.
Es la guerra de la opinión. El objetivo ya no está localizado como en otras guerras, sino que es un espacio ampliable construido con nuestras ideas y opiniones, que son las que se busca modificar para que sean aceptadas situaciones o ideas.
El ejemplo de lo que ocurre con el independentismo catalán nos muestra un caso nítido de guerra que se desarrolla en las calles para ser retransmitida, empaquetada por los medios. Como siempre surge la paradoja: qué hacer, cuál es la estrategia más adecuada ante estas situaciones con visiones enfrentadas de una realidad múltiple.
La peor, en cualquier caso, es siempre la duda o la inoperancia. No deja de ser sorprendente que en un momento de preocupación por las fake news y las realidades paralelas, la prensa española decida convertir su información en de pago, cerrando su voces, dejando la gratuidad y el camino libre a los que están deseando convertirse en fuente única de la realidad.  Las cosas a veces tienen poco sentido.
La "realidad" siempre ha sido un constructo basado en la confianza y en la aceptabilidad por parte de quien lo recibe. Es mucho más frágil de lo que pensamos. Pero la pérdida de la inocencia lleva a la guerra por la realidad o a la indiferencia ante lo que se nos presenta. El consenso social es algo necesario para mantenerse unidos. Eso es lo que se ha roto y lo que nos distancia cada día más. Llevado al extremo impide compartir lo que nos rodea porque todo tiene origen y función diferente. Esto es lo que se ha perdido en años y ahora se paga con creces.



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