domingo, 22 de diciembre de 2019

La gente es lo primero, no la economía

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Uno de los mayores males de las sociedades modernas es el pensamiento fraccionado. Es el resultado de la especialización, con la producción de expertos, y de consiguiente pensamiento ciego hacia el resto de aquello que queda fuera del campo. Es un problema que han explicado sin mucho fruto pensadores que analizan estos efectos sobre la comprensión de nuestros problemas o, si se prefiere, nuestra propia visión.
Hoy vemos nuestra sociedad como una especie de enorme fábrica que compite con otras "fábricas países" y todos los movimientos se analizan desde la perspectiva de la llamada "competitividad" que es trasladada a las personas, con la consiguiente valoración.
Hemos "desintegrado" a la persona y la hemos convertido en simple portadora de valores de eficiencia. No hay sitio para más. La educación se enfoca desde la perspectiva de los mercados laborales, es decir, de la producción, y se ignora la idea de persona como existente. Todo queda supeditado a la eficiencia y la sociedad se divide desde esta perspectiva. Eso lo sabemos desde hace tiempo, que estamos mutilando a la persona, sus perspectivas, su plasticidad viva. Hacemos con ella lo que necesitamos, sin más. Cada vez son más las instituciones que se orientan hacia el mercado laboral, uno de los dos grandes mercados.


El diario El País dedica su editorial de hoy, titulado "Joven y precario", a la situación de los jóvenes en estos momentos tras la aparición de los datos de las diversas encuestas que se realizan en esta época del año, aquella en que se proclaman a los cuatro vientos navideños la falta de solidaridad que caracteriza la totalidad del año.
En muchas ocasiones, a lo largo de estos años y sin necesidad de encuestas o expertos, hemos utilizado un término que es el que viene a confirmar lo comentado en El País. La expresión que hemos estado utilizando estos años es la de "explotación generacional", la de una generación explotando a la siguiente hasta niveles vergonzosos de aceptación como normalidad.
Se señala en el editorial del diario:

Pero la interpretación más llamativa y contundente de la encuesta es que las peores consecuencias del ajuste radical de la economía española entre 2012 y 2015, fundamentado en el recorte de derechos sociales, depresión de las rentas salariales y precariedad laboral, han recaído sobre todo en las posibilidades de empleo y promoción social de los más jóvenes. La política económica de Rajoy, claramente procíclica y atenta tan solo a sostener mediante despidos y recortes salariales a las empresas insostenibles, ha erosionado la capacidad de integración económica de los profesionales recién incorporados al mercado de trabajo. Esta percepción debería explicarse con claridad cada vez que el Partido Popular se apresura a ponerse la medalla de “superar la crisis” de 2008.
El daño causado por los ajustes de rentas y derechos laborales es tan profundo que buena parte de los estratos de asalariados y profesionales de menos edad no han podido incorporarse a la recuperación macroeconómica certificada por las estadísticas globales. Las dificultades de socialización, emancipación y ascenso se recrudecen por la pésima coordinación del Estado, las autonomías y los municipios en la regulación del mercado de la vivienda. Con salarios bajos y contratos precarios, los profesionales jóvenes no pueden acceder a la compra de la vivienda y tropiezan con un mercado de alquiler cuyos precios crecen sin cesar favorecidos por políticas neoliberales en los Ayuntamientos gobernados por el centroderecha. Por razones conocidas, el Gobierno de Sánchez no ha podido articular una política de aumento de las viviendas sociales para alquiler y aplicar fórmulas de indiciación para moderar los precios; pero también resultan difíciles de entender sus vacilaciones y falta de iniciativa sobre vivienda pública.



No nos dejemos engañar por la jerga economicista del texto. Esto significa llanamente que la recuperación económica ha ido a unos bolsillos, aumentando la brecha social, mientras se explotaba y se sigue explotando a los jóvenes con condiciones de trabajo que han pasado a ser "aceptables" socialmente bajo la amenaza de "mejor poco que nada".
La encuestas realizadas, el mero preguntar sobre la natalidad o sobre la vivienda, es casi un insulto de una parte de la sociedad que ha usado a los jóvenes como carne de cañón durante la "crisis", que algunos llaman —con mucha razón— "oportunidades". Efectivamente, ha habido muchos "oportunistas" y los sigue habiendo.
No es solo la baja calidad de los empleos, poca cosa para lo que estudian (por cierto, la enseñanza es también un negocio al que muchos se apuntan con la "formación" como perspectiva de mejora), según se nos dice. Es que lo que había sido pensado para una situación extrema se ha convertido en desvergonzada norma. Cuando escuchas y ves la situación real de muchos jóvenes, da auténtica vergüenza social. 
Podría ser una crisis, pero lo que vemos ahora es simple explotación directa. La brecha salarial se ha ido ampliando. Los niveles superiores ganan más porque parte de su trabajo consiste en ser canallas con los inferiores aumentando el rendimiento hasta niveles de infamia en muchos casos. Se trata de aumentar el beneficio a cualquier coste, no importan los métodos ni lo que cueste. Solo importa el beneficio, no las personas.


Esto tiene un efecto demoledor sobre el conjunto de la sociedad, que no es solo el trabajo. La extensión del egoísmo es un hecho que se palpa en la calle. ¿Cómo evitarlo si el ejemplo es solo la explotación? La gente valora más las familias y amistades porque es el espacio de seguridad, de no agresión, a diferencia del entorno laboral.
El diario El País aprovecha para criticar las políticas de Mariano Rajoy, pero esto viene de lejos. Se ha perdido esencialmente el sentido solidario. Curiosamente, el pueblo español es de lo que manifiesta más solidaridad para muchas causas, por lo que podemos ver que es el entorno laboral el que saca lo peor de muchos.
El aumento del nacionalismo es otra manifestación de lo mismo. Las autonomías ricas quieren escapar del "parasitismo" de las más pobres, según les han dicho interesadamente. Ellos tienen sus propias bolsas de explotación importando su inmigración selectivamente.
En una sociedad en la que nadie se preocupa de nadie es fácil vender sectarismo. Los populismos redirigen la situación contra los inmigrantes haciendo creer que les roban sus puestos de trabajo, que les roban los recursos sanitarios, los educativos... Es fácil enganchar al odio contra el extranjero. No es más que una forma de rabia que algunos saben sabiamente redirigir para sus fines.


El modelo económico se basa en el crecimiento del consumo en sectores vinculados con el ocio, el turismo, la gastronomía, etc. que son sectores que tienden a la precariedad y a la estacionalidad. Pero las malas prácticas se han ido asentando en todos los campos. Se ha creado un infame sistema de explotación con los peores modelos. Da igual que los negocios vayan bien. No se piensa en mejorar la situación de los trabajadores jóvenes, sino en aumentar los márgenes de beneficio del negocio. Las empresas que saben valorar a sus trabajadores, darles estabilidad y confianza en sus puestos de trabajo son pocas. Es más sencillo contratar mal y despedir fácil.
Mientras expliquemos la vida en términos económicos solo habrá este modelo. Se ha olvidado que una sociedad que no busca el bien general, una mayor y mejor corrección de las desigualdades se acaba volviendo egoísta, como nos ocurre en estos momentos.
Los gritos de alarma no vienen por la situación actual, que sería lo solidario, sino por la preocupación por la situación futura. ¿Pero cómo preocuparse por el futuro sin hacerlo en el presente, sin tomar medidas?
Más allá de las medidas de unos o de otros, estamos siendo víctimas de la disputa constante por el poder sin centrarse en los problemas reales de los ciudadanos, centrando el crecimiento destructivo de la desigualdad, el deterioro de la forma de vida, que es lo que todos deberían luchar por mejorar. Esa es su función y no solo el "mandar".
Necesitamos de políticos que resuelvan problemas sociales y no a aquellos que conciben la política como una profesión bien pagada. Necesitamos de gente que vea a la gente como personas, no como números en los que les van las reelecciones. Es fácil camuflar los números, no tanto la realidad. Y la realidad está ahí para el que la quiera ver.
Tenemos que dejar de hablar de la "economía", una construcción teórica, un concepto, y empezar a hablar de las personas, de sus vidas precarias, de cómo son tratadas y de cómo miramos para otro lado. Es lo real. Las cifras sobre el "crecimiento" no dicen mucho de la realidad viva, de la de las personas. 


Un titular de hoy del mismo diario señala "El frenazo de la población lastra la economía española". Es un claro ejemplo verbal de lo que no se debe hacer, ya que es la "economía" (la situación económica) la que impide a la gente tener hijos, casas, etc. ¿De qué sirve ese "crecimiento" si no se traduce en mejoras de la vida de las personas? ¿Se le pide a la gente que tenga hijos bajo un puente para poder seguir explotando a las generaciones venideras? No, no hay "maldición" como dice otro titular. Hay acciones específicas que buscan el enriquecimiento sin que hay mecanismos de corrección. 
Empobrecemos y les pedimos después que consuman; les empobrecemos y les exigimos que tengan hijos, que compren vivienda. Ya se les está responsabilizando directamente del sistema de pensiones, con lo que pronto serán los ancianos y los jóvenes los responsables de todo los desastres desde esta perspectiva, los unos por no cotizar ni tener hijos, los otros por no morirse pronto.
Hay que empezar a "valorar" a las empresas por su "calidad" laboral y también moral. No basta con marcar "caritas" en una pantalla para ver a quién es al siguiente al que se echa a la calle. deberíamos empezar a fijarnos en estos detalles, saber quién explota, las tasas de precariedad empresarial para tomar las medidas que únicamente se entienden.
Son las personas a las que hay que atender, olvidarse de este tipo de planteamientos economicistas y poner al servicio de la sociedad las mejores mentes y el mayor conocimiento. El resto es inútil y engañoso.  Sin una perspectiva moral y solidaria, poco vamos a avanzar.



* Editorial "Joven y precario" El País 22/12/2019 https://elpais.com/elpais/2019/12/20/opinion/1576871540_655815.html

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