martes, 24 de diciembre de 2019

El cierre del Museo de la Prensa

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El diario El País, a través de su corresponsal en Washington, Antonia Laborde, nos trae un titular triste: "Llega la hora del cierre para el museo de la prensa de Washington". Bajo el titular, una visitante disfrazada de Papá Noel hace fotos con su teléfono móvil a una larga fila de primeras páginas en las que la noticia del día es "Trump Impeached", a veces reducido a un simple pero impactante "Impeached".
Lo primero que señala la encargada de relaciones públicas es que no debe tomarse como "algo simbólico", que es simplemente una empresa que se lanzó a volar en 2008 y a la que le llegó la crisis económica y no ha sido posible rentabilizarla. Bueno, esa es la labor de una Relaciones Públicas, convencernos de que murió feliz en la cama. Pero temo que va a ser difícil evitarlo.
En el texto se señala:

Un letrero azul avisa desde la fachada del Newseum, el museo de la prensa de Washington: “We are on deadline”. La frase juega con la jerga periodística, el temido deadline que implica la hora del cierre en periódicos y revistas. En este caso, esa hora es el 31 de diciembre, cuando la institución cerrará sus puertas. En una paradoja irresistiblemente trumpiana, este templo consagrado al Dios de las noticias cerrará el mismo año en el que la capital estadounidense ha dado la bienvenida al espectacular museo del espionaje.*



La cuestión no es cuando cierras, evidentemente, sino si vuelves a salir, algo que hace el sol todos los días con completa naturalidad, pero requiere de un esfuerzo grande por parte de los periódicos. ¿Son ya un anacronismo? ¿Están en ese "deadline" con el que juegan en el museo?
No es fácil ser optimista con la prensa. Hay que separar la "prensa" de la información como contenido que la usa, entre otros, para ser difundida. Hubo un tiempo en que no había nada entre la gente y lo que ella no sabía, que solía ser todo lo que había más allá de su propia casa. La carta de algún familiar, si sabían leer y escribir, les decía algo que no solían comprobar, que existía un mundo más allá de sus sentidos. A eso a lo que dio forma y sentido la "prensa". Real o inventado, la gente se acostumbro a moverse mentalmente por esos espacios que le eran descritos. Y así siguió mucho tiempo.
La "realidad" exterior era lo que contaban los periódicos. Fragmentaron o construyeron la realidad a golpe de palabras y algunas imágenes, grabados y posteriormente fotografía, invento que permitía comprobar que lo que se contaba era al menos visible.


Hablamos de un mundo en el que la movilidad era mínima. La urbanización contribuyó al crecimiento de la prensa; juntó a su público, por lo que hizo que este surgiera, demandando más y más noticias sobre el mundo.
La democracia está ligada a la prensa porque lo está al conjunto de la vida política a través de la idea de opinión pública y la necesidad de estar bien informados para decidir. La prensa está ligada a las dictaduras porque los dictadores también necesitan público. Por eso la vida de la prensa siempre ha estado marcada por la visión que tengan de sí mismos los profesionales y los editores, según el lado en el que estén. La independencia de la prensa y de los profesionales es consustancial al papel que debe jugar.
Pero todo eso se transforma irónicamente cuando se produce la explosión de los medios de información. La aparición de múltiples medios después de la prensa la transformó mediante un fenómeno sistémico de readaptación a los huecos que iban creándose.


Hoy parece que el ciclo de los medios está provisionalmente cerrado (puede aparecer en cualquier momento otro que cambie el panorama mediático), dejando a la prensa como obsoleta en cuanto a velocidad, capacidad de cambio y límites, tres parámetros esenciales para informar.
Pero creo que son otros los factores realmente. Nuestro sentido del tiempo y el espacio ha cambiado (McLuhan ya lo advirtió). También nuestro sentido de lo que es estar informado y de lo que nos importa en el mundo. La persecución del entretenimiento como factor esencial ha hundido la propia materia, la información, produciendo millones de trivialidades por segundo para atraer nuestra atención y alejarla de la realidad.
En realidad vivimos sin sentido del tiempo, en un agotamientos decadente que necesita del estímulo constante para sentirse vivo, prisioneros de modas, deseosos de ser el centro narcisista del mundo para compensar nuestra real inferioridad en el mundo de las pantallas, el de la nueva era en que nos encontramos.


La prensa está vinculada más con el mundo reflexivo de la palabra escrita, que fija la realidad a través del texto verbal. Hoy esta misma realidad se encuentra en duda, cuestionada o, peor, fabricada para nuestro gusto o espanto. También la falsificación, la pseudo realidad, ha sido nociva para las noticias. Ver ya no es creer, sino la antesala al engaño.
La mayor parte de los jóvenes que acuden a las facultades de comunicación o similares por todo el mundo quieren ser otra cosa distinta a lo que querían en los 70, la época en que un periódico podía tumbar a un presidente mientras que en la que vivimos un presidente consigue cada día tumbar a casi todos los medios declarándolos "enemigos del pueblo". Hoy se teme más al tuit destructivo que al botón rojo que aterrorizó a varias generaciones.
El cierre del Museo de la Prensa, con el frente lleno de primeras páginas de la prensa del país con la noticia del "impeachment" de Trump no es una buena noticia, ni desde luego un bueno momento. Con lo dado que es Trump a ponerse medallas, pronto dirá que el museo ha cerrado gracias a él.


Se puede hablar desde muchas perspectivas de la crisis de la prensa. El pensar demasiado en la economía nos hace confundir efectos y causas, aunque lo único que se mira es la cuenta de resultados. Es el traductor universal de lo que funciona o no. Pero sea por la causa que sea, lo cierto es que esto tiene importantes consecuencias sociales, morales, políticas.
Las formas auto información no buscan el equilibrio o la ecuanimidad sino conseguir sus propios objetivos, ocultos o a la luz. La información se ha convertido por un lado en una simplificación extrema y por otro en una compleja lucha por conseguir la atención necesaria para causar efecto.
El progresivo uso de elementos no racionales, sino emocionales, distorsiona el papel especular sobre la realidad y fabrica los esperpentos que interesan en cada momento. En esto ayudan las investigaciones sobre las emociones o la cognición. No se trata de informar como de llevar a la gente hacia un punto al que interesa llevarle. Los crecientes informes sobre la manipulación de la ciudadanía hacen dudar de qué papel juega esta. ¿Debe estar ahí para ser intoxicada, manipulada? ¿Es esa su función?
En la guerra de la información, las posibilidades de unos medios independientes son cada vez más complicadas. La pérdida de la identidad es el pago por intentar sobrevivir en el caos cacofónico de los medios.
La crisis de la prensa coincide con la explosión de la Comunicación, con la construcción final de la Sociedad de la Información, con el mundo convertido en un circuito de contacto instantáneo global. No es coincidencia. Lo que sobrevive es lo distinto, aquello cuyas funciones no son asumidas. En este caso, la Prensa ha sido desmembrada.
No sabemos el futuro, pero se perciben sombras de lo que se acerca a través de este revuelto presente. El museo cierra, pero los medios se transforman y lo que empezó sirviendo para algo acaba sirviendo a amos muy diferentes.
Que cierre un medio es grave, pero que cierre el museo de la Prensa es algo revelador también de que algo ocurre. Podremos pensar que es mala gestión, pero seguro que haya algo más. Es la paradoja de estos tiempos saturados de noticias que no nos dejan ver el bosque.


* Antonia Laborde "Llega la hora del cierre para el museo de la prensa de Washington" El País 24/12/2019 https://elpais.com/cultura/2019/12/23/actualidad/1577121461_849492.html

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