Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
diario El País, a través de su corresponsal en Washington, Antonia Laborde, nos
trae un titular triste: "Llega la hora del cierre para el museo de la
prensa de Washington". Bajo el titular, una visitante disfrazada de Papá
Noel hace fotos con su teléfono móvil a una larga fila de primeras páginas en
las que la noticia del día es "Trump Impeached", a veces reducido a
un simple pero impactante "Impeached".
Lo
primero que señala la encargada de relaciones públicas es que no debe tomarse
como "algo simbólico", que es simplemente una empresa que se lanzó a
volar en 2008 y a la que le llegó la crisis económica y no ha sido posible
rentabilizarla. Bueno, esa es la labor de una Relaciones Públicas, convencernos
de que murió feliz en la cama. Pero temo que va a ser difícil evitarlo.
En el
texto se señala:
Un letrero azul avisa desde la fachada del
Newseum, el museo de la prensa de Washington: “We are on deadline”. La frase
juega con la jerga periodística, el temido deadline
que implica la hora del cierre en periódicos y revistas. En este caso, esa hora
es el 31 de diciembre, cuando la institución cerrará sus puertas. En una
paradoja irresistiblemente trumpiana, este templo consagrado al Dios de las
noticias cerrará el mismo año en el que la capital estadounidense ha dado la
bienvenida al espectacular museo del espionaje.*
La
cuestión no es cuando cierras,
evidentemente, sino si vuelves a salir,
algo que hace el sol todos los días con completa naturalidad, pero requiere de
un esfuerzo grande por parte de los periódicos. ¿Son ya un anacronismo? ¿Están
en ese "deadline" con el que juegan en el museo?
No es
fácil ser optimista con la prensa. Hay que separar la "prensa" de la
información como contenido que la usa, entre otros, para ser difundida. Hubo un
tiempo en que no había nada entre la gente y lo que ella no sabía, que solía
ser todo lo que había más allá de su propia casa. La carta de algún familiar,
si sabían leer y escribir, les decía algo que no solían comprobar, que existía
un mundo más allá de sus sentidos. A eso a lo que dio forma y sentido la
"prensa". Real o inventado, la gente se acostumbro a moverse
mentalmente por esos espacios que le eran descritos. Y así siguió mucho tiempo.
La "realidad"
exterior era lo que contaban los periódicos. Fragmentaron o construyeron la
realidad a golpe de palabras y algunas imágenes, grabados y posteriormente
fotografía, invento que permitía comprobar que lo que se contaba era al menos
visible.
Hablamos
de un mundo en el que la movilidad era mínima. La urbanización contribuyó al
crecimiento de la prensa; juntó a su público, por lo que hizo que este surgiera,
demandando más y más noticias sobre el mundo.
La
democracia está ligada a la prensa porque lo está al conjunto de la vida
política a través de la idea de opinión pública y la necesidad de estar bien
informados para decidir. La prensa está ligada a las dictaduras porque los
dictadores también necesitan público. Por eso la vida de la prensa siempre ha
estado marcada por la visión que tengan de sí mismos los profesionales y los
editores, según el lado en el que estén. La independencia de la prensa y de los
profesionales es consustancial al papel que debe jugar.
Pero
todo eso se transforma irónicamente cuando se produce la explosión de los
medios de información. La aparición de múltiples medios después de la prensa la
transformó mediante un fenómeno sistémico de readaptación a los huecos que iban
creándose.
Hoy
parece que el ciclo de los medios está provisionalmente cerrado (puede aparecer
en cualquier momento otro que cambie el panorama mediático), dejando a la
prensa como obsoleta en cuanto a velocidad, capacidad de cambio y límites, tres
parámetros esenciales para informar.
Pero
creo que son otros los factores realmente. Nuestro sentido del tiempo y el
espacio ha cambiado (McLuhan ya lo advirtió). También nuestro sentido de lo que
es estar informado y de lo que nos importa en el mundo. La persecución del
entretenimiento como factor esencial ha hundido la propia materia, la
información, produciendo millones de trivialidades por segundo para atraer
nuestra atención y alejarla de la realidad.
En
realidad vivimos sin sentido del tiempo, en un agotamientos decadente que
necesita del estímulo constante para sentirse vivo, prisioneros de modas,
deseosos de ser el centro narcisista del mundo para compensar nuestra real
inferioridad en el mundo de las pantallas, el de la nueva era en que nos
encontramos.
La
prensa está vinculada más con el mundo reflexivo de la palabra escrita, que
fija la realidad a través del texto verbal. Hoy esta misma realidad se
encuentra en duda, cuestionada o, peor, fabricada para nuestro gusto o espanto.
También la falsificación, la pseudo realidad, ha sido nociva para las noticias.
Ver ya no es creer, sino la antesala al engaño.
La
mayor parte de los jóvenes que acuden a las facultades de comunicación o
similares por todo el mundo quieren ser otra cosa distinta a lo que querían en
los 70, la época en que un periódico podía tumbar a un presidente mientras que
en la que vivimos un presidente consigue cada día tumbar a casi todos los
medios declarándolos "enemigos del pueblo". Hoy se teme más al tuit
destructivo que al botón rojo que aterrorizó a varias generaciones.
El
cierre del Museo de la Prensa, con el frente lleno de primeras páginas de la
prensa del país con la noticia del "impeachment" de Trump no es una
buena noticia, ni desde luego un bueno momento. Con lo dado que es Trump a
ponerse medallas, pronto dirá que el museo ha cerrado gracias a él.
Se
puede hablar desde muchas perspectivas de la crisis de la prensa. El pensar
demasiado en la economía nos hace confundir efectos y causas, aunque lo único
que se mira es la cuenta de resultados. Es el traductor universal de lo que
funciona o no. Pero sea por la causa que sea, lo cierto es que esto tiene
importantes consecuencias sociales, morales, políticas.
Las
formas auto información no buscan el equilibrio o la ecuanimidad sino conseguir
sus propios objetivos, ocultos o a la luz. La información se ha convertido por
un lado en una simplificación extrema y por otro en una compleja lucha por
conseguir la atención necesaria para causar efecto.
El
progresivo uso de elementos no racionales, sino emocionales, distorsiona el
papel especular sobre la realidad y fabrica los esperpentos que interesan en
cada momento. En esto ayudan las investigaciones sobre las emociones o la
cognición. No se trata de informar como de llevar a la gente hacia un punto al
que interesa llevarle. Los crecientes informes sobre la manipulación de la
ciudadanía hacen dudar de qué papel juega esta. ¿Debe estar ahí para ser intoxicada,
manipulada? ¿Es esa su función?
En la
guerra de la información, las posibilidades de unos medios independientes son
cada vez más complicadas. La pérdida de la identidad es el pago por intentar sobrevivir
en el caos cacofónico de los medios.
La
crisis de la prensa coincide con la explosión de la Comunicación, con la
construcción final de la Sociedad de la Información, con el mundo convertido en
un circuito de contacto instantáneo global. No es coincidencia. Lo que
sobrevive es lo distinto, aquello cuyas funciones no son asumidas. En este
caso, la Prensa ha sido desmembrada.
No
sabemos el futuro, pero se perciben sombras de lo que se acerca a través de
este revuelto presente. El museo cierra, pero los medios se transforman y lo
que empezó sirviendo para algo acaba sirviendo a amos muy diferentes.
Que cierre un medio es grave, pero que cierre el museo de la Prensa es algo revelador también de que algo ocurre. Podremos pensar que es mala gestión, pero seguro que haya algo más. Es la paradoja de estos tiempos saturados de noticias que no nos dejan ver el bosque.
* Antonia Laborde "Llega la hora del
cierre para el museo de la prensa de Washington" El País 24/12/2019
https://elpais.com/cultura/2019/12/23/actualidad/1577121461_849492.html
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