Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No
acabo de entender muy bien la información del diario El País sobre la presencia
de espías rusos en Cataluña. Tras leer sus idas y venidas, sus llegada a
Barcelona y salidas por Italia, etc. me quedo un poco como estaba. ¿De verdad tenemos
que echarle la culpa a los rusos del desastre catalán? No digo que no hayan
echado una mano allí donde hay tendencia al caos, pero todo el mundo sabe que
los rusos están allí donde sea necesario para molestar todo lo que puedan,
liarla si es posible y tirar la cerilla final si hace falta. Hace mucho que la
estrategia de algunos países es ayudar en los incendios a que no se apague el
fuego.
Vamos a
tener de presunto ministro o vicepresidente incluso a un señor que se hizo
famoso en una emisora iraní y ¿le vamos a poner peros a los rusos? Vamos a tener
el gobierno a personas financiadas por el chavismo y ¿nos vamos a quejar? No lo
entiendo muy bien.
Tras
contarnos muchas idas y venidas por España de horas o días, el diario El País
cierra su información yendo al punto central:
Fuentes de La Moncloa y del Ministerio del
Interior declinaron ayer comentar los nuevos datos sobre la presunta presencia
de tres agentes de la Unidad 29155 en Barcelona. El Gobierno en funciones de
Pedro Sánchez ha mantenido un estricto hermetismo sobre las supuestas
actividades de este grupo en España desde que el pasado 22 de noviembre EL PAÍS
desvelase que el juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón había
abierto una investigación que aún mantiene secreta. De las pesquisas se había
hecho cargo la Comisaría General de Información de la Policía Nacional,
responsable de la lucha antiterrorista.
Fuentes diplomáticas españolas admitieron
ayer que las sospechas del Gobierno español sobre la existencia de
interferencias rusas vienen de lejos. “A partir de la primavera de 2018, y con
posterioridad al caso Skripal, los servicios de inteligencia británicos y
estadounidenses facilitaron información sobre diversas acciones de
desestabilización de los rusos en suelo occidental, que en el caso de España se
focalizaban en Cataluña”, señalan.
El Kremlin y el Ministerio de Exteriores ruso
han negado rotundamente cualquier tipo de interferencia en Cataluña y en los
asuntos internos de España. A finales del mes pasado el Gobierno ruso cargó
contra lo que definió como un “interés enfermizo” de algunos medios españoles
en “resucitar” un “tema medio olvidado”. Moscú habló entonces de una “campaña
anti-rusa”.*
Después
de darnos constancia de entradas y salidas, no deja de ser fascinante que tanto
detalle se resuelva sin un solo dato de lo que hicieron, si se tomaron un
bocata de butifarra, por ejemplo, nada. Las "nada" en estas noticias
siempre son más sospechosas que los "algo".
No sé
tampoco a que llaman el Kremlin y el Ministerio de Exteriores ruso un
"tema medio olvidado", que es una expresión interesante para un
tango, pero que aquí no sirve de mucho. La noticia quiere llegar a ser, pero se
queda en una insinuación de algo que todo el mundo sabe que es más que una
insinuación: la participación rusa en todos los movimientos europeos
desestabilizadores y, especialmente, los que contribuyen al desmembramiento de
la Unión Europea, algo en lo que coincide con Donald Trump (Mr Brexit, quiere
que le llamen).
Sorprende
tanta insinuación en la noticia catalana cuando se han dado muchos más detalles
de los contactos con los grupos populistas europeos, de Marine LePen a Nigel
Farage, las maniobras rusas en Ucrania antes del derrocamiento del infame Víktor
Yanukovich y con las posterior intervención. Tampoco hay que dejar las sonrisas
rusas a países como Hungría, con otro destrozador de Europa, Víktor Orbán, o
las visitas interesadas y circunstanciales de Turquía cuando se le aprietan los
tornillos (aunque Turquía ya no sabe a qué jugar ya). Tampoco hay duda del
papel que está jugando actualmente en países como Venezuela, ya directamente,
sin necesidad de Cuba.
En fin,
parece que el único sitio donde se actúa con sigilo es en Cataluña, una pieza
de libros de la desestabilización desde que se persiguiera a los políticos
catalanes en 2011 por las calles y alrededores del "parlament" y
estos decidieran ponerse detrás en las persecuciones y no delante.
Desde
que Rusia fue sancionada por la Unión Europea por lo ocurrido en Crimea y la
frontera con Ucrania anexionándose territorio y levantando a los
"prorrusos", vistiendo a los soldados de "civiles" (las
madres rusas protestaron porque no sabían nada oficialmente de sus hijos, que
según el ministerio estaban de "vacaciones", y querían pensiones por
los muertos en esa guerra tan rarita).
Los
intereses de los Estados Unidos de Trump han coincidido con la visión del mundo
de Putin, reducción de Europa y China, con estrategias diferentes. A China le
interesa un mundo en paz porque su fuerza es el gobierno; a los Estados Unidos,
un mundo en guerra porque su negocio ha pasado a ser la protección y la venta
de armamento, como bien saben los saudíes, egipcios, etc., principales
compradores de armas. La OTAN ha pasado a ser un negocio norteamericano que no
quieren que se les escape por exceso de "paz".
Los
intereses rusos están muy claros en el debilitamiento de Europa, como lo están
los de los Estados Unidos. Ya nadie habla del cerebro de la ultraderecha y del supremacismo
blanco norteamericano, que se vino para Europa de "sembrar", el ex
asesor de la Casa Blanca y cerebro estratégico, mente del sitio de noticia
difusor de mentiras y conspiraciones Breitbart,
Steve Bannon. De ese se habla poco, aunque no se sepa nada de los rusos, en
cambio, de habla mucho si decir nada, porque nada dice El País en su artículo
navideño.
Rusia está
por toda Europa de forma presencial y virtual, suministrando informaciones y
difundiéndolas, financiando y propagando noticias, a ser posible falsas, que
son más baratas. Hoy eso es un hecho contra el que todos los países europeos
han levantado defensas logísticas, digitales y legales, en especial durante las
épocas electorales.
Ponerse
a hablar de espías, divisiones especiales, etc. no es más que marear un poco la
perdiz, hablar de dado por hecho y de lo que interesa es saber los detalles,
como han salido a la luz en algunos países con detalles claros de financiación,
viajes de políticos al Kremlin, etc.
Puede
que se sepa tanto y tan suculento que no se pueda decir, pero no es la
impresión que da. Traería mucha más cuenta dejar en claro las cosas que sabemos
que imaginarnos las que podríamos saber.
El
problema catalán puede tener salsa rusa
como la puede tener barbacoa. Lo que
se está construyendo estos días es un castillo de naipes en el que un estornudo
(no sé si ruso o de otra nacionalidad) dará con todo al traste desde el momento
en que alguien diga ¡basta! o las líneas rojas lo sea de vergüenza. Quizá
estamos tan pendientes del detalle (la investidura) que no estamos viendo el
aspecto del salón en el que pretendidamente se va a realizar la ceremonia de la
confusión.
No, no hacen
falta muchos rusos para este disparate propio. Estas cosas vienen ya de antes del zar
Nicolás. No creo que haya unidad de inteligencia rusa que lo entienda y al que se lo cuenten después no se lo cree. Si no lo entendemos nosotros, ¡ya me contará los rusos! A lo mejor hay que pedirle sus notas a los espías rusos para acabar de aclararnos. ¡Quién sabe!
Si los rusos están invirtiendo en desestabilizarnos, se lo pueden ahorrar.
*
"Tres espías de la unidad rusa investigada viajaron a Barcelona en 2016 y
2017" El País 27%12/2019 https://elpais.com/politica/2019/12/26/actualidad/1577390796_094918.html
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