sábado, 16 de febrero de 2019

La protesta fundacional

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La manifestación de ciudadanos chinos por la congelación de las cuentas corrientes por parte del banco BBVA ha sido reconocida por los medios como un momento significativo, quizá como una línea divisoria deseable y necesaria entre el estado anterior de silencio y aceptación resignada de muchas cosas que otros no hubieran aguantado y un futuro con una voz firme de denuncia y reivindicación de trato dado.
Lo ocurrido con los bloqueos de las cuentas no es más que la punta del iceberg de un malestar creciente y de un sentido de indignación contenido que aflora en cuanto se escarba un poco o se da pie a que se abra la reserva habitual de los ciudadanos chinos en nuestro país. La comunidad es discreta y paciente. Pero hay límites.
Hablo a menudo de mis estudiantes chinos, con los que tengo un trato intenso desde hace ya una década. Primero fue a través de nuestro máster que poco a poco se fue convirtiendo en una casa común. Luego llegaron las primeras tesis doctorales que han ido cerrándose en el curso pasado y que seguirán cerrándose en el próximo y siguientes. Estas tesis han sido ocasión de aprender temas y abrir con ellos nuevas perspectivas sobre las relaciones y la comunicación intercultural. Han sido la ocasión de aprender a conocernos y a confiar, pero también a comprender los problemas comunicativos y las distancias.
También ha sido la ocasión para comprobar lo mucho que tenemos que corregir y comprender la creciente xenofobia en este país, nuestro recobrado casticismo al hilo de una crisis económica que nos ha hecho muy sensibles para ciertas cosas y muy poco para otras.


Esto no es un problema de "comunicación" entre culturas. En la mayoría de los casos es un problema de mal educación. Sin necesidad de darle más vueltas sesudas o eruditas.
Tengo alumnos de diversos continentes y la queja es la misma. Existe una enorme variedad en el trato con los extranjeros, desde gente encantadora a personas que no tienen el más mínimo reparo en mostrar desprecio y, en paralelo, su profunda ignorancia.
Muchos manifiestan la tristeza y la rabia que les produce este tipo de trato, que reciben en las  calles o en las ventanillas, en las aulas o por los caseros de sus viviendas de alquiler. Hay gente encantadora, pero... está la otra cara, la del español brutal y descarnado, maleducado y con mala leche, algo de lo que presume y hace ostentación. No es nuevo.


Lo que sí es nuevo es la llegada de muchos estudiantes chinos que vienen atraídos por la idea de la amabilidad española y se encuentran con diferentes tipos de actitudes. Hay gente muy amable, desde luego. El problema es siempre quien no lo es y, sobre todo, el que tiene un puesto de responsabilidad en una institución. Esos  presentan la cara que va de lo desagradable o maleducado a lo discriminatorio y xenófobo, cuando no racista. La distinción entre estos últimos es sutileza de sociólogo, ya que a pie de calle resulta indiferente de dónde viene el complejo de aquel que insulta.
La llegada importante de ciudadanos chinos, muchos de ellos estudiantes, coincide con una guerra informativa y comercial sin precedentes. Es una guerra que fomenta la ignorancia porque está basada precisamente en una serie de estereotipos y malas informaciones con una serie de mezclas que van de lo ideológico y lo económico.
El otro día titulábamos "El gigante afónico" para representar esa China que calla las más de las veces, pero que ha salido por su base más popular a decir que está harta de que no pueda pagar el alquiler de su casa o hacer una comida especial de fin  año nuevo porque el BBVA les ha congelado las cuentas.

El BBVA se ha disculpado y ha prometido una solución. Pero una solución ¿a qué? ¿A la poca diligencia mostrada hasta el momento para devolver las cuentas a su estado normal en aquellas personas que no tienen una justificación, unas 35.000, según el banco? ¿A la alegría con la que se congelaron? ¿A las respuestas dadas en las ventanillas en las que ya no te atienden apenas y te mandan al cajero? ¿A los protocolos abusivos aplicados? ¿Porque el cierre de oficinas y reducción de empleados no permite ir más deprisa o porque los que quedan no pueden ir más rápido para desatascar? Sea por lo que sea el hecho cierto es que los perjudicados han sido los ciudadanos chinos.
Pero lo ocurrido les perjudica de otra manera más sutil y más preocupante.
Todo esto ocurre en mitad de una guerra comercial entre los Estados Unidos y China, todo hay que decirlo, lanzada por el presidente Trump. Esa guerra incluye todo tipo de acusaciones que Trump no se molesta en probar, pero que son reproducidas por la prensa de todo el mundo sin un análisis o prueba. Con decir "presunta" o "supuestamente" cualquier cosa se puede decir. Pero no se debe hacer porque eso no es ni profesional ni ético, creando además una corriente de insinuaciones que corre el riesgo de traducirse en procesos xenófobos, algo que ya pasa sin que nadie lo frene. Por eso es importante empezar a denunciar este tipo de prácticas, comportamiento y actitudes, tanto privadas como públicas.
La guerra es también con Europa, pero parece que nosotros sí nos defendemos medianamente o no nos damos por aludidos cuando Trump nos descalifica. Pero con China es otra cosa. Trump puede minar la Unión Europea con las cuñas que introducen entre él y Putin. Pero la política china es otra.


No deja de ser interesante que las campañas contra China se hagan desde los mismos medios, que varíe tanto el tono de unos medios a otros. El problema es que estas cuestiones afectan a aquellos que no intervienen en ellas, los ciudadanos de a pie.

Los bloqueos del BBVA, por muchas disculpas que den, ha lanzado una imagen dudosa sobre los ciudadanos chinos, como si estos fueran blanqueadores de dinero natos, como si se tratara de una especie de redada. Los habrá, como los hay españoles o de muchas otras nacionales. ¡A ver si van a ser los chinos los que blanquean el dinero en España o ne el mundo! ¡Dense una vuelta por Andorra o Gibraltar!
Pero hay mucho más que lo ocurrido con el BBVA. Esto ha sido la gota que colma el vaso, pero hay mucha agua de antes. He hablado muchas veces estos temas, individualmente y en grupo con ellos, me han hecho confidente de su tristeza, indignación y desengaño. Afortunadamente son capaces de apreciar muchas cosas buenas que también encuentran. El problema es el silencio, la falta de denuncia. Cuando esto se produzca se tendrá que hacer algo que hoy no se hace, medir las palabras y actitudes.
En estos diez años he desarrollado una especial irritación cuando he apreciado este tipo de prácticas mediáticas que estigmatizan a comunidades que no se defienden, que tienden al silencio. Por esta cuestión me he he peleado con mucha gente y lo seguiré haciendo donde toque. 
¿Tendrán que empezar a manifestarse delante de los periódicos que les dedican titulares malintencionados, delante de los rectorados de universidades que no quieren tener "tantos chinos en sus aulas", que colocan a todos bajo sospecha, delante de más bancos, etc. 
¿Tendrán que empezar a hacerlo? Mucho me temo que sí. Es la única forma de dejar en evidencia la xenofobia y la ignorancia que nos está empezando a consumir.


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