La manifestación de ciudadanos chinos por la congelación de
las cuentas corrientes por parte del banco BBVA ha sido reconocida por los
medios como un momento significativo, quizá como una línea divisoria deseable y
necesaria entre el estado anterior de silencio y aceptación resignada de muchas
cosas que otros no hubieran aguantado y un futuro con una voz firme de denuncia
y reivindicación de trato dado.
Lo ocurrido con los bloqueos de las cuentas no es más que la
punta del iceberg de un malestar creciente y de un sentido de indignación
contenido que aflora en cuanto se escarba un poco o se da pie a que se abra la
reserva habitual de los ciudadanos chinos en nuestro país. La comunidad es
discreta y paciente. Pero hay límites.
Hablo a menudo de mis estudiantes chinos, con los que tengo
un trato intenso desde hace ya una década. Primero fue a través de nuestro
máster que poco a poco se fue convirtiendo en una casa común. Luego llegaron
las primeras tesis doctorales que han ido cerrándose en el curso pasado y que
seguirán cerrándose en el próximo y siguientes. Estas tesis han sido ocasión de
aprender temas y abrir con ellos nuevas perspectivas sobre las relaciones y la
comunicación intercultural. Han sido la ocasión de aprender a conocernos y a
confiar, pero también a comprender los problemas comunicativos y las distancias.
También ha sido la ocasión para comprobar lo mucho que
tenemos que corregir y comprender la creciente xenofobia en este país, nuestro
recobrado casticismo al hilo de una crisis económica que nos ha hecho muy
sensibles para ciertas cosas y muy poco para otras.
Esto no es un problema de "comunicación" entre
culturas. En la mayoría de los casos es un problema de mal educación. Sin
necesidad de darle más vueltas sesudas o eruditas.
Tengo alumnos de diversos continentes y la queja es la
misma. Existe una enorme variedad en el trato con los extranjeros, desde gente
encantadora a personas que no tienen el más mínimo reparo en mostrar desprecio
y, en paralelo, su profunda ignorancia.
Muchos manifiestan la tristeza y la rabia que les produce
este tipo de trato, que reciben en las calles o en las ventanillas, en las aulas o
por los caseros de sus viviendas de alquiler. Hay gente encantadora, pero...
está la otra cara, la del español brutal y descarnado, maleducado y con mala
leche, algo de lo que presume y hace ostentación. No es nuevo.
Lo que sí es nuevo es la llegada de muchos estudiantes
chinos que vienen atraídos por la idea de la amabilidad española y se
encuentran con diferentes tipos de actitudes. Hay gente muy amable, desde
luego. El problema es siempre quien no lo es y, sobre todo, el que tiene un
puesto de responsabilidad en una institución. Esos presentan la cara que va de lo desagradable o
maleducado a lo discriminatorio y xenófobo, cuando no racista. La distinción
entre estos últimos es sutileza de sociólogo, ya que a pie de calle resulta
indiferente de dónde viene el complejo de aquel que insulta.
La llegada importante de ciudadanos chinos, muchos de ellos
estudiantes, coincide con una guerra informativa y comercial sin precedentes.
Es una guerra que fomenta la ignorancia porque está basada precisamente en una
serie de estereotipos y malas informaciones con una serie de mezclas que van de
lo ideológico y lo económico.
El otro día titulábamos "El gigante afónico" para
representar esa China que calla las más de las veces, pero que ha salido por su
base más popular a decir que está harta de que no pueda pagar el alquiler de su
casa o hacer una comida especial de fin
año nuevo porque el BBVA les ha congelado las cuentas.
El BBVA se ha disculpado y ha prometido una solución. Pero
una solución ¿a qué? ¿A la poca diligencia mostrada hasta el momento para
devolver las cuentas a su estado normal en aquellas personas que no tienen una
justificación, unas 35.000, según el banco? ¿A la alegría con la que se
congelaron? ¿A las respuestas dadas en las ventanillas en las que ya no te
atienden apenas y te mandan al cajero? ¿A los protocolos abusivos aplicados?
¿Porque el cierre de oficinas y reducción de empleados no permite ir más
deprisa o porque los que quedan no pueden ir más rápido para desatascar? Sea
por lo que sea el hecho cierto es que los perjudicados han sido los ciudadanos
chinos.
Pero lo ocurrido les perjudica de otra manera más sutil y
más preocupante.
Todo esto ocurre en mitad de una guerra comercial entre los
Estados Unidos y China, todo hay que decirlo, lanzada por el presidente Trump.
Esa guerra incluye todo tipo de acusaciones que Trump no se molesta en probar,
pero que son reproducidas por la prensa de todo el mundo sin un análisis o
prueba. Con decir "presunta" o "supuestamente" cualquier
cosa se puede decir. Pero no se debe hacer porque eso no es ni profesional ni
ético, creando además una corriente de insinuaciones que corre el riesgo de
traducirse en procesos xenófobos, algo que ya pasa sin que nadie lo frene. Por
eso es importante empezar a denunciar este tipo de prácticas, comportamiento y
actitudes, tanto privadas como públicas.
La guerra es también con Europa, pero parece que nosotros sí
nos defendemos medianamente o no nos damos por aludidos cuando Trump nos
descalifica. Pero con China es otra cosa. Trump puede minar la Unión Europea
con las cuñas que introducen entre él y Putin. Pero la política china es otra.
No deja de ser interesante que las campañas contra China se
hagan desde los mismos medios, que varíe tanto el tono de unos medios a otros.
El problema es que estas cuestiones afectan a aquellos que no intervienen en ellas,
los ciudadanos de a pie.
Los bloqueos del BBVA, por muchas disculpas que den, ha
lanzado una imagen dudosa sobre los ciudadanos chinos, como si estos fueran
blanqueadores de dinero natos, como si se tratara de una especie de redada. Los habrá, como los hay españoles o de
muchas otras nacionales. ¡A ver si van a ser los chinos los que blanquean el
dinero en España o ne el mundo! ¡Dense una vuelta por Andorra o Gibraltar!
Pero hay mucho más que lo ocurrido con el BBVA. Esto ha sido la gota que colma el vaso, pero hay mucha agua de antes. He hablado muchas veces estos temas, individualmente y en grupo con ellos, me han hecho confidente de su tristeza, indignación y desengaño. Afortunadamente son capaces de apreciar muchas cosas buenas que también encuentran. El problema es el silencio, la falta de denuncia. Cuando esto se produzca se tendrá que hacer algo que hoy no se hace, medir las palabras y actitudes.
En estos diez años he desarrollado una especial irritación
cuando he apreciado este tipo de prácticas mediáticas que estigmatizan a
comunidades que no se defienden, que tienden al silencio. Por esta cuestión me he he peleado con mucha gente y lo seguiré
haciendo donde toque.
¿Tendrán que empezar a manifestarse delante de los
periódicos que les dedican titulares malintencionados, delante de los
rectorados de universidades que no quieren tener "tantos chinos en sus aulas", que colocan a todos bajo sospecha, delante de más bancos, etc.
¿Tendrán que empezar a hacerlo? Mucho me temo que sí. Es la única forma de dejar en evidencia la xenofobia y la ignorancia que nos está empezando a consumir.
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