Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
diferencia entre la Naturaleza y la Cultura es que en la segunda se buscan
siempre responsables. El gran invento de la humanidad es precisamente la
"responsabilidad", concepto que vertebra la Ciencia como
"causalidad" y la sociedad a través de múltiples vías y escenarios.
La
responsabilidad establece una conexión entre las personas, lo que no hace
responsables unos de otros, pero también da sentido a los hechos, que son
enmarcados dentro de escenario de valores que permiten una construcción de la
interpretación. Gran parte de las preguntas que nos hacemos desde nuestros
comienzos afectan a la responsabilidad. El existencialismo trató de situar al
ser humano en el centro de la responsabilidad y de explicar la culpa como forma
de sentido. Otros, en cambio, se lanzaban a un universo irresponsable en el que
todo está permitido. La cuestión de la "muerte de Dios", como
señalaron de Nietzsche a Dostoievski, dejaba la responsabilidad en nuestras
manos. En novelas como La caída, de Camus, o en Caída libre, la novela del
premio Nobel británico William Golding, se exploraba esa metáfora sobre la
responsabilidad. En Albert Camus es una idea que transita desde El extranjero
hasta Los justos, de la misma forma que transitó a lo largo del siglo.
Había
empezado a inquietar con la caída del Antiguo Régimen. Nadie es menos
responsable que el esclavo ya que no dispone de libertad. Es cuando se plantea
la libertad cuando aparece la responsabilidad... y la culpa, la angustia, etc.,
los conceptos que la habitan como las termitas a los muebles.
El
diario ABC cede sus páginas a una noticia pequeña, pero reveladora. Su titular
es "El joven que va a demandar a sus padres por tenerle sin su
consentimiento quiere le paguen por vivir". Estos días ha estado rondando
por la prensa sin saber muy bien dónde colocar algo así en este mundo tan vigilado
que ninguna tontería se escapa a nuestra atención.
La
parte anecdótica de la historia es la del joven que demanda a sus padres por
haberle tenido sin su consentimiento. Antes existía el cruel concepto de hijo
"no deseado", describiendo la situación de aquellos que nacieron sin
planificación. El concepto es fruto de su momento histórico, es decir, de aquel
que momento en el que es posible planificar o no. Sin posibilidad de
"control", no existe la idea de que el desear o no sea cuestión
nuestra. Por lo tanto, tener un hijo cuando se puede "no tener"
implica la responsabilidad.
Pero el
joven de la noticia va por otro lado, que es la responsabilidad de los padres
por haberlo traído a un mundo doloroso sin su consentimiento. No es además,
algo único, sino que se encuadra dentro de algo más complejo:
Raphael
Samuel, que se puso una barba y gafas de sol falsas, dijo en un vídeo de
YouTube publicado el martes que va a demandar a sus padres porque fue concebido
sin su consentimiento y, por lo tanto, sus padres deberían pagar por su vida.
«Quiero que todos en la India y en el mundo
se den cuenta de que nacen sin su consentimiento. Quiero que comprendan que no
les deben nada a sus padres», dijo. «Si nacemos sin nuestro consentimiento,
deben mantenernos durante nuestra vida. Debemos ser pagados por nuestros padres
por vivir».
«A los niños, me gustaría decir: no hagas
nada por tus padres si no quieres. Si quieres, si realmente tienes ganas de
hacerlo, hazlo», agregó.
Samuel es un seguidor del antinatalismo, una
ideología cada vez más popular pero extravagante que cree que es moralmente
incorrecto que las personas procreen y adopta un enfoque nihilista hacia la
vida humana, diciendo que la humanidad solo trae sufrimiento.
A pesar de su intención de demandar, el
hombre dice que sus padres no tienen malos sentimientos hacia él y que en
realidad los quiere.*
Quizá
"pagados" o "mantenidos" no sean los términos correctos y
se aproxime más a la idea de "indemnizados", ya que se trata de una
compensación por el dolor que provoca la existencia en el mundo.
La idea
de que vivir es doloroso está contenida en la base de casi todas las culturas.
La idea cristiana del "valle de lágrimas" forma parte de nuestro
mundo cultural. También otras culturas interpretan que la vida es un sistema de
purgas continuas en las que el sufrimiento de una vida es consecuencia de la
mala vida llevada. Se busca pues una responsabilidad en nuestro dolor
existencial. Es la idea del "pecado" que lleva al sufrimiento:
"parirás con dolor" y "ganarás el pan con el sudor de tu
frente" simbolizan que esta vida es dolorosa y esperamos una mejor al otro
lado. La responsabilidad es nuestra ya que fuimos expulsados de la felicidad
del paraíso y arrojados a la dureza del camino vital. El mecanismo explica la responsabilidad
que tenemos y le asigna un sentido, la redención, la purga.
La
dolorosa vida humana, el "dolor de existir" convirtió al siglo XIX en
una reflexión coral sobre el suicidio, del que Camus dijo que era el único tema
filosófico real. El suicidio es una forma de acabar con el dolor.
El
joven demandante no se plantea el suicidio en la vida, sino la reivindicación revolucionaria
de la indemnización. Es como un impuesto revolucionario por la falta de
consentimiento para traer a la vida. Filosóficamente se puede llegar a ese
planteamiento, entendiendo que la vida es en sí misma castigo, dolor. Lo que
hay que preguntarse entonces es si ese planteamiento es fruto de su propia
experiencia dolorosa o es el "dolor de existir", que cantó, por
ejemplo, el gran poeta Giacomo Leopardi en sus poemas, también de corte
nihilista.
¿Se
queja de la vida o se queja de la vida que ha tenido? Parece que se ha llegado
más por la vía intelectual que por la vía de la experiencia propia, es decir
haber llevado una vida muy negativa en todo. Sin embargo, él aclara que no tiene nada
contra sus padres, que por el contrario, como se señala en el artículo, los
quiere y no alberga malos sentimientos hacia ellos.
La otra
parte de lo anecdótico es que los padres le advierten que los dos son abogados,
por lo que consideran una temeridad el que les demande. Podríamos pensar que al
juntar el ADN de dos abogados sale un hijo peleón en los tribunales, con una
visión jurídica civil de la vida, que ve el mundo como demandas e
indemnizaciones. ¡Quién sabe!
Pero también
podemos pensar que estamos haciendo un mundo cada vez más complicado, más
deshumanizado en el que cada día cuesta más vivir. Quizá la vida se nos está
haciendo cada vez más cuesta arriba en muchos sentidos.
De
pensar que venimos a sufrir al mundo, pasamos a la propaganda del placer como
centro, ya sea a través del consumo, los viajes, el dinero, etc. Cada vez
aumenta la distancia entre la imagen publicitaria y la realidad, algo que no
dejo de decirme cuando veo esos fantásticos vídeos promocionales en los que se
me muestran caras sonrientes y receptivas, mientras en los noticieros me
muestran agresividad, pobreza e injusticia. Nuestra capacidad de autoengaño
debe tener unos límites.
En su
obra La tentación de la inocencia, el filósofo y novelsita francés Pascal Bruckner
explicaba:
[...] Cuanto más acercan continentes y
culturas los medios de comunicación, el comercio y los intercambios, más
agobiante se vuelve la presión de todos sobre cada cual. El planeta se ha
encogido tanto que ahora las distancias que nos separaban de nuestros
semejantes se han vuelto insignificantes. La red se va tupiendo, suscitando un
sentimiento de claustrofobia, casi de encarcelamiento. Explosiones
demográficas, migraciones de masas, catástrofes ecológicas, se diría que los
seres humanos no hacen más que caer unos encima de otros. ¿Y qué es acaso el
fin del comunismo sino la irrupción en la escena internacional, de lo
innombrable? ¡Las tribus humanas son legión y todas, liberadas del yugo
totalitario, aspiran al reconocimiento, pero nadie consigue recordar su nombre!
Surge entonces la súplica muda que cada cual, en un mundo en el que no cabe un
alfiler, dirige al cielo: «Libéranos de los demás», que hay que entender como:
«¡Libérame de mí mismo!»
Llamo inocencia a esa enfermedad del
individualismo que consiste en tratar de escapar de las consecuencias de los
propios actos, a ese intento de gozar de los beneficios de la libertad sin
sufrir ninguno de sus inconvenientes. Se expande en dos direcciones, el
infantilismo y la victimización, dos maneras de huir de la dificultad de ser,
dos estrategias de la irresponsabilidad bienaventurada. En la primera, hay que
comprender la inocencia como parodia de la despreocupación y de la ignorancia
de los años de juventud; culmina en la figura del inmaduro perpetuo. En la
segunda, es sinónimo de angelismo, significa la falta de culpabilidad, la
incapacidad de cometer el mal y se encarna en la figura del mártir
autoproclamado.**
Creo
que la demanda del hijo a los padres por haberle traído al mundo tiene algo que
ver con lo que señalaba Bruckner en su ensayo. Creo que vivimos en el mundo que
construimos, un mundo que tiene tres patas: la realidad, lo que vemos en ella y
los que nos quieren hacer ver. Si Platón explicaba que los habitantes de la caverna
no veían nunca la realidad, nosotros vivimos entre las lujuriosas sombras que
nos ofrecen y las incomodidades reales de la carne, materia sensible, y lo
material de nuestra existencia. En La tentación de San Antonio, Flaubert
acababa añorando la insensibilidad de la piedra como única forma de escapar al
dolor de la existencia. La tentación del monaquismo, apartarse del mundo y del
contacto humano, suele ocurrir después de periodos especialmente negativos de
la historia, cuando el contacto con los otros produce dolor y solo el silencio
y la soledad nos dejan paz. Pero vivimos en un mundo ruidoso y de presión sobre
la atención, del que es muy difícil aislarse, pues todo nos empuja al contacto,
empezando por las redes sociales y los medios. Pero este contacto acaba resultando frustrante, vacío, artificial, en la mayoría de los casos. No es verdadera participación sino una forma de mitigar angustia de la soledad compartida de las sociedades modernas. La insatisfacción es creciente y genera agresividad.
La
demanda puede ser un acto simbólico en una India superpoblada, en un mundo cada
vez más caótico. La demanda ¿es por el ser o por el existir? Seguramente, hijo
de dos abogados, su vida haya sido mejor que la de muchos en la India, pero
valorar la vida es algo distinto y son los países ricos los que tienen más
suicidios.
Siendo
los padres abogados, puede que presenten una demanda contra él por no haber
cumplido las expectativas que ellos tenían cuando lo trajeron al mundo. Una
familia peculiar en un mundo que no vemos en sus detalles porque lo vivimos
escapando, sin detenernos a contemplar la combinación de ruinas y belleza que
constituye el paisaje. Es de la proporción de ambas de lo que depende nuestra
vida y nuestra percepción de ella, algo importante porque será lo que determine
nuestra acción y responsabilidad.
Desgraciadamente,
tiene razón Bruckner cuando señala la enfermedad del individualismo
irresponsable nos convierte en inmaduros y victimistas. Creo que algunos, como
el demandante, sufren las dos enfermedades. Solo cuando tratamos de mejorar lo
que nos encontramos asumimos nuestra responsabilidad. Trasladarla a los padres,
como ha hecho, es de alguna forma explicar que el mundo no es obra suya, sino de
los mismos que le trajeron a él. Y eso es irresponsable e inmaduro. El grito de
"¡libéranos de los demás!" efectivamente es "¡libérame de mí". Ese sentimiento
surge en un mundo egoísta y solitario. Por el contrario, carece de sentido en
un mundo en el que nos sentimos útiles y responsable, en un mundo en el que nos
percibimos como útiles para mejorarlo. Los demás no son el "infierno"
sino el camino a la responsabilidad que nos vincula, la única vía de mejora.
Pensar que estamos en el mundo solo para sufrir y que es mejor no estar no
tiene mucho sentido. Es mejor pensar que estás en el mundo para tratar de mejorarlo,
de aliviar el sufrimiento de los demás o nuestra soledad.
Cuando no vemos sentido a la vida, lo mejor es pensar que tenemos la capacidad de darlo a la de otros. No podemos vernos o pensarnos aislados. La filosofía del otro surgió precisamente como la imposibilidad de seguir pensándonos ni como entes abstractos ni como seres solitarios. Por eso es la capacidad de mejorar a los otros lo que da sentido a nuestra existencia. El San Manuel Bueno unamuniano pudo perder su fé, pero no perdió su humanidad, característica que nos une a todos. Precisamente porque sufrimos, tenemos la capacidad y responsabilidad del cuidado mutuo, del consuelo, de la solidaridad.
No sé
si ganará la demanda a sus padres. Si lo hace, se presentarán miles . Muchos
se liberarán así del dolor de la responsabilidad. Serán víctimas, el estado
ideal del inmaduro.
*
"El joven que va a demandar a sus padres por tenerle sin su consentimiento
quiere le paguen por vivir" ABC 8/02/2019
https://www.abc.es/recreo/abci-joven-demandar-padres-tenerle-sin-consentimiento-quiere-paguen-vivir-201902081132_noticia.html
** Pascual
BRUCNER (2006) La tentación de la inocencia (1995). Trad. de Thomas Kauf.
Anagrama.
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