viernes, 8 de febrero de 2019

El demandante o la vida como queja

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La diferencia entre la Naturaleza y la Cultura es que en la segunda se buscan siempre responsables. El gran invento de la humanidad es precisamente la "responsabilidad", concepto que vertebra la Ciencia como "causalidad" y la sociedad a través de múltiples vías y escenarios.
La responsabilidad establece una conexión entre las personas, lo que no hace responsables unos de otros, pero también da sentido a los hechos, que son enmarcados dentro de escenario de valores que permiten una construcción de la interpretación. Gran parte de las preguntas que nos hacemos desde nuestros comienzos afectan a la responsabilidad. El existencialismo trató de situar al ser humano en el centro de la responsabilidad y de explicar la culpa como forma de sentido. Otros, en cambio, se lanzaban a un universo irresponsable en el que todo está permitido. La cuestión de la "muerte de Dios", como señalaron de Nietzsche a Dostoievski, dejaba la responsabilidad en nuestras manos. En novelas como La caída, de Camus, o en Caída libre, la novela del premio Nobel británico William Golding, se exploraba esa metáfora sobre la responsabilidad. En Albert Camus es una idea que transita desde El extranjero hasta Los justos, de la misma forma que transitó a lo largo del siglo.

Había empezado a inquietar con la caída del Antiguo Régimen. Nadie es menos responsable que el esclavo ya que no dispone de libertad. Es cuando se plantea la libertad cuando aparece la responsabilidad... y la culpa, la angustia, etc., los conceptos que la habitan como las termitas a los muebles.
El diario ABC cede sus páginas a una noticia pequeña, pero reveladora. Su titular es "El joven que va a demandar a sus padres por tenerle sin su consentimiento quiere le paguen por vivir". Estos días ha estado rondando por la prensa sin saber muy bien dónde colocar algo así en este mundo tan vigilado que ninguna tontería se escapa a nuestra atención.
La parte anecdótica de la historia es la del joven que demanda a sus padres por haberle tenido sin su consentimiento. Antes existía el cruel concepto de hijo "no deseado", describiendo la situación de aquellos que nacieron sin planificación. El concepto es fruto de su momento histórico, es decir, de aquel que momento en el que es posible planificar o no. Sin posibilidad de "control", no existe la idea de que el desear o no sea cuestión nuestra. Por lo tanto, tener un hijo cuando se puede "no tener" implica la responsabilidad.
Pero el joven de la noticia va por otro lado, que es la responsabilidad de los padres por haberlo traído a un mundo doloroso sin su consentimiento. No es además, algo único, sino que se encuadra dentro de algo más complejo:
Raphael Samuel, que se puso una barba y gafas de sol falsas, dijo en un vídeo de YouTube publicado el martes que va a demandar a sus padres porque fue concebido sin su consentimiento y, por lo tanto, sus padres deberían pagar por su vida.

«Quiero que todos en la India y en el mundo se den cuenta de que nacen sin su consentimiento. Quiero que comprendan que no les deben nada a sus padres», dijo. «Si nacemos sin nuestro consentimiento, deben mantenernos durante nuestra vida. Debemos ser pagados por nuestros padres por vivir».
«A los niños, me gustaría decir: no hagas nada por tus padres si no quieres. Si quieres, si realmente tienes ganas de hacerlo, hazlo», agregó.
Samuel es un seguidor del antinatalismo, una ideología cada vez más popular pero extravagante que cree que es moralmente incorrecto que las personas procreen y adopta un enfoque nihilista hacia la vida humana, diciendo que la humanidad solo trae sufrimiento.
A pesar de su intención de demandar, el hombre dice que sus padres no tienen malos sentimientos hacia él y que en realidad los quiere.*



Quizá "pagados" o "mantenidos" no sean los términos correctos y se aproxime más a la idea de "indemnizados", ya que se trata de una compensación por el dolor que provoca la existencia en el mundo.
La idea de que vivir es doloroso está contenida en la base de casi todas las culturas. La idea cristiana del "valle de lágrimas" forma parte de nuestro mundo cultural. También otras culturas interpretan que la vida es un sistema de purgas continuas en las que el sufrimiento de una vida es consecuencia de la mala vida llevada. Se busca pues una responsabilidad en nuestro dolor existencial. Es la idea del "pecado" que lleva al sufrimiento: "parirás con dolor" y "ganarás el pan con el sudor de tu frente" simbolizan que esta vida es dolorosa y esperamos una mejor al otro lado. La responsabilidad es nuestra ya que fuimos expulsados de la felicidad del paraíso y arrojados a la dureza del camino vital. El mecanismo explica la responsabilidad que tenemos y le asigna un sentido, la redención, la purga.
La dolorosa vida humana, el "dolor de existir" convirtió al siglo XIX en una reflexión coral sobre el suicidio, del que Camus dijo que era el único tema filosófico real. El suicidio es una forma de acabar con el dolor.
El joven demandante no se plantea el suicidio en la vida, sino la reivindicación revolucionaria de la indemnización. Es como un impuesto revolucionario por la falta de consentimiento para traer a la vida. Filosóficamente se puede llegar a ese planteamiento, entendiendo que la vida es en sí misma castigo, dolor. Lo que hay que preguntarse entonces es si ese planteamiento es fruto de su propia experiencia dolorosa o es el "dolor de existir", que cantó, por ejemplo, el gran poeta Giacomo Leopardi en sus poemas, también de corte nihilista.


¿Se queja de la vida o se queja de la vida que ha tenido? Parece que se ha llegado más por la vía intelectual que por la vía de la experiencia propia, es decir haber llevado una vida muy negativa en todo.  Sin embargo, él aclara que no tiene nada contra sus padres, que por el contrario, como se señala en el artículo, los quiere y no alberga malos sentimientos hacia ellos.
La otra parte de lo anecdótico es que los padres le advierten que los dos son abogados, por lo que consideran una temeridad el que les demande. Podríamos pensar que al juntar el ADN de dos abogados sale un hijo peleón en los tribunales, con una visión jurídica civil de la vida, que ve el mundo como demandas e indemnizaciones. ¡Quién sabe!
Pero también podemos pensar que estamos haciendo un mundo cada vez más complicado, más deshumanizado en el que cada día cuesta más vivir. Quizá la vida se nos está haciendo cada vez más cuesta arriba en muchos sentidos.
De pensar que venimos a sufrir al mundo, pasamos a la propaganda del placer como centro, ya sea a través del consumo, los viajes, el dinero, etc. Cada vez aumenta la distancia entre la imagen publicitaria y la realidad, algo que no dejo de decirme cuando veo esos fantásticos vídeos promocionales en los que se me muestran caras sonrientes y receptivas, mientras en los noticieros me muestran agresividad, pobreza e injusticia. Nuestra capacidad de autoengaño debe tener unos límites.
En su obra La tentación de la inocencia, el filósofo y novelsita francés Pascal Bruckner explicaba:

[...] Cuanto más acercan continentes y culturas los medios de comunicación, el comercio y los intercambios, más agobiante se vuelve la presión de todos sobre cada cual. El planeta se ha encogido tanto que ahora las distancias que nos separaban de nuestros semejantes se han vuelto insignificantes. La red se va tupiendo, suscitando un sentimiento de claustrofobia, casi de encarcelamiento. Explosiones demográficas, migraciones de masas, catástrofes ecológicas, se diría que los seres humanos no hacen más que caer unos encima de otros. ¿Y qué es acaso el fin del comunismo sino la irrupción en la escena internacional, de lo innombrable? ¡Las tribus humanas son legión y todas, liberadas del yugo totalitario, aspiran al reconocimiento, pero nadie consigue recordar su nombre! Surge entonces la súplica muda que cada cual, en un mundo en el que no cabe un alfiler, dirige al cielo: «Libéranos de los demás», que hay que entender como: «¡Libérame de mí mismo!»
Llamo inocencia a esa enfermedad del individualismo que consiste en tratar de escapar de las consecuencias de los propios actos, a ese intento de gozar de los beneficios de la libertad sin sufrir ninguno de sus inconvenientes. Se expande en dos direcciones, el infantilismo y la victimización, dos maneras de huir de la dificultad de ser, dos estrategias de la irresponsabilidad bienaventurada. En la primera, hay que comprender la inocencia como parodia de la despreocupación y de la ignorancia de los años de juventud; culmina en la figura del inmaduro perpetuo. En la segunda, es sinónimo de angelismo, significa la falta de culpabilidad, la incapacidad de cometer el mal y se encarna en la figura del mártir autoproclamado.**


Creo que la demanda del hijo a los padres por haberle traído al mundo tiene algo que ver con lo que señalaba Bruckner en su ensayo. Creo que vivimos en el mundo que construimos, un mundo que tiene tres patas: la realidad, lo que vemos en ella y los que nos quieren hacer ver. Si Platón explicaba que los habitantes de la caverna no veían nunca la realidad, nosotros vivimos entre las lujuriosas sombras que nos ofrecen y las incomodidades reales de la carne, materia sensible, y lo material de nuestra existencia. En La tentación de San Antonio, Flaubert acababa añorando la insensibilidad de la piedra como única forma de escapar al dolor de la existencia. La tentación del monaquismo, apartarse del mundo y del contacto humano, suele ocurrir después de periodos especialmente negativos de la historia, cuando el contacto con los otros produce dolor y solo el silencio y la soledad nos dejan paz. Pero vivimos en un mundo ruidoso y de presión sobre la atención, del que es muy difícil aislarse, pues todo nos empuja al contacto, empezando por las redes sociales y los medios. Pero este contacto acaba resultando frustrante, vacío, artificial, en la mayoría de los casos. No es verdadera participación sino una forma de mitigar angustia de la soledad compartida de las sociedades modernas. La insatisfacción es creciente y genera agresividad.
La demanda puede ser un acto simbólico en una India superpoblada, en un mundo cada vez más caótico. La demanda ¿es por el ser o por el existir? Seguramente, hijo de dos abogados, su vida haya sido mejor que la de muchos en la India, pero valorar la vida es algo distinto y son los países ricos los que tienen más suicidios.


Siendo los padres abogados, puede que presenten una demanda contra él por no haber cumplido las expectativas que ellos tenían cuando lo trajeron al mundo. Una familia peculiar en un mundo que no vemos en sus detalles porque lo vivimos escapando, sin detenernos a contemplar la combinación de ruinas y belleza que constituye el paisaje. Es de la proporción de ambas de lo que depende nuestra vida y nuestra percepción de ella, algo importante porque será lo que determine nuestra acción y responsabilidad.
Desgraciadamente, tiene razón Bruckner cuando señala la enfermedad del individualismo irresponsable nos convierte en inmaduros y victimistas. Creo que algunos, como el demandante, sufren las dos enfermedades. Solo cuando tratamos de mejorar lo que nos encontramos asumimos nuestra responsabilidad. Trasladarla a los padres, como ha hecho, es de alguna forma explicar que el mundo no es obra suya, sino de los mismos que le trajeron a él. Y eso es irresponsable e inmaduro. El grito de "¡libéranos de los demás!" efectivamente es  "¡libérame de mí". Ese sentimiento surge en un mundo egoísta y solitario. Por el contrario, carece de sentido en un mundo en el que nos sentimos útiles y responsable, en un mundo en el que nos percibimos como útiles para mejorarlo. Los demás no son el "infierno" sino el camino a la responsabilidad que nos vincula, la única vía de mejora. Pensar que estamos en el mundo solo para sufrir y que es mejor no estar no tiene mucho sentido. Es mejor pensar que estás en el mundo para tratar de mejorarlo, de aliviar el sufrimiento de los demás o nuestra soledad.


Cuando no vemos sentido a la vida, lo mejor es pensar que tenemos la capacidad de darlo a la de otros. No podemos vernos o pensarnos aislados. La filosofía del otro surgió precisamente como la imposibilidad de seguir pensándonos ni como entes abstractos ni como seres solitarios. Por eso es la capacidad de mejorar a los otros lo que da sentido a nuestra existencia. El San Manuel Bueno unamuniano pudo perder su fé, pero no perdió su humanidad, característica que nos une a todos. Precisamente porque sufrimos, tenemos la capacidad y responsabilidad del cuidado mutuo, del consuelo, de la solidaridad.
No sé si ganará la demanda a sus padres. Si lo hace, se presentarán miles . Muchos se liberarán así del dolor de la responsabilidad. Serán víctimas, el estado ideal del inmaduro.



* "El joven que va a demandar a sus padres por tenerle sin su consentimiento quiere le paguen por vivir" ABC 8/02/2019 https://www.abc.es/recreo/abci-joven-demandar-padres-tenerle-sin-consentimiento-quiere-paguen-vivir-201902081132_noticia.html 
** Pascual BRUCNER (2006) La tentación de la inocencia (1995). Trad. de Thomas Kauf. Anagrama.

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