Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El diario
El País publica un reportaje firmado por Jaime Rubio Hancock con el titular "La
nueva prensa digital se enfrenta a su primera gran crisis". El texto
comienza de manera directa dándonos los efectos de la crisis anunciada en
cuanto a la prensa digital dirigida a los jóvenes, con el cierre de Eslang y Buzzfeed España y "un ERE de Playground que afectará a casi la mitad de sus redactores en Madrid
y Barcelona"*.
La
palabra "crisis" tiene muchos niveles de aplicación y uno procura
reservarla para las etapas finales en donde se tiene que expresar como
"gran crisis", como ocurre con el titular. Esto se debe a que la
"crisis" tiende a ser un estado permanente de supervivencia, mientras
que la "gran crisis" muestra la agonía irreversible a la que se ha
llegado.
La
palabra crisis está presente en el mundo de la comunicación periodística desde
mediados de los años 90. Es en esa época cuando los medios se abren a
regañadientes al mundo digital con la publicación de los primeros periódicos
online. Unos lo hicieron por querer ser modernos; otros porque no tenían más
remedio. Pero desde entonces se ha tenido la sensación fundada de que todo
estaba cambiando. Y cuando las cosas cambian se producen las crisis.
El
problema ha dejado de ser la crisis en sí y se ha desplazado al enlace entre
las crisis sucesivas. Aquí no hay una crisis de la "adolescencia" que
se resuelve tras unos cuantos granos y gamberradas; aquí hay un estado de
alteración hormonal continuo que no tiende a estabilizarse y que cuando parece
que está controlado vuelve a emerger con virulencia. El mundo digital es el de
la eterna juventud y eso no es tan bueno como suena.
El
espacio de la información se modifica con la entrada de cada nuevo medio, que
pasa a competir con los de su "especie" (un periódico con otros
periódicos, por ejemplo) y con todas las demás especie (un tipo de medio con
los demás tipos de medios). No empeñamos en clasificar los medios, cuando lo
realmente importante son la necesidades, mayores o menores, de información que
los receptores globales necesitan. Es como el que necesita vitamina C en su
organismo. Da igual que lo obtenga de limones, naranjas o mandarinas o
cualquier otro elemento que la contenga.
El
problema surge además cuando es casi imposible diferenciar los medios gracias
al proceso de convergencia digital, es decir, la disolución entre las
diferencias entre ellos. Si entro en la página de cualquier
"periódico" me doy cuenta de que la "etiqueta" periódico ya
no relevante, sino que puede contener textos escritos, podcast, vídeos, etc. Es
decir, el "periódico" es ahora televisión y radio, además de incorporar
por ejemplo elementos interactivos en la información y participativos a través
de los foros, chats, etc.
No
hablemos ya de la globalización de los medios. Puedo acceder a los medios de
cualquier país del mundo salvo que este quiera cerrarse y solo permitir el paso
a sus abonados. Pero si lo hace, se tiene a su alcance todo tipo de
alternativas abiertas que hacen que nos olvidemos pronto de la existencia del
que ha decidido cerrarse.
Quizá
recordemos que en España se firmaron dos alianzas. La primera era para tratar
de que los medio se cerraran al público general y solo admitieran entradas de
pago. Como era previsible, fue un fracaso. Las tarifas publicitarias se
desplomaron al caer los visitantes que pronto tuvieron alternativas en español
fuera y dentro de nuestras fronteras. La segunda decisión era contradictoria,
pero no se supo ver. Intentar cobrarle a Google las visitas que ellos
reenviaban a los medios. La decisión era tan disparatada que Google acepto
encantado prescindir de los medios que no aceptaban que les llegaran visitas
desde los buscadores. Para ellos, la eficacia aumentaba ya que aquellos que
recibían visitas sin problemas eran más visitados. Si se aprende de los
errores, deberíamos ser muy sabios. Pero no lo somos.
El
problema de esta gran crisis ya no tiene una paternidad clara, pero sí algunos
sospechosos, que no es muy costosa la sospecha. Dice Rubio Hancock en el
reportaje:
El primer sospechoso de estos despidos es el
algoritmo de Facebook, que a partir de enero del año pasado dio prioridad a los
contenidos personales frente a las noticias. Las redes sociales proporcionaban
el 22% del tráfico de los medios de comunicación estadounidenses, según recogía
Forbes antes de este cambio. La cifra era más elevada para algunos medios
digitales, como Vice (48%) y Buzzfeed (38%), y se quedaba en torno al 10% para
medios tradicionales como The New York Times y The Washington Post.
La dependencia del algoritmo no es nueva.
Hasta ahora, Facebook incluso daba directrices a los medios acerca de qué
contenidos tendrían mejor resultado en su plataforma. Por eso durante un tiempo
veíamos muchos vídeos y ahora aparecen mucho menos.
Julio Alonso, fundador y director de Weblogs
SL, explica que algunos medios han dependido en exceso de Facebook “y de los
ingresos de publicidad derivados del volumen de usuarios”. También recuerda que
es un riesgo depender de Facebook (y Google), ya que estas empresas tienen sus
propios intereses, que no tienen por qué coincidir con las de los medios.
Pero el cambio en el algoritmo no es el único
factor que explica estos movimientos en las empresas. “Buzzfeed España no ha
cerrado por Facebook -afirma Marcos Chamizo, codirector del medio durante su
última etapa-. Teníamos el mismo tráfico que hace seis meses o un año, al estar
en varias plataformas”. De hecho, cuenta que les funcionaba mejor Twitter que
esta red social.
A lo
mejor estamos tan dentro del problema que no lo vemos. Desde hace tiempo, la
palabra "algoritmo" es la principal sospechosa de los crímenes
cometidos en el mundo digital. Es una cortina de humo; el problema real es la
interacción de los medios y su jerarquización como parte de una red dentro del
sistema. El algoritmo no es más que el programa que prioriza un tipo de
información respecto a otros posibles.
La
realidad es que los medios digitales tienen una segunda convergencia, un
espacio de manifestación, que es la red de redes. No es lo mismo ir a un
quiosco a comprar un periódico que entrar en ese periódico digital. La mayor
parte de los "accesos" se realizan a través de terceros programas,
que son los que redirigen y filtran la visibilidad. El problema del algoritmo
es que si Facebook, como se señala, decide que solo se vean los medios que
empiezan por la letra "A", el resto de los medios tendrán difícil ser
vistos. El poder es el poder de hacer visible y de dar acceso o redirigir. Eso
es lo que hacen Facebook y Google o cualquier otra gran concentración de
usuarios y de los que controlan el paso.
Un
pequeño cambio en el algoritmo de Facebook dando prioridad a unos contenidos
sobre otros y ¡puff! se desmorona todo lo construido por unos y emergen nuevos
beneficiados por el cambio. Como Facebook y Google experimentan de vez en
cuando tratando de mejorar sus resultados —los que les benefician— la
inestabilidad está asegurada para todos los que dependen de ellos. Y en el
universo digital de la redes solo hay una verdad: tu dios juguetón es aquel que
tiene tu destino en sus manos. Si se resfría y estornuda, lo pagas tú; si se
pone a experimentar cosas nuevas, lo pagas tú; si no cambia las viejas, lo
pagas tú. Es una dependencia jerárquica que implica siempre que entre tu
público y tú hay una mano invisible
que maneja los hilos. Esa mano son los macromedios que definen los campos de
actuación concentrado el tráfico. En toda red, el objetivo es el tráfico, su
concentración y dirección. El algoritmo redirige ese tráfico hacia unos y otros
enviando unas noticias a las páginas de sus usuarios... o enviando otras. A
veces es así de forma "neutral" (concepto absurdo) y otras es porque
favorece a los que más pagan por ser beneficiados. Esa es la crítica que se le
hizo a Google señalando que priorizaba los resultados del buscador en función
de quienes pagaban. Se le obligó legalmente a que distinguiera los resultados y
los resultados pagados.
El
artículo abre un tema espinoso, la cuestión de los "lectores jóvenes",
expresión que puede plantear ya ciertas dudas. Los que han crecido en el mundo
digital, ya dos generaciones, salen con unos hábitos que no son los mismos que
los que provenían de un mundo no digital. A lo mejor, lo que se está fomentando
son hábitos que no hacen que el interés vaya hacia la información sino hacia
otras fórmulas mucho más fáciles y atractivas cuyo efecto es el contrario. Se
recoge lo que se siembra y lo que se está sembrando, desde luego, no son "lectores".
Aquí,
de nuevo, se han confundido efectos y causas. Para tener lectores es necesario
formar en la lectura, algo que no se hace, sino más bien lo contrario.
Pretender que los que son formados con unos hábitos se transformen mágicamente
al llegar a adolescentes o adultos es como pedir una combinación de milagros y "diseño
inteligente". La recolección es una amalgama dispar y caótica de medios
que surgen y desaparecen, de noticias intrascendentes elevadas a altar de la
atención, de sensacionalismo, de creación de personajes fantasmales que nos piden
que nos enganchemos a sus vidas, etc.
Nos
decía Niklas Luhmann que la función de los medios era reducir la complejidad
del mundo; el problema es que ellos mismos producen complejidad. Por eso quien
reduce es el algoritmo, como hemos visto antes. El "problema" es lo
que deja fuera. Problema, evidentemente, para los afectados; supervivencia para
los favorecidos.
Los
medios, nos dice el artículo, viven una situación hamletiana, dudando entre la
"diversificación" y la "concentración" o. si es posible,
ambas cosas. Explican:
Como apunta Nafria, “el problema es cómo
transformar todo esto en un modelo de negocio que no dependa solo del número de
usuarios y que los lectores consideren valioso, e incluso estén dispuestos a
pagar por ello”, sin limitarse a replicar formatos y estrategias sin añadir
ningún valor.
Una opción es la diversificación, que puede
pasar por otras fuentes de ingresos como “el comercio electrónico, la
afiliación, los eventos…”. De hecho, la periodista Luna Miguel también opina
que en Playground se han dejado de lado otros modelos de negocio como el de la
suscripción o la colaboración con otros medios.*
Lo
dicho en el primer párrafo es volver a las preguntas exactas que se hacían en
1994-1995, cuando todo comenzó. Allí nacieron los gurús que señalaban, como la
estatua de Colón, hacia un futuro incierto pero que ellos veían claramente
desde lo alto de su columna.
En el
segundo párrafo viene la otra tentación, la de convertir los medios de
información en supermercados online que acaban atrayendo a la gente por todo
menos por la información en sí. Esto es suicida. Hubo una ápoca en la que los
medios en papel se dedicaron a regalar cosas los fines de semanas para que la
gente comprara los periódicos. El efecto fue el contrario. La gente no se
acostumbró a comprar el periódico los 7 días de la semana e iba los domingos
con un carrito a comprar el periódico y llevarse los libros, vídeos,
colecciones de sellos, etc. que reunía. Cuando se acababa la colección, dejaba
de comprar el periódico. Tan sencillo como eso. Más de un periódico fue a la
ruina por estas prácticas que eran caras por la distribución.
El
problema de cómo rentabilizar lo digital es el de cómo lidiar con la gratuidad
general y la súper oferta. La gratuidad invalida el camino de las suscripciones
y la gran oferta existente lleva a la fragmentación excesiva que hace que nadie
tenga suficiente como para sobrevivir.
El
artículo termina con un horizonte de dudas abierto:
En todo caso, resulta muy difícil saber qué
va a pasar: “Tenemos que reinventarnos y experimentar mucho para imaginar cómo
será la esencia de los medios -apunta [Jeff] Jarvis-. Me gusta recordar a
menudo que solo hace 25 años que se introdujo la web comercial. En términos de
Gutenberg, eso nos coloca en el año 1474. El cambio solo está comenzando. Falta
un largo camino para encontrar las respuestas”.*
Por lo
que se ve, queremos subir más alto en la torre para ver ese futuro que se nos
esconde. No hay "esencia", solo cambio. Parece que Jeff Jarvis no ha
leído a Toffler y no piensa en términos de la aceleración, que los años de
Gutenberg, los años de nuestros padres —de los míos— no son los mismos que los
de mis hijos. Que lo que ocurre en unos meses, antes tardaba décadas en
producirse aunque fueran cosas distintas.
No hay
crisis; vivimos en crisis. Crisis significa cambio, transición. Y, por lo
mismo, implica alteración, inestabilidad, desgaste, desorientación, pruebas con
incertidumbre porque el mundo es cambiante y lo que vale hoy ya ha cambiado
cuando lo aplicamos.
La
única esperanza está en el cambio de aquellos que pueden valorar lo bueno y
alejarse de lo trivial. Pero ¿es ese el camino que hemos elegido como sociedad?
De poco sirve tener grandes chefs si la gente se ha acostumbrado al kétchup.
La
solución sería decidirse por la comida rápida entonces, pero eso es lo que está
al alcance de cualquiera. Con lo que volvemos al problema inicial. Lo bueno no
se valora y lo malo abunda. Es lo que hay. El algoritmo solo es un aspecto del asunto. Mañana será otra cosa.
* Jaime Rubio Hancock "La nueva prensa
digital se enfrenta a su primera gran crisis" El País 3/02/2019 https://verne.elpais.com/verne/2019/02/01/articulo/1549038378_127709.html
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