martes, 26 de febrero de 2019

La taza de té o las polémicas del Oscar

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Como nunca llueve a gusto de todos, la polémica por el Oscar a la mejor película continúa. Quizá sea inevitable y desde el momento en que se abrió el sobre de "mejor película", la discusión se elevó de tono entre aquellos que consideran que es un final feliz y de perspectiva "blanca" y los que apostaban por propuestas más radicales, como la encarnada por Spike Lee o incluso Black Panther. Ayer considerábamos que el global ponía sobre la mesa la cuestión del racismo aunque con estrategias diferentes y perspectivas diferentes. Y lo que ayer eran "diferencias" hoy son batallas.
El objetivo de los ataques es ahora Green Book. El premio "gordo" es siempre el de "mejor película". Sin embargo, la idea de "película" no es la del texto en sí, sino un concepto industrial que afecta a la producción del conjunto. El concepto trata de unificar lo que antes ha sido separado de forma "objetiva" (el guión, las actuaciones, los aspectos técnicos del sonido, la fotografía, etc.).  El premio final es el que trata de establecer un  promedio, suponiendo que esto sea posible. En unos premios organizados por la industrial, el sentido de "película" es industrial, como trabajo de conjunto, antes que estético. El premio no lo recoge el director, sino el productor, como responsable del conjunto dentro de esa idea de arte colectiva e industrial en el que el productor es la energía que mantiene unido al conjunto. El premio a la "mejor película" no significa que sea la "mejor película"; la historia del cine está llena de pruebas que demuestran que no. Pero los Oscar son los Oscar y no lo serían si no fuera por este carácter competitivo en el que el premio "gordo" crea las expectativas a lo largo de la noche y se mide el éxito por el número de estatuillas acumuladas, las que se trasladarán inmediatamente a las carteleras de los cines para animar a entrar. La polémica es consustancial a los premios, pero esta polémica va más allá de ellos adentrándose en un espacio más complejo.


El problema que se plantea este año no es el de una cuestión de gustos, sino una cuestión plena y claramente política. La cuestión del Oscar como una forma de enfrentamiento contra Trump y sus políticas blancas, como señalábamos ayer, se ha hecho evidente y así ha sido interpretada. Pero Hollywood no es un ejército uniformado, por lo que las respuestas que se exigen a unos no siempre son aceptadas. La propuesta más conciliadora de Green Book frente a la explosiva de Spike Lee ha suscitado la polémica. Los medios hacen el resto.
En The Washington Post, el columnista Eugene Robinson escribe:

I’d have preferred seeing the biggest award, best picture, go to Lee’s razor-sharp “BlacKkKlansman” (because of its excellence) or even the comic-book extravaganza “Black Panther” (because of its massive impact on the movie business) rather than the actual winner, “Green Book.” But think about it: Of the eight best-picture nominees, three black-themed films? Plus Alfonso Cuarón’s lyrical “Roma,” about a dark-skinned indigenous maid working in Mexico City?
Hollywood finally managed to produce an awards show that might legitimately be called Oscars Not-So-White. The broadcast, blessedly lacking a host, featured such a diverse group of presenters and winners that at times it almost looked like the NAACP Image Awards, or perhaps the Hispanic Heritage Awards. Actor Samuel L. Jackson handed the gold statuette for Best Adapted Screenplay to his friend Lee, who leaped into Jackson’s arms. Filmmaker Guillermo del Toro opened the Best Director envelope and was delighted to see “a name I can pronounce,” that of Cuarón.
Only the best-picture award to “Green Book” reminded us that the motion picture industry’s wokeness is a work in progress.*


No sé si es justa la campaña que comienza contra Green Book. Es una batalla que adquiere matices distintos en clave norteamericana o, más allá, en clave de industria cinematográfica norteamericana, que percibida desde fuera, donde los tonos son otros. La reacción de Spike Lee sobre la alfombra roja preguntando a unos periodistas "si eran británicos" para decirles después que "aquella no era su taza de té", mostraba que el incisivo director no se iba a callar. Y tampoco lo han hecho otros. Pero siempre es la misma frustración: los mismos que le dan el Oscar a unos se lo quitan a otros. La Academia es la misma. Los que le dieron un Oscar a Lee se lo dieron a Farrelly. ¿Contradicción? Solo para los que piden coherencia.
Por mi gusto, por ejemplo, yo hubiera dado el Oscar a la mejor película a La favorita, un filme que destaca por su osadía narrativa, temática (el poder) e interpretativa (sus tres protagonistas propuesta al premio correspondiente). Pero esto no se hubiera entendido en un año de reivindicación contra el racismo. En Oriente Medio, en cambio, lo que se ha celebrado es el Oscar a Rami Malek, hijo de emigrantes egipcios coptos. Este factor ha ocultado los demás aspectos de la ceremonia. La BBC, en cambio, se pregunta hoy "Did Queen Anne have a lesbian affair?", para responder a las preguntas de sus espectadores. Tampoco son ajenos a la polémica abierta ante sus cámaras por Spike Lee con su "no es mi taza de té".


La industria norteamericana es la que da los premios. Los da todos. El mismo que atesoraba en sus manos Spike Lee y el que se llevaron por Green Book. Podemos decir que nos gustan unos más que otros, pero el global ofrece una gran diversidad, como el propio Eugene Robinson reconocía en The Washington Post.
Para mi gusto de espectador, lo hubiera dado a otras películas, pero aquí no se han centrado en una cuestión de "gusto", sino de "justicia" dentro de una batalla más amplia. ¿Hubiera sido, según este criterio de "justicia", obligado dárselos todos a Spike Lee, en el sentido de ser la película más beligerante en cuestión de racismo? No lo sé, pero habrá muchos que lo perciban así.
Todos los premios tienen siempre aspectos discutibles, más en una categoría que se entiende como la máxima, la de mejor película. La cuestión que se discute no es cinematográfica, sino de una categoría "transversal", que es este año la "política". Esta se encuentra abierta a muchas posibilidades e interpretaciones pues el criterio de los miembros de la Academia es variado, pero se concreta a través del voto en un filme determinado, en este caso Green Book. A unos gustará más y a otros menos. Pero la campaña en clave norteamericana puede dar lugar a actitudes poco comprensibles fuera, donde la percepción es otra.


La película es anterior a los premios; también posterior. La lucha por los premios es solo una faceta de su dimensión estética, comercial... y social, cuyo sentido es más abierto que el de las opiniones de unos y otros. 
Es lógico que haya polémicas porque existen formas diferentes de percepción que no porque no nos gusten dejarán de existir. Hay muchos sabores de té, por seguir la metáfora de Spike Lee, y no todos beben de la misma taza.


* Eugene Robinson "Trump wants to Make America White Again. The Oscars show why he’ll fail." The Washington Post 25/02/2018  https://www.washingtonpost.com/opinions/hollywood-finally-had-an-oscars-not-so-white/2019/02/25/6d0c7b18-393d-11e9-a06c-3ec8ed509d15_story.html



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