Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Como
nunca llueve a gusto de todos, la polémica por el Oscar a la mejor película
continúa. Quizá sea inevitable y desde el momento en que se abrió el sobre de
"mejor película", la discusión se elevó de tono entre aquellos que
consideran que es un final feliz y de perspectiva "blanca" y los que
apostaban por propuestas más radicales, como la encarnada por Spike Lee o
incluso Black Panther. Ayer considerábamos que el global ponía sobre la mesa la
cuestión del racismo aunque con estrategias diferentes y perspectivas diferentes. Y lo que ayer eran
"diferencias" hoy son batallas.
El
objetivo de los ataques es ahora Green Book. El premio "gordo" es
siempre el de "mejor película". Sin embargo, la idea de
"película" no es la del texto en sí, sino un concepto industrial que afecta a la producción
del conjunto. El concepto trata de unificar lo que antes ha sido separado de
forma "objetiva" (el guión, las actuaciones, los aspectos técnicos
del sonido, la fotografía, etc.). El
premio final es el que trata de establecer un promedio, suponiendo que esto sea posible. En
unos premios organizados por la industrial, el sentido de "película"
es industrial, como trabajo de conjunto, antes que estético. El premio no lo
recoge el director, sino el productor, como responsable del conjunto dentro de
esa idea de arte colectiva e industrial en el que el productor es la energía
que mantiene unido al conjunto. El premio a la "mejor película" no significa que sea la "mejor película"; la historia del cine está llena de
pruebas que demuestran que no. Pero los Oscar son los Oscar y no lo serían si
no fuera por este carácter competitivo en el que el premio "gordo"
crea las expectativas a lo largo de la noche y se mide el éxito por el número
de estatuillas acumuladas, las que se trasladarán inmediatamente a las
carteleras de los cines para animar a entrar. La polémica es consustancial a los premios, pero esta polémica va más allá de ellos adentrándose en un espacio más complejo.
El
problema que se plantea este año no es el de una cuestión de gustos, sino una cuestión
plena y claramente política. La cuestión del Oscar como una forma de
enfrentamiento contra Trump y sus políticas blancas, como señalábamos ayer, se
ha hecho evidente y así ha sido interpretada. Pero Hollywood no es un ejército uniformado, por lo que las respuestas que se exigen a unos no siempre son aceptadas. La propuesta más conciliadora de Green Book frente a la explosiva de Spike Lee ha suscitado la polémica. Los medios hacen el resto.
En The
Washington Post, el columnista Eugene Robinson escribe:
I’d have preferred seeing the biggest award,
best picture, go to Lee’s razor-sharp “BlacKkKlansman” (because of its
excellence) or even the comic-book extravaganza “Black Panther” (because of its
massive impact on the movie business) rather than the actual winner, “Green
Book.” But think about it: Of the eight best-picture nominees, three
black-themed films? Plus Alfonso Cuarón’s lyrical “Roma,” about a dark-skinned
indigenous maid working in Mexico City?
Hollywood finally managed to produce an awards
show that might legitimately be called Oscars Not-So-White. The broadcast,
blessedly lacking a host, featured such a diverse group of presenters and
winners that at times it almost looked like the NAACP Image Awards, or perhaps
the Hispanic Heritage Awards. Actor Samuel L. Jackson handed the gold statuette
for Best Adapted Screenplay to his friend Lee, who leaped into Jackson’s arms.
Filmmaker Guillermo del Toro opened the Best Director envelope and was
delighted to see “a name I can pronounce,” that of Cuarón.
Only the best-picture award to “Green Book”
reminded us that the motion picture industry’s wokeness is a work in progress.*
No sé si es justa la campaña que comienza contra Green Book.
Es una batalla que adquiere matices distintos en clave norteamericana o, más
allá, en clave de industria cinematográfica norteamericana, que percibida desde
fuera, donde los tonos son otros. La reacción de Spike Lee sobre la alfombra
roja preguntando a unos periodistas "si eran británicos" para
decirles después que "aquella no era su taza de té", mostraba que el
incisivo director no se iba a callar. Y tampoco lo han hecho otros. Pero
siempre es la misma frustración: los mismos que le dan el Oscar a unos se lo
quitan a otros. La Academia es la misma. Los que le dieron un Oscar a Lee se lo
dieron a Farrelly. ¿Contradicción? Solo para los que piden coherencia.
Por mi gusto, por ejemplo, yo hubiera dado el Oscar a la mejor película a La favorita, un filme que destaca por su osadía narrativa, temática
(el poder) e interpretativa (sus tres protagonistas propuesta al premio
correspondiente). Pero esto no se hubiera entendido en un año de reivindicación
contra el racismo. En Oriente Medio, en cambio, lo que se ha celebrado es el
Oscar a Rami Malek, hijo de emigrantes egipcios coptos. Este factor ha ocultado
los demás aspectos de la ceremonia. La BBC, en cambio, se pregunta hoy "Did
Queen Anne have a lesbian affair?", para responder a las preguntas de sus
espectadores. Tampoco son ajenos a la polémica abierta ante sus cámaras por
Spike Lee con su "no es mi taza de té".
La industria norteamericana es la que da los premios. Los da
todos. El mismo que atesoraba en sus manos Spike Lee y el que se llevaron por Green Book. Podemos decir que nos gustan
unos más que otros, pero el global ofrece una gran diversidad, como el propio
Eugene Robinson reconocía en The Washington Post.
Para mi gusto de espectador, lo hubiera dado a otras
películas, pero aquí no se han centrado en una cuestión de "gusto",
sino de "justicia" dentro de una batalla más amplia. ¿Hubiera sido,
según este criterio de "justicia", obligado dárselos todos a Spike
Lee, en el sentido de ser la película más beligerante
en cuestión de racismo? No lo sé, pero habrá muchos que lo perciban así.
Todos los premios tienen siempre aspectos discutibles, más
en una categoría que se entiende como la máxima, la de mejor película. La
cuestión que se discute no es cinematográfica, sino de una categoría
"transversal", que es este año la "política". Esta se
encuentra abierta a muchas posibilidades e interpretaciones pues el criterio de
los miembros de la Academia es variado, pero se concreta a través del voto en
un filme determinado, en este caso Green Book. A unos gustará más y a otros
menos. Pero la campaña en clave norteamericana puede dar lugar a actitudes poco
comprensibles fuera, donde la percepción es otra.
La película es anterior a los premios; también posterior. La
lucha por los premios es solo una faceta de su dimensión estética, comercial... y social,
cuyo sentido es más abierto que el de las opiniones de unos y otros.
Es lógico
que haya polémicas porque existen formas diferentes de percepción que no porque
no nos gusten dejarán de existir. Hay muchos sabores de té, por seguir la
metáfora de Spike Lee, y no todos beben de la misma taza.
* Eugene
Robinson "Trump wants to Make America White Again. The Oscars show why
he’ll fail." The Washington Post 25/02/2018
https://www.washingtonpost.com/opinions/hollywood-finally-had-an-oscars-not-so-white/2019/02/25/6d0c7b18-393d-11e9-a06c-3ec8ed509d15_story.html
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