Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
vicepresidente Mike Pence sigue las sendas autoritarias de Mike Pompeo,
Secretario de Estados, ambos discípulos autoritarios de su jefe Donald Trump.
Las mismas maneras, el mismo mensaje. El grupo que rodea a Trump es más
parecido a él que nunca, algo lógico por las salidas de todos los que han
renunciado. Es un mecanismo natural: el grupo se va auto esculpiendo,
haciéndose más uniforme. Al final los que queden serán clones de Trump en la
medida en que este solo acepta a los que siguen sus directrices y aguantan sus
veleidades.
Pence
ha criticado los esfuerzos europeos para no tener que depender de los caprichos
y precios de Trump. Y ha venido también a lanzar nuevas consignas sobre la
grandeza de los Estados Unidos bajo la mano de Trump. La obediencia incluye
ahora las amenazas por un nuevo foco o "emergencia" planteado por Trump:
la posibilidad de un "nuevo holocausto", es decir, el ataque de Irán
a Israel.
Toda la
política de Donald Trump se basa en la creación de miedos, con el riesgo
creciente de las profecías auto cumplidas. Esto es algo que no se puede
desestimar en la relaciones internacionales. La agresión verbal constante a un
enemigo, real o imaginario, acaba produciendo mayores probabilidades de conflicto
real. Es lo que se suele llamar una "escalada verbal". Trump va más
allá de la política del insulto, ya que ha roto los acuerdos existentes y pone
en marcha nuevas sanciones que pretende que Europa respalde.
Todo
estalla en la cumbre sobre Seguridad celebrada en Múnich. Ana Carbajosa nos
cuenta los sucedido desde el diario El País:
Sensación de fin de era. Es la vibración que
emite este año la Conferencia de Seguridad de Múnich, que acaba este domingo en
un clima de crispación internacional. Con el fracaso del tratado de armas
nucleares de alcance intermedio (INF), vigente desde la Guerra Fría, los
desencuentros trasatlánticos, la creciente asertividad rusa y china, Venezuela,
Siria, Irán y el Brexit, la incertidumbre se dispara. Pero sobre todo, cunde la
sensación de que los consensos y equilibrios labrados con mimo durante décadas
se deshacen como azucarillos. Que nos asomamos a una nueva era política en la
que las potencias rivalizan por un nuevo acomodo en un tablero geopolítico por
definir.
Lo dijo la canciller alemana, Angela Merkel,
y lo repitieron en infinitas variantes mandatarios y expertos. “Vemos que la
arquitectura que apuntala el mundo como lo conocemos es un rompecabezas que se
ha roto en pequeños pedazos”, interpretó Merkel en un discurso muy ovacionado y
en el que hizo una encendida defensa del multilateralismo, conscientemente
ajena a los derroteros globales que caminan en dirección contraria. “Las
estructuras con las que trabajamos son fruto de los horrores de la Segunda
Guerra Mundial y ahora están bajo una intensa presión, porque los desafíos
actuales nos exigen que las reformemos”, sostuvo ayer la canciller en la
capital bávara.
A Merkel le siguió en el estrado el
vicepresidente de EE UU, Mike Pence, con un discurso severo y amenazante, que
evidenció la sima transatlántica que separa a los aliados. Rusia, Irán,
Venezuela fueron los ejes de una intervención en la que pidió a la Unión
Europea que compartiera las enemistades de Washington y enterrara la búsqueda
de consensos. “Muchos de nuestros aliados de la OTAN necesitan hacer más”, dijo
en alusión a la contribución europea a la Alianza Atlántica.*
No es
muy clara la definición de "era". ¿Qué se ha acabado realmente? Como mínimo, las buenas
maneras. El tono de Pence es el de su jefe, "severo y amenazante",
tal como nos dice el diario citado. La era Trump, por el contrario, es la de los malos modos, las imposiciones y las amenazas. Es la era maleducada, que tiene en Trump su máximo exponente y que sus apóstoles repiten por el mundo predicando un evangelio de exclusiones, sanciones, temores y nuevas tarifas.
El tono
es importante en la relaciones internacionales porque marca las actitudes y lo
que se puede esperar de quien practica este tipo de lenguaje de la amenaza. Los
Estados Unidos de Donald Trump quieren imponer una forma de ver el mundo, como
se aprecia en las exigencias a Europa o al mundo. No hay un intento de negociar; todo lo más de fotografiarse con algún líder peligroso (el norcoreano es perfecto para esto y por eso vuelve a repetirse el encuentro).
La
necesidad europea de alejarse de los Estados Unidos, de distanciarse de tono y
formas, es esencial para no contribuir a procesos irreversibles en la escena
internacional. Con Trump, el campo siempre está seco y los fumadores pasean
entre los hierbajos. El riesgo de incendio aumenta cada día. ¿Nos construirá también un muro?
La
intervención de Angela Merkel ha sido juiciosa. Hay que dejar puertas abiertas
para que se produzca un proceso de reconducción de la violencia latente y
reducir las expectativas de un mundo caótico. Cuando se ha construido un
sistema global, la fragilidad manifiesta del orden crea expectativas que en sí
mismas son paralizantes y agravan las crisis. Estas expectativas negativas
crean un miedo que se traduce en parálisis por la incertidumbre y esa parálisis
se transforma en crisis que aceleran otras nuevas escalonadas.
Hay que
entender que no son solo los hechos los que actúan sobre la realidad, sino que
nuestras expectativas, los miedos y temores, también lo hacen. A esto se añade
la diversa naturaleza de las crisis abiertas y su interconexión. Esto solo parece
ignorarlo Donald Trump, un ignorante, y aquellos que creen que un conflicto es
energía para los Estados Unidos, a salvo en su plataforma continental, que
ahora se trata de aislar más con el muro del sur.
El muro
de Trump está hecho para contener los efectos de sus propias políticas de
crisis, que se padecen de forma indirecta o directa, según los casos. Lo mismo
ocurre con Europa, donde el sentido de las crisis —como hemos explicado en
varias ocasiones y cada día es más evidente— tiene por objeto crear una mayor
dependencia de los Estados Unidos ante la posibilidad de un salto en las crisis
abiertas, Oriente Medio y Ucrania.
Europa
sigue sometida a la violencia interior que provocan las dos grandes potencias,
Rusia y Estados Unidos fomentando la división interna a través de la
incentivación de las propuestas populistas y nacionalistas de distinto signo
pero con la misma intención, debilitar la Unión Europea y romperla. Con Gran Bretaña
se ha conseguido, dejando una pieza importante del diseño europeo fuera, tanto
económicamente como aislándola mediante el retorno de las fronteras duras.
Los
movimientos subterráneos emprendidos desde las distintas potencias buscan, como
ya señalamos, la dependencia en defensa de los Estados Unidos y la dependencia
energética de Rusia, sobre todo por la pieza clave, el gas a Alemania, motor de
la Unión Europea.
Ahram Online
recoge el discurso de Merkel, contestación al del vicepresidente de Trump:
His speech contrasted sharply with German
Chancellor Angela Merkel’s robust defense of Germany’s foreign trade relations
and ties with Russia, urging global leaders meeting in Munich to work together
to tackle the world’s problems.
Speaking before Pence, Merkel questioned
whether the U.S. decision to leave the Iran nuclear deal and withdrawal from
Syria was the best way to tackle Tehran in the region.
She defended plans for a new natural gas
pipeline from Russia to Germany that Pence again criticized.
Trump has accused Germany of being a “captive”
of Russia due to its reliance on Russian energy, but Merkel argued:
“If during the Cold War... we imported large
amounts of Russian gas, I don’t know why times should be so much worse today
that we can say: Russia remains a partner.”
During a question-and-answer session, she added
that it would be wrong to exclude Russia politically, but Pence said Washington
was “holding Russia accountable” for its 2014 seizure of Ukraine and what the
West says are efforts to destabilize it through cyber attacks, disinformation
and covert operations.
“Geostrategically, Europe can’t have an
interest in cutting off all relations with Russia,” Merkel said.
Trump has also criticized the large trade
surplus that Germany, Europe’s biggest economy, has with the United States and
has threatened to put tariffs on German cars in return.
“We are proud of our cars and so we should be,”
Merkel said, adding, however, that many were built in the United States and
exported to China.
“If that is viewed as a security threat to the
United States, then we are shocked,” she said, drawing applause from the
audience.**
Las diferencias de actitud y de expectativas de futuro, de
estrategia para reducir la tensión, frente a los Estados Unidos de Trump son
abismales. Mientras Trump sigue abriendo frentes en tres continentes, los
dirigentes de la Unión Europea (los sensatos) tratan de apagar los fuegos que este
produce. A Europa no le interesa el escenario que Trump nos dibuja.
Los efectos de la llegada de Trump a la Casa Blanca son
hacer retroceder el mundo al estado de la posguerra, con un mundo de nuevo en
Guerra Fría. No tiene nada de particular, pues los grandes beneficios de los Estados
Unidos, sus grandes saltos hasta llegar a la cima como superpotencia han sido con
la puesta en marcha de su maquinaria de guerra. Los lazos de Trump con el
negocio de la "seguridad" global son evidentes y con la idea de
exprimir a los "defendidos", como ya hemos expresado con
anterioridad.
Trump juega en el límite de ese peligroso bosque seco y allí
donde aparece la tensión aumenta, que es lo que busca.
Está deshaciendo un orden logrado durante décadas, conflicto
tras conflicto. No busca otra cosa que lo que proclama y es su lema: "America
First!" La idea es que Estados Unidos ha contribuido a que sus rivales
asciendan al no presionar con la fuerza. Y es la fuerza lo que ha vuelto. Pero
el mundo ya no es lo que era.
Trump es una fuerza destructiva que arrastra a los Estados
Unidos tras él. Y a todo el mundo tras los Estados Unidos. Vemos cada vez mayor
polarización. La foto de los dirigentes de Rusia, Irán y Turquía cerrando filas
frente a Trump debería hacer reflexionar. Pero ese es un verbo que no está en
vocabulario de Trump.
La estrategia del miedo sigue avanzando. Es importante que
Europa no se deje arrastrar por los efectos del populismo nacionalista de Trump
o de sus imitadores en Europa o América. Las alianzas que forman no son más que
para llegar al poder y desde allí crear nuevos conflictos. El único beneficiado
es el que vende la protección.
Europa es la única pieza que tiene interés en mantener el
equilibrio y evitar el desastre al que nos arrastran. La pregunta de si hemos
llegado al final de una "era" es pertinente. Lo esencial ahora es que
en las próximas elecciones europeas no nos auto destruyamos como gran espacio de
concordia y no nos dejemos seducir por los gritos atávicos de sangre y raza, de
aislacionismo y levantamiento de diferencias.
No debemos renunciar ni a la idea de Europa ni a nuestro europeísmo,
es decir, al mantenimiento de unos ideales comunes de desarrollo y justicia, de
cultura y equilibrio, por los que hay que luchar. Europa no es el pasado, es el
futuro. Es el viejo nuevo mundo, un
mundo que surge de la comprensión de los errores cometidos, de los obstáculos
interpuestos entre nosotros que hay que eliminar, y del papel mediador,
rebajador de tensiones y buscador de equilibrios.
Trump solo entiende un lenguaje: el de la firmeza. Europa debe ser firme y no verse obligada a que venga el catequista Pence a dar instrucciones sobre cómo debemos relacionarnos con los demás o convertirnos en meros acólitos. Hay que distanciarse de las decisiones de Donald Trump por los efectos negativos que tiene para el desarrollo futuro. Hay que hacerlo lo suficiente, pero no más allá, para evitar que otros se aprovechen de ese distanciamiento. Cuanto mayor sea el peso de Europa, mejor podrá realizar este juego de equilibrios, y no de encaje.
La postura no es fácil porque nos tienen cogidos entre dos frentes, pero Trump ya ha dejado claro una y otra vez cuál es su objetivo, debilitar a Europa para que esta necesite de su protección.
La mejor protección es la paz y el equilibrio justo para poder avanzar en seguridad. Lo demás es un juego diabólico y arriesgado. Cuanto antes nos demos cuenta y tomemos medidas ajustadas, mejor. No es fácil porque las presiones son grandes y sucias, mezclando lo militar y lo económico, buscando perjudicar a quienes se le oponen. Lo hecho con Turquía debería servir de ejemplo. Tras los ataques económicos, hoy la foto es con Putin y con el primer ministro iraní. No es la mejor foto, pero Trump sigue regalando aliados a sus enemigos.
El ex vicepresidente Joe Biden alentaba a los norteamericanos: "I promise you, as my mother would say, this too shall pass. We will be back. We will be back. Don't have any doubt about that."***. Eso esperamos. Y que todos aprendamos de los errores y de los riesgos que suponen para todos los que buscan los conflictos como forma de vida.
Los Estados Unidos de Trump ya no líderes de nada. Solo un país malhumorado que solo piensa en sí mismo, como reza el eslogan de su presidente.
* Ana Carbajosa "El desorden mundial abre una nueva era
de incertidumbre global" El País 16/02/2019
https://elpais.com/internacional/2019/02/16/actualidad/1550329620_232450.html
**
"Pence chastises EU, rejects Merkel's call to work with Russia" Ahram
Online 16/02/2019
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/2/9/325682/World/International/Pence-chastises-EU,-rejects-Merkels-call-to-work-w.aspx
*** "Biden says US should remain committed to its allies abroad" CNN 16/02/2019 https://edition.cnn.com/2019/02/16/politics/biden-showcases-foreign-policy-munich/index.html
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