Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Acabo
de escuchar en Euronews las palabras de la presentación del número de Charlie Hebdo que saldrá a la calle hoy
mismo. Escuchando a Luz, el dibujante que ha realizado la portada, definiéndose
como un niño al que le gusta dibujar, ver el mundo desde otro lugar.
"Supongo", dice, "que los terroristas habrán sido alguna vez
niños a los que les gustaba dibujar". Describe así una teoría clásica
sobre el artista y su relación con el mundo; es una relación que le sitúa en la
infancia, un momento de la vida en el que la sorpresa hace ver las cosas desde
ángulos insospechados para el adulto. El artista vive en ese tiempo detenido y
fresco, irreverente y juguetón, en una infancia constante combatiendo la seriedad
del mundo.
Escuchándole
percibes la distancia entre el artista y el terrorista. La cuestión sobre la
infancia del terrorista es ingenua y revela precisamente esa distancia. Podemos
apelar a la infancia como espacio de inocencia, considerar que el arte es
juego. Sin embargo, el fanatismo es lo contrario de la infancia; es un espacio
rígido, sin esa capacidad de ver el mundo de otra manera, como es característico
del artista, esa dislocación de la mirada, el distanciamiento. El fanático, el
integrista —político, religioso, etc.— ha perdido la capacidad elástica de
adaptarse al mundo y tiene la pretensión de que el mundo se adapte a él. Es la
intransigencia que comienza por él mismo y que extiende a los demás.
Ayer
criticábamos el titular de El Periódico por su señalamiento simplista de que
una niña de diez años "mata" a veinte personas haciéndose estallar y
nos preguntábamos sobre la muerte previa de esa niña, ¿quién la había matado a ella antes? Hoy el diario El Mundo trae hoy
la noticia de la difusión de un vídeo del Estado Islámico en el que un niño de
diez años da ajusticia a dos supuestos espías rusos capturados. Es, dicen, un aviso a Occidente para que no vayan allá
a espiar su paraíso en la tierra.
La
muerte de la infancia es un objetivo prioritario del fundamentalismo. Esa
infancia abierta, irreverente, elástica, que tiene en mente el dibujante de
Charlie Hebdo, esa regresión constante del artista al mundo regido por el
principio del placer freudiano, esa infancia creativa, no existe en la mente
del fundamentalista. Por el contrario, la ve como una aberración, un mal que hay
que extirpar. En su pragmatismo brutal, los fundamentalistas buscan matar esas
virtudes que en nuestra ingenuidad pensamos universales, valores de una
infancia al alcance de todos.
Como han hecho todos los fascismos —pensemos en
las Juventudes hitlerianas—, hay que coger a la gente inmadura, acrítica, manejable,
para evitar disidencias en el futuro. Un adoctrinado hoy es un soldado de
mañana. Lo hacen los cárteles mafiosos, los narcos. Todos ellos forman parte de
una misma visión unilateral del mundo e instrumental de las personas. Todos buscan el control absoluto para la
obediencia absoluta. Y es la infancia, momento de encrucijadas, donde actúan para
matar la elección futura. Son las antípodas de nuestro concepto de educación que busca
la autonomía del individuo, el que pueda crecer pensando por sí mismo y tomar
sus decisiones. Aquí, por el contrario, se busca la sumisión fanática, gozosa y
enérgica que es la que hace que matar se convierta en un placer.
Primero
se mata al niño y luego se utiliza su cuerpo sin voluntad, pero lleno de la
energía que se le ha dado —el fanatismo— para que se continúe la cadena de la
muerte. No, para los fundamentalistas no existe la infancia más que como una
arcilla maleable a la que hay que imponer cuanto antes una forma específica
para evitar que pueda ver el mundo con otros ojos.
Francisco
Carrión, quien firma la información sobre el vídeo del Estado islámico en El Mundo, hace
una detallada relación del uso de los niños por parte del fundamentalismo yihadista:
El vídeo concluye con el fragmento de una
entrevista anterior, difundida a finales de 2014, en la que el niño -que dice
llamarse Abdalá y ser originario de Kazajistán- declara su intención de ser
"muyahidin" (guerrero santo). "Seré uno de tus asesinos, infiel",
señala sonriente. No es la primera vez que el IS divulga vídeos en los que se
jacta de usar a niños en sus acciones. Hace dos meses se hizo público un vídeo
que muestra a niños reclutados por el IS en un campo de entrenamiento en la
provincia de Nínive, en el norte de Irak.
Una cantera
forzada
El uso de niños soldados es una práctica que
el IS probó con éxito en la vecina Siria al cobijo de una brutal guerra civil.
"La infancia ha sido, desde el primer momento, un objetivo prioritario de
la propaganda del IS a través de las reuniones de 'dawa' (predicación) y las
jornadas de asueto. Son la próxima generación, la que puede ayudar a perpetuar
la existencia del grupo", explicó hace unos meses a este diario el experto
en yihadismo Ayman al Tamimi.
En la ciudad siria de Raqqa, la capital
"de facto" del califato proclamado a finales de junio, los barbudos
han establecido campos de entrenamiento para inocular su fundamentalista
interpretación del islam a una prometedora legión de imberbes. Entre las
enseñanzas impartidas en una atípica escuela de verano organizada en el bastión
yihadista, figura la lección atroz de decapitar a "infieles".
Varios padres que fueron forzados a enviar a
sus hijos al campamento relataron a la web 'Syria Deeply' que sus vástagos
ensayaron el arte de rebanar cabezas en muñecas rubias de ojos azules vestidas
con los uniformes naranjas usados en Guantánamo. El "lavado de
cerebro" -como lo han bautizado algunos progenitores- ha manufacturado
leales y entusiastas "muyahidines" como desveló en agosto la web estadounidense
Vice News. En uno de los vídeos filmados en Raqqa, el benjamín de un aula del
IS grita a la cámara: "Os prometemos coches bomba y atentados.
Destruiremos a los enemigos de la religión, a todos aquellos que lucharon
contra el IS".
En Raqqa y en Mosul, la segunda ciudad de
Irak, los menores asisten con terrible normalidad a lapidaciones o
crucifixiones perpetradas en plazas públicas y a plena luz del día. En su
cuartel general, además, un edicto ha aplicado al currículo escolar una
profunda poda. "Las siguientes materias son suprimidas definitivamente:
música, educación nacionalista, estudios sociales, historia, dibujo, deporte,
filosofía..", decretó el pliego.*
Es difícil
concebir un plan más sistemático de destrucción de la persona. Dividimos
artificialmente la "infancia" y vemos al niño como algo distinto del
adulto. Terrible error de percepción. El fundamentalista no lo tiene. En su
visión aristotélico pragmática el niño es la potencia del hombre. Se le debe
dirigir hacia su propio destino que solo es uno: el sumiso. A los primeros yihadista
que combatían en Siria se les preguntaba ingenuamente por su familias y lo que
dejaban atrás. Ellos les miraban con asombro y cierta sorna. ¿Familia? Su evolución ha sido dar un paso más y convertir todo lo anterior en
irrelevante y prescindible. ¡Qué les importan a ellos las familias! El fanático
se va desprendiendo de todo lo que sea un obstáculo en su meta única.
La
información sobre la configuración del currículum escolar no es irrelevante.
Hay que prescindir de todo lo que distraiga de pensar en Dios y de todo lo que
haga albergar la sensación de que existe una posibilidad para el mundo
diferente a la que ellos han diseñado. Aprender es repetir el mensaje dado
hasta que no haya otra idea en la cabeza, hasta que no cueste nada apretar el
gatillo, hasta que estallar sea un placer porque entras en el paraíso y mandas
al infierno al mayor número de infieles posible. Además satisfaces a tu líder —ese
hombre sabio, amado y bendecido por Dios— que te dice cada día que vas por el
buen camino, el de la obediencia.
El primer
paso es matar al niño que hay en el hombre. La cuestión que el dibujante
plantea, su apelación al niño que una vez fue el terrorista, carece de sentido.
Su adoctrinamiento ha tenido como finalidad, precisamente, matar a ese niño
como fase previa y necesaria para poder empuñar un arma, hacer volar por los
aires un mercado o cualquier otra acción gozosa.
Ese
niño era el primer objetivo de una muerte programada. Ahora son muertos que causan muerte, una muerte
que piensan les llevarán a la vida eterna.
El niño
dibujante mantiene viva la ilusión de que el mundo cambia y de que la gente
puede cambiar apelando a una simpatía universal en el dolor. Es otra muestra
más de ese carácter ingenuo. El fundamentalista no cambia; el cambio es un
error, una forma degenerada. Hay error porque el mundo cambia, se desvía de lo
que está ya dado. Es inmovilista y universal. Su misión no es cambiar el mundo,
sino restaurar el orden perdido. Con el Califato se conseguirá devolver parte
de ese orden perdido.
Las
palabras de Luz al presentar la portada del número que estará hoy, con tres
millones de ejemplares, pertenecen a un mundo diferente:
‘‘No es la portada que todo el mundo quería
que hiciésemos pero sí la portada que nosotros queríamos hacer. No es la
portada que los terroristas querían porque no sale ningún terrorista. Sólo hay
un hombre que llora, un buen hombre que llora y es Mahoma. Lo siento, le hemos
dibujado otra vez. Pero el Mahoma que hemos dibujado es un buen hombre que
llora antes que nada”, explicaba Luz, dibujante responsable de la portada.**
¡Bendita
ingenuidad! Simplemente les resultará una portada incomprensible, una afrenta peor desde su manera de
interpretar la religión. ¿Perdonar?
¿Qué es eso? ¿Llorar, por quién? Para
el fanático, un Mahoma que llora es una humillación
peor. Carecen de la posibilidad de interpretar el mensaje que se les dedica
desde la portada conciliatoria, realizada desde un universo simbólico diferente.
No disponen de las cualidades interpretativas necesarias para entender lo que
se les dice a través de esa imagen. Su universo semiótico es otro y la
traducción a su mundo que implica esa lectura es solo un malentendido más. No
hay posibilidad de lectura correcta porque no existe la capacidad elástica de
ponerse en lugar del otro. Tampoco la voluntad de hacerlo. Para ver
positivamente la portada hay que querer verla positivamente. Pero hay que querer. Está hecha desde unos valores
que no comparte el que los niega.
La
apelación al niño que llevamos dentro carece de sentido. Ese Mahoma perdonando, hombre de paz, llorando por
la muerte de sus enemigos, no entra
en sus límites ideológicos, en los que todo lo más, primero se advierte y luego
se actúa. El lenguaje les resulta simplemente incomprensible. Es la distancia
absoluta entre los códigos, la imposibilidad comunicativa.
Y en un
mundo en el que los mensajes están instantáneamente y simultáneamente en
cualquier lugar del mundo se crea un problema. La radicalización del islamismo
es sobre todo la reacción a un universo abierto que les rodea y les puede hacer
perder su pretensión de hegemonía sobre mentes y cuerpos del espacio que
controlan. Por eso la reacción ante un mundo interconectado, la reacción contra
un Occidente que hace llegar su variedad hasta las puertas misma de sus lugares
de adoctrinamiento. La cuestión de Israel y Palestina es solo una pequeña
parte. Lo que les preocupa es que esos niños cuyas posibilidades de ser de otra
forma se multiplican se les escapen de las manos. Por eso trasladan a sus
predicadores más radicales a las ciudades europeas, para evitar que ese niño se
les escape y un día regrese a casa y les pregunte, mirándoles a los ojos, ¿por
qué?, la pregunta que cuestione su mundo, un universo regido por la obediencia,
por la sumisión absoluta considerada como perfección, como antesala del paraíso.
Nuestro reto cultural es no dejar de ser niños sin ser ingenuos. Hay que seguir siendo flexibles para evitar caer en la rigidez del fanático.
*
"El IS difunde la ejecución de dos presuntos espías rusos a manos de un
niño de 10 años" El Mundo 13/01/2015
http://www.elmundo.es/internacional/2015/01/13/54b561e1ca47415c1b8b4582.html
** "Charlie
Hebdo regresa este miércoles con Mahoma en la portada y perdonando “todo”"
Euronews 13/01/2015
http://es.euronews.com/2015/01/13/charlie-hebdo-regresa-este-miercoles-con-mahoma-en-la-portada-y-perdonando-todo/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.