Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Leo estas
reflexiones sobre "lo interesante" en la conferencia del psiquiatra
Juan José López Ibor, "Análisis psicológico del hombre moderno",
impartida en 1950 y recogida en su obra "El descubrimiento de la intimidad
y otros ensayos" (1975):
Pero, ¿de dónde procede el valor estético de
lo interesante? Lo interesante es lo que atrae y sacude. Solo el hastiado
necesita ser atraído y sacudido. Lo interesante es la categoría estética creada
por el aburrimiento. Cuando el aburrimiento subsiste, aumenta las exigencias de
interés que deberán ofrecer las creaciones artísticas. Ester incremento impone
una línea evolutiva del arte, que cada vez se ha de volver más sorprendente,
más chocante. (82)
Antes
de llegar a este punto, nos ha señalado: "Lo chocante es la última
convulsión del gusto moribundo". Entrando en la senda de lo interesante, el arte se contagiaba de su rival, el periodismo, al que imitaba en el sensacionalismo de lo chocante. Para el gusto elitista del XVIII, el ascenso de la prensa era el del vulgo al que había que satisfacer en sus demandas de lo cotidiano. Los desprecios a la prensa se acumulan en la época. Si el arte clásico aspiraba a lo universal y el romántico a lo absoluto, la prensa no aspiraba más que a llenar sus páginas cada día con noticias y a venderlas de cualquier manera.
¿Estamos
ante un mundo "hastiado" que "necesita ser atraído y
sacudido" para salir del aburrimiento? Evidentemente, sí. Ningún mal es tan corrosivo como el hastío,
el tedio, el ennui de los románticos
y simbolistas. El mal del siglo lo
llamaron entonces y se pensaba que era propio de poetas y demás seres
sensibles, dominados por su temperamento melancólico, hundidos por la llegada
del otoño. Hoy se vive en una especie de otoño
climatizado, de aburrimiento crónico, que necesita ser compensado por
sobredosis de entretenimiento, el
gran negocio del siglo. En esta categoría empiezan ya a encuadrarse demasiadas
cosas —el arte, la información, la política...—, que tienen que pasar por el
aro de la espectacularización entretenida para sobrevivir en un mundo
superficial y competitivo por la atención, un mundo que construimos a golpe de pantalla,
página y escenario.
El aburrimiento ha dejado de ser un motivo de especulación filosófica o estética para convertirse en un punto de partida para la organización social, por ejemplo, del consumo. Por eso es el entretenimiento el gran negocio, que es la forma de sacarnos del aburrimiento, de mantenernos interesados en algo. Las parejas se rompen porque se aburren; dejamos los trabajos porque nos aburrimos en ellos.
Los
medios de comunicación parten ya de ese estado de aburrimiento crónico en el
que se encuentran sus audiencias. El "pienso, luego existo" del
racionalismo cartesiano ha sido sustituido por un concepto más visceral, más
empático, en el que me siento vivo en la
medida en que se me excita. Al placer refinado de la estimulación estética
se superpone el estallido de la adrenalina inundando el cuerpo, propio de los
estados de shock. Hay que acercarse a los medios a recibir nuestras dosis
diarias de choque de estimulación creciente. El aburrimiento es una bajada informativa de
azúcar.
La
observación de López Ibor de que esto implica una escalada tiene sus
consecuencias en la información, que queda reducida a una estimulación cuyas
descargas deben ser aumentadas para que tengan efecto sobre quien la recibe. El
cerebro acostumbrado a lo chocante, como al azúcar, la cafeína o la nicotina, regresa en
busca de nuevas emociones. Y hay que dárselas. Lo interesante deja de tener un
interés racional, un intento de comprender, y se convierte en búsqueda de estimulación
para salir del estado de aburrimiento crónico. Las imágenes, los titulares, los
hechos mismos, necesitan ser impactantes.
Las
demandas de interés de los aburridos no son las mismas de lo que no lo están.
Por eso el interés positivo del que desea estar bien informado se aleja de
aquel que solo busca la estimulación chocante. El problema es la disminución de
las personas que mantienen un interés organizado y buscan ampliarlo, que el de
la atomización y dispersión de lo chocante. Es la distancia entre la información
que hace comprender y la que busca hacer sentir, entre lo racional y lo
emocional.
López
Ibor tomaba su consideración de la presencia de lo interesante en el arte de Friedrich Schlegel y su observación que
su predominio suponía "una crisis pasajera del gusto". Quizá considerarlo algo pasajero fue un exceso de optimismo por parte de Schlegel. Es
dudoso que nuestra transformación en sociedades mediáticas lleve a una
ralentización de la escalada de lo chocante. Por el contrario, la saturación
lleva a la necesidad de llamar la atención con mayor efectividad para romper la
monotonía que lo chocante crea por la sobre-estimulación. Al igual que los
excesos en el uso de antibióticos se pagan con una menor eficacia, el abuso de
lo chocante entierra lo que no lo es y abandona rápidamente aquello que hace unos
instantes lo era. Todo deja de ser chocante tras la primera vez. Estamos en el
reino de lo efímero. Nada dura, excepto el aburrimiento.
El
peligro de la entrada de los medios en lo chocante es que conviertan en adictos
a sus destinatarios. Es el peligro de que se valore en ellos su capacidad de sacudirnos y no de informarnos para comprender el mundo mejor, algo que no hacemos, evidentemente, cuando este se nos presenta como el reino de lo excéntrico, de lo inusual, del
más difícil todavía.
López
Ibor, Juan José (1975). El descubrimiento de la intimidad y otros ensayos. Madrid,
Espasa Calpe.
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