Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
"¡Es
que esto es Ciencia!", se defendía angustiada una alumna mía hace unos
años. Lo decía como si no fuera con ella, como si fuera una traición, un engaño, algo que le
habían ocultado cuando se matriculó en la Universidad. ¡Qué desfachatez la mía!
Parece que a algunos les sobraba la Ciencia, que les parece una decisión
personal, algo sobre lo que pueden decidir o de lo que se puede huir. ¡Hay tantos
equívocos sobre esto!
El
diario El País nos trae una entrevista con el físico y divulgador televisivo
británico Brian Cox, presentador del programa El universo humano, que emite La 2 de RTVE. A Cox se le pregunta:
P. ¿Qué lugar tiene la televisión
en la alfabetización científica?
R. Uno central. La ciencia es muy
importante como para no estar en la cultura popular. Y la televisión sigue
siendo su centro de gravedad. Lo más importante como civilización es acumular
conocimientos y educar a los más jóvenes. La ciencia debe estar en el centro de
la escena cultural. La idea y la emoción de la exploración espacial debe estar
ahí, a la par de los deportes, la música, los shows de talento y las noticias
del espectáculo. Debemos presionar a los medios y luchar para que incluyan a la
ciencia en su programación. Cuanta más ciencia haya en la televisión mejor nos
va a ir como sociedad. Cuando yo tenía 11 años vi Cosmos y me influyó profundamente. Carl Sagan me enseñó que la
ciencia es central para la experiencia humana. Es una parte central de la
cultura. Debemos enseñarles a las nuevas generaciones a usar la luz de la razón
para deshacer la oscuridad de la superstición. Por primera vez nuestra
civilización tiene el poder de moldear el futuro del planeta entero. Y eso es
gracias al conocimiento científico.*
No sé
si se le ocurre a Brian Cox algún sistema efectivo para presionar a los medios
para que incluyan la Ciencia en sus programaciones o secciones. Algunos de
nuestros influyentes diarios —y que presumen de ello— han disuelto sus
secciones de "Ciencia" y se limitan a la "tecnología", que
siempre es bueno saber de "gadgets". Si ocurre algo en el campo
científico se reabre o se incluye en "Sociedad", sección en la que
cabe todo, incluso informar sobre Marte, donde no hay mucha vida social.
Como
sociedad hemos dejado de preguntarnos. Es un efecto doble de la división del
trabajo y la especialización, que nos hace eficaces
pero profundamente incultos, primero,
y después de la falta de compromiso de los medios para con el progreso, centrados en los mecanismos de
mercado. La combinación de estas dos cosas hace que aquellos que deberían tener
un conocimiento de los avances de la Ciencia, sientan que no va con ellos, que solo les compete su propia especialidad, que
es por la que les pagan; lo demás es ocio y es libre. Por supuesto , no es solo
cuestión mediática. La educación no fomenta el tipo de conocimiento más
adecuado para estimular el surgimiento de preguntas. Solo se buscan respuestas
ya dadas y las justas. Gran parte de lo que se aprende se aprende mal y se
pierde rápidamente por el camino. No se considera algo que debe formar parte de
nuestras vidas y crecer, sino una etapa que pasar. Así nos va.
La
cultura de mercado, por otro lado —o si se prefiere "el mercado de la
cultura"— hace que no sea el papel de los medios el reclamado por Cox. Él
tuvo la suerte de ser influido por los programas y libros de Carl Sagan, pero eso ya no funciona.
Se cita siempre a Sagan, pero ha habido muchos otros que ayudaron a darnos una
visión explicativa del mundo. Ese "debe" que usa para señalar el
papel que los medios deberían tener en la difusión de la Ciencia depende de otros cuya
voracidad por nuestra atención no tiene límites. Hoy no hay "tiempo para
todo" y nuestro tiempo es la mercancía con la que especulan los propios
medios.
Los científicos
se encuentran preocupados por este desinterés por la Ciencia. Tratan de
promoverla una vez que se han dado cuenta de las dimensiones del problema. La
cuestión es cómo recuperar el terreno perdido, qué lenguajes y medios es
necesario usar. Hay algunos medios que tienen estupendas secciones de ciencia; otros, en cambio, se limitan a dar una muy pobre información de algún acontecimiento al que deben etiquetar de forma sensacionalista para atraer a los lectores. Finalmente están aquellos que, sin pudor alguno, viven de la ignorancia y de promoverla.
Vivimos
en una sociedad que usa nuestros conocimientos, pero que no le preocupa nuestro
estado más allá de sus costes o rentabilidad. Los estudios se centran cada vez
más en especializaciones para evitar la "dispersión" de intereses.
Podemos usar las cosas sin que surjan en nosotros las preguntas reveladoras del
funcionamiento. ¿A quién le importa cómo funciona un teléfono móvil o un mp3? Abrimos
una nevera sin preguntarnos por qué enfría o encendemos un calefactor sin
preguntarnos por qué calienta. Y así sucede con todo. Lo tenemos todo tan a
mano que no hay sorpresa. La pregunta es "¿cuánto cuesta?", no "¿cómo
funciona?" o "¿cuáles son sus principios?". Eso queda para unos pocos, que lo hacen por los demás.
La
muerte de la Ciencia como cuestión interesante
se produce precisamente por la presencia constante de sus resultados en nuestro
entorno inmediato. Sin saber cómo funcionan las cosas, hemos reducido el mundo a magia
sin asombro. Hemos convertido en fetiche sus resultados —la fascinación
tecnológica—, pero hemos abandonado las preguntas sobre los principios básicos
en los que se fundan. Y es ahí donde reside el asombro y el misterio que
despiertan la curiosidad.
La
curiosidad, que es la madre de la Ciencia y del progreso, queda reservada para
lo intranscendente, lo trivial, que aumenta exponencialmente gracias al incremento
de la circulación de información. Los ideales ilustrados, hacer una sociedad
con personas capaces de entender el mundo, de preguntarse por él, quedan
relegados en esta sociedad del espectáculo, como la calificó Guy Debord. Lo dicho de la ciencia vale para el resto de la cultura, que también debe llevarnos a otro tipo de preguntas: ¿por qué somos como somos?"
El
resultado, como bien señala Brian Cox, es que la oscuridad de la superstición
gana posiciones. Hay muchos tipos de supersticiones hoy en día; no pensemos solo
en las tradicionales. Hay muchos tonos de oscuridad. No sé si un mundo más científico será más pacífico y
tolerante, pero sí sé que un mundo que renuncia a preguntarse será más
estúpido, superficial, engreído, rutinario y manipulable.
* “Cuanta
más ciencia haya en la televisión mejor nos va a ir como sociedad” El País 17/01/2015
http://elpais.com/elpais/2015/01/15/ciencia/1421341077_331685.html
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