Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Mada
Masr nos da cuenta del debate mantenido durante la conferencia "MENA. Online.
Literature. Today", celebrada el 17 de enero en El Cairo sobre los libros
electrónicos, uno de los fenómenos más importantes de la industria cultural de
los últimos años. Si Internet se desarrolla mundialmente desde los primeros
años noventa gracias al impulso de la web, es decir de la navegación a través
de los protocolos "http" (HiperText Transfer Protocol), deberán pasar
bastantes años hasta que se "acepté" la idea de un dispositivo
autónomo destinado únicamente a la lectura y que no sea una variante del
ordenador sino una evolución natural,
por decirlo metafóricamente, del libro.
La
prensa entró en el mundo online a mediados de los noventa y todavía sigue
debatiendo lo que llaman el "modelo
de negocio". Pero todo el mundo tiene claro que el proceso es irreversible
después de una década de aprendizaje digital por parte de los públicos. No es
solo el uso de dispositivos de lectura, sino la apertura de contenidos que ha
significado disponer de informaciones instantáneas y diversas de todo el mundo.
El
debate en la conferencia de El Cairo reproduce los producidos en las últimas
dos décadas sobre los mismos miedos editoriales, las reticencias a digitalizar
contenidos, los peligros de la autoedición, los márgenes bajos, etc. Recogen en
Mada Masr:
"Publishers are very apprehensive towards
the e-book thing because they think it doesn't make as much money,” says Sherif
Bakr of Al Arabi Publishing, a
reputable publishing house with more than 40 years in the business. "In
general, we don't like to give content to anybody because that's what we have,
that's our capital — our authors, our books, our content.”
This lack of trust has made it difficult for
e-publishing platforms to crack the market.
“One publisher told me you guys are the devil
and the Internet is a global conspiracy to destroy the publishing industry in
Egypt,” says Ashraf Maklad of Kotobi.com,
an e-publishing and distribution platform that launched in February 2014 and is
steadily growing in popularity, now offering its 130,000 users more than 9,000
titles to download through its app. “This is not a local phenomena — publishers
globally are very paranoid, they're very scared of digital because they have
seen what it’s done to the music industry or the movie industry.”*
Como editor digital desde 1995, al leer el debate de El
Cairo me parece estar escuchando de nuevo las palabras de decenas de debates y
mesas redondas en las que he tenido que participar especialmente en los
"años de la incomprensión", es decir, aquellos en los que había que
explicar ante miradas recelosas de autores, editores, lectores y críticos que
las publicaciones digitales no eran una aberración para acabar de una vez por
todas con la cultura, sino un proceso de transformación y ampliación de la
misma.
La misma generación que pedía en las primaveras árabes
apertura y transformación, que salía a la calle con pancartas de "we want
Internet" y que pintaba en las paredes de las calles los símbolos de
Twitter, Facebook o YouTube, se ha decantado ya por la edición digital como una
forma de acceso a lo que se les negaba entonces y se les comienza a negar de nuevo.
Antes de que la paranoia alcanzara a la música y al cine en
cuanto a la "piratería", el primer miedo eran los "libros".
El primer sector que se sintió amenazado fue el editorial. La razón es
sencilla: internet tenía una velocidad muy baja y lo que se transmitía era
esencialmente información digital. La velocidad ha sido el factor tecnológico
determinante para la percepción de la "amenaza". Primero fueron los
libros y revistas; al aumentar la velocidad, fue la música; y, por último ha
sido la digitalización audiovisual la que se ha sentido amenazada por la
piratería. Si se piensa en la secuencia de digitalización, se verá que es la
misma: publicaciones, CD y DVD (y Blu-Ray, con la más alta velocidad).
El debate que se produce en El Cairo es el de dos
mentalidades, el de dos generaciones, el de dos mundos. Por un lado están los que ven una amenaza
a un sector tradicional, el del libro; por otro están los "jóvenes"
que apuestan por una forma de producir y difundir la cultura que es diferente,
la que está acorde con sus herramientas cotidianas: teléfonos, ordenadores, dispositivos
de lectura, etc.
En los párrafos citados tenemos dos miedos diferentes: el
económico (un cambio de modelo de negocio, en el que hay que buscar
rentabilidad de otra manera) y el de la "amenaza global", la
conspiración en toda regla. En este segundo caso, la paranoia es evidente:
internet es una "conspiración", ¡cómo no! para acabar con las
editoriales egipcias. Los editores digitales son "el diablo" e
Internet su herramienta de destrucción. ¡Un invento del diablo!
Sin embargo, todos esos motivos son histórica y
culturalmente irrelevantes. Están ligados a sectores y personas que se transforman
o perecen porque no se puede controlar mucho tiempo la evolución de los
públicos en un sistema global.
Se han analizado las "primaveras árabes" en
términos de revoluciones digitales,
es decir, globales, analizando el papel de las redes sociales como agente de
cohesión del pensamiento y la acción social. Ver los fenómenos informacionales
(de intercambios de información) desde una perspectiva sectorial o económica
sin entender que en términos sociales significan transformaciones aceleradas,
es quedarse en la superficie de los fenómenos. Las redes globales de
intercambio de información, las nuevas herramientas de producción digital han
acelerado los deseos de libertad, de la misma forma que han intensificado las
amenazas terroristas. La información es la base de la organización, crea
estructuras más sólidas, más vínculos. Esto vale para la Cruz Roja o Amnistía
Internacional y para Al Qaeda o el Estado Islámico y su reclutamiento de
yihadistas por todo el mundo. El fenómeno en sí no tiene un valor específico,
es un acelerador; somos los humanos los que damos sentido a las comunicaciones que nos unen.
Por eso la cuestión de la publicación digital tiene una
dimensión importante desde la perspectiva social. Puede que los teóricos sean
bizantinos o escolásticos en sus discusiones académicas, pero los pragmáticos
del poder y del contrapoder no lo son. Saben perfectamente que la censura es
una forma de control y obstaculización, de la misma forma que romper esas
barreras ayuda a acelerar los procesos.
Señalan en la reseña del encuentro de El Cairo:
Mohammed ElTaher, who works with Lebanese
non-profit Social Media Exchange and
the local Association for Freedom of
Thought and Expression, believes online censorship is already tightening,
but we should take advantage of the Internet as the last frontier of free,
somewhat anonymous expression.
“There are no clear laws for intellectual
copyright online. Many people see this as a drawback, but I think it’s great,”
he says. “In the coming period the Arabic content online will increase.”
Once they overcome self-censorship, authors in
the region still have to contend with the threat of physical incarceration
should their books be deemed blasphemous or offensive.
“There's something called the department of
censoring printed materials. If you search for it online, you’ll come up with
practically nothing,” says AFTE’s Sally Al Haq. “It's just this imaginary thing
in the Ministry of Culture that pops up when a book isn't to the liking of
someone high up, and they can ban a book or put the writer or publisher in prison.”
Although lines are being pushed back in recent
years when addressing what publishers call “the trinity” (sex, politics and
religion), social pressure and threat of state persecution holds back the
potential of regional literature, “creating a disincentive to create truly
great books, that in turn create truly great readers,” says McNabb.*
Este es núcleo social de la cuestión. La tendencia de las
dictaduras es a establecer sistemas "cerrados" limitando la
información circulante a la que se puede controlar. Ese el ideal que siempre es
difícil de sostener y hoy prácticamente imposible. Hay gobiernos que gastan cientos
de millones de euros anualmente para poder convertir sus países en burbujas
aisladas (China, Irán) en la que se puedan controlar las circulaciones de las
informaciones. El propio Egipto de Mubarak consiguió bloquear las
comunicaciones tras el inicio de las revueltas en las calles; fue un apagón total. Egipto había sido
"vaporizado" del mapa; los que estaban dentro no tenían más
informaciones que las que pudieran intercambiar de forma tradicionales. Las
comunicaciones solo las tenía el poder: policía y ejército. A los demás solo
les quedaba mantenerse unidos en Tahrir, no disolverse. Mohamed Morsi tuvo
entre las "grandes preocupaciones" de su efímero reinado, el cómo
conseguir cortar el acceso a YouTube a los egipcios. En YouTube estaba la raíz
del mal y había que extirparlo. Los gobiernos autoritarios tienden a controlar
y recortar la información entrante y a saturar con la propia, llegando a la
saturación. Convierten así sus medios en focos de propaganda y tienden a
extender a los que están dentro del sistema las mismas reglas.
La publicación de libros en ediciones digitales online es
una gran oportunidad de transformación porque permitirá romper la tendencia al
cierre informativo del sistema. La discusión sobre la sociedad digital se hizo
en países en los que la circulación de la información estaba garantizada. Los
debates en los países con restricciones son otros. Pero este debate es más
urgente en aquellos en los que se ha estado siempre a la defensiva respecto a
la cultura entrante desde otros sistemas.
En estos días, que se debate tanto la libertad de expresión
y sus límites, no se puede olvidar que muchos de los que se quejan del
"abuso" practican las más férreas censuras y que gran parte del
problema proviene de las distancias existentes entre un sistema que tiende a
cerrarse y otro que tiende a expandirse.
La solución que los sistemas autoritarios proponen para
evitar los choques es el aislamiento, que les permite reafirmar su poder sobre
las sociedades a la que controlan y tratan de forma paternalista y patriarcal.
Para ello no solo evitan la entrada de lo que llega de fuera (Internet como
conspiración diabólica), sino que eliminan del interior cualquier disidencia,
discrepancia, en términos políticos, y frenan la creatividad, estableciendo
modelos de los que no se puede salir.
Esa "trinidad" señalada —política, sexo y
religión— son tres elementos de control social y de represión social y
personal. La política tiende al autoritarismo y a la dictadura; el sexo a la
represión y a la frustración; y la religión a la intolerancia y el fanatismo.
El mundo árabe padece estas tres limitaciones y las disfraza de virtud y
piedad. Las oscilaciones son entre lo que hemos llamado en ocasiones el
"estado virtuoso" y el "fundamentalismo absolutista" del
Estado islámico, Boko Haram. El primero controla y censura; el segundo,
sencillamente, prohíbe cualquier alternativa al libro único.
Creo —y muchas personas— que la mejor alternativa al
fundamentalismo y al retroceso es la apertura creativa y receptiva a los
problemas. Se trata de conocer y no
de negar; de expresar y no de reprimir.
La excusa del fundamentalismo va a servir para que el estado
virtuoso se haga con el control de la cultura y diga lo que hay que decir,
señale la virtud visible como objetivo. El irritado ciudadano egipcio que
presentaba una denuncia contra la modosa sexóloga islámica que considera la
homosexualidad una enfermedad contagiosa y peligrosa la masturbación, no quiere
que se hable de lo que ofende sus castos oídos y los de la población a la que
hay que proteger. El presidente egipcio ya ha señalado afablemente a los
actores que espera series que "inspiren" para las telenovelas del
próximo Ramadán, según señalaba la prensa hace unos días.
Addressing actor Ahmed El-Sakka
and actress Yousra on Tuesday in front of an audience of police officers at an
early celebration of Police Day, El-Sisi told them, “You will be held
accountable."
He
asked them to "deliver works that inspire people and give them hope, with
moral values and ethics – values that would not be learned except through the
media and drama.
“We
expect this in the next Ramadan television series,” he added.
El-Sakka
stood in response, promising to respond to the call and fulfill it.**
Pero el mundo de la cultura existe más allá de las series de
Ramadán. La cuestión es en qué consiste esa inspiración y si es posible tener
otras. Cuando los gobiernos no solo solicitan inspiración, sino que se dedican a definirla y practicarla, se
producen ciertos fenómenos obvios cuyo alcance es previsible: la agonía de la
creación, la reducción de las libertades y el falseamiento de la realidad. La alternativa al fundamentalismo no puede ser la censura ni la actividad intelectual dirigida.
Una cultura más abierta permite abordar los problemas a
través del análisis creativo, que es el de las personas que nos muestran sus
ideas y sentimientos a través del arte en todas sus dimensiones. Pocos
regímenes tolerarían hoy a Naguib Mahfuz y sin embargo debemos recurrir a él
para comprender los vicios y las virtudes que se reflejan en sus historias. ¿Le
hubiera dicho un presidente que hiciera libros "inspiradores" de
buenos sentimientos y actitudes ciudadanas? ¿Se lo habrían dicho mientras
asistía a la celebración del Día de la Policía? Probablemente, no.
Hoy usan con más eficacia las
redes los integristas que las personas liberales que apuestan por un futuro
abierto. Está claro que el fanatismo posee una energía, por definición, que las
personas dubitativas no tienen. Debería pensarse sobre esto.
La mejor arma contra el radicalismo no es la censura
radical, hoy imposible en un mundo de ondas y redes, de teléfonos y satélites.
El radicalismo surge del cierre de fronteras, físicas y mentales, del
aislacionismo. Lo han fomentado los mismos que decían querer evitarlo, pero que
al final coquetearon de forma suicida con él. El radicalismo se combate
mostrando que el mundo es diverso, que la paz es un valor universal y que los
otros no son enemigos que buscan destruirnos desde el origen de los tiempos.
Una cultura abierta es la mejor arma contra la raíz del fundamentalismo: la
institución de la ignorancia como garantía de la obediencia devota, de la
sumisión orgullosa. El fundamentalismo es lo contrario de la educación; es el
adoctrinamiento.
Frente al libro único y la lectura única, la apertura a los
libros variados y a las lecturas diversas. Es la única receta. El debate de El
Cairo, con libreros y editores de Oriente Medio debería ser algo más que un
debate sobre la rentabilidad del sector. Deberían, como han hecho algunos,
pensar más allá del negocio vendedor y pensar en el dinamismo social, en la
necesidad de avanzar para poder tener sociedades lectoras más amplias y
tolerantes y arrinconar el fanatismo. Lo que necesitan son menos
"salvadores" de cualquier signo y más creadores, pensadores, artistas,
que son quienes nos muestran el mundo desde otras perspectivas. Se necesita polifonía
social, respuestas a las preguntas que están en el aire, debate cultural para salir hacia el futuro y no regresar al pasado, como quiere el fundamentalismo.
En un mundo sin preguntas, las respuestas necesarias quedan sepultadas tras el
velo de lo monocorde y lo monolítico.
* "How
I learned to stop worrying and embrace the Kindle" Mada Masr 21/01/2015
http://www.madamasr.com/sections/culture/how-i-learned-stop-worrying-and-embrace-kindle
**
"Sisi advises Egyptian actors to make films that ‘inspire’" Ahram
Online 20/01/2015 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/2/9/120024/NewsContent/5/159/120783/Arts--Culture/Entertainment/Sisi-advises-Egyptian-actors-to-make-films-that-%E2%80%98i.aspx
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