Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
primer signo de que ocurría algo raro lo dio Marine Le Pen al manifestar su
apoyo a Syriza en la batalla electoral griega. Le Pen ve en Syriza lo que otros
ven y lo dice: un desestabilizador europeo. Si todos dan por supuesto que
Syriza complicará la política europea, a Le Pen le parece bien. A ella le parece
bien, por supuesto, cualquier cosa que debilite a Europa y la desestabilice; es
su gran enemigo, la bestia negra que le sirve para ascender en las encuestas.
Los apoyos a Syriza por parte del Frente Nacional tenían coherencia, desde ese
punto vista, el de Syriza como mal europeo.
Pero es
el segundo signo el que ha acabado de intrigar a los demás: la rápida alianza
de Syriza con la derecha nacionalista griega. De las tres derechas que en estos
momentos tiene Grecia, Tsipras ha elegido pactar con la del medio. Grecia tiene
un partido conservador europeísta, una derecha nacionalista y una ultraderecha
nazi, Amanecer Dorado. La derecha moderada y la ultraderecha nazi son los que
han quedado en segundo y tercer lugar en las elecciones griegas. El partido de
los Griegos Independientes, el que ayudará a Syriza a formar gobierno (ya
tienen las carteras repartidas, según el diario El País) es el que ha quedado
en sexto lugar. Además de los señalados, está un centro liberal, To Potami, "El
río", un partido nuevo. El hundimiento es el del partido socialista, el
PASOK, que se había dividido, con un intento más del Papandreu de turno de
salvar su papel en la historia política griega. Por la izquierda está también
el Partido Comunista, el KKE.
En
término numéricos, el parlamento griego está así: Syriza 149 (99 más 50 de
bonificación), Nueva Democracia 76, Aurora Dorada 17, To Potami 17, KKE 15, Griego
Independientes 13, PASOK 13. Hay más pero no han logrado superar el 3% de votos
para entrar en el parlamento. El PASOK es el que han entrado último, con el
4'68% de los votos. Syriza ha obtenido un 36'34% y Nueva Democracia 28'71%.
Las dos
sorpresas, el apoyo de la ultra derecha francesa y la alianza con la derecha
nacionalista por coincidencia de planteamientos en cuanto a "la deuda y al
diálogo con la Troika", según el diario El País, no son más que
circunstanciales. No es ahí donde radica lo principal, aunque sí lo más
llamativo.
Desde
hace tiempo, existe en España la tendencia a compararnos con el "caso
griego". Cuanto más se observa Grecia, menos nos parecemos. Pero cuando es
el oído el que sustituye a la vista, los parecidos aparecen por todas partes.
Hay demasiado interés en encontrar parecidos y poco sentido común.
La estrategia
de esto ha sido clara y es una mezcla de intereses de lo más llamativo e
interesante. Ayer se dio un hecho histórico en España: el líder del PSOE, Pedro
Sánchez, reconoció que España estaba mejor de lo que estaba aunque, matizó no tan bien como dice el gobierno, cuyos
datos de mejoría estaba dispuesto a asumir. ¡Por fin se ha dado cuenta el
Partido Socialista de que cuanto más insista en la crisis, más dirán que nos
parecemos a Grecia y que cuanto más lo hagan más se hunde su partido! El
momento —y lo decimos sin demasiada ironía— ha sido realmente histórico y
supone un cambio de rumbo.
Hace
una semanas titulamos una entrada de este blog con la pregunta "¿Es usted
griego?". La pregunta, por extraño que parezca, no tiene una respuesta
clara para algunos que, desde el principio de la crisis —en una galaxia muy,
muy lejana—, han jugado la baza griega.
Desde el principio de esta lejana griega se fue asentando entre nosotros
gracias a los sutiles planteamientos unas "vidas paralelas" entre
Grecia y España, que el tiempo se ha encargado de aclarar pero que los cerebros
confundidos necesitan más evidencias.
Remontándonos
en la historia —memoria a mi pesar— de estas cosas que escribimos aquí, lo
hacemos hasta la campaña electoral de Barack Obama. "España y el mal
ejemplo", titulábamos entonces. Nos quejábamos de que cada vez que alguien
decía lo que no quería hacer, ponía el ejemplo de España. Éramos el "mal
ejemplo" mundial, al que todo el mundo recurría para ejemplificar lo que
no querían para su país.
También
François Hollande llegó al Elíseo diciendo que se iba a comer a Europa, meter
en vereda a Merkel y al BCE. Hoy Hollande es el presidente más desprestigiado
de la historia de Francia, Francia está con electroencefalograma plano y la
ultraderecha hace las maletas para entrar en el Palacio presidencial. España
crecerá al tres por ciento. Los titulares de hace unos día eran los elogios a
España en Davos. Ya nos somos el mal ejemplo.
Si
nuestra vida política no fuera tan mezquina y rastrera, los sacrificios de
todos los españoles en estos años serían un motivo de unión. Nada une tanto a
una sociedad como los sacrificios, que es donde se mide la cohesión. Sin embargo
se niega el esfuerzo realizado para ese sacrificio porque muchos han jugado la
baza griega.
Cualquier
comparación con Grecia es un insulto para los griegos, que firmaban nuestra
situación actual con lágrimas de agradecimiento en los ojos. Es la falta de un
discurso unificado respecto a la crisis lo que ha permitido que se juegue la baza griega, que era la más fácil y
demagógica. Solo en una mente retorcida y ausente de sentido de la realidad
puede habitar la idea de que nuestro estado está por debajo de Grecia y que hay
que seguir el mismo camino para recuperarse.
No sé si Syriza tiene sentido en Grecia, sí tengo claro que nos somos
Grecia. Ni deberíamos tener interés en serlo.
Quienes
se han quedado desfasados históricamente son los que siguen repitiendo los
mismos argumentos que hace unos años, los que ignoran que la palabra
"deuda" no significa lo mismo ahora que hace dos o tres años, los que
ignoran lo que significa tener una prima de riesgo en 700 puntos o tenerla por
debajo de 100. La prima de Grecia, a día de ayer, era de 847; en 2014 ha llegado a
estar a 1.041. El 8 de marzo de 2012, la
prima de riego griega llegó a estar a 3.816 puntos.
Me
alegra que Pedro Sánchez se haya dado cuenta de que sus discursos tenían que
cambiar y que corre el riego de seguir el camino griego del PASOK si continúa
en esa dirección. La negación de la crisis llevó al desastre al PSOE; el
"optimismo antropológico" de Rodríguez Zapatero hizo que su propio
partido lo enterrara en vida, conscientes del desastre al que les había
llevado. Basta con ir a la hemeroteca reciente, aunque parece que han pasado
siglos. Luego alguien decidió que había que resucitarle y negar la mayor, con
los consiguientes riesgos para la interpretación de la realidad y su evolución.
La
preocupación es ahora "Podemos". Y el partido socialista se encuentra
ante la tesitura de tener que seguir proclamando unos discursos que engordan a
sus adversarios o tratar de aprovechar la realidad que tiene delante, que le
exige que vayan en otra dirección. Creo que la respuesta está implícita en el
discurso de Pedro Sánchez de ayer en el Foro de ABC-Deloitte.
La
sociedad española ha hecho esfuerzos y sacrificios. Lo que le pide a los
políticos españoles es que también los hagan. Las exigencias se dirigen hacia
el fenómeno que más les preocupa ahora mismo que es la injusticia profunda de
la corrupción. Cuando se piden sacrificios a una sociedad, esta lleva mal que
hay existido privilegiados que se han beneficiado mientras ellos sufrían.
Duelen los oídos al escuchar las cifras que algunos se han embolsado por
pertenecer a la parte de la clase política que no ha tenido escrúpulos en
lucrarse. Eso es lo que no se perdona y se exige una actitud firme. Si el PSOE
y el Partido Popular hubieran manifestado una actitud firme y ¡conjunta, por
favor!, ante la corrupción de sus miembros y protegidos, no habrían provocado
la erosión mutua que hoy les debilita frente a la opinión pública.
La
corrupción es una asignatura doble. Hay que combatirla, por un lado, y por otro
lado hay que denunciarla conjuntamente para evitar que el sistema se deteriore.
No hay un éxito de Grecia. Sus resultados, por el contrario, muestran el
fracaso de una clase política que ha sido incapaz de encontrar soluciones
conjuntas a un problema, gobierno tras gobierno, de un color y de otro. Lo que
queda es un país profundamente inestable, con una alianza forzada anti natura, con partidos más radicalizados, unos racistas y
xenófobos, otros antieuropeístas, etc. Un panorama desolador para afrontar su
terrible crisis. ¡Ojalá les vaya bien!, porque como fracasen, la desolación será
inmediata y los efectos de radicalización imprevisibles. ¿Qué baza les quedará
entonces, qué esperanza?
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