Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La Vanguardia nos da cuenta de las investigaciones
realizadas por el profesor Fernando Jiménez, de la Universidad de Murcia.
Durante dos décadas, nos dice, Jiménez se ha dedicado a leerse los sumarios
abiertos por corrupción para conocer la mente de los corruptos a través de las
transcripciones de las conversaciones*. Al profesor Jiménez le interesaba esa
peculiar forma de ser de las personas a través de sus propias manifestaciones,
captadas por las escuchas de la policía y destinadas a la obtención de pruebas.
Son confesiones en su salsa, palabras
dichas para el lucimiento ante los compinches o para bajar las defensas de los
que se resisten. Son sus propias palabras. "Eso de ser alcalde me la suda.
Yo lo que quiero es mangonear por detrás"*, decía, por ejemplo, un elocuente
concejal de Orihuela a un empresario. ¿El motivo estrella en España?: la construcción, el
ladrillo envenenado. El "motor" de la economía española ha contaminado bastante el medio ambiente.
El arte
—el cine, la novela— nos han dado interesantes retratos de la corrupción pues
es caso lo suficientemente presente en las sociedades modernas y especialmente
en las democráticas como para haber despertado el interés de los creadores. También
la Historia ha tratado de darnos frecuentemente cuenta de la corrupción,
mostrando los grados a los que se pudo llegar en reinos e imperios. El historiador
Jacob Burckhardt nos describía, en su primera gran obra, Del paganismo al cristianismo. La época de Constantino el Grande
(1853), la peculiar caída del emperador Heliogábalo:
El gobierno de Heliogábalo (218-222), a pesar
de toda la repugnancia que inspira y la enajenación que delata, no carece de
interés para la historia del dominio romano; esa disolución increíble, esa
pompa asiática idolátrica, esa vida insensata a la luz del día, constituye una
reacción formal contra el militarismo consciente de Septimio Severo. El hecho
de que Heliogábalo rompiera con todas las formas romanas, introdujera en el
senado a su madre y a su abuela, repartiera los cargos más altos entre
bailarines, corredores y barberos y vendiera numerosos empleos, no hubiera
ocasionado su caída; ni siquiera el abandono en que tuvo a la capital se le
hubiera tomado tan a pecho; lo que le perdió fue el sentimiento de vergüenza
que despertó entre los soldados, que coincidió con una conjura de su familia a
favor de Alejandro. Los soldados sabían que este último estaba amenazado, y
obligaron al tembloroso Heliogábalo a que limpiara su corte; nada le pasa
mientras expulsa al senado de la ciudad, cosa que honra a éste y nos indica que
no se componía de puros "esclavos con toga" como pretendía
Heliogábalo. Por fin, la guardia acaba con él y proclama a Alejandro Severo. (13)**
La
descripción de Burckhardt nos muestra que se puede llegar a grandes extremos en
el pisoteo institucional, pero que tu caída se produzca finalmente porque has pisado el
pie equivocado. Aunque Heliogábalo metiera en el senado a la familia, nombrara
ineptos y vendiera cargos y empleos, la gente se amoldaba, convivía —¡qué
remedio!— con la corrupción. Los beneficiados por ella se encargaban de
defenderla o disculparla.
El extravagante Heliogábalo |
Hay
países en los que se vive, como dice el tópico, un clima de corrupción, que
abarca —como Don Juan— desde las casas más humildes hasta los palacios. En
ellos se puede ahorrar en escuchas porque la corrupción se reparte por la
escala social sin ningún tipo de pudor: cualquier cosa que quieras o necesites,
tienes que pasar por las manos sucias que deciden o no en tu favor. Hasta existen clasificaciones internacionales
de la corrupción para que los empresarios estén avisados del grado existente en
cada país. Intentar montar un negocio en algunos países puede llegar a ser una
aventura peligrosa.
Si no,
que se lo pregunten —retóricamente hablando— al empresario inglés asesinado por
la esposa de uno de los líderes chinos más importantes, caso que se ha juzgado allí en
estos días. El escandaloso suceso, para todo el mundo menos para los silenciados
medios chinos, nos desvela una trama específica y un clima de corrupción, como
nos señala el corresponsal de ABC:
[...] distintas informaciones periodísticas
han revelado que Neil Heywood estaba ayudando a Gu Kailai y a su marido a
evadir cientos de millones de dólares de China para blanquear la fortuna que
habían amasado gracias a la corrupción reinante en el Partido Comunista. Al
parecer, Heywood quería sacar más tajada y ése fue el móvil del crimen, pero el
régimen oculta los motivos para no airear la podredumbre que lo corroe hasta la
médula.***
Heywood
no fue a hacer negocios; fue a hacer "negocios sucios", directamente.
El caso no servirá para limpiar la corrupción reinante; solo apara ajustes de
cuentas y redistribuciones de los beneficios, que ahora serán administrados por
otras tramas que quedaban al margen de los beneficios anteriores. El sistema se
reajusta.
Hace diez meses comentamos la noticia de las exposiciones de retratos de corruptos en China a cargo de in grupo de artistas [ver entrada]. Los pintaban a todos del mismo color, el color morado de los billetes, mostrando así lo que les unía: su ambición y codicia.
No hay
país que se escape, claro, de la corrupción. Pero lo realmente importante es el
grado de aceptación social, ya que es determinante de la extensión. Lo importante
realmente es cómo vive la sociedad esa forma de actuar, si se enfrenta a ella y
se indigna o, por el contrario, considera que se trata de estar del lado de los
beneficiados y no de los parias que quedan fuera.
Lo que
Fernando Jiménez ha tratado de descubrir en la lectura atenta de las escuchas
de casos de corrupción españoles es la forma de actuación, su propia
justificación, los argumentos que usa para vencer las resistencias e inducir a
los demás al silencio, la connivencia o a la participación activa. Se señala en
La Vanguardia:
Las principales conclusiones sobre los
pensamientos que pueblan la mente del corrupto, que Jiménez incluyó en un
artículo publicado en la revista Letras
Libres con el también politólogo Vicente Carbona, pueden resumirse en los
que serían cinco mandamientos. Estos son: "No te va a pasar nada; serías
tonto si no aprovechas la oportunidad; reparte los beneficios lo más posible;
no dejes de hacer lo que pide el pueblo, como por ejemplo las obras; alimenta
tu máquina del poder a través de los recursos ilegales para financiar las
campañas, esto te permitirá mantener o incluso ampliar tu esfera de influencia
para hacer negocios.
No sé
si la corrupción es una patología, pero sí que necesita de cierta
sistematicidad y estrategia que los "cinco mandamientos" señalados nos
revelan. Los dos primeros son formas de autoafirmación e inciden en la seguridad
en sí mismo (¡puedes!) y en la capacidad para vencer retos, desafíos
(¡atrévete!). Son mecanismos que dejan al margen los escrúpulos personales y,
sobre todo, la inseguridad, el miedo a lo delictivo.
Los
otros tres mandamientos, en cambio, forman dos estrategias diferentes, que
podemos llamar "sociales." La primera de ellas (tercer y cuarto
mandamientos) buscan el respaldo social mediante el cálculo de las pérdidas que
puede suponer a otros que tú no estés ahí. El corrupto es generoso para que los
demás pierdan si él desaparece. No solo se garantiza el silencio, el mirar
hacia otro lado, sino que ese lado al que se mira es el propio bolsillo. La
mejor defensa del corrupto no es la que hace él mismo, sino la que hacen los
demás, los favorecidos por la corrupción. Si quieres seguir beneficiándote, nos
dice esta línea estratégica, da a los demás lo que esperan conseguir. Es la
parte realmente destructiva de la corrupción porque pervierte moralmente a la
sociedad mucho más allá de la ganancia económica o de otro tipo. Parte de una
concepción absolutamente negativa de la condición humana (todo son ladrones
potenciales) y social (la sociedad es el reino de los ladrones maquillados). Es
el semillero de la corrupción futura.
La última
línea es la que marca la extensión del campo de acción. Se nos habla de la
corrupción vinculada a la política, pero podría ser de otra manera. El quinto
mandamiento es el de la aceptación institucional, el de la promoción y el
prestigio: los que ven que haces ganar dinero, te llamarán para que les hagas
ganar a ellos. Los corruptos ascienden porque amplían el chiringuito con nuevos socios para negocios más osados. Siempre
habrá gente que quiera que estés ahí, pues les harás ganar más dinero.
De esta
forma, los políticos corruptos van ascendiendo y se rodean de personas afines.
En unos casos, la rama política es la principal y se conecta con la
empresarial; en otro ocurre al contrario y es la trama empresarial la que
contacta y sitúa sus peones en el interior de partidos, instituciones y en la
Administración. Cada peón situado es una oportunidad, una puerta que se abrirá
cuando sea necesario.
La
indignación que los casos de corrupción causan es un buen síntoma. Que salgan a
la luz es bueno para todos. La presencia en los tribunales de medio mundo de
presidentes y ex presidentes, de ministros, políticos, etc. es una señal de que
muchas sociedades no quieren ese tipo de prácticas, algo que no es tan evidente
como algunos piensan y la historia nos muestra.
No sé
si la corrupción es una psicopatología, pero seguro que sí es una enfermedad
social de la que hay que librarse.
*
"En la mente del corrupto" La
Vanguardia 12/08/2012
http://www.lavanguardia.com/politica/20120812/54336780658/mente-corrupto.html
** Jacob
Burckhardt (1982 1ª r): Del paganismo al cristianismo. La época de Constantino
el Grande. Fondo de Cultura Económica, Madrid. [1853]
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