Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Lloret
de Mar vuelve otro verano a las primeras páginas de los periódicos [ver entrada]. La trampa del turismo degradado, cuyo nivel te exige la clientela —el
que paga manda— se vuelve bronca en época
de crisis. Todo el mundo desea turismo elegante, educado y con el bolsillo
lleno, pero luego te llega lo que te llega y hacen de ti lo que esperan que
seas: el lugar en el que hacer lo que les apetece, sexo, drogas y alcohol. El
verano es para divertirse y el verano es España.
Fue a
principios de los años ochenta y lo he recordado siempre; una de esas frases
que se te quedan grabadas y vuelven de vez en cuando, como banda sonora en situaciones como esta:
—Nunca
le perdonaré a Franco habernos convertido en el chiringuito de Europa.
La
persona que me lo dijo lo hizo con tristeza y rabia. Año tras año, verano tras
verano, realizaba la misma rutina: acompañar a los alemanes de su familia
política a tomarse su gin tonic y
bailar al ritmo de la orquesta de turno. Para los venidos de fuera, España era la playa
por la mañana y la terraza con música por la noche, la ocasión de recuperarse
un poco del duro trabajo del oscuro norte. Las cosas hoy han empeorado bastante y ya
no es culpa de Franco sino de una clase empresarial ciega y de una clase política
necia, incapaz de crear una línea nacional, un futuro deseado y deseable más
allá del chiringuito, siempre dejándose arrastrar por las circunstancias y
llevándonos a todos detrás. La especulación inmobiliaria de los ochenta y
noventa dejó en mantillas a la de los sesenta. Benidorm quedó como un paraíso urbanístico en comparación con las monstruosidades playeras posteriores con las bendiciones
autonómicas preceptivas. De la dictadura al pelotazo;
de los alcaldes del Movimiento, a los alcaldes de la movida. Del Spain is different se pasó a la "marca España", pero no varió mucho el programa: que vengan. Y, en tiempos duros, que vengan como sea y a lo que sea.
La amenaza
de la ciudad de Lloret de Mar de declarar "persona non grata" a los
máximos responsables del reality del
canal alemán privado ProSieben —a ese esperpéntico "Don Francis"—, en el
que cuatro chicos y otras tantas chicas se encierran en un chalet de Lloret para
demostrarnos que donde nacieron Kant y Goethe también pueden nacer animales de
bellota, nos imaginamos que nos les intimidará demasiado. Incluso les hará gracia, aunque nos jugamos las propinas. Da igual que la
audiencia alemana —nos dicen como consolación— haya decaído, harta de ver
ordinarieces sobre suelo hispano a cargo de sus hijos menos aplicados. We love Lloret, se llama la joya
audiovisual, en donde "love" no es más que un eufemismo. Lloret es Lloret, el Lloret que ellos aman, el del exceso, el estereotipo del
peor turismo posible, el que te reduce a espacio servil, la
consecuencia lógica de una deriva que ahora quieren remediar. Preso en su
propia trampa, Lloret se debate entre el turismo monstruoso que ha creado por
permitirlo durante años, y su imagen mediática perversa, su orgullo herido por
un programa tan hortera y chabacano que hasta se parece a otros que se han hecho aquí
con gran éxito de público.
Tras enviar la semana pasada una carta al
canal privado ProSieben, responsable del programa, este jueves el ayuntamiento
ha amenazado con "emprender las acciones legales pertinentes a fin de
penalizar los daños que la emisión de este programa ha ocasionado a nuestro
destino".*
No
saben los del ayuntamiento de Lloret lo acertados que han estado al
escoger el término "destino" para referirse a ellos mismos, pues en
efecto es de su "destino" —en el sentido de "lo inevitable",
de lo que "está escrito"— de
lo que están hablando. Que un pueblo hable de sí mismo como de un
"destino" nos muestra hasta qué punto se ven tan solo como un espacio receptor, un lugar en el que los
clientes de pago ejercen su derecho de pernada y vómito. ¿Persona non grata? Otro gesto inútil de los inútiles, un brindis al sol, brindis torero: ¡ Va por usté, mein Herr!
Me
imagino que a la mayoría de los alemanes les dará vergüenza ajena ver a sus vástagos
desmelenados y más tiempo tumbados que de pie en esa "Villa Finca
Fiesta", tal como han llamado al lugar, con promesa de dos semanas de
desmadre. A los de Lloret, en cambio, lo que les da vergüenza es ser el escenario
del descontrol, el "destino turístico" convertido en pesadilla de marca, en el que se
proclama el reinado de la ordinariez adinerada de ocho niñatos que hacen de
este rincón mediterráneo de Europa —de ese sur de vagos de piel morena, de camisa abierta, de
PIIGS— el lugar en el que exhibir su maneras zafias y horteras. Una forma
infame de usar el espacio Schengen, la libre circulación de animales de corral por el territorio europeo.
Las noticias
que nos dan, en paralelo, es que, mientras aquí nos llegan en busca de sexo,
drogas y alcohol, ha crecido en un 11% el número de "trabajadores
españoles disponibles" que han marchado hacia Alemania. Cada uno busca lo
que no tiene en casa: ellos el desmadre, nosotros el trabajo. Nos dice el
diario El Mundo:
En total, de acuerdo con la estadística del organismo elaborada con
cifras del pasado mayo, cotizan como trabajadores en Alemania un total de
46.026 españoles, 4.753 más que un año atrás.
Siguen a los españoles los trabajadores griegos, con un incremento del
9,8% y un total de 117.744 ciudadanos de esa nacionalidad empleados en
Alemania.
En términos absolutos, el mayor colectivo entre ese grupo de cuatro
países lo forman los italianos, con 232.772 personas y un incremento interanual
del 4,2%, mientras que el número de portugueses subió un 5,9%, hasta situarse
en 55.560.
De acuerdo con esas estadística, el total de trabajadores de esos
cuatro países se sitúa en 452.102, lo que representa un aumento global del 6,5%
respecto a mayo de 2011.
Dentro del cómputo de población laboralmente
activa de Alemania, integrada por 34,09 millones de personas, los trabajadores
de estos cuatro países representan un 1,3%.**
La
salida de nuestros trabajadores más cualificados —si no los alemanes no los
querrían— es un auténtico suicidio nacional, la consumación de un "destino"
fatal que dirían los del ayuntamiento de Lloret de Mar. No van solo a Alemania;
se van a Francia, a Inglaterra, defraudados por una generación que no ha sabido
defender un futuro posible para ellos. Nos lo hemos buscado a pulso.
No es
de extrañar el suspenso generalizado a toda la clase política, cuya propuesta
final —¡y quieren que se les aplauda!—es el asalto a supermercados de un alcalde
y diputado autonómico. Es el reconocimiento de nuestra incapacidad para crear
un tipo de economía distinto al que hemos creado, en parte, sí, por las
exigencias europeas, que nos han dirigido en una
dirección predominante y subordinada, el chiringuito de Europa, el retiro de
jubilados, el lugar fácil de la cana al aire. Pero no hay excusa para nosotros.
No es
cierto que la locomotora alemana esté en marcha, como dicen algunos. Al
contrario, su economía se ralentiza: el importar trabajadores es una forma de abaratar costes y ser más competitivos. La
recomendación de bajar los sueldos en España, con el paro que tenemos, es
mandarlos directamente a Alemania, o a cualquier otro lugar, con unas pretensiones
económicas muy bajas, mínimas, agradeciendo como grandes sueldos los propios de los "minijobs" que ya
Angela Merkel nos recomendaba hace unos meses. España, Italia... están jugando
el mismo papel que jugó en los noventa la mano de obra bien preparada de la
Europa del Este, con los mismos beneficiarios siempre, los países más industrializados. Solo nos queda esperar a que sean ricos para que vengan a gastárselo en Lloret, en tantos lugares que creamos para su esparcimiento. Se lo merecen, trabajan duro todo el año. Seamos el reposo del guerrero europeo.
Sí, han
causado irritación las recomendaciones del BCE de que se bajen más los sueldos
en España, con un 24% de paro y un 52% entre los jóvenes. El BCE hace política alemana porque es un modelo de banco
alemán, diseñado para satisfacer las exigencias del marco alemán para entrar en
el euro. No se creará aquí empleo, se reducirá el consumo y saldrá más y mejor
personal cualificado para Alemania, que no tendrá así que deslocalizar sus
fábricas, sino importar los ingenieros, licenciados y doctores españoles que
hartos de servir mesas a turistas, de limpiar vómitos de madrugada, en Lloret,
en Marbella, en Ibiza, en tantos otros lugares..., hará sus maletas huyendo de su cruel destino turístico. Heute beginnt die Party.
Cuando crees que controlas el turismo, el turismo te controla a ti. Quien paga manda. Habrá que ir a trabajar a Alemania para venir después a España de vacaciones.
*
"Un 'reality' alemán alimenta los tópicos de sexo fácil y alcohol barato
de Lloret de Mar" La Vanguardia 9/08/2012
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/08/09/barcelona/1344531961.html
Me ha encantado la definición de Schengen como "la libre circulación de animales de corral por el territorio europeo", cierta en muchos casos de travase de gente del norte al sur, sobre todo en época estival...
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