Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Deliberadamente,
a plena conciencia, con total seguridad..., eludimos hasta el momento la que
lleva camino de ser la noticia más importante del año en el plano nacional y
ahora internacional. Hemos hablado de rescates, de monedas, de crisis
internacionales, de revoluciones, de masacres, incluso hemos sacado a la luz
pequeños acontecimientos por su significación, más que por su transcendencia...
Pero, lo temíamos, cuando la Gran Corriente de la Historia se pone en marcha es
como la cinta transportadora de un aeropuerto canalizando las maletas; al final,
todas las miradas están en esa cinta pasarela de la actualidad, bajo la atenta
mirada de toda la Humanidad. ¡Vaya por dios!
Creía
que lo que comenzó en España no era más que el efecto secundario del comienzo
de la liga, llevada este año hasta la mitad de la nada que es el mes de agosto
para hacer cosquillas al libertino aburrido que yace bajo las olas de calor,
expuesto a los rayos solares y al roce de las medusas como único estímulo, en
un mundo mecido por políticos en manga corta y con un progresivo —no
progresista— moreno que les iguala a todos en su epidermis constitucional.
Pensé,
sinceramente, que hay cosas que —con lo que ocurre en el mundo— luchan
desesperadamente, con garras y dientes, por hacerse con un hueco en las páginas
de papel o virtuales, por ganar unos segundos de atención en radios y
televisiones. Creí, de verdad, que en el mundo darwinista de la información los
acontecimientos importantes se convierten en depredadores, eliminando la
estupidez de la vida a través de los filtros selectivos del sentido común de la
redacciones periodísticas. Pensaba que en la pesca diaria de la noticia, los
pescadores devolverían al mar del olvido los ejemplares de noticia que no
dieran la talla para el consumo.
Pero me
equivoqué.
Poco
podía imaginar que en mitad de nuestra crisis económica, en el acelerón final
de la campaña electoral norteamericana y en el arranque de la Liga, con las
Pussy Riot desafiando a Putin pidiendo más condena, con Assange cantando saetas
desde un balcón londinense..., con un mundo efervescente, intenso y post-olímpico, en marcha,
la noticia que nos iba a llevar a los titulares de medio mundo es la del "Ecce
Homo".
Las caras aparecidas en Bélmez |
Poco
podía imaginar que España, la tierra de pintores por antonomasia —el lugar
donde nacieron Velázquez y Goya, Picasso y Dalí, Tapies y Sorolla..., tantos y
tantos que cogieron sus pinceles para retratar cardenales y príncipes, playas y
montañas, fusilamientos y otras facetas de la vida cotidiana— ocuparía las
portadas de los medios serios de todo el globo terráqueo para atender la pifia de
una octogenaria piadosa que dejó al Cristo hecho una "cara de Bélmez".
Las antiguas
ancianitas piadosas iban a la iglesia de su pueblo todos los días, con su bolso
colgado del brazo, comulgaban y se iban a casa a consolar enfermos y a rezar
rosarios. Estaban controladas. Esta nueva "tercera edad" española, en
cambio, rejuvenecida por los viajes del IMSERSO, los bailes de salón en el
ayuntamiento y el aeróbic mañanero en las playas levantinas, ocupadas en
talleres para navegar por internet o de "plástica", comienza a reclamar
su protagonismo. Ya no quieren ser como "Doña Rogelia", sino como
Gertrude Stein. Y hacen bien. Qué quieren que les diga, me cae bien. El cura estaba muy ocupado y a ella le sobraba tiempo; la parroquía no tenía recursos y a ella le sobraba el talento. Esta emprendedora tardía debe ser canalizada. Es la única persona con buena intención que vemos en mucho tiempo.
Los hay
por esos mundos crueles que se lo han tomado por lo simbólico y ven en la "restauración"
el "rescate" de la deteriorada economía española; otros han tomado
nota para sus irónicos discursos cuando nacionalicen alguna otra empresa
española. Ya tienen el chiste hecho. ¡Malevos!
En
clave nacional, la oposición lo ve como fruto de los recortes en materia de
Cultura; otros se negarán a que se invierta dinero público en las iglesias para
restauraciones y acusarán de clericalismo al gobierno si invierte un euro en
reparar el desastre pictórico de la obra maestra que España y el mundo
ignoraban hasta que la anciana simpática apuntó con sus pinceles cargados.
Para
ellos, España siempre será España. Lo
descubrieron cuando venían en el siglo XIX a vernos tocar la guitarra por las
esquinas de pueblos blancos con gentes de negro y no admiten otra, que les parecerá siempre falsificada, fuera de
lugar; como un mono vestido de astronauta y enviado al espacio. No es el país del futuro, sino el
país del "mañana, mañana". ¡Qué se le va hacer! ¡El tópico pesa mucho!
Pero
nosotros, ¡qué caramba! debemos reaccionar como hemos aprendido y hacer
camisetas y postales, paneles en los aeropuertos y sustituir el ya gastado
logotipo de la "marca España" por el rostro desencajado, doloroso del
Ecce Homo espontáneo, popular, adelantado a su tiempo, que hemos dado al mundo.
Hagan la prueba y verán.
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