Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Si uno no estuviera ya "indignado", no tardaría poco en indignarse escuchando algunas de las cosas que se dicen. La última barbaridad (cuando lea esto ya habrá algunas más) es que los incidentes de Barcelona dañan la "imagen de España" y que afecta a los “inversores” y a la calificación de la deuda española.
Esta barbaridad —dicha hace algunos minutos en una cadena de televisión— refleja el grado de estupidez al que estamos sometidos desde hace algún tiempo, la forma de entender la política, y la ceguera para tantas otras cosas.
Lo que daña la “imagen” de España no son estos incidentes —tampoco la benefician—. Lo que le daña realmente son cinco millones de parados y un gobierno incapaz de resolver problemas; lo que hace daño es el crecimiento improductivo e injustificado de las administraciones; también daña la ausencia de políticas que hayan impedido el endeudamiento excesivo e incluso lo han fomentado por un erróneo sentido del consumo; lo que perjudica su imagen es lo que ha ocurrido hace unos días con el Tribunal Constitucional, por ejemplo. En fin, todos esos elementos que han llevado a mucha gente a manifestar su disconformidad.
Desde hace tiempo se está utilizando un argumento perverso para la vida política española: la "imagen". Hay personas que conciben la política como el arte de aparentar que todo va bien vaya como vaya porque eso, dicen, tranquiliza a los mercados. Confieso que ya no sé qué es eso de los “mercados”, pero debe ser algo terrible y obsesivo porque están todo el día pensando en ello.
Creo que un país cuyas instituciones hacen lo que tienen que hacer y se ocupan de los problemas de los ciudadanos; un país en el que la sanidad, la justicia y la educación funcionan —y eso implica que tengas una cama en la que tenderte cuando estás enfermo y que no te corten lo que no deben; que no te mueras antes de que se vea tu caso en los tribunales y los delincuentes no se escapen; y que la gente sepa reconocer la calidad de un poema, explicar una ley de la naturaleza y que se le entienda al hablar—; en el que los trenes y aviones salgan a su hora y en su día; en el que tengas un empleo que te permita vivir en una casa que puedas pagar; y en el que no te despiertas preocupado por el porvenir de tus hijos…, sí, creo que en un país en el que ocurren estas cosas los inversores, los mercados, los ángeles y arcángeles, los jubilados alemanes, los padres europeos que envían a sus hijos de Erasmus, los jóvenes inmigrantes que intentan encontrar un trabajo aquí, incluso las agencias de rating,…, y muchos más, pueden confiar. Un país así suele tener buena imagen.
El argumento de que no se deben hacer ciertas cosas porque generan “desconfianza” o mala “imagen” (eso que llaman indecentemente la “marca España”) no depende ni si quiera de ti, como acaba de demostrarse con el “caso de los pepinos” en Alemania. En este caso, nosotros nos hemos visto perjudicados económicamente, pero los que han salido perjudicados en su credibilidad o "imagen" han sido los alemanes que han demostrado perfectamente que: a) tienen políticos irresponsables; b) su coordinación institucional no funciona como debe; c) los chinos tienen unos laboratorios tan buenos o mejores que los suyos para secuenciar el ADN de una bacteria; d) aunque tengan buenos científicos, sus políticos no les hacen caso; e) los políticos alemanes son incapaces de reconocer una metedura de pata hasta que les llega a la cintura; y f) por tomar productos cultivados en tu propio país —¡a saber cómo los cultivan por ahí!— también puedes enfermar.
El argumento de la “imagen” para silenciar protestas y, lo que es peor, para responsabilizar de la caída de la deuda española es tan ruin que descalifica a quienes lo ponen encima de una mesa. Es el argumento de los banqueros y empresarios al Presidente del gobierno en su visita (de "imagen") a la Moncloa. La imagen de España la dañan los ineficaces, los metepatas, los políticos que hacen lo que no deben y no hacen lo que deben. Y sobre todo la "imagen de España" la dañan los que no tienen más argumento que la preocupación por la "imagen de España".
La preocupación por la “imagen” supone la aceptación de un mecanismo perverso en sí mismo con el que se quiere responsabilizar a los que no tienen más responsabilidad que la de sus propios disparates. Cada uno que aguante su vela.
Exijamos a los responsables que se dejen de cuidar tanto la “imagen” y que se ocupen de la realidad. Nos traerá más cuenta a todos.
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