viernes, 17 de junio de 2011

El Orden Público y las cosas de la política


Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Felip Puig, Consejero de Interior de Cataluña

Me temo que el hecho de que el candidato a la presidencia del partido del gobierno sea Ministro del Interior va a tener consecuencias. Ya las tiene. Empeñados en la labor de desgaste del candidato, la oposición presionará sobre este aspecto y él se encuentra entre la espada y la pared, tratando de escoger la actitud más adecuada en términos de cumplimiento de sus obligaciones y cumplimiento de sus objetivos.
Ser un ministro “duro” solo es justificable si la violencia se desborda y él deba aparecer como la persona “firme” que se necesita para que no se tienda al caos. Por el contrario, si la protesta se mantiene dentro de unos niveles lógicos, será estratégicamente más interesante mostrarse como una persona “dialogante” y abierta y tratar de mostrar a la oposición como unos energúmenos desfasados que son incapaces de encajar las críticas.
La política tiene estas cosas.
Lo malo es que se puede comenzar a presionar sobre cuestiones de orden público y que en algún momento se produzcan los incidentes que nadie quiere. Los primeros interesados en desmarcarse de la violencia han sido los “indignados”, que no quieren verse atrapados entre la violencia de unos y el rechazo de otros. La gente no quiere violencia; prefiere presión y denuncia. El movimiento de indignados sabe que solo tiene sentido si cuenta con respaldo social. Y este no se consigue con la violencia de Barcelona ni de cualquier otro sitio.
Ayer todas las quejas fueron para los violentos. Los políticos fueron una piña en la condena del exceso de los manifestantes más violentos, de los que traspasaron la línea de la protesta y llegaron a la agresión y al acoso callejero. Pero, conforme pasen las horas, la responsabilidad —no por lo que se hizo, que es de los violentos— por lo que no se hizo se comenzará a exigir al responsable. Rápidamente, el Consejero de Interior se ha anticipado a reconocer sus “fallos” y a ponderar sus “logros”, que según él fueron “blindar la cámara” y “asegurar el pleno”.* 

Uno de los diputas, rociado con pintura, llega finalmente al Parlament
 
Las declaraciones del Consejero Puig no son nunca nada tranquilizadoras. Tiene formas extrañas de limpiar las plazas y de asegurar los plenos. Evidentemente, el Consejero tiene una forma muy particular de considerar el “orden público”, que es lo que ocurre en las calles y no lo que ocurra dentro del Parlamento. El hecho cierto es que, como él mismo asume, no se atendió a los parlamentarios hasta que estaban dentro. Pero si tenemos en cuenta que el calvario fue para llegar hasta allí, la estrategia del Consejero parece (y fue) más bien ridícula e inoperante. Y si no que se lo pregunten a los parlamentarios que tuvieron que atravesar por sus propios medios y riesgos los grupos que les acosaban. Por el contrario, la imagen de tranquilidad con la que el Consejero Puig se movía por la zona, impecablemente trajeado y sin una arruga, hará en los próximos días preguntarse a sus parlamentarios si una estrategia que consiste en asegurar el Parlamento sin asegurar a los parlamentarios es la más adecuada. A lo mejor prefiere un puesto para la restauración de edificios monumentales antes que para la protección de personas. Quizá las críticas de sus colegas por las actuaciones anteriores le han hecho más conservador. [ver entrada] No le auguro mucho tiempo en el cargo. Pero como él cree que el mundo se va a acabar en unos días, tampoco le debe importar demasiado.
No hay excusa alguna porque los acontecimientos estaban avisados y los acampados allí desde el día anterior. Las críticas —incluso las que él mismo se hace— al Consejero Puig no deben entenderse como justificación alguna de nada de lo ocurrido allí, que es grave por el salto que supone. Los primeros en darse cuenta son los propios participantes. Por eso muchos lo han condenado y se han desmarcado de este tipo de actuaciones.
Pero insisto en la idea expuesta ya en varias ocasiones: el sentimiento de indignación tiene que dar el salto a la acción positiva. No es una alternativa política —no es un partido—; es una alternativa a las conciencias, por lo tanto debe ser ejemplar éticamente. Se mueve en el terreno de la crítica y la denuncia, pero también debe mostrar que esa crítica y denuncias son capaces de canalizarse más allá de la calle. En la calle se protesta, pero no se resuelven los problemas.


* "Puig acusa a grupúsculos del 15-M de actuar como 'guerrilla urbana'" http://politica.elpais.com/politica/2011/06/16/actualidad/1308228331_734907.html


El Consejero Puig llega al Parlament

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