Joaquín Mª Aguirre (UCM)
“Llamadme Ismael”. Así comenzó Herman Melville su obra maestra Moby Dick. Y así ha comenzado Alfredo Pérez Rubalcaba la precampaña electoral más larga y presumiblemente aburrida de la historia. Iniciamos una campaña en la que, a falta de ideas, estaremos sobrados de reinvenciones. “Me habéis conocido como ‘Rubalcaba’”, nos ha dicho a todos, “ahora quiero ser Alfredo”. Guiado por una sencillez cercana a la de los monarcas, el candidato sin rival se nos muestra en su desnudez afectiva. El hombre que ya se desprendió del “Pérez”, lo hace ahora del “Rubalcaba” y renace de las cenizas del fiasco electoral reinventándose ante los ojos atónitos de unos y esperanzados de otros que, por fin, tras toda una vida política pueden empezar a conocerle. Alfredo, el “hijo del viento”, el político más veloz de la historia, según la etiqueta acuñada por el presidente del gobierno, que después de tantos años hablando bien de él ya no sabía qué más decir, ha iniciado un recorrido nacional en el que a falta de votos de afiliados espera recoger aplausos que dignifiquen y corroboren la decisión acertada de los barones del partido.
Uno ya no sabe si lo que necesita este país es un Balzac o un Moliere, un Galdós o un Muñoz Seca, un Velázquez o un Mingote. Ahora que han convertido la política en profesión de alto riesgo por la ingestión continuada de pepinos para tranquilizar a los consumidores, Alfredo —simplemente Alfredo— se lanza a intentar superar a la carrera las distancias que le separan de sus rivales. Después de haber dejado literalmente paralizada a Carme Chacón en la línea de salida, ha iniciado una exitosa gira que se verá trufada de logros. Todo lo que ocurra en los próximos meses se lo deberemos al ministro Rubalcaba y al candidato Alfredo, una entidad bifacial, auténtica aportación de la política española al universo.
Uno de los males que nos aquejan es este ambiente permanente que hace que se piense siempre en términos de electores y no en problemas, en mítines y no en debates, cuando la más sencilla norma dice que al político que hace las cosas bien, la gente tiende a votarle. La respuesta al movimiento general de indignación, está claro, es más de lo mismo, por lo que no se debe esperar mucho más. No dan más de sí.Y lo pagamos todos. Llevamos mucho tiempo viendo salir los mismos conejos de las mismas chisteras.
La renovación de los partidos políticos es una urgencia necesaria para ellos y para todos. Cuando las clases políticas se convierten en castas, ha llegado el momento del movimiento interno de renovación. Ahora se les hace más necesario que nunca sus congresos y abrir debates. Pero quienes tienen que hacerlo —acaban de negarse esa posibilidad— son los menos interesados. Una de las grandezas que la política permite es la de saber cuándo se le ha acabado el fuelle a una generación o a un grupo. Los socialistas ya lo hicieron en su momento y está generación desplazó a la anterior para cambiar un partido anticuado y refundarlo. Lo que comenzó hace tres semanas como una petición de “refundación” de los partidos, pasó después a un "congreso extraordinario" y ha quedado en promesa de “conferencia” que se resolverá finalmente en una foto en los peldaños de La Moncloa. La sociedad española, los ciudadanos se merecen algo más. En España, el país de los 30.000 coches oficiales*, siguen pensando que la política es cosa suya.Tremendo error.
En un año, a este paso, veo a Alfredo acampado en la Puerta del Sol con una pancarta que diga “Sin ideas / Sin Ministerio / Sin futuro” y cantando acompañándose de una guitarra:
If you'll be my bodyguard
I can be your long lost pal
I can call you Betty
And Betty when you call me
You can call me Al
Call me Al
(Paul Simon, You can call me Al)
* “¿Hacen falta tantos coches oficiales en España” Telecinco 25/05/2010 http://www.telecinco.es/informativos/nacional/noticia/100020563/coches+oficiales+autoridades+estado+recortes+deficit+gobierno+seguridad
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