Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Milagros Pérez Oliva, la Defensora del Lector del diario El País, trata de abrir un debate necesario y urgente en los medios*. Ha confrontado el periodismo con la imagen del periodismo que surge desde el “Movimiento 15-M”, en concreto desde el Observatorio de Medios de la Asamblea Popular de Arganzuela. Esta urgencia proviene del preocupante desprestigio que se desprende de las críticas realizadas: "Si seguís empeñados en un periodismo donde la información objetiva y veraz esté supeditada a la línea editorial, crearéis un golem que terminará por devoraros. […] En nombre de las personas que os leen, de las personas que pagaron vuestras carreras de periodismo, de las personas que confían en vuestra imparcialidad, recuperad vuestra profesionalidad como periodistas”.
Para intentar aclararlo ha pedido opinión a tres personas que considera de referencia, como son Joaquín Estefanía, Lluís Basset y Daniel Innerarity. «Es urgente redefinir qué es buen periodismo y señalar aquellas prácticas periodísticas que contribuyen al descrédito general de los medios», escribe Pérez Oliva. Se preocupa la Defensora del Lector —permítasenos la ironía— de que se tenga que crear una nueva figura: el Defensor del Periodista.
La cuestión es importante y delicada por la posición que la información juega en nuestras sociedades. Puede que las observaciones que los tres preguntados sean más o menos pertinentes, pero soslayan todos que el origen del problema y de las críticas no está en una sociedad sin mediadores, como señalan, sino en una sociedad con malos mediadores. Al igual que ocurre con los políticos —las críticas son paralelas—, la argumentación general gira sobre el incumplimiento de sus funciones. Establecer debates sobre la esencia de la mediación sin cuestionarse que el origen está en la pérdida de la “adecuación” y del sentido de la mediación no lleva a ningún lado.
Los responsables de los medios saben desde hace mucho tiempo que tienen dos problemas paralelos: la pérdida de lectores y la pérdida de prestigio. El primer problema lo han enfocado de un modo y ha preocupado a muchos; el segundo, lo han enfocado de otro y ha preocupado a muchos menos. ¿Están ambos problemas relacionados? Sí y no.
El cambio tecnológico y mediático ha sido brusco y generacional. Hace apenas quince años que aparecieron en España los primeros diarios digitales a regañadientes. El problema no ha sido solo el retroceso del papel y el avance de lo digital. Era el otro “papel” el que se estaba abandonando. Es de ese otro “papel”, de la función periodística, del que están hablando desde el Observatorio.
El llamamiento se dirige a los “profesionales”, no a los medios. Se dirige a las personas, no a las empresas informativas. Lo que están haciendo no es atacar al Periodismo, sino defender a los periodistas, pidiéndoles que asuman su conciencia como eje de su profesión y renuncien a ser “golem”, estatuas sin alma.
Desde el movimiento se ha distinguido entre unas empresas periodísticas que tienen unos intereses específicos, económicos y políticos, y unos profesionales que fueron llevados hasta el Periodismo por un original sentido de servicio a sus comunidades. Lo que están haciendo es reivindicar las raíces del Periodismo.
Debemos distinguir entre los medios, las empresas mediáticas, los periodistas y el Periodismo. Ellos se dirigen a los periodistas, los que llegaron al Periodismo como vocación primero y a las empresas después. Les piden que sirvan a su vocación y no a los intereses de los que están detrás de los medios.
No es un problema general de mediación, como algunos de los consultados quieren ver. Es un problema de conciencias y de pérdida de la confianza. No hay un rechazo del Periodismo, sino una defensa de su función social, de su papel esencial en las democracias. La acusación a los políticos de “no nos representan” tiene su paralelo periodístico en “no nos informan” en el sentido de ruptura del pacto básico, del “contrato social informativo”. No se niega ni la política ni el periodismo; se niegan a los políticos y periodistas que se alejan de la gente y su realidad.
En este sentido, sería más sensato sumar estas críticas, con todos los matices nuevos que se quiera, a la autocrítica que muchos profesionales llevan tiempo haciendo de la propia profesión, sumarlas a la pérdida de la autoestima periodística por los condicionamientos y presiones, por los vínculos económicos y políticos, que alejan al periodista de su impulso natural a decir a la gente lo que necesita saber y no lo que a otros les interesa que se sepa.
El golem de la leyenda judía llevaba escrita en la frente la palabra "EMET", 'verdad'. Creado para defender el gueto de Praga, pronto creció tanto que empezó a causar daño a la gente que debía proteger. Cuando el rabino le borró la primera letra quedó "MET", 'muerte'. El uso del término "golem" por parte del Observatorio no es irrelevante; trata de reflejar esa idea de inversión, de la protección al daño.
Creo que no debe verse todo esto como un ataque al Periodismo, sino como una defensa apasionada de su función social esencial. Lo que están haciendo es reivindicar su papel y pidiendo a los profesionales que lo asuman y se sacudan los yugos que convierten la información en “infotainment”, las ruedas de prensa sin preguntas, la supeditación política o económica, el publirreportaje camuflado, etc.
Aunque no lo parezca, están defendiendo el Periodismo.
Chapó! Esa es exactamente la intención de la carta, incluida la interpretación atinada de la metáfora del Golem que tan bien has expuesto.
ResponderEliminarAbrazos asamblearios.
¡Gracias! Me alegra saber que no me he desviado de vuestra intención a interpretarlo. Un saludo para todos. JMA
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