Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Una nueva batalla campal en El Cairo. Hablan de 1.000 heridos entre manifestantes, inicialmente familiares de los muertos durante la revolución, y la policía.
Las críticas arrecian a un gabinete que ha empezado a desinflarse en sus apoyos y al que cada uno critica desde sus diferentes posiciones. Se repiten también aquí —como en Libia, Siria y Yemen— las teorías conspiratorias tras los hechos conflictivos. Para unos se trata de los intentos de desestabilizar el proceso de transición por parte de los restos del aparato del partido de Mubarak, que están terminando de ser desmantelados; para otros, en cambio, los incidentes se producen por la incapacidad gubernamental de desmontar los aparatos de seguridad del estado de Mubarak.
El martes pasado se disolvieron por resolución judicial los consejos municipales del Partido Nacional Democrático, el creado por Hosni Mubarak como sostén de su régimen, y sus miembros podrían haberse infiltrado entre los manifestantes que protestaban ante la lentitud del enjuiciamiento de responsables de muertes durante la revolución. Hubo una primera manifestación de familiares en la que se produjeron detenciones. Fueron estas detenciones las que acabaron dirigiendo a los manifestantes hacia el Ministerio del Interior y la posterior batalla campal con más de 1.000 heridos. La facilidad con la que las protestas acaban en batallas está empezando a preocupar, sobre todo porque las explicaciones son siempre poco convincentes y conspiratorias.
Lo único que ha quedado claro es la crítica unánime de los diferentes grupos políticos que han señalado la ineficacia gubernamental y la dureza policial. Es perfectamente posible que existan intentos de desestabilizar el proceso que cuenten con la incapacidad gubernamental para controlar las situaciones y las herramientas. Es en este último punto en el que se están centrando las críticas. Sea por las causas que fuere, el hecho es que es la policía del régimen de Mubarak la que sigue manejando el orden público, la misma que tuvo sus enfrentamientos con los manifestantes que sacaron adelante la revolución y la misma que desapareció para favorecer el caos cuando esa era la estrategia del dictador. Indudablemente, si hay alguien interesado en que el movimiento hacia la democracia de Egipto fracase es una parte de sus fuerzas de seguridad, es decir, todos los implicados en la represión que pueden ser llevados a los tribunales cuando se termine con las cúpulas del gobierno. La depuración política egipcia es un proceso de arriba abajo y muy condicionado porque de momento está excluido el estamento militar que es quien gobierna el proceso de transición.
El problema es un problema ya clásico en los procesos post revolucionarios en los que un régimen ha estado sostenido por la represión policial y, sin embargo, no pueden ser desmantelados los aparatos de represión en su totalidad para garantizar el orden público. Por eso hay voces que reclaman que las elecciones se hagan ya, para poder desmantelar cuanto antes los viejos aparatos de seguridad del Estado. Esto, a su vez, generará más desorden, como ya se está viendo desde hace tiempo. Ya sea porque actúan por exceso o porque se ausenten cuando hay conflictos, como los ocurridos entre cristianos coptos y salafistas, son ellos los que regulan los acontecimientos.
De nuevo conflicto en las proximidades de la Plaza Tahrir |
Ya lo hemos comentado en ocasiones anteriores. Mubarak era el máximo responsable de lo que ocurría, pero la responsabilidad se iba repartiendo, en diferentes proporciones, hasta llegar al simple policía que se hacía con la exclusiva del monumento que visitabas y actuaba como guía para los extranjeros. Hay dictaduras brutales y represivas que se instalan profundamente en el tejido social creando sus nichos de poder e intereses en barrios, instituciones pequeñas, etc. Es la corrupción de lo cotidiano. Esa es más difícil de llevar ante un banquillo y sigue siendo efectiva durante mucho tiempo. Es la que sobrevive a los grandes juicios políticos y se transforma adaptándose a las nuevas situaciones tratando de no perder su poder efectivo. Un ejemplo muy claro lo tenemos en lo ocurrido en algunos de los países del Este de Europa tras la caída de los dictadores, en donde las mafias han tomado el control real de las situaciones convirtiéndose en un auténtico poder oficioso que acaba formando nuevos lazos con el poder oficial colocando sus hombres en los lugares adecuados.
A las críticas generales de los políticos de todos los ámbitos a la actuación policial, se han sumado la del experto del Centro de Estudios Políticos y Estratégicos Al-haram, Waheed Abdel Meguid, quien ha señalado la necesidad de la elecciones para que surja un gobierno con la autoridad suficiente como para abordar las reformas necesarias. Meguid ha señalado:
“The existing apparatus can only handle things either by beating people up or withdrawing completely. This means that the apparatus is not valid and should be revamped.”*
Esta siendo urgente llegar a las elecciones de septiembre en un clima que permita profundizar en las reformas necesarias con el ritmo adecuado para intentar sacar adelante al nuevo Egipto y su revolución. Parece ser que puede haber más obstáculos de los pensados. Una campaña política enrarecida permanentemente por conflictos de este tipo puede complicar las cosas.
* “Political leaders and analyst condemn police response to protest” Al-Masry Al-Youm 29/06/2011 http://www.almasryalyoum.com/en/node/472824
Viñeta de Doaa Eladl: "Participe y vote" en noviembre de 2010 |
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