Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los polacos acaban de lograr un compromiso de sus autoridades para aumentar la inversión en cultura.* Han reunido cien mil firmas exigiéndolo. Creo que es un buen ejemplo del tipo de acciones que es necesario y útil hacer para variar el rumbo de lo que no nos gusta. La recuperación del pulso de la vida social por parte de la ciudadanía tiene que pasar por el aumento de las iniciativas populares, de los foros para conseguir la atención sobre las carencias y desvíos de las autoridades nacionales e internacionales. Gracias a la iniciativa de personalidades de primera fila, como la poeta Wislawa Szymborska, premio Nobel de Literatura, o al compositor y director de orquesta Krzysztof Penderecki, Polonia podrá recuperar el peso de la cultura en su vida social. Hay que intentarlo para conseguirlo.
Wislawa Szymborska recibiendo el premio Nobel en 1996 |
El problema de la pérdida de calidad de la cultura en nuestras sociedades viene, en gran medida, determinado por dos factores: la conversión de la cultura en espectáculo y la perversión de la educación, convertida en un proceso de diseño instrumental y no en uno formativo integral para la persona. Hemos creado una pseudocultura de audiencias, diferente a la “cultura de masas”, que todavía tenía alguna justificación teórica por algunos intelectuales. La cultura de audiencias es puro comercialismo; cualquier bazofia se autojustifica si obtiene los niveles de rentabilidad suficiente en función de su inversión. El efecto es un círculo vicioso en el que la basura que se suministra arruina el gusto de los receptores convirtiéndoles en embrutecidos y acríticos consumidores de cualquier cosa que se le dé. La basura produce basura. El único objetivo, en suma, es la obtención de beneficios y para eso vale cualquier cosa que funcione en ese nivel económico. No hacen falta ya coartadas estéticas ni morales.
El segundo factor es el deterioro de la educación, vista nada más que como una formación destinada a la faceta productiva laboral. Ya no formamos personas. Hablamos de nuestros países como si fueran gigantescas empresas a las que solo contemplamos como “productividad”, como organismos en competencia con otros organismos. A nadie le importa cómo seas por dentro, tu grado de madurez o formación cultural; solo interesa la dimensión rentable de tu trabajo y se valora única y exclusivamente eso. Corrijo: también se valora la “presencia”.
Esto es un tremendo drama que está produciendo unas sociedades embrutecidas, que renuncian indiferentes a lo mejor de la cultura. Siempre se contesta esto mostrando las colas de los museos, pero esas colas son precisamente el argumento que lo confirma: la reducción de lo cultural a un espectáculo, programado y convertido en fenómeno económico. A lo que se ha renunciado es a la dimensión personal de la cultura. Lo que no existe es un modelo, un ideal de ciudadano culto; solo de “consumidores de cultura” en la medida en que esta se transforme en producto.
En nuestro país debería comenzar a existir un movimiento de este tipo, “Ciudadanos por la cultura” se ha llamado en Polonia, que fuera más allá de los actos municipales y se preocupara por la introducción real de la cultura como un proceso de maduración en la vida personal que permite construir una vida social más rica. Deberían empezar a organizarse lecturas de poemas, de filosofía, etc. en parques y plazas. Las escuelas están demasiado ocupadas para hacerlo.
Hemos pasado de los cantantes que en los años 70 cantaban a los “poetas andaluces de ahora” o a Machado, Alberti, Miguel Hernández, a Rosalía de Castro o a tantos otros con la intención de llevar a la gente la poesía con su música, a los “Chiki-chikis” y los Torrentes como gracias nacionales de las que exhibimos orgullosos sus cifras de ventas y taquilla.
Lo más grave es que la resistencia ante la bazofia cultural solo se logra teniendo un sistema educativo fuerte y lo hemos desarmado de recursos, sobre todo morales, al primar en nuestra educación elementos que no tienen nada que ver con nuestra maduración intelectual, sino con nuestro más que hipotético futuro laboral. Además de tener cinco millones de parados, a muchos no les queda ni el consuelo de acercarse a un buen libro.
Decía nuestro poeta León Felipe: “En mi casa duerme el hombre en la misma cama que el poeta y los dos comen con la misma cuchara”** (113), en el Libro IV de Ganarás la Luz. Creo que es un buen ideal para una sociedad vivir al ritmo de una buena música o tener unos versos en mente. Pero la cuchara con la que nos alimentan hoy es de plástico y la sopa boba.
* “Las firmas de miles de polacos fuerzan al gobierno a invertir más en cultura” El Mundo 3/06/2011 http://www.elmundo.es/elmundo/2011/06/03/cultura/1307111312.html
** León Felipe (1980): Obra poética escogida. Espasa Calpe, Madrid.
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