Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Están por encima del bien y del mal porque para ellas solo existen el beneficio o las pérdidas. No se guían por el sentido común, sino por los vacíos legales. La refinería italiana Saras ha vendido gasolina a la Libia de Gadafi*. Mientras Berlusconi, el reticente, aceptaba ahora enviar aviones a Libia, las empresas italianas siguen suministrando un material básico para la guerra: la gasolina. Gracias a Saras el conflicto durará un poco más, habrá unas cuantas muertes más. Pero eso no es cosa suya. Los suyo es vender y tienen una lista donde les dicen a quiénes no pueden vender. Miran la lista y ya está. El mundo es simple. Tú pides, yo te doy. ¿Libia, ocurre algo en Libia?
La empresa libia compradora es una empresa controlada por Hanibal, uno de los hijos de Gadafi, pero eso no es novedad. ¡Qué gran familia! ¡Qué emprendedores todos! Su pueblo debería tomar ejemplo de ellos. Cumplidores, hombres de palabra, laboriosos…
También nos enteramos hoy de que el coronel está mandando a los menores de las escuelas al frente**. Tienen una asignatura, normal en los países democráticos, de instrucción bélica. Suponemos que con libros en los que se cuentan las gloriosas hazañas del dictador más amado del mundo y así los jóvenes sienten del deseo de emulación del líder glorioso. ¿Hay mejor ejemplo? Quizá tengan la suerte de servir bajo el mando de otro de los hijos de Gadafi en la Brigada 32, el cuerpo de elite.
La inmoralidad de Gadafi es patente. Su pueblo es un instrumento más para perpetuarse en el poder, que no es más que la base de operaciones de una familia que se ha enriquecido con las especulaciones permanentes sobre cualquier bien o moneda que circulara por Libia [ver entrada].
La de Saras también lo es. La empresa italiana que ha vendido gasolina a Gadafi sabía a quién se la vendía. Es imposible vender un barco cargado de gasolina sin saberlo. Pero no se trata de a quién se lo vendes, sino de cómo burlar las normativas y conseguir el objetivo final: vender. Desde esta perspectiva absolutamente inmoral no existe más que la regla de la venta: busca el mejor precio, elimina los obstáculos. Satisfechos, se felicitarán porque han conseguido llegar a un buen cliente. Sus ejecutivos de ventas estarán felices con sus primas y bonificaciones y unos los mirarán con admiración y otros con envidia. ¡Qué buen negocio! Mientras el ministro Frattini cerraba negocios futuros con los rebeldes libios hace unos días***, las empresas los cierran con el dictador. ¡Ah, Italia, qué equitativa!
Entre la legalidad —el vacío legal— y la moralidad no hay una línea fina; existe una franja inmensa trazada por los principios, cuando se tienen. La inmoralidad del tramposo Gadafi, que sigue bombardeando Misrata, sembrando de minas el país y utilizando nuestras bombas de racimo, es manifiesta y no hace cada día sino confirmarla. La de la empresa italiana, su socio energético, es una manifestación más de que la ética se ha desplazado de nuestras prioridades. Vender a un dictador es malo; vender a un dictador en plena guerra es criminal. Lo ponga en la lista o no.
* “Exclusiva: Libia importa gasolina de refinería Italia: fuentes” Reuters 26/04/2011 http://lta.reuters.com/article/worldNews/idLTASIE73P0JH20110426
** “Gadafi envía a adolescentes al frente” El País 26/04/2011 http://www.elpais.com/articulo/internacional/Gadafi/envia/adolescentes/frente/elpepuint/20110427elpepiint_13/Tes
*** “Italia defiende los intereses que tenía con el régimen de Gadafi” La Voz de Asturias 20/04/2011 http://www.lavozdeasturias.es/mundo/italia-fi-ende-intereses-regimen-gada-fi_0_466153465.html
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