Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En una entrada anterior del blog [ver entrada] ya advertíamos de que era posible que se produjera una radicalización del escenario político europeo. Lo comentamos al hilo del ascenso del partido de Le Pen en Francia y ahora vemos cómo se confirma con el fuerte ascenso de Auténticos Finlandeses, el partido de la ultraderecha finlandesa. En la medida en que se genera frustración e indignación, es más sencillo hacer programas que atraigan a la frustración e indignación del electorado, con las diferencias de grado que se quiera entre ambos polos.
La anti-idea que canalizó el voto francés es la inmigración. En Finlandia ha sido la negativa al rescate financiero de otros países de la comunidad. En un caso es un cierre de las fronteras, en el otro se trata de la lucha dentro de las fronteras. El elemento negativo —aquello que se niega— puede estar dentro o fuera; las anti-ideas siempre encuentran algún aspecto frente al que tomar existencia. En ocasiones, los encuentran dentro y fuera.
La ausencia de una política verdadera de relaciones y encuentro cultural y la concepción de los inmigrantes como una mano de obra barata que se puede reclamar y de la que se puede prescindir en función de los intereses propios, es una de las manifestaciones más deleznables de la globalización entendida en términos exclusivamente económicos. La utilización política del fomento de los conflictos interculturales es uno de los mayores errores que estamos cometiendo en la medida en que abre unas fisuras importantes en unos momentos en los que el mundo todo se hace próximo.
La segunda anti-idea, el conflicto intrafronterizo, se enfrenta al europeísmo. El problema tiene la misma raíz negativa, aunque de mayor complejidad, ya que afecta a la cohesión interna de la unión. De nuevo es la reducción de la Unión Europea a lo económico la que produce la anti-idea, en este caso, el anti-europeísmo, basándose en la negativa al rescate de países como Portugal. Los islandeses se han negado hace poco a financiar los desmanes de sus bancos. Los efectos son, sobre todo, exteriores, ya que afecta al pago de las deudas contraídas con Inglaterra y Holanda. Islandia está en proceso de negociación de su ingreso y esto abre una fisura con los países deudores. Ambos países han declarado que sentarán a Islandia en el banquillo por el impago de la deuda. Más conflicto y una nueva zona de fricción que será utilizada como ejemplo para el “calentamiento” europeo.
Emigrantes retenidos en Ventimiglia |
Europa tiene que enfrentarse permanentemente a sus fantasmas antieuropeos constantemente renovados por la propia ineficacia comunitaria y porque los europeos no ven en ella más que aspectos económicos. No se nos ha enseñado a otra cosa. Y si los beneficios se convierten en pérdidas, la solidaridad de la idea de Europa se debilita y se viene abajo. Los europeos no estamos preparados para aceptar una Europa de esfuerzos porque no ha sido la solidaridad la que nos ha hecho unirnos. Los ciudadanos ven cada vez más lejanas las instituciones centrales, cuyo sentido no acaban de entender. Los políticos nacionales son los que controlan el flujo sentimental de indignación o de entusiasmo en función de su interés para la política local, como podemos ver ahora en el caso de Italia en la gestión del problema de la inmigración en Lampedusa. El problema acaba derivando en la parada francesa de los trenes que llegan desde Italia en la frontera de Ventimiglia. Es la contestación de Francia a la emisión de permisos de desplazamiento provisionales por la Unión al no recibir ayuda europea a la llegada de inmigrantes. Francia y Alemania se indignan ante la actitud de Italia, que a su vez se indigna con la del resto de Europa. Más fricciones.
Los bajos porcentajes de participación en las elecciones europeas contrastan con el peso que están teniendo las cuestiones continentales negativas en las elecciones nacionales. Sin pudor alguno, los políticos nacionales juegan la baza del anti europeísmo cuando es necesario para sus intereses. A los políticos en el poder se les ataca desde la oposición acusándoles de gestionar mal las relaciones con la Unión, cosa que puede ser cierta en muchos casos, pero que se traduce finalmente en la sensación, por parte del ciudadano, que Europa es un enemigo. Eso tiene un coste a medio y largo plazo. El partido más castigado en Finlandia es el centrista en el poder. El voto moderado se ha desplazado hacia el más radical y antieuropeo.
Si Europa es algo, no puede ser un conglomerado de intereses económicos, sino un conjunto de principios de cohesión más que de identidad. Es más importante estar de acuerdo en las cosas que “nacer” con ellas. Las identidades que se basan en principios esencialistas no son buenas porque, además de ser falsas, son excluyentes, radicales y un foco de atracción permanente de anti-ideas. El europeísmo está sirviendo para fortalecer a la contra las identidades nacionalistas; justo lo contrario de para lo que nació. Esto es un peligro.
No se trata de mitificar una Europa inexistente, como si se tratara de una romántica Edad Media a lo Walter Scott; tampoco de convertirla en una empresa de tamaño continental llevada por contables, gerentes, burócratas y orientada por los lobbies. Tenemos que empezar a dar sentido a nuestro proyecto europeo porque algunos lo están llenando de anti-ideas con las que se hará muy difícil la convivencia y las actuaciones conjuntas. Cuanto más ineficaz sea Europa, más será utilizada como blanco de las anti-ideas. Y lo están poniendo cada vez más fácil.
Timo Soini, el líder de Auténticos Finlandeses |
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ResponderEliminarGenial artículo, es bueno que haya personas interesadas en informar sin obtener nada a cambio. Si todos difundimos lo que conocemos puede que algún día consigamos la sociedad que deseamos.