Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Además de las gafas de visión nocturna y otros elementos [ver entrada], hemos vendido a Gadafi bombas de racimo, según ha revelado The New York Times* y ha reproducido la prensa española e internacional. Nuestra excusa es que lo hicimos antes de que estuvieran prohibidas, pero las bombas matan igual con prohibición que sin ella. No se cuestiona la legalidad, sino la moralidad de las acciones. Pero eso no está de moda.
Me sentí asqueado al saber que le habíamos vendido las gafas y componentes para las aeronaves y que Gadafi lo usaba contra su propio pueblo. Me siento peor ahora que sé qué otro material se le vendió. Con las bombas de racimo ya no queda la puerta de que el material vendido pueda tener doble uso. Con las bombas no hay más que un uso y solo se difiere en a quién se lo aplicas. Ahora ya sabemos a quién; ahora podemos ponerle cara a las personas que disfrutan de la tecnología española. Ahora podemos ver sus impactos en los muros, en los heridos y muertos de la sitiada ciudad de Misrata.
Desgraciadamente, es el momento de arrepentirse de exportar, eso con lo que soñamos tanto. El negocio de las armas está muy complicado y para competir con los grandes hay que dedicarse a lo que los grandes no quieren producir y vendérselo a quienes no se lo quieren vender. Pero luego ocurre lo que ocurre. Te prometen que es para prevenirse del terrorismo, que ellos son el bastión para que Occidente se sienta tranquilo y descanse y luego van y te dejan en evidencia.
Vender armas a los dictadores es siempre una operación moral, no económica. Fabricar armas no es fabricar tractores. Nuestros expertos economistas nos hablan de los “huecos del mercado”. ¿Qué necesita la gente? ¿Qué necesitan los dictadores? Hay armas tan perversas, tan crueles, que hasta los que las fabrican deciden no hacerlo. Durante años se habla de ello y finalmente se dejan de producir. Pero con la excusa de la legalidad, esas armas se siguen fabricando y vendiendo aunque estén condenadas por las instituciones. Vender bombas de racimo, condenadas por la comunidad internacional, antes de que se prohíban es, lo que diríamos, dar salida al stock. Quítatelas de encima antes que las prohíban. Los demás compran barato.
Cuando las tecnologías militares avanzan hacia la precisión que trata de evitar las grandes masacres civiles, existen otras armas baratas, burdas, cuya finalidad es la simple destrucción indiscriminada, borrar del mapa todo lo que exista en su radio de acción. Eso es lo que hemos fabricado y vendido, armas burdas y brutales. Sabemos que los que usan esas armas no pueden tener nunca causa alguna para su uso más que la destrucción y el terror.
Nuestros titulares de prensa se apresuran a decir que era legal fabricarlas y venderlas. Pero la pregunta es ¿era sensato? Hemos vendido y seguimos vendiendo armamento a países con dictadores y semidictadores al frente. Cuando se le venden armas a una dictadura, no se venden al país; se le venden al dictador. La excusa de la legalidad es un indicador de la indiferencia, la amoralidad y la estupidez. Tampoco el que otros lo hagan. Nos preocupamos mucho por la energía nuclear, pero quizá debiéramos también hacerlo por otras industrias que intentan ser más discretas. Pero lo nuclear nos preocupa porque lo tenemos cerca; las bombas las mandamos lejos. Nuestro progresismo queda en evidencia. Se trata de vender y nada más.
Las excusas de que todos han vendido armas a Gadafi no nos valen. Es doblemente inmoral y estúpida. Somos responsables de lo que hacemos y así debemos asumirlo. Lo demás es tranquilizar las conciencias de los que las tienen.
Mientras, nuestra ministra de Asuntos Exteriores aseguraba que España no va a contribuir a las nuevas peticiones de la OTAN más que con lo pactado inicialmente. Hay que saber diferenciar el gasto de los ingresos.
* "Qaddafi Troops Fire Cluster Bombs Into Civilian Areas" The New York Times 15/04/2011
http://www.nytimes.com/2011/04/16/world/africa/16libya.html?_r=1&hp
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