sábado, 9 de abril de 2011

El “espacio Schengen”, trasladando los problemas de sitio

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Nos dicen que los más adinerados de las ciudades egipcias se atrincheraban en urbanizaciones protegidas para mantener alejado al pueblo al que mantenían en la pobreza. Las barreras materiales y la seguridad les permitían vivir tranquilos, ajenos al espectáculo y peligros de la pobreza. Al príncipe Buda también le aislaron en su palacio para evitarle ver el sufrimiento del mundo.
El “Espacio Schengen” es como se denomina al espacio que los europeos hemos establecido para crear un perímetro fronterizo conjunto frente al “exterior” y que aplicamos también a  algunos molestos inquilinos a los que se les ha dado un trato intermedio, están en Europa, pero no se les deja circular libremente por el interior de la Unión Europea. Tenemos pobres “exteriores” e “interiores”. Los pobres interiores se desplazan por la Unión hasta que llegan a algún país que los repatría hasta su origen y vuelta a empezar. Algunas veces, los pones en la frontera del país que los ha dejado pasar traspasándote a ti el problema. Les devolvemos la pelota.
El drama de las huidas de la muerte o del hambre al que estamos asistiendo estos días nos muestra nuestra inoperancia, por un lado, pero también mucho sobre nuestra indiferencia ante lo que está ocurriendo. “La tolerancia es buena”, escribió el malogrado Christopher Lasch, “pero es solo el comienzo de la democracia, no su meta. En nuestra época, la indiferencia es una amenaza más grave para la democracia que la intolerancia o la superstición. Hemos desarrollado una habilidad excesiva para buscar excusas”* (81-82). Y tenía razón.
Nuestra capacidad para buscar excusas se muestra infinita. Solo suprimiendo la indiferencia es posible resolver los problemas reales porque es la raíz. Quizá quien mejor lo supo ver en este siglo fue Albert Camus. ¿Qué es El extranjero sino la demostración, llevada al absurdo existencial, de la indiferencia? La indiferencia es la incapacidad de movilizarnos ante lo que el mundo nos ofrece como provocación. Levantamos muros para ocultar nuestra molesta indiferencia a los otros y también para ocultárnosla a nosotros mismos. No nos gusta que los demás piensen de nosotros que somos indiferentes. Por eso preferimos no ver y nos irritamos con los que nos obligan a mirar.
En el terreno psíquico, la indiferencia es una enfermedad, una patología que suprime la capacidad empática de sufrir por y con los demás. En el terreno social, es la instauración del egoísmo como motor de la acción. Nuestra atención se moviliza solo hacia aquellos aspectos que nos afectan directamente. El egoísmo se ha camuflado bajo fórmulas muy distintas, desde el “bien propio” del homo economicus dieciochesco, hasta el gen egoísta de Dawkins. El egoísmo se explica solo, nos dicen, por lo que solo se plantea un problema teórico con el altruismo. Desgraciadamente, no hemos encontrado todavía una explicación plausible sobre por qué la gente se olvida de sí misma y se dedica a hacer algo por los demás. Cuando alguien lo hace, nuestra cultura del recelo, supone motivos ocultos o patológicos, y así se salva el motor social. Sin embargo, el espectáculo de la indiferencia se ve compensado muchas veces por el de aquellos que, dejando en evidencia a la teoría egoísta, se saltan el muro de la indiferencia y se ponen del lado en que hacen más falta y no en el que se está más cómodo.


Kristalina Georgieva, la Comisaria europea de Cooperación Internacional, Ayuda Humanitaria y Respuesta a las Crisis, ha sido entrevistada por Euronews para el programa “I Talk”**. Cuando un espectador italiano le pregunta por qué no se ha recibido antes la ayuda europea en la crisis de Lampedusa, la Comisaria señala que la respuesta comunitaria está siendo la que debe: pagar los billetes de vuelta en barco o en avión a los que llegan a Italia. Todos estaban pensando en términos de “ayuda” para Italia y no de ayuda para los que han conseguido llegar vivos a la isla de Lampedusa. Hace unos días se hundió una barca con cuarenta tunecinos en el estrecho de Sicilia**. Solo se salvaron cinco. No ha sido la única tragedia. Algunos de los que logran llegar a diario exhiben carteles: "Gracias, Lampedusa", "Gracias por la acogida". Volverán, cómodamente, en avión.
Mientras pensemos que los fondos que hay que destinar para ayuda son para trasladar los problemas de sitio, nunca acabaremos con ellos. Pero eso, nos dicen, es de otro negociado. Habrá que ir a la siguiente ventanilla. A ver si hay suerte.

*Christopher Lasch (1996): La rebelión de las elites y la traición de la democracia. Paidós, Barcelona.
** “I Talk: Georgieva, Eurocomisaria del Año, responde sobre Japón y Libia” http://es.euronews.net/2011/04/07/georgieva-eurocomisaria-del-ano-responde-sobre-japon-y-libia/
***”Desaparecen 35 tunecinos en el estrecho de Sicilia”  http://es.euronews.net/2011/03/15/desaparecen-35-tunecinos-en-el-estrecho-de-sicilia/


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