sábado, 8 de julio de 2023

Salud mental universitaria, un problema creciente

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

El titular es claro: "Uno de cada cinco universitarios ha tenido ideas suicidas y, casi la mitad, síntomas depresión o ansiedad". La forma de etiquetar —"universitarios"—  nos distancia del problema, de la misma manera que cuando se centra en los "niños" o "jóvenes" o cualquier otra etiqueta que queramos crear. Dicho así, parece distante, pero es la realidad que tenemos en casa o en las aulas. No es más que una forma que tiene esta cultura técnica de fragmentar los problemas y redefinirlos.

Hace tiempo que estamos tratando aquí la cuestión de la "salud mental". Los datos, en diferentes sectores, siempre nos sitúan como observadores, no como partícipes de esta realidad cotidiana. Son titulares que hay que combinar con otros: los que nos hablan del desinterés creciente por la información, especialmente por la información "negativa", la que nos estresa, lo que nos angustia.

El artículo da cuenta de la aparición del enésimo estudio que nos advierte de lo que ocurre sin que hagamos demasiado caso. El estudio lleva por título "La salud mental en el estudiantado de las universidades españolas" y ha sido realizado entre noviembre y diciembre de 2022 -con 59.605 respuestas- y de abril a mayo de 2023 (24.148 respuestas), según se nos informa en el texto.

Allí se sintetizan los resultados:

En relación con la salud mental, explica la investigación, uno de cada dos estudiantes universitarios que contestaron la encuesta presentaba síntomas depresivos y de ansiedad moderada o grave en las últimas dos semanas.

En las dos fases del estudio, las mujeres presentaron de forma significativa un mayor porcentaje de síntomas depresivos, ansiedad e insomnio clínico o grave y un porcentaje menor de consumo de riesgo de alcohol, comparadas con sus compañeros varones.

Según el trabajo de investigación de Universidades en colaboración con el Ministerio de Sanidad, la prevalencia de síntomas depresivos es de aproximadamente uno de cada dos estudiantes (49,4% y 46,9%) que completaron la encuesta y los pensamientos suicidas se sitúa en uno de cada cinco (22,5% y 21,4%).

El insomnio clínico o grave afecta a uno de cada cinco; la ansiedad moderada o grave a uno de cada dos y la prevalencia de consumo de riesgo de alcohol es de uno de cada siete estudiantes (13,7% y 12,7%) que respondieron a la encuesta, realizada por el Centro de Investigación Biomédica en Red-Salud Mental (CIBERSAM).

En cuanto a los antecedentes de salud mental, destaca que el 17% de los jóvenes declaró que algún profesional médico le había prescrito tranquilizantes, ansiolíticos, antidepresivos o hipnóticos.* 

Aquí estamos tocando periódicamente los resultados de estos análisis sobre la salud en el ámbito universitario, en el escolar y de forma general. La cuestión no es trivial y mucho menos para bromas, como lo que ocurrió en el Congreso de los Diputados.

El sistema universitario se está convirtiendo en un generador de estrés, de angustia específica. Lo que debería ser un ambiente proclive al intercambio de experiencia, al aprendizaje, etc. se ha convertido en un sistema burocrático, rígido y que se maneja por criterios poco favorecedores del conocimiento o del aprendizaje. Esto afecta por igual al profesorado que se ve sometido a una carga de estrés sin límite por una seria confusión sobre lo que es la eficiencia, que ha renunciado a cualquier tipo de crítica a lo que no afecte a su currículum académico y a sus méritos. Y es este ambiente el que se ha trasladado a las aulas y los alumnos reproducen.

Los viejos planes de cinco años se redujeron y concentraron; los cursos anuales se dividieron, reduciendo la extensión de las asignaturas y aumentando el estrés por la cantidad de información sin asimilar que se iba amontonando. Todo esto no ha sido gratuito; tiene un fundamento y un fin. Se nos ha vendido una forma de hacer la universidad muy poco centrada en el aprendizaje real, en la formación de las personas y se le han dado todas las bendiciones desde las distintas esferas políticas, educativas y administrativas.

La pérdida del valor del aprendizaje es notoria. Frente a esta "nueva eficacia" tecnocrática hay poco que hacer. Se ha convertido en un flujo turbulento que nos arrastra y al que se sobrevive de mala manera. Todo esto es políticamente incorrecto. El profesor, como el burro, debe mirar al frente y no apartar la vista de su zanahoria curricular, cada vez más estrecha.

El negocio del "currículum" hace que se compren y vendan revistas, que se privaticen, aprovechando la necesidad del profesorado de publicar en determinadas publicaciones. Hoy sale muy cara la promoción. Dinero y tiempo es lo que se pide, sin olvidar las buenas relaciones, que dan acceso a los méritos.


Todo este estrés se traslada al alumno. Se hace por la propia angustia que muchos viven, pero también por el fomento de sistemas de evaluación que generen poco trabajo, que se ha dedicado a la creciente burocracia, que consume una parte importante de su tiempo. Debe satisfacerse a la creciente burocracia que exige una y otra vez requisitos que deben ser una y otra vez evaluados conforme a criterios indirectos y muchas veces absurdos, pero ¿quién lo dice?

En un reciente libro del profesor alemán Rainer Mausfeld (2022),  se incluye una entrevista que le realizaron sobre su ascenso inesperado al publicar una conferencia que dio en el clavo, teniendo una enorme respuesta. Cuando se refiere a lo que la "reforma de Bolonia", la que ahora vivimos, Mausfeld explica: 

[...] A raíz de la "revolución desde arriba" neoliberal, todo el sistema educativo también fue sometido a categorías económicas. La tarea de la universidad es ahora la producción de "capital humano" conforme al mercado. En este sentido, la tarea de los estudiantes consiste en optimizar su "competencia de utilización externa" para poder ser utilizados de forma flexible en el mercado laboral. La interiorización de dicha actitud y la sumisión a la misma se denominan entonces "autorrealización". Semejante perversión de la idea de desarrollar las propias inclinaciones y capacidades conduce de manera inevitable a la fragmentación intelectual y psicológica de los alumnos y también a grandes temores sobre el futuro. Por razones obvias, ambos perjudican la posibilidad y la voluntad de cuestionar las cosas y conducen a la despolitización, incluso al letargo político. (113). **

 

Los problemas de salud mental no son casuales, ni una moda. Las risas en el Congreso cuando se planteó dan la razón sobre la indiferencia del "establishment" (el término que utiliza Mausfeld). Lo consideran un "signo de debilidad".

Es necesario cambiar el sistema educativo por diferentes motivos. El primero y más evidente es que no funciona. No se centra en las personas, sino en la "fuerza de trabajo". Nos hemos acostumbrado a escuchar eso de que hay que formar para atender las necesidades de las empresas, cuando la única necesidad de la empresa es ganar dinero. Las personas solo son el medio para conseguirlo. Recordemos algunos post anteriores sobre la necesidad de "camareros" y la amenaza de "importarlos". Los mejores profesionales se nos van lejos, allí donde se valora su trabajo y se les paga justamente por ello.

La universidad no es un centro de valores, sino un centro de formación ajustado a esas necesidades. Hay que dar lo justo para cubrir esas necesidades. Se ha desmontado al profesorado, cuya única preocupación ha pasado a ser los obstáculos a su promoción. Este es el verdadero sentido auto reflexivo del trabajo. Hay otro aspecto importante: son la forma de captación de recursos y capital para las propias universidades. La finalidad de los proyectos no suele otra. A poca gente le importa qué ocurre con ellos cuando finalizan. Se trata de tener uno en marcha, da igual para qué sirva. Son ingresos.

Congresos y publicaciones se han convertido en una competencia por atraer dinero hacia nuevas empresas creadas para este fin. Quién esté detrás de ellas suele ser difícil (o muy fácil) de determinar. El profesorado necesita algo más que trabajo para construir su currículum, que le será valorado periódicamente por agencias creadas al respecto.

Todo esto es tensión... y dinero. Tiene razón Mausfeld. Es un modelo económico que le sale muy caro a muchos.

Pero la parte más importante es el alumnado, que es quien paga en un sentido mucho más allá del económico. Toda la tensión que se lanza sobre el profesorado acaba recayendo también sobre el alumnado, víctima de todas estas técnicas salidas de esos centros de diseño pedagógico tan eficientes. La presión sobre su futuro le dirige a esas carreras con las que se les presiona y se condena a muchos a vivir no una vida de vocación, sino de frustración. 

Estudios y artículos como este muestran los intereses reales detrás de empresas y medios que les secundan. ¿Para qué estudiar Arqueología? El banco te dirige sabiamente hacia tu futuro.

El resultado es una deficiente formación en sentido profundo, pero una enorme creación de tensión, agravada por calendarios imposibles que buscan reducir los huecos en "blanco". El traslado de lo que era el mes de septiembre y su función a los meses de junio-julio es un acumulador de estrés que no solo no redunda en una mejor enseñanza, sino que dispara el estrés por la falta de tiempo debida a la concentración.

No es de extrañar que haya aumentado el fraude (y los negocios fraudulentos), con la compra venta de todo tipo de documentos, ahora agravado por el uso de los chatbots, de inteligencia artificial, que acabarán haciendo lo que los propios alumnos no pueden o no quieren hacer. De todo ello dio cuenta hace unos días el diario ABC, mostrando el enorme negocio que se ha montado con la realización de TFG, TFM, tesis y hasta guiones de cine. Es el golpe de gracia de la codicia a un sistema que, en vez de mejorarse se ha tratado de hacer negocio con sus carencias y problemas. ¿Pero qué otra cosa se podía esperar?

Hay que recuperar la Universidad; tiene que dejar de ser un lugar de depresiones y presiones. El sistema agobia y estresa a todos. Los niveles educativos y humanos que produce no son precisamente los más satisfactorios. Muchas de estas cosas están en manos del profesorado, en su forma de construir el espacio de convivencia y crecimiento que es un aula. Pero no todos están dispuestos a hacerlo. Dedicar más tiempo a enseñar, a convivir, etc. va en contra de este sistema de producción absolutamente implacable. La palabrería institucional no logra esconder lo que nos dicen los estudios y la realidad misma que tenemos delante cada día.

No se trata de romantizar o idealizar la Universidad. Se trata de tomarse en serio la sociedad en que vivimos, de la que la Universidad es un pilar esencial y no un mero centro de formación. Convertirnos a una ideología individualista y egocéntrica es lo contrario de lo que debe ser el universitario y la Universidad. Si no lo hace el mundo académico, ¿quién lo va hacer? 

Hemos creado un sistema egoísta y nos han vuelto egoístas. La enseñanza es el trabajo más vocacional y generoso. Consiste en aprender para enseñar, para transmitir, no solo conocimientos sino experiencias, vocaciones, ilusiones. Y se hace en nombre de una sociedad mejor, buena para la mayor parte. No es lo que vemos. Desgraciadamente. 

Seguiremos tratando esta cuestión. No puede dejarse.

 

 Descargar el estudiohttps://www.universidades.gob.es/wp-content/uploads/2023/07/Diseno-Estudio-junio-2023-v4.pdf

* "Uno de cada cinco universitarios ha tenido ideas suicidas y, casi la mitad, síntomas depresión o ansiedad" RTVE.es / Agencias 7/7/2023 https://www.rtve.es/noticias/20230707/universitarios-ideas-suicidas-sintomas-depresion-ansiedad-estudio/2451520.shtml

** Mausfeld, Rainer (2022) ¿Por qué callan los corderos? Ed. Catarata, Madrid 

*** Enia Gómez "EL RINCÓN DEL VAGO 2.0: HASTA 1.000 EUROS POR TRABAJOS FALSOS QUE NO GARANTIZAN APROBAR" ABC 2/07/2023 https://www.abc.es/sociedad/nuevo-rincon-vago-bazar-persa-malos-estudiantes-20230702210621-nt.html

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