sábado, 15 de julio de 2023

Cine, cultura y educación

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

La apertura de un canal "Clásico" en Moviestar ha sido una buena noticia para los aficionados españoles y para los que tienen interés en serlo. El añadido es importante porque el futuro de cualquier arte está en su capacidad para llegar a las nuevas generaciones.

Cualquier proyecto "clásico" choca con un primer problema: la pérdida de sentido del pasado y, por ello, de la historia y de lo que en ella se ha dado. El gran pecado actual es el "presentismo", la incapacidad de acceder a nada que no te ofrezcan hoy. Esta incapacidad va siendo cada vez más pronunciada conforme aumenta el aislamiento. Sencillamente no se entiende los que se tiene en frente, se nos va haciendo más y más opaco en su significado. Las ediciones clásicas de la literatura acaban siendo anotadas, es decir, aumenta cada generación el número de notas necesario para comprenderlas. Cuando Gustave Flaubert nos dice que Emma Bovary no colocó sus guantes en la copa de la bebida somos incapaces de entenderlo a menos que el propio Flaubert no lo explique o que un crítico nos coloque una nota explicándolo.

Las películas carecen de este sistema. Eso que es inmediata accesible a su tiempo, se aleja de nosotros cada vez más. Necesitamos saber muchas cosas para comprender una película. Las películas nunca han sido universales, requieren de un conocimiento profundo para convertirse en accesibles. Y lo son tanto para el mundo de la ficción que nos presentan, como para el mundo real que las produjo aplicando su mirada, ya distinta de la nuestra. Necesitamos ampliar nuestra competencia tanto al momento representado como al momento en que se produjo la representación. En una película de aventuras medievales, por ejemplo, podemos rastrear ecos de la II Guerra Mundial. Nuestras competencias deben ser dobles o triples. Para comprender Un día en Nueva York (Gene Kelly & Stanley Donen 1949), debemos entender la situación de 1941, cuando Leonard Bernstein compuso el musical. Debemos saber muchas cosas para comprender la reacción de uno de los protagonistas cuando ve que la persona que conduce el taxi es una mujer; necesitamos entender qué es esa extrañeza que lleva al personaje a exclamar ¡Una mujer! Si la guerra ha terminado". Debemos saber quién es Dinah Shore para entender porque uno de los protagonistas va contento al museo de Ciencias naturales pensando que la va a encontrar allí y no los "dinosaurios" ("dinosaurs") que finalmente encuentra.

Sí, el cine necesita de mucha enseñanza para ser comprendido por las generaciones. No es solo un arte del momento, sino un arte que ha ido generando su propio lenguaje y su propia historia, su vínculo con el presente y lugar de creación. Es un arte que acumula las necesidades comprensivas de la novela, de la pintura, la música, etc. trabajando juntas para ofrecernos un significado con el que tenemos que lidiar en cada sesión para llegar a una comprensión mediana. Muchas veces hay una película distinta a la que vemos, llena de elementos que han de ella un gratificante ejercicio de descubrimiento, de conexión cultural, de ampliación de nuestro universo propio, como es característico del arte. Pero hace falta llegar a poder tener ese fondo interpretativo que requiere poder conectar todas las piezas o, al menos, las suficientes.

Se aprende cine viendo cine, hablando de cine, sumando experiencias y conocimientos. Una de mis experiencias más gratificantes de estos últimos doce años ha sido la realización de nuestro cinefórum semanal con alumnos básicamente extranjeros y algunos españoles. Pero son precisamente los extranjeros, los que sienten más esa distancia cultural, los que comprenden la necesidad de superarla para poder acceder al placer del filme, al placer de poder comprender lo que se nos ofrece en múltiples capas y niveles, en diferentes lenguajes, de la música al gesto, de la planificación al acontecimiento mostrado de una forma específica. Después de estos años viendo buenas películas de todos los orígenes, del cine iraní al norteamericano, del mexicano al japonés o al coreano; del ruso al saudí, del egipcio al francés o el italiano... Unas charlas programadas apara dos horas, pero que a veces han llegado a las tres horas largas. El conocimiento y el disfrute aumentan con cada nueva película.

El sistema educativo español ignora el cine. Siempre lo ha hecho. No ha habido interés en dejarlo entrar por lo que suponía de competencia con otras artes asentadas, "clásicas", podríamos decir (Literatura, Pintura, Música...). Estas se "nacionalizaron" todo lo posible, de esta forma se favorecía un enfoque histórico y local. La "Literatura española", la "pintura española", básicamente. Eso gusta a los políticos y administradores de la cultura (y de sus recursos). Posteriormente, todo esto dio lugar a sus variantes locales, regionales y autonómicas. Digamos que es una forma de favorecer la "identidad" en su nivel correspondiente. Así logró en gran medida hacerse el sistema educativo, dando sentido a la identidad. Hoy sigue siendo igual, pero el cine es diferente en desarrollo y organización.

Si la creación de un canal "clásico" era una buena noticia para intentar paliar el desastre educativo inexistente, la noticia de lo contrario es un gran desastre. La noticia nos la trae desde Los Ángeles el diario El Mundo y se refiere a lo que está ocurriendo en TCM:

A finales del mes pasado Zaslav se deshizo de la cúpula directiva del canal de películas clásicas, incluidos los jefes de programación y marketing. Pola Changnon, directora general con más de 20 años de recorrido en la compañía, también perdió su trabajo. Y aunque Zaslav prometió a los televidentes que no habría cambios perceptibles en la programación, la lluvia de críticas por lo que significan los despidos no se hizo esperar.

The New York Times lo describía como una afrenta a los verdaderos amantes del séptimo arte. "Nuestros cines han sido invadidos por superhéroes. Nuestros estudios de cine han sido víctimas de la consolidación empresarial... ¿Y ahora están destruyendo TCM, nuestro último lugar feliz, donde Orson Welles sigue vivo y Cayo Largo (1948) cuenta como éxito de taquilla de verano?"

Steven Spielberg y Martin Scorsese se han convertido en adalides del salvamento de TCM. Junto a Paul Thomas Anderson, han expresado su indignación en un comunicado: "Turner Classic Movies siempre ha sido más que un canal", escriben, "es un recurso precioso abierto las 24 horas del día, los siete días de la semana. Y aunque nunca ha sido un gigante financiero, siempre ha sido rentable, desde el principio".* 

Durante décadas los canales televisivos han sido las filmotecas populares. Determinados programas permitían el acceso a las "viejas películas", conocerlas. En España, en la época de canales únicos funcionaban de esa manera, como una filmoteca, especialmente el segundo canal, que se entendía más cultural. Pero la llegada de las televisiones privadas, primero, y las plataformas de acceso online, de YouTube a las nuevas formas de acceso han creado nuevos problemas. Las películas pueden estar ahí, ser gratuitas incluso, pero no hay un público específico para ellas o este está disperso, carente de integración alguna.

Los planteamientos comerciales apuntan a la reducción de mucho material desperdigado o a su saboteo publicitario para forzar hacia otras películas ofrecidas o a canales completos con suscripción. La queja por lo que ocurre en TCM es precisamente esa, la falta de rentabilidad, pero es la consecuencia de los enfoques meramente comerciales. Tampoco a los que controlan el cine parece interesarles considerarse "cultura" y universalizarse. Lo que quieren es que se les cree un mercado más amplio, simplemente.

El hecho de que la cultura se haya convertido en digital tiene ventajas, pero también muchos inconvenientes, pues no se da la entrada en los centros escolares y demás educacionales. Lo único que buscan ejecutivos como el señalado en la información es obtener mayores ingresos al final del ejercicio y si hay pérdidas cerrar, recortar, hacer desaparecer...

El fenómeno de la desaparición de los objetos culturales, de sus soportes de almacenamiento (libros, dvd...), y su sustitución por el acceso online ha hecho desaparecer la posibilidad del coleccionismo, de la creación de nuevas filmotecas personales, preservando las desapariciones del mercado. Los grandes almacenes se desprenden de sus secciones de cine y liquidan los DVD que almacenan, que deben ser comprados online. Es un síntoma más de la imposición de un modelo de consumo y distribución.

De todas las prohibiciones y amenazas que se contienen en el inicio de las películas en DVD, Blu-Ray, etc. la más demoledora y clara es la que prohíbe su reproducción en centros educativos. Es la sentencia de muerte que impide convertir el cine en elemento integrado en la cultura. Demuestra que considerar el cine como arte por encima del beneficio ciego y suicida de quienes lo producen.

Esta ceguera está evitando la creación de futuros espectadores, por un lado, pero también el futuro de unos posibles estudiantes que se ocupen del cine, que investiguen, que escriban sobre el mundo de las películas, que, en fin, eviten que se olviden y desaparezcan.

Necesitamos nuevas ofertas culturales que acompañen al cine hasta los espectadores, no nuevas formas de negocio. Hay que dar a conocer un arte que se pierde, para desesperación de quienes tienen que impartir clases sobre él, quienes deben escribir sobre su historia, técnica, lenguaje.

El cine es una maravillosa vía de acceso a otras épocas, a otras culturas. La necesidad de incorporarlo al mundo de cultura y de la educación es obvia, pero la ceguera de unos y la codicia necia de otros crean un problema que se va agravando.

España era un país lleno de salas de cines; de cines de barrio con sesión doble hasta los cines de estreno o de reestreno. Podías ir todos los días un par de veces al cine y terminar viendo una película en la TV esa misma noche. La gama de películas que tenías a tu disposición era desde un clásico de Elia Kazan, con más de 20 o 30 años, al estreno en un cine de la Gran Vía en Madrid, donde se formaban atascos a las salidas de las diferentes sesiones. Eso se completaba con los ciclos televisivos que te permitían comprender un género o a un director, actor o escritor.

Cuando éramos niños, los huecos de programación se llenaban con "cine cómico", es decir, los cortos de Chaplin, Buster Keaton, Lloyd, Ben Turpin, los Keystone Cops, etc. Cuando escuchábamos la sintonía corríamos los hermanos a sentarnos delante del televisor. Las películas se repetían muchas veces, pero nos daba igual. Crecimos viendo a Laurel y Hardy, a los Hermanos Marx. Aprendimos a reírnos con un humor que ya no se entiende. Los niños mordisquen los teléfonos móviles con fundas de silicona.

Estabas rodeado de cine. Hoy vivimos rodeados de personas que solo miran una pantalla, la de su teléfono y que de vez en cuando van al cine convocados por algún superhéroe. Se tienen que volver a reponer las películas cuando son nominadas a los premios Oscar o Goya porque anteriormente han pasado totalmente desapercibidas. En esto tiene mucho que ver esa desgraciada crítica promocional que tenemos en los medios.

Hay que luchar por el cine, que es luchar por nuestra propia historia, por más que no la hayamos vivido. La pérdida de sentido de la Historia es solo una parte de los problemas. Muchos de los problemas del cine lo son de la propia sociedad y del sistema educativo que produce. Estamos intentando un imposible, ser seres del siglo XXI olvidando el XX, desconociéndolo. Seres sin raíces caminando entre dos oscuridades, manipulados por ser ignorantes, olvidadizos por no tener recuerdos, orgullosos por no ser conscientes de nuestra propia ignorancia.

Tras el paréntesis veraniego retomaremos nuestro cinefórum, volveremos a ver y hablar de cine. Lo haremos desde tres continentes, algo que nos permite el modo online. Volveremos a ver viejas películas, a hablar de ellas, a entrar en otros mundos que nos enriquecen como personas y nos divierten.

La última línea del artículo se confunde, al hablar de la película Río Bravo (1959), a "Howard Hawks", el director de la película, con "Howard Hughes", el estrafalario millonario cuya vida recreó Martin Scorsese en El aviador (2004). Me imagino que es el signo de los tiempos, final lógico y ejemplar de lo que supone el artículo. Total, ¿a quién le importa?

Río Bravo (Howard Hawks), Howard Hughes y El aviador (M. Scorsese 2004)


 
* Pablo Scarpellini "Spielberg y Scorsese, al rescate del canal de cine clásico TCM, amenazado por el hombre que llenó HBO de telebasura y hundió la CNN" El Mundo 13/07/2023 https://www.elmundo.es/television/2023/07/13/64a7cc01fdddff96598b457d.html


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