Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hoy se
celebran las elecciones en Italia. Las encuestas predicen que será la
ultraderecha la que se haga con el gobierno dentro de una coalición de
partidos. Los Hermanos de Italia, con Giorgia Meloni al frente, será el partido
favorito de los italianos con el 25% de la intención de voto. Hace apenas unos
minutos, la televisión nos la mostraba repitiendo sus consignas: no a la
inmigración masiva, sí a la familia, etc. Son mensajes sencillos y directos,
calculados perfectamente para ser entendidos sin demasiados problemas. Nos
dicen también que zonas que eran consideradas de "izquierda" se han
pasado a la "ultraderecha", un movimiento que parecería extraño de no
ser por lo frecuente que está resultando.
Desde
hace años, los movimientos radicales han ido desplazando a los llamados
"partidos tradicionales", una forma de trazar el esquema del
pensamiento social en distintas agrupaciones normalmente bien definidas. Por lo
pronto, la autodefinición como "partido" incluía una "P" en
sus siglas —en España, PP, PSOE, PCE—. Esa "p" se ha perdido en lo
que es parte del populismo creciente, el "partido anti partido". De
la misma forma que el millonario por herencia Donald Trump podía
autodenominarse "anti sistema" de partidos presentándose como una
"figura del pueblo", los partidos políticos han excluido de sus
siglas "la palabra con p", "partido". En España, de nuevo
"Podemos", "Ciudadanos", VOX, "Más Madrid", incluso
ese en ciernes "Sumar". En Italia, los partidos desaparecieron de
igual forma, haciendo desparecer las referencias ideológicas tradicionales,
"Forza Italia", "Fratelli de Italia" y el que cambió el
panorama, el "Movimiento 5 estrellas", fundado por un cómico.
No es
el único caso, el mismísimo Trump se había dedicado a promocionarse en medios,
tanto como presentador de un concurso, El
aprendiz (con su frase "¡Estás despedido!", You're fired!")
o como organizador de concursos mundiales de mises (lo que le trajo
posteriormente algún problema en forma de escándalo).
La
eliminación del concepto de "partido" no es una casualidad. La palabra arrastra
el desprestigio, la idea de una burocracia distante, etc. Además limita los
movimientos estratégicos que implican una posición fija en lo que se llamaba
antes el "espectro político", una franja que iba de la extrema
izquierda a la extrema derecha con posiciones intermedias auto definidas:
conservadurismo, liberalismo y centrismo, socialismo, comunismo. Desde que se
produjo el fenómeno del llamado "Eurocomunismo", en España, Francia e
Italia, el comunismo pasó a abandonar su dependencia de la entonces Unión
Soviética, e integrarse como partido democrático en Europa, aceptando las
reglas de juego.
Hoy los
"no partidos" se presentan como "movimientos" sociales, con
puntos que no establecen programas, sino objetivos concretos con los que se
dirigen a la gente. La aplicación del marketing político es básica. Los
partidos tenían los límites de la ideología; estos "movimientos", en
cambio, funcionan sobre selecciones de "problemas" que son ofrecidos
a los electores a través de "soluciones" que desean escuchar. De esta
forma, la radicalidad de ambos lados del espectro político es coincidente en
los problemas y gran parte de las veces en sus soluciones simplistas.
El partido ha sido sustituido por el líder fuerte, carismático, sobre el que se concentra la comunicación. Esto significa que viven del enaltecimiento constante de su figura, que han de vivir en una constante campaña para contrarrestar los ataques de los rivales, que aplican la misma táctica. Hoy las encuestas son diarias para saber la posición del líder, la respuesta ciudadana a sus palabras, los movimientos de votos. Los partidos son hoy empresas de comunicación, organizaciones que elaboran mensajes y construyen y reparan las figuras de los líderes en cada nivel.
Durante
un tiempo, los no-partidos radicales eran meros comparsas en el juego del
poder. Conseguían pocos votos, pero ahora todo ha cambiado. Se nos dice que los
Hermanos de Italia tenían poco más del 5% de votos en las últimas elecciones;
se nos dice hoy que las encuestas les dan el primer lugar con el 25%. ¿Qué ha
cambiado?
Podemos
especular sobre esta cuestión señalando que quizá los partidos tradicionales se
han visto sorprendidos por esta forma de actuar que les quitaba el protagonismo
al atraer la atención sobre los "problemas", es decir, al cargar todo
el proceso comunicativo sobre una serie de puntos sensibles en detrimento de
todo lo demás.
En
Italia, la ultraderecha se ha vuelto sensible a dos temas: la
"invasión" de los inmigrantes y el retroceso de la cultura propia por
esta amenaza, por un lado, y a la "defensa de la familia" frente a la
ideología "LGTBI", que se considera destructora de la familia. Es
interesante observar, cómo este factor es usado por actores tan distintos como
Putin, Trump o por los Islamistas y el Estado Islámico. Estos últimos, meten
dentro al "feminismo", un elemento que consideran
"corruptor" de los valores familiares y una invasión de
"Occidente" para destruirlos. Como no tienen el problema de la
inmigración porque tradicionalmente son fuente de emigración, tanto por motivos
económicos como políticos, la agresión viene de ese genérico
"occidente", fuente de todos sus males. El gobierno de Irán, por
ejemplo, justifica las revueltas por la muerte de la joven Masha Amin por
llevar mal colocado el velo como una injerencia
de Occidente, que intenta destruir el orden perfecto iraní.
El
radicalismo populista que estamos viviendo en sociedades democráticas es
peligroso porque tiene una definición apocalíptica de los problemas. Los
simplifica para poder convencer a la gente de que solo hay una solución, la
suya.
En RTVE.es, Álvaro Caballero realiza un análisis con el claro titular "Cómo la ultraderecha ha fagocitado a la derecha en Italia: "Berlusconi los legitimó, y de esos polvos estos lodos"", en el que se señala:
A diferencia de otros países europeos, no existe en Italia nada parecido a un cordón sanitario frente a la ultraderecha, algo que se debe en gran parte al mismo Berlusconi, apuntan los expertos. "La extrema derecha en Italia está normalizada hace tiempo, una diferencia notable respecto a España. Desde el 1994 hay fuerzas de esta ideología en el gobierno", explica a RTVE.es Steven Forti, profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona especializado en el estudio de la derecha radical y autor de Extrema derecha 2.0.
Aquel año es el "nudo gordiano" para explicar cómo Italia ha llegado a este punto. Poco antes había estallado el escándalo de Tangentopoli, que reveló una corrupción generalizada en los grandes partidos que habían dominado el país desde la posguerra. El sistema colapsó y Berlusconi entró en política con un nuevo partido y una misión, "ocupar la centralidad del tablero político que tenía la Democracia Cristina", señala Daniel Vicente Guisado, politólogo y coautor de Salvini & Meloni, Hijos de la misma rabia.
Para ello, sigue, se apoyó en dos formaciones "que ya existían, estaban enraizadas en la sociedad y tenían cuadros y dinero público": la entonces llamada Liga Norte, en las regiones septentrionales, y el MSI, refundado como Alianza Nacional, con mayor implantación en el sur. Aquella alianza "lo que hizo fue también fue normalizar ciertos valores que representaban estas formaciones, como la xenofobia o el autoritarismo", añade Guisado. O, como expone Forti, "lo que hace Berlusconi es legitimar esas fuerzas políticas y de esos polvos estos lodos".*
El
hecho de que los partidos tradicionales hayan desaparecido del mapa, con todo
lo que eso implica de claridad del mapa político, de límites y de posibles soluciones,
tiene que ver con su propia elección de camino ante la amenaza de ser desbordados
por los radicales. Ellos mismos se han contagiado del personalismo
característico del populismo porque son hijos del cambio de las comunicaciones
que han ido configurándose a través de la entrada de nuevos medios, que han
cambiado las reglas del juego comunicativo.
El
poder comunicativo de los grandes partidos se ha visto diluido cuando las
comunicaciones se convirtieron en algo asequible. Había que invertir entonces
no en medios, sino en estrategas, personas capaces de establecer las líneas y
mensajes que había que hacer circular. El caso de Steve Bannon con Trump y la
ultraderecha europea es muy claro en este sentido.
05/05/2019 |
Las
alianzas internacionales de la ultraderecha populista se hacen evidentes también
en este caso. Al igual que hay objetivos locales, también estos se redirigen
hacia las instituciones internacionales, a las que se les responsabilizada. Lo
que es "occidente" para los islamistas es la Unión Europea en nuestro
continente. El populismo en el Brexit fue evidente y el objetivo claro. Todos
los males venían de Europa, con la que había que cortar. Hoy el Reino Unido
está en una crisis profunda, donde ningún problema se ha solucionado y sí han
surgido muchos otros con los que se tiene que enfrentar.
Como se
han señalado a lo largo de estos pasados años, los intereses en la desunión de
Europa son muchos que son hoy cada vez más claros, de un Donald Trump
("¡Llamadme Mr Brexit!") a la Rusia de Vladimir Putin. El hecho de
que toda la ultraderecha populista europea haya pasado por el Kremlin, de
Marine LePen a Salvini pasando por el anti europeo Nigel Farage es una muestra
clara. El mismo Boris Johnson usó los mecanismos populistas para llegar al
poder, siendo el que jugó con una política antieuropea para evitar que se
beneficiaran otros. Populismo contra populismo con el consiguiente problema
para el partido.
Comparemos
con lo ocurrido con los republicanos norteamericanos, hoy en manos de Donald
Trump, quien les ha arrastrado en sus ideas populistas. Algunos conservadores
se han resistido, pero la mayoría son rehenes de Trump y le siguen en sus
consignas populistas, incluida la de los enemigos de América que le robaron las
elecciones, las invasiones de los inmigrantes hispanos (los "bad
hombres"), etc.
Hoy es Italia la que preocupa, pero no es el único lugar europeo sometido a esta tensión populista que puede causar un daño irreparable en la Unión. El caso de Suecia es una nueva preocupación. Un país tradicionalmente de acogida se ha vuelto furiosamente xenófobo:
"Han tenido mucho éxito haciendo esa conexión:
más inmigración, más violencia", explica Jan Torell, profesor de Ciencias Políticas
en la Universidad de Estocolmo. "No está demostrado que sea así. Hay
factores a tener en cuenta: las bandas de narcotraficantes, la facilidad para
conseguir armas en el mercado negro, la baja proporción de policías por
habitante o que solo se resuelven el 20% de los delitos por armas de fuego y
hay mucha impunidad", matiza.
Con ese mensaje populista -inmigrante igual a
criminal-, los Demócratas de Suecia se han convertido en la
segunda fuerza política del país, con un 20.5% de los votos. El
partido tiene raíces neonazis y, aunque sus líderes intentan alejarse
de este sello, de vez en cuando algún miembro recuerda públicamente de dónde
vienen.
Sin embargo, en Suecia no es fácil encontrar a
alguien que les defina como ultraderecha. Su líder, Jimmie Akkison, elige
con precisión sus mensajes. Prima la eficacia. El tradicional ataque al
colectivo LGTBI que siempre usan los extremistas en Europa, en Suecia no
funcionaría y, por tanto, no lo usan.
“Va a ser interesante saber qué tipo de partido
quieren ser los Demócratas Suecos ahora que van a tener poder”, se pregunta
Jakob Lewander, investigador del Instituto Sueco de Estudios de Políticas
Europeas. Añade que han convencido a muchos suecos con mensajes muy básicos y
fáciles pero sin aportar soluciones a un problema muy complejo y que ahora ha
llegado el momento de demostrar su verdadera cara.**
Más allá de su raíz, podemos fijarnos en la incógnita que suponen. Este hecho es importante porque implica que se denuncian problemas, pero se esconden las soluciones que serán desarrolladas una vez en el poder. Este mecanismo político de silenciamiento es una forma de evitar que se puedan rechazar las soluciones por una parte de los votantes. El enunciado solo del problema, por contra, puede atraer muchos más votantes de diferentes ideologías. Por eso es cada vez más frecuente que los partidos políticos, da igual el signo, cada vez dediquen más tiempo de sus discursos a hablar de los rivales problematizándolos que de ellos mismos. Se trata de hacer ver que los otros son el problema.
No es fácil saber cómo va a acabar este panorama creciente de populismo accediendo al poder o compartiéndolo. En España, el acceso de Vox al poder compartido ha servido para que se produzcan algunas "imprudencias" desvelando lo que "se debe hacer", como ha ocurrido en casos como el del vicepresidente de Castilla-León y sus lecciones sobre los problemas de demografía, coincidentes con las "teorías de la sustitución" del populismo norteamericano, para el rechazo de la inmigración.
El Diario 14/08/2022 |
Habrá un momento en el que las redes queden a la vista, donde encontraremos algo más que coincidencias. Nos dicen que la Italia derechista-populista, en la que se supone que Berlusconi (un pre Trump a la italiana) es el "centro", donde ya ha manifestado su amor por Putin, del que es amigo personal justificándolo. Evidentemente, cada uno elige los amigos que más le van.
Berlusconi, se nos ha dicho antes, fue el que dio entrada a la ultraderecha en su gobierno. Meloni es hija del partido del fascismo, algo que intenta camuflar en palabras, pero no en hechos. Ahora son amantes de la familia, que siempre queda muy bonito, mañana veremos cómo se traducen eso amores en hechos. En países como Rusia ya lo hemos visto.
Ayer hablábamos de la crisis del "autoritarismo". Es la fase en la que se encuentran aquellos cuyas sociedades están bajo el puño férreo de sus dictadores. En Europa esto se traduce en un "regreso" de las viejas ideologías totalitarias camufladas hoy como "movimientos". La democracia moderna se basaba en el sistema de partidos. Hoy este está en crisis. Lo percibimos en los continuos fraccionamientos personalistas por encima de las ideologías. Han descubierto que no es necesario grandes partidos para alcanzar el poder, que basta con tener la cuota suficiente que impida a otros gobernar sin contar contigo. Lo vemos en España con Vox y Podemos, a derecha e izquierda. Con pocos votos, tienen suficiente como para crear la necesidad de su presencia. Lo que ocurre lo vemos en los sufrimientos de los partidos grandes que se someten a todo tipo de puñaladas para debilitarlos desde el poder apuntándose sus propios objetivos y responsabilizando al otro de sus carencias. En esto la mecánica es la misma.
Italia y Suecia son dos piezas importantes de Europa. Veremos en qué se traducen en la desunión de Europa en los próximos meses, en plena guerra de sanciones con la Rusia de Putin, con la que los lazos son evidentes en algún caso, pero ocultos en otros.
Si no se analiza con cuidado la situación política y se dejan arrastrar por las mismas fórmulas es difícil que algo se modifique. El éxito de las fórmulas populistas en esta sociedad mediática y personalista, de eslóganes, de fijación de "enemigos", etc. hace que otros se apunten a ellas. Los efectos son trágicos para la convivencia interna y para un cierto orden internacional, del que se beneficiarán los que manejan los hilos ayudando a los grupos pequeños a organizarse dentro y fuera del país.
Algunos tienen desplegados los mapas del mundo sobre sus mesas y mueven sobre ellos sus fichas como si fuera un tablero de ajedrez. La idea común que se usa es el miedo a la inmigración, creada por las propias crisis que somos incapaces de resolver, quizá porque no interese a muchos resolverlas, sino mantenerlas ahí como una amenaza que movilice el miedo. A él van ligados otros miedos.
El Diario 6/12/20221 |
Si los partidos políticos de la moderación y la democracia son incapaces de salvar las palabras de las que se están apropiando los populistas ("patria", "familia", "orden", etc.) vamos a ser incapaces de frenar estos brotes que acaban siendo autoritarios, anti igualitarios y defensores de los valores que suponen una reducción del espacio político. Hace falta recuperar el espacio que se han dejado ganar por un sentido erróneo de lo político, lo social y lo cultural. El personalismo ha dado buen resultado a los populistas, pero un resultado nefasto para el poder eficaz de las buenas ideas, sustituidas por eslóganes huecos y demagógicos.
Por increíble que parezca hay que empezar a hacer pedagogía de los valores de la sociedad democrática frente a los de la fuerza de la sangre y el patrioterismo xenófobo, que ya llevaron a Europa al desastre. Desgraciadamente, no es lo que vemos. Los efectos los notamos en cómo, día tras día, avanzan con sus mensajes cerrados, con los dedos señalando culpables y con sus oscuras soluciones. Recordemos los brotes de violencia racista cuando Trump salió elegido. Las fuerzas tras él no esperaron demasiado para mostrar sus cara real.
Público 25/09/2022 |
**
"Suecia y la ultraderecha: "Veremos si han votado solo un cambio de
gobierno o también un cambio de sociedad"" RTVE.es 24/09/2022
https://www.rtve.es/noticias/20220924/suecia-elecciones-ultraderecha/2403484.shtml
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