Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hacer
una guerra no es sencillo. La gente ya no es como antes, a la que calentabas y enseguida
salía con la espada. Vladimir Putin lo está descubriendo. El carismático
cazador de osos, montador de caballos, aguerrido yudoca, etc. descubre que el
pueblo no le responde como pensaba, que él está con un pie en el siglo XIX y
otro en el XX, mientras que la mayoría de la gente tiene uno en XX y otro en el
XXI. Es un problema eso de nacer dos siglos tarde.
Putin
se revela cada vez más como una anacronismo ruso y, simultáneamente, mundial.
Quiere una Rusia imperial en la que él es el emperador, pero se le ha olvidado
preguntar a los demás. Y eso es algo importante cuando los mandas a una guerra
en el que no tienen el más mínimo interés. Es cierto que las superpotencias
venden "miedo", "peligros", "agresiones",
"amenazas"..., pero convencer de ello a los que mandas a la guerra es
otra cosa.
Cuando
los rusos salen a hacer turismo, ven que el mundo no es como les han contado.
¿Recuerdan la película "El último bailarín de Mao"? Es la historia
real de un joven que fue educado en la idea que el mundo exterior era un
infierno de maldad, un peligro constante, etc. En la primera gira que salió al
exterior y actuó en un teatro que le aplaudía se pudo dar cuenta de que el
mundo que le rodeaba no tenía nada que ver con el que le habían estado
inculcando desde su infancia, en la escuela, en su día a día. Tomo la decisión
de desertar y quedarse a vivir en un mundo que no se parecía en nada ni al que
le habían contado ni al que le había tocado vivir. Fin de la historia.
Putin
ha tenido que contar a los rusos las amenazas de un país vecino; les pide que
se horroricen ante los países con los que sueñan irse de vacaciones, de
compras, a tumbarse en las playas o recorrer monumentos y hacerse fotos, con
degustar comidas locales, etc.
Y la
magia de Putin no llega tan lejos, no da para tanto.
Lo
comenzamos a ver con claridad cuando los jovencísimos soldados rusos se
encontraban con los ucranianos que defendían su suelo. Ellos pensaban que iba a
ser un desfile militar, como les habían vendido, pero no era así. ¡Para nada!
Ahora
Putin tiene un grave problema. Nos dicen
—y suponemos que es cierto— que ha tenido que ir a las cárceles a buscar
"voluntarios" que canjean penas de prisión por servicios en el frente.
Está teniendo que cerrar fronteras porque la gente se le escapa por las
rendijas.
Los
tiempos de ir cantando a la guerra han pasado. La gente prefiere el turismo,
aunque sea de fin de semana. El colonialismo imperial ruso es algo pasado,
excepto para Putin que lo ve como el futuro, como una recuperación de la
"grandeur" que nadie ha pedido.
A
Erdogan, por ejemplo, le encanta jugar con toda la parafernalia imperial
otomana, se ha hecho una guardia de cartón piedra y la saca a posar en escalinatas
ya desfilar en cuanto que hay ocasión
para regocijo visual y sentimental de los soñadores turcos. Les llegó a decir
que lo primero que vieron los españoles cuando avistaron las costas americanas
fueron minaretes de mezquitas. ¡Y se quedó tan ancho! Tiene sus guerras con los
kurdos, pero sabe cuándo debe jugar sus bazas, normalmente cuando se sabe necesitado.
Aprovecha para dar sus zarpazos e imponer sus condiciones, como hizo para que
los países que querían entrar ahora en la OTAN como protección frente a Putin
rechazaran a los kurdos refugiados en ellos.
Si Putin
sigue hacía adelante (¿hay otra opción?), queda absolutamente en evidencia. Las
protestas siguen en las calles, el movimiento de los concejales que le declaran
"traidor" y piden su dimisión, los radicales que le piden que fusile a
los generales que no ganan esa "guerra", etc. El embrollo crece y las
posibilidades se reducen: si Vladimir sigue adelante y la gente no le sigue y,
peor, va en dirección contraria, llegará un momento en que Putin haga movimientos
críticos que acelerarán su caída.
Con su
planteamiento inicial solo es posible la victoria, pero hemos insistido que esa
victoria no es posible más que mandando a todos los ucranianos a Siberia,
fórmula imperial rusa en cualquiera de sus modalidades históricas. Ya no le
será sencillo "repoblar", porque está claro que nadie se va a
instalar en la Ucrania invadida, que no sería un paraíso, sino un verdadero
infierno.
Sea
cual sea el escenario, Putin pierde. La cuestión está ahora en quién pierde si
él o Rusia. La invasión de Ucrania, el intento de dominación con tropas de
criminales sacados de sus prisiones y de fanáticos mercenarios chechenos (otro
loco peligroso) es una derrota de Rusia y sobre todo del propio Putin, que
tiene unos límites para mantener la autoridad, los de sus propios instrumentos
de poder.
Hay que
fijarse en el lenguaje corporal de los generales rusos, en sus miradas y
posturas, en los pequeños gestos. Hay muchos que viven un auténtico drama terrorífico. Saben que su
destino es fatídico, volverse contra su propio pueblo que es el que está
rechazando es falsa operación de salvamento de Ucrania. Ni los referéndums que
hoy se realizan en las zonas prorrusas le van a servir de mucho porque no hay
reconocimiento internacional (los sirios, los chavistas y poco más). Saben que tendrán que acabar reprimiendo al pueblo ruso y eso no les hace gracia porque, al final, el pueblo siempre tiene razón. La desbandada hacia el exterior se pagará con creces.
El
augurio de que la guerra contra Ucrania se acabará convirtiendo en guerra
civil, golpe de estado o cualquier otra variante del mismo resultado parece
claro. De todos los escenarios posibles es el que podría producirse. Si la
victoria no es posible, las tablas son imposibles porque Ucrania ha dicho que
no hay más salida que la retirada de Rusia a sus fronteras, solo queda la
confrontación en diversos niveles posibles, del poder a la calle. No hay mucho
más.
Hemos
señalado en días anteriores que las guerras con vecinos tienen difícil arreglo
porque se produce lo que alguien llamó "la maldición de la
geografía". Rusia está donde está y Ucrania igual. La opción es tragarse
Ucrania, pero los tiempos ya no están para eso y, sobre todo, tiene un coste
que Rusia no puede permitirse.
Los
rusos huyen en desbandada hacia las fronteras tratando de evitar los que eran
las antiguas "levas", el reclutamiento forzoso, que te pongan un
fusil en las manos , te metan en un camión y te lleven a una guerra en la que
no tienes la más mínima intención de participar. Los titulares coincidentes de ABC y El Mundo hablan de que Putin caza a la salida del Metro a los que mandará al frente. Cárceles,
metros... cualquier lugar es bueno para atrapar a los que no quieren saber
nada. Eso es ya una derrota de enorme alcance, una fractura en la sociedad
rusa.
De
nuevo, a Putin le ha salido muy mal el cálculo. Los rusos están empezando a comprender quién Vladimir Putin y lo que significa para ellos. Fin del sueño.
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