Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Con
cada nuevo dato sobre nuestra economía descubrimos la triste realidad en la que
nos encontramos. Tenemos un crisis europea, pero con profundas y desgraciadas
marcas españolas que la hacen profundamente nuestra, en el peor sentido posible
de la palabra.
La
palabrería sobre las crisis empieza a ser una insufrible demagogia cuando
descubrimos que cada una de ellas nos ha dejado más débiles o, si queremos ser
más precisos, ha hecho a los ricos más ricos y ha hecho aumentar los niveles de
pobreza y endeblez económica.
Hace
muchos años, muchos años antes de pandemias y demás, calificamos a la economía
española como la "casa del primer cerdito", a la que basta con un
simple soplido para hacerla volar por el aire. Desgraciadamente no solo está
situación sigue sino que además ha empeorado. Las crisis en Europa solo sirven
para dejar en evidencia la inutilidad de la política española, cuya energía se
sigue yendo a través de los múltiples agujeros de la demagogia, aquellos
mediante los que los políticos cubren su ineptitud. La energía, los fondos, los
esfuerzos, etc. se nos van por el desagüe. Los problemas reales quedan
escondidos detrás de los fuegos artificiales con los que los políticos y los
medios nos hacen mirar hacia el cielo para evitar que veamos el destrozado
suelo que pisamos. No hay otra.
Esto se
nota cuando vemos que nuestros números negativos son siempre los peores de
Europa mientras que en los positivos estamos a la cola. La precariedad del
empleo, las bajadas de los salarios se traducen en esta crisis en las noticias
que nos llegan: las nuevas y crecientes colas del hambre.
—¿Ha
notado usted un aumento de los ancianos en la compra?
La
pregunta se la hice a la cajera de mi centro comercial. Delante de mí había
pasado un anciano que había hecho su compra. La larga cola que se forma por la
reducción de personal en las cajas abiertas (ahora solo la mitad) permite
apreciar a los ancianos, muchas veces en parejas, yendo ellos a comprar.
La
cajera movió la cabeza en señal de asentimiento mientras sus cejas se elevaban
indicando cierta pena. Esa elevada presencia muestra que ya hay muchos
pensionistas que están por encima de los salarios, que siguen a la baja ante la
crisis de las empresas. La inflación se lo está comiendo todo en aquellas
familias que apenas llegaban a fin de mes. Ante esta situación, los mayores han
acudido en apoyo de las familias con sus pensiones e incluso a vivir con sus
hijos. Ves en las colas cómo va una familia con un anciano que paga una parte o
la totalidad de la cesta de la compra. Ves cómo en el cine son los abuelos los
que pagan las entradas de sus nietos e hijos, los que les invitan a las
palomitas, ya que los padres no pueden.
Otros van más veces a hacer la compra. Cada vez compran cantidades menores para ajustar el gasto. La inflación hace que puedan comprar menos y van más veces al mercado. Ves a la gente revisando los productos en las zonas de mitad de precio, allí donde los alimentos que están cerca de la caducidad se amontonan.
Son pequeños
indicadores de que hay algo profundo que nos está afectando profundamente. Pero
¿qué ocurrirá cuando estos padres de hoy lleguen a ser abuelos? Mientras los ancianos se quejan de las malas condiciones de las residencias, mientras seguimos sin saber las muertes por negligencias en las residencias durante la COVID, algunos ven en ellas el "negocio que prospera", el futuro.
España
ha crecido sin plan, sin orden y generando profundas diferencias que hoy, mitad de la crisis, se ven
con claridad. Nuestros políticos y nuestro sistema político han creado más
divisiones cuando más necesaria era la unidad y la firmeza para controlar las
fuerzas que buscan su propio beneficio. Han preferido pelarse y sacra rendimiento
electoral a construir un país más firme. Se han dejado llevar por las fuerzas
del "ladrillo" y del turismo; han preferido bares a fábricas y campos
de golf a los agrícolas. Han dejado que España se desequilibrara
demográficamente envejeciendo ante la imposibilidad de tener casa e hijos; han
hecho que la gente abandone los pueblos ante la incapacidad de acceder a los servicios
sanitarios, educativos, transportes, etc. Más que la España "vaciada"
ha sido la España "desalojada". De ello se han valido los especuladores
de las viviendas que hacían que comprar fuera una "inversión", la
hucha española a la que muchos no podían acceder.
Todo
esto no es nuevo. Cada crisis ha dejado al descubierto la falta de norte de la
sociedad española, distraída por los capotes que los políticos, de uno y otro
signo, han hecho revolotear ante
nuestras caras. Del deporte a los festejos populares, todo nos ha hecho mirar hacia
una mano mientras la otra se movía con impunidad. La política se ha convertido
en una forma de vida y no en una forma de servir a la comunidad. Es más bien una forma
de servirse de ella. Van llegando promociones jóvenes a la política que la
toman como una profesión en la que basta con labia y dialéctica. No hace falta
saber más. ¿Qué problemas van a resolver?
Los
españoles necesitamos de una seriedad que no encontramos. Ni siquiera digo que
la "pedimos"; vivimos en esa especie de nube que nos hace pensar en
el fin de semana, es decir, cuando nos gastamos lo que hemos ganado en los
cinco días anteriores. Preferimos no mirar.
Se
acercan tiempos difíciles para esta fórmula española. La economía europea está
en crisis, lo que hace que nosotros padezcamos la nuestra más la de ellos, que
deberían estar aquí gastando euros, libras y dólares en nuestros chiringuitos y
centros de diversión, cultura, espectáculo, etc. montados para ellos.
Hay que
pasar de esta economía dependiente a otras formas de producción en la que
podamos controlar en alguna medida nuestros destinos. Para ahorrar energía, los
alemanes tienen planteado subvencionar a los ancianos y que se vengan a la
soleada España. Es un ejemplo de cuál es nuestra forma de ingresos. Sin
subvención hay zonas enteras que viven mirando al cielo doblemente, al sol y a
los aviones que llegan de Londres o Frankfurt. Una vez que nos quedamos sin
rublos rusos, hay que buscar clientes.
Los
jubilados alemanes recibirán un bono para pasar el invierno aquí y nos gastar
gas en su país: lo gastarán aquí. Ya están ofreciendo puestos de cuidadores de
ancianos alemanes, muy bien pagados en comparación con los sueldos que pagamos.
Creo
que hay que aspirar a algo más como país. Nada me crea más tristeza que ver esas inútiles discusiones en todos los niveles de la política, discusiones hechas para llamar la atención, malas versiones de las lecciones de manual de marketing político. España tiene que dedicar todas sus fuerzas a construir un sistema más eficaz, más justo y que piense más allá del día a día. Necesitamos crear un futuro para los que vienen y para los que van a depender de todos.
Necesitamos repensar lo público y ver en ello lo común. Si seguimos desmantelando y hundiendo lo que es común (la enseñanza, la sanidad...) para hacer negocio particular con ellos tendremos que pasar por vergüenzas como la de los ancianos denunciando el estado lamentable de sus residencias y un trato que ellos mismos califican de "inhumano", tendremos que seguir comprobando que nuestro fondos se van en hacer ricos a amigos y familiares comisionistas ("¡pa' la saca!") y, en fin, comportamientos de gente que no tiene más que un sentido "deportivo" del país, que puede quedar campeón de lo que quieran, pero que se va distanciando de sus oportunidades históricas de crecimiento justo, de un horizonte estable.
No se crea siempre lo que le cuenten. Mire lo que tiene alrededor y vea las diferencias.
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