jueves, 15 de septiembre de 2022

La mascarilla electoralista

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Parece que después de todo este tiempo seguimos con ciertas dudas sobre los usos de las mascarillas y de la situación general. Hace tiempo que dijimos que en España (no significa que solo aquí), el enemigo no era el coronavirus sino la mascarilla. Lo peor, a tenor de lo visto ayer, es que al igual que se jugó con las vacunas como éxito político (se manó a Salvador Illa a las elecciones catalanas), ahora algunos quieren apuntarse el "éxito político" del cese de las mascarillas.

En RTVE.es una pieza nos dice que los "expertos" siguen divididos (es lo suyo, afortunadamente). Si antes fueron sobre el uso en los ascensores, ahora es el transporte público el que está en el punto de mira. No deja de ser un tanto deprimente que después de tantos muertos y tantos casos, sigamos jugando con estas cosas, en este debate por ver quién se lleva la mascarilla al agua, por decirlo así.

Como usuario diario del transporte público, tren y metro, me siento más seguro con mi mascarilla y con que los otros la lleven. Hemos pasado de  mirar mal al que no la lleva a mirar mal al que la lleva. En el transporte de Madrid es obligatorio, pero ya tenemos a muchos desafiantes que muestran su indiferencia ante lo que les repiten los altavoces. Ellos son ellos y los demás son parte del paisaje.

En la noticia de RTVE.es escuchamos dos cosas muy sensatas a cargo del catedrático de Inmunología de la Universidad de Valladolid, Alfredo Correll. La primera es que la gente no entiende que tenga que llevar la mascarilla en el metro y luego estar en un concierto con 50.000 personas que no se las ponen. Y en segundo lugar, una advertencia: cuanto más reduzcamos las medidas que han funcionado más subirán los contagios que antes habían descendido.

Este último punto es esencial. El primero no es más que una cuestión sobre la mala comunicación y el fenómeno del autoengaño, que nos hace entender como nos convenga. Pero el segundo caso es una cuestión puramente lógica y mecánica. Es lo que ha causado nuestras oleadas específicas del virus. Cuando la cosa iba bien, nos desmadrábamos (fiestas, vacaciones, viajes, celebraciones, etc.) formándonos nuevos picos que ascendían en función de la medidas que retirábamos. Creo que esto es muy evidente. Como señala Correll, la pandemia no ha terminado. La tenemos controlada gracias a las medidas que hemos respetado y sobre todo a la retorcida idea de muchos de vacunarse para poder salir de marcha con más garantías. Unos se vacunaron por unos motivos de prevención de la salud; otros lo han hecho como prevención de la actividad, es decir, no dejar de hacer lo que les apetece y le apetece a los sectores del ocio en cualquiera de sus modalidades, la columna vertebral de este país cañero.


Lo más interesante es que aquella ministra, Carolina Darias, la que dio la bienvenida a la radiante sonrisa anunciando la retirada de las mascarillas, es hoy la que dice otra cosa. En RTVE.es señala: "Será cuando tengamos una propuesta de las personas expertas que asesoran tanto al Gobierno como a las comunidades cuando estaremos en disposición de valorar tal medida". La medida es la retirada de la mascarilla del transporte público. Hoy es obligatorio usarla, nos dicen, en farmacias, centros sanitarios, residencias de mayores y en el transporte público.

Desde la política se juega con las posibles opciones, convirtiéndose unos en sus defensores y otros en sus detractores. Si uno dice blanco, el otro dirá negro y cambiarán sus opciones sin pudor. Es cierto que tampoco es bueno en enrocarse en posiciones, pero los políticos se muestran incapaces de ponerse de acuerdo en estas medidas sanitarias, que deberían ser poco ideológicas, pero lo cierto es son otra cosa, electoralistas. El gobierno no quiere que le estalle un nuevo pico en periodos preelectorales y ya todos están pensando en el final de la legislatura. Apuntarse que fueron ellos, los que sean, quienes liberaron a los españoles de la tirana máscara da unos cuantos votos. Unos dirán que han salvado vidas, otros que nos han devuelto a la buena vida, que es otra cosa. Lo cierto es que solo los vivos votan (aunque Gogol nos mostró que no siempre es así en Las almas muertas y ahora tenemos la Rusia que tenemos). Pero si se dispararan los contagios, frente a las buenas cifras actuales, alguien pagaría electoralmente por ello.

También en RTVE.es la noticia estrella en estos momentos nos dice en su titular: «Un informe de expertos atribuye a los errores en la gestión de los gobiernos "millones de muertes evitables" por la COVID"». Y nadie se da por aludido, claro. Muchos son muertes debidas a imprudencias, a excesos de confianza, hasta a la paranoia de los antivacunas o de los conspiracionistas. El informe, elaborado por 28 expertos, ha sido publicado en The Lancet y nos dicen:

Durante los dos primeros años de pandemia de COVID-19, la mayoría de los gobiernos no estaban preparados, fueron demasiado lentos en responder a la crisis y prestaron poca atención a los más vulnerables, una suma de fallos que en total ha costado un exceso de muertes, muchas "evitables".

Son conclusiones del último informe de la Comisión de The Lancet, elaborado por 28 expertos mundiales en políticas públicas, gobernanza, epidemiología, vacunación, economía, finanzas internacionales, sostenibilidad y salud mental.

La publicación del informe coincide con el anuncio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que afirma que el final de la pandemia está "a la vista".

Los expertos mundiales advierten también de que todos los esfuerzos por combatir la crisis sanitaria se vieron obstaculizados por la falta de cooperación internacional y por una "epidemia de desinformación". * 

Instan, además, a no bajar la guardia en medidas para acabar de vencer al COVID, a erradicarlo. Coincide con lo dicho por Correll. Bajar la guardia es empezar de nuevo. Por eso la dureza del documento trata de evitar que nuevas personas se añadan a esos más de 17 millones de muertos, muchos, como se nos dice "evitables".

La "epidemia de desinformación" ha sido creada por los intereses mediáticos, políticos y económicos. Los vínculos entre medios y economía y medio y política han sido y son evidentes en cuanto a la forma de promover o criticar medidas. En este sentido ha sido una fuente de conocimiento respecto a funcionamiento del sistema, de las interacciones entre sectores clave.

La pandemia ha generado muchos tipos de informaciones. Cuando podamos considerar cerrado el episodio, sería bueno hacer un listado de errores cometidos, algo difícil si están los políticos por medio. Pero necesitamos que expertos en salud e historiadores hagan análisis variados de este fenómeno, global, político, económico, cultural, etc. Hay que intentar esclarecerlo, comprender y explicarlo. Quizá nuestros análisis parciales y parcelados no nos dejen ver el bosque resultante.

En el informe de The Lancet se adelantan algunos datos, preocupantes todos ellos: 

Otra cuestión que la pandemia ha puesto en evidencia es que algunos baremos como el Índice de Seguridad Sanitaria Mundial de 2019, que situaba a Estados Unidos y a muchos países europeos entre los más fuertes por su capacidad de respuesta a las epidemias, resultaron ser malos predictores de la pandemia.

Y contra todo pronóstico, la región del Pacífico Occidental, que sufrió la epidemia de SARS en 2002, adoptó estrategias que dieron como resultado un número acumulado de 300 muertes por millón, mucho menos que en otras partes del mundo.

Por el contrario, los sistemas de salud pública de Europa y los países latinoamericanos dieron lugar a unas 4.000 muertes acumuladas por millón, la mayor cifra de todas las regiones de la OMS.* 

Lo que muestra esto es que las víctimas han sido más allí donde los intereses políticos y sobre todo económicos tenían capacidad de influir y manipular en diferentes sentidos. También es cierto que los datos de muchos otros países han sido manipulados en la contabilidad real de fallecimientos, pero eso es otra cuestión. La reprimenda a los medios de información es constante en el informe. Quizá haya que replantear también las políticas de información y su independencia y capacidad de abordar con mayor objetividad y conocimiento cierto tipo de problemas. Lo que está claro es que la pandemia no se ha tratado de una forma objetiva sino como parte que afecta a los intereses de diverso orden, como hemos señalado. La información modula y modela la forma de respuesta y esta ha tenido vías claras, las profesionales, y otras más oscuras a través de las redes sociales. No ha quedado claro a quién servía cada una, en muchos casos. Nos dicen  que la situaciones "se vieron agravadas por las campañas de desinformación en los medios de comunicación"* Más allá de las incontrolables redes, los medios tradicionales no han dado la talla. Quizá habría que plantearse el sentido de la formación especializada en los medios y su independencia. No es sencillo ni tiene fácil arreglo. Lo que está encima de la mesa es si la función de los medios es dirigir y manipular para obtener unas específicas respuestas sociales o si, por el contrario, es informar al servicio de ese ente extraño que llamamos "opinión pública", público, etc. La pregunta es sencilla, la respuesta muy compleja. 

* "Un informe de expertos atribuye a los errores en la gestión de los gobiernos "millones de muertes evitables" por la COVID" RTVE.es - Telediario 2 14/09/2022 https://www.rtve.es/play/videos/telediario-2/darias-atribuye-expertos-decision-se-mantenga-mascarilla-transporte/6692085/

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