Joaquín Mª Aguirre (UCM)
¿Qué
puede hacer un mundo sensato cuando percibimos que desde dos grandes potencias
se refuerzan los mitos que funden la sangre con la historia y el territorio?
Todo ello barnizado en cada caso con sus peculiaridades religiosas que sirven
de fundamento para justificar que Dios está de tu lado, que lo ha estado
siempre y que siempre lo estará, ¿qué hacer?
En esta
semana se ha hablado en algunos medios de la muerte de la hija del ideólogo
ruso Aleksander Dugin. Se ha especulado sobre que el atentado estaría realmente
dirigido contra el padre, pero que esos extraños giros del destino habría
producido cambios de última hora que llevaron a la muerte de Daria Dugina. Los
medios rusos encontraron rápidamente la forma de adjudicarlo a Ucrania,
presentando la persona, incluso.
Pero la
muerte de Daria Dugina no es más que un pequeño episodio en algo más amplio y
profundo, el regreso de los nacionalismos y de su mano el imperialismo en unos
niveles de misticismo que no se han visto más allá de los radicales y fanáticos
islámicos, guiados siempre por la mano de Dios.
Hoy en
día se especula con la vuelta al poder de Donald Trump a la Casa Blanca. Se ha
iniciado un guerra política como contestación a su impugnación histórica de las
urnas, por un lado, pero también por una visión subyacente de "destino
manifiesto" que se encarnaría no solo en el país, los Estados Unidos, como
es tradicional, sino en una fusión de su persona con la "nación", no
ya con el "estado", que en la ideología a la que se ha subido Trump
no tiene un sentido positivo, sino que se identifica con los "robos"
al pueblo de una clase política de naturaleza burocrática y voraz.
Por
extraño que parezca, Trump consiguió presentarse como "antisistema"
ante docenas de millones de votantes que creen en él como una especie de mesías
que los sacará de los problemas y los llevará a la supremacía mundial, alejando
a los Estados Unidos de un papel bondadoso y sacrificado (son siempre el 7º de
Caballería que va al salvamento del mundo, especialmente de Europa en cada
guerra que creamos) y convirtiéndolo en un depredador cuyo poder se cimenta en
la tecnología militar, que se debe usar para imponerse sobre los demás. El
orden americano se debe notar; debe ser un orden real.
elDiario.es 7/02/2019 |
Hemos
analizado estos días el caso ruso y el caso de China, muy diferentes entre sí,
pero que la política norteamericana se empeña en que se unan y sean
considerados iguales, algo que no es cierto.
Los que
sí tienen un enorme paralelismo, cada vez mayor, es la política nacionalista de
ambos países, para lo que están construyendo lo que siempre ha hecho el
nacionalismo, los mitos fundacionales. Si solo fuera eso, no habría demasiado
problema, pero todo mito fundacional es una puerta al futuro. Cuando idealizas
tu "nación" y le das un "sentido pasado", la estás dando
también un "sentido futuro", una razón de actuación que une lo pasado
reinterpretado y el futuro idealizado, deseado.
Los
"sueños" norteamericano y ruso están convergiendo peligrosamente para
todos los demás, pues se plantean el dominio de los territorios que acaban tomando
dimensiones planetarias.
En Euronews se recogía esta semana el
perfil de Alexander Dugin, considerado la inspiración de Putin. Leemos allí:
Aleksandr Dugin is a prominent ultranationalist philosopher and
writer who advocates a vast new Russian empire and is a vehement supporter of
the country's war in Ukraine.
According to some commentators, the 60-year-old has been a major
influence on Vladimir Putin, although he has no official ties to the Kremlin.
His writings also eerily foretell Russia's turbulent relations with the
West: a 1997 book set out a game plan whereby Moscow would sow division, while
at the same time luring Europe into increasing economic dependence on its
eastern neighbour.
[...]"A broader understanding is needed of Dugin’s deadly ideas. Russia has been running his playbook for the past 20 years, and it has brought us here, to the brink of another world war," Washington Post columnist David Von Drehle wrote in an opinion piece in May, describing him as "a fascist prophet of maximal Russian empire".*
Vladimir Putin es persona de pocas palabras, pero Dugin es un torrente. Putin deja que las palabras corran en paralelo, movilizando las mentes, que se ven sometidas a toda esa retórica nacionalista que promete un futuro más grande y amplio, el dominio total de la "madre Rusia", de la "gran Rusia", de la "Santa Rusia".
Dugin no es un fenómeno nuevo en Rusia. En la Rusia dieciochesca y decimonónica era frecuente que los popes encabezaran revueltas contra la modernización, es decir, las tendencias ilustradas de algunos de sus dirigentes. Rusia no tuvo Renacimiento ni Revolución. Pasó de un autoritarismo a otro con la creación de la Unión Soviética, una forma imperialista de seguir ampliando su inmenso territorio. Dios quería que así fuera y los campesinos, los mujiks, seguían a los popes con fe ciega y obediencia. Ellos eran los que tenían las visiones del papel de Rusia, el lugar del espíritu verdadero de la cristiandad frente al racionalista occidente y la descreencia asiática.
La doctrina del "destino manifiesto" se amplía al mundo: del país de este a oeste se pasa a la doctrina continental de Monroe y de esta a la del dominio planetario. Del modelo liberal de exportación de comercio y democracia, se pasa al dominio militar y al control económico, del que Trump es el exponente más claro, pero no el único.
La novedad no es el imperialismo, sino la vuelta del misticismo nacionalista, a envolver con populismo, religión y poder de la sangre. El problema es que las guerras que nacionalismo e imperialismo causaron en su momento es una menudencia en comparación con el poderío militar y, especialmente, el peligro nuclear con el que se juega.
Trump y Putin tuvieron buena sintonía porque comparten más de lo que muestran. Ambos desprecian las formas "débiles" de gobierno, la democracia. Esta afirmación no podría sostenerse de no existir el asalta al Capitolio del 6 de enero, un intento real de golpe de estado negando los resultados de las elecciones sin prueba alguna.
Si la situación ahora es ya crítica, la posibilidad de que Trump regrese a la Casa Blanca tiene unas implicaciones que son difíciles de imaginar. Ya vemos cómo en los Estados Unidos hay un clima político de enorme agresividad y cómo (lo vimos aquí) muchos medios hablan de enfrentamiento civil.
Ese clima no se vive en Rusia, donde el control autoritario de la sociedad, de los medios, de la economía, etc. pueden convertir el dolor en propaganda y el pasado oscuro en futuro luminoso... y peligroso. La tradición del pensamiento ruso es autoritaria. Así lo ha sido durante siglos. Los intelectuales liberales, occidentalistas, tuvieron que salir de allí y encontrar su tradicional refugio en París, donde daban suelta a su arte y pensamiento. Putin ha hecho que todo eso vuelva de la mano de esos influyentes ideólogos.
La influencia, además, no es solo en Rusia. El populismo nacionalista tiene curiosos contactos, como señalan con frecuencia los medios y muchos no acaban de entender. Se trata de dinamitar el orden europeo y después hacerse fácilmente con los pedazos. La Unión Europea está en sus objetivos, del Brexit a Ucrania pasando por los ascensos nacionalistas de ultraderecha o de ultra izquierda. El problema es qué quedará si logran deshacerse de la Unión: un puñado de naciones beligerantes dispuestas a ser tragadas por el nuevo imperio, el de la Eurasia proclamada como nuevo espacio. No hay muchas alternativas.
No creo que Putin se deje influir por nadie. Busca conectar, como hace Trump, sus ambiciones con las corrientes existentes o las que puede revitalizar para mostrarse como líder de la Historia. Sus visiones son, hoy por hoy, muy peligrosas para todos. Evidentemente, el peligro ante nosotros está en Rusia, que es la que juega con Europa en el terreno. Pero podemos encontrarnos con una situación incontrolable con Trump en el gobierno. Recordemos cómo respiraron los líderes de medio mundo, especialmente en Europa, con la salida de Trump. Ahora, con esta situación, las perspectivas son muy malas. Cada vez hay más gente que se deja arrastrar hacia ese misticismo beligerante en todas partes. Es un retroceso de dos siglos que muestra un futuro previsible.
* Alasdair Sandford " Aleksandr Dugin: Who
is 'Putin's brain' and what is his view of Russia's war in Ukraine? Access to
the comments" Euronews (& AP, Reuters ) 22/08/2022
https://www.euronews.com/2022/08/22/aleksandr-dugin-who-is-putins-brain-and-what-is-his-view-of-russias-war-in-ukraine
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