Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Salud o
economía, lance la moneda. La pena es que la moneda está trucada y al final
siempre acaba saliendo la economía. La economía, además, tiene una buena
prensa; los políticos se la saben apuntar cuando va bien. Si va mal, siempre hay
excusas.
Para
resolver el caso del COVID-19 confiamos en la Ciencia; sin embargo, la economía
no encuentra remedios a los males en la Ciencia. ¿Se imaginan si se dijera del
COVID lo mismo que se dice de la subida de la luz, que es "imparable",
que "no hay solución", que "el año que viene será peor"? Es
lo que se nos está diciendo con la misma tranquilidad que se informa de los
resultados del fútbol o de cualquier otra cosa. Se puede investigar para hacer
vacunas, salvar vidas... ¿pero no se puede tocar el precio de la luz, la mayor
especulación (palabra prohibida) en décadas?
La
capacidad para evitar indagar en ciertos campos, para negar que sea posible
encontrar soluciones resulta impactante ante los grandes retos que afrontamos,
de los viajes espaciales a la investigación biológica. La palabra
"imposible" solo existe, según parece, en la economía y en boca de
los políticos e instituciones. Es más fácil luchar contra la Naturaleza que
contra los intereses humanos, contra lo que nosotros mismos hemos creado pero
que se muestra inamovible, un desafío imposible. Contra el precio de la energía
no es posible luchar; solo tratar de ahorrar...
Es
interesante comparar las actitudes ante los desastres naturales y los desastres
humanos, como son los causados por la economía o, mejor, por la manipulación y
especulación económicas. Mientras se han movilizado todo tipo de recursos para
combatir al coronavirus con mayor o menor eficacia, se convocan expertos de
diferentes áreas para tratar de frenar una situación que afecta a millones de
personas en el planeta, en el caso de la economía se vive en una especie de
fatalismo en el que no hay más que expertos para decir que "seguirá
subiendo", con pocas y poco convincentes explicaciones sobre las causas y
sus límites.
Los
ciudadanos asistimos perplejos al anuncio diario de las multiplicaciones de los
precios, algo que no se ha dado de esta forma en ningún otro sector. La
Economía se ha convertido en un campo esotérico, poco explicativo y,
especialmente, incapaz de prever situaciones y dar soluciones. La única
explicación es meta económica: alguien se está beneficiando de esta situación y
alguien no está haciendo lo que debe para evitarlo.
Que se
haya batido el récord de inflación en treinta años con esta situación se dice
como los resultados de unas olimpiadas, celebrando récords. Sin embargo, nos
dicen, el gobierno español quiere hablarnos de los "éxitos" de la
economía española, algo sorprendente con esa inflación y esos precios de la
energía arrastrándolo todo. Y eso sin contar los efectos de la pandemia sobre
los sectores esenciales de nuestra economía, el turismo, la hostelería y demás
relacionados.
¿Por
qué se habla tanto de la economía y el coronavirus y no se habla de la misma
forma de la subida de la energía y sus causas y del impacto económico? Se pasa
de puntillas sobre los efectos en los cierres de comercios y empresas, sobre el
impacto en los hogares. De vez en cuando se menciona la idea de "pobreza
energética". La Asociación de Ciencias Ambientales (ACA) la define como
"[...] la situación en la que un
hogar es incapaz de pagar una cantidad de energía suficiente para la
satisfacción de sus necesidades domésticas y/o cuando se ve obligado a destinar
una parte excesiva de sus ingresos a pagar la factura energética de su
vivienda."* Se señalan tres causas: bajos ingresos del hogar, calidad
insuficiente de la vivienda y precios elevados de la energía. La conjunción de
dos de ellos, los bajos ingresos y los precios elevados, es la situación que
estamos viviendo actualmente. Con el contexto de la pandemia y el
desplazamiento a los hogares, una parte de las empresas ven aligerada la
factura energética, que se desplaza al hogar con el teletrabajo. Si contamos
que se suman al hogar otras actividades, como la enseñanza o la vida social, o
simplemente mayor tiempo en casa, vemos el enorme impacto.
Pero lo
realmente importante es la incapacidad de frenar este desastre económico y
social que está afectando de una forma directa a los países sin que nadie mueva
un dedo más allá de pagarlo de otra forma, como son las bajadas de impuestos,
que se cobran por otro lado, subiendo otras cosas o perdiendo calidad de los
servicios, contrataciones necesarias, etc.
La
retórica política no va más allá de los precios y facturas en sus debates.
Nadie quiere enfrentarse a lo que hay detrás de las subidas, a quiénes son los
beneficiarios de este enorme desvío de dinero de las cuentas de los hogares a
un oscuro fondo donde todos dicen ser víctimas de otros o de las
circunstancias. Pese a ello, se repite que según los "expertos" esta
situación "durará" hasta no se sabe muy bien cuándo, por lo que se
dicen fechas que a los ciudadanos les parezcan como un horizonte de
finalización de la pesadilla, pero sin garantía alguna de que este fenómeno,
mágico y siniestro, finalice realmente.
La
energía eléctrica es el centro de todo lo que hacemos, de los ordenadores a las
cocinas, de los coches eléctricos a los televisores o las sencillas bombillas.
Ahora que se ha desplazado el peso de los hidrocarburos a la electricidad, un
aumento de este tipo hará que volvamos al petróleo y al carbón de seguir así. La
gente acabará recogiendo leña para pasar el invierno y usando velas. Ya tenemos
algunas víctimas que nos muestran por dónde vamos a ir.
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