Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El caso
Novak Djokovic promete calentar el fin de semana hasta que las autoridades
australianas lo pongan fuera de circulación, porque no tienen otra opción que
no se vuelva contra ellos. Si van a ser criticados, mejor que lo hagan por
cumplir la ley y no por dejar de hacerlo. Esto se lo estarán diciendo para
darse ánimos en este embrollo.
La
respuesta de la familia del jugador puede no extrañarnos, pues de algún sitio
han tenido que salir las tonterías de Djokovic. Compararlo con Jesucristo y con
Espartaco es algo más que un error, es una agresión voluntaria al sentido común
y un insulto a cristianos del mundo y a libertadores de esclavos pasados por
Hollywood. Más allá de la familia, los serbios se lo han tomado a pecho y como
una cuestión nacional. Menos mal que Australia les pilla un poco lejos, porque
ya han dado muestras de lo que hacen cuando les sale el orgullo nacionalista. Y
los Djokovic están tratando de cubrir con patriotismo
su insensata creencia antivacunas imponiéndosela a los demás.
Lo
cierto es que el caso es un puro disparate en cualquier sentido que se mire. Pero
tiene una cuestión importante: el efecto dominó. ¿Deben actuar de igual forma
todos aquellos países en los que Djokovic pretenda entrar? Es decir ¿debe no
dejarle entrar como a cualquier otro ciudadano sin raqueta?
Si
Djokovic fuera consecuente, como bien ha señalado entre otros Rafael Nadal,
debería dejar de jugar allí donde se le exigen las mismas medidas que a los
demás. Pero el jugador se debe considerar especial, pero no es lo mismo ser un
"jugador especial" que un "ciudadano especial" o un
"turista especial". Lo especial de Novak Djokovic se acaba fuera de
la pista de tenis. Más allá de esto es un señor más bien cortito, con mucho ego y
exigente de privilegios. Según afirma el padre de Djokovic en los titulares de Antena 3:
A las
manifestaciones con banderas serbias, convertido Djokovic en héroe familiar y nacional, le
sigue ahora su ascenso a mesías de los antivacunas mundiales, que han decidido
aficionarse al tenis de golpe y porrazo. Nadie había hecho tanto por este
deporte por todo el mundo.
La
cuestión, como señalamos, no es lo que puede ocurrir en Australia, que creo que
el gobierno de aquel país ha dejado medianamente claro, señalando que Djokovic
no está prisionero de nadie y que una cosa es que no le dejen entrar y otra que
no le dejen salir, para lo que tienen completamente abierta las puertas, según
le han dicho. Pero Djokovic quiere jugar fuerte y le puede salir caro.
En
primer lugar, pierde la ocasión de jugar un torneo en el que debería defender
el título que ganó allí. Entre aquel título y este están las vacunas y millones
de contagiados que no tienen la suerte de llevar la atención como Djokovic. No
es lo mismo; nada es ya lo mismo.
En
segundo lugar corre el riesgo de que esto le ocurra en aquellos países en los
que ahora puede circular pero que a lo mejor en un par de días tiene que dejar
de hacerlo por las restricciones.
En
tercer lugar está el caso de la "exención" famosa. Son cosas que pueden
valer hasta que salte la liebre. Cualquier amigo médico le puede hacer una exención,
un certificado de algún tipo. Pero eso vale hasta que se cuestiona. Por prudencia,
no se han explicado cuáles han sido las irregularidades cometidas en la
presentación de los documentos, pero todo apunta a lo señalado. Ese
"error" por parte de sus representantes, como lo llaman, es poco
creíble y apunta más bien a que se ha revisado mejor que en otras ocasiones.
El
camino australiano es el que están tomando muchos países en Europa, que pan a
endurecer las condiciones de acceso y tránsito. Razón de más en este tipo de
eventos multitudinarios, pese a ser en la mayoría de las ocasiones al aire
libre, donde la gente debe llevar mascarillas ya en la mayor parte de los
países y hay una red por medio entre los dos o cuatro jugadores.
Con el caso Djokovic, han salido a la luz algunos otros casos de deportistas, como en la NBA, en los Estados Unidos. Es igualmente repudiable, pues se trata de un deporte de equipo. Que puedan hacerlo no es más que el resultado del caos norteamericano. Hay jugadores, nos dicen, que no pueden jugar ciertos partidos porque no pueden hacerlo en las ciudades o estados que tienen que visitar en la liga. Ante del comienzo de la competición, a mediados de septiembre, ya saltó la polémica con cerca de 60 jugadores de la NBA que se declaraban contrarios a vacunarse. Leíamos entonces en La Vanguardia:
Faltan tres semanas para que comience la
temporada en la NBA. El próximo 19 de octubre arrancará la competición y puede
que lo haga sin algunas de sus estrellas. Medio centenar de jugadores se niega
a ser vacunado y, a pesar de que la Liga no consiguió que fuese obligatorio, la
legislación en algunos estados impedirá que estos atletas puedan competir en
sus estadios.
Actualmente, solo los entrenadores, árbitros
y trabajadores de los clubs están obligados a vacunarse. La Liga intentó que
los deportistas también lo estuviesen, pero se encontraron con la oposición
frontal del sindicato de jugadores. Eso sí, todos los que no tengan la cartilla
de vacunación completa, deberán cumplir un protocolo muy estricto con tests
diarios los días de entrenamiento, viajes y partidos. Algo a lo que no deberán
someterse los que ya han sido vacunados.
A pesar de que el 90% de jugadores estarían vacunados, ese 10% restante amenaza con complicar el inicio de curso, especialmente en el caso de las grandes estrellas de sus equipos, con Kyrie Irving a la cabeza. El base de los Brooklyn Nets ni siquiera pudo estar presente en el media day que ofreció su equipo en el Barclay Center con los reporteros. A diferencia de otras estrellas de los Nets como Kevin Durant o James Harden, Irving no pudo acceder al recinto por la legislación vigente en Nueva York. El mes pasado, el alcalde de la ciudad, Bill de Blasio, emitió una orden ejecutiva que obliga a los deportistas profesionales a acreditar que han recibido al menos una dosis de la vacuna para poder jugar en su club.*
A Lionel Messi le dijeron que se quedara en su casa en Argentina hasta que pasara la cuarentena tras el contagio sufrido en las vacaciones. Ha regresado hace un par de días, pero todavía tiene que entrenar aislado.
¿De
dónde viene entonces esa especie de narcisismo
vacunal de Novak Djokovic? Creo que la respuesta está ya en la pregunta.
Vamos a ver cómo evoluciona la pandemia y las restricciones por todo el mundo.
Lo ocurrido en los Estados Unidos —que te dejen jugar en lugares republicanos,
pero no puedas jugar en los demócratas por las medidas de seguridad— puede
empezar a complicar internacionalmente ciertos deportes que no se van a poder
permitir estas frivolidades. Lo estamos viendo en las ligas nacionales y
comenzará a plantearse el problema en las fronteras. Puede que el derecho a la
privacidad te permita no vacunarte, pero de la obligación de declarar o de presentar
los documentos requeridos en cada frontera no te libra nadie, aunque seas el
número 1 del mundo. El caso Djokovic es una alerta para muchos deportistas
internacionales, pero pronto puede que haya que presentar el pasaporte COVID o
similar para poder estar en una alineación o saltar a una pista si se endurecen las medias como parece que va a ocurrir.
El peligro mayor no es Djokovic sino su utilización como mártir de la causa de los antivacunas que están cada vez más presionados en sus países respectivos y se disponen a dar las batallas en todos los ámbitos. El deportivo les ofrece la publicidad perfecta para su "causa".
El jugador de la NBA, Kyrie Irving, encesta con frecuencia, da buenos pases y tiene buen corazón ayudando a causas sociales nobles, pero también cree que la Tierra no es redonda y piensa que con las vacunas los negros quedan conectados por una sociedad secreta a un "ordenador satánico". Allá él con sus problemas con la Tierra, pero en lo referido a ser antivacunas está haciendo daño a las personas que le crean, algunas de las cuales se contarán ya entre los muertos. Ser bueno en un deporte, como algunas otras cosas, no te convierte en inteligente, pero sí les da a los manipuladores la ocasión de utilizarte para fines de confusión y resistencia.
Dicen
que no se puede obligar a nadie a vacunarse, pero ningún no vacunado puede
obligar a los demás a jugar con él ni tiene derecho a pasar las fronteras
incumpliendo las normas. Djokovic no es solo un antivacunas; es una persona que quiere ser un privilegiado, evitar lo que los demás deben hacer.
* "Los antivacunas amenazan el inicio de
la NBA" La Vanguardia 28/09/2021 https://www.lavanguardia.com/deportes/baloncesto/nba/20210928/7751903/antivacunas-amenazan-inicio-nba.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.