sábado, 8 de enero de 2022

Recontagios, no es casualidad

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Nos encontramos en una fase extraña de la pandemia. Preciso: no encontramos en una fase explicativa extraña de la pandemia. Lo digo porque las cosas que leo y escucho son las características de cuando no se tiene mucha explicación. No es de extrañar porque el ansia de saber, en este caso, queda enturbiado por lo poco que sabemos por estar montados sobre la misma ola que nos lleva. La gente quiere saber y se contesta lo que se puede.

Un ejemplo que leo en la web de Antena 3: 

Además del colapso de la atención primaria y de algunos hospitales, los sanitarios no dan abasto porque, además, muchas personas se están 're infectando', es decir, hay quien ya ha pasado el coronavirus hasta dos y tres veces, o incluso hasta en cuatro ocasiones. Aunque los médicos insisten esta última opción se produce en pocas ocasiones, algunos expertos creen que esto podría deberse a que el sistema inmune de la persona no es muy fuerte.

Así lo ha explicado el Catedrático de Genética Fernando González en una entrevista para Antena 3 Noticias: "Lo de las cuatro ocasiones es quizá una cuestión de mera probabilidad, es gente susceptible que no desarrolla una respuesta inmunitaria lo suficientemente fuerte o que ha pasado tiempo desde las sucesivas infecciones".*


Si a alguien le tocara la lotería cuatro veces, no diríamos que es una "cuestión de mera probabilidad", no digamos ya si alguien es atropellado cuatro veces en un año. Puede ocurrir, como está ocurriendo, pero que te infectes y "re infectes" cuatro veces en poco más de un año requiere algo más de explicación que la del sistema inmunitario débil. Entiendo que estás en tu casa y te llama un periodista y te pide, como experto, una respuesta a algo así. Lo sensato es no dar respuesta a algo así, donde la palabra inocente "quizá" puede ser usada por muchos como una excusa para no vacunarse o para lo que sea.

Sí, nos encontramos en un punto un poco raro. Estamos desbordados por los números y, a la vez, inundados por mensajes optimistas, algo que ya hemos comentado anteriormente. ¿Ha llegado el punto en el que estamos (por España especialmente) desbordados y solo queda seguir hacia adelante y esperar que no nos ocurra lo de los señores de las 4 veces?

Escucho con preocupación los mensajes optimistas del presidente del Gobierno. Entiendo que tiene una moral congénita y un espíritu a prueba de fracasos y de zancadillas. Para Sánchez, el botijo siempre está medio lleno o casi lleno. La necesidad política de mostrar triunfos a los ojos de la ciudadanía nos está haciendo tomar medidas optimistas en un entorno que, desde luego, no lo es. ¿Es saludable el optimismo cuando las cifras indican lo contrario? Mientras se lanzan mensajes de tranquilidad, lo cierto es que se toman medidas de supervivencia, como las reducciones de las cuarentenas o que solo se considere brote ¡cinco contagios en un aula! No hablemos ya de las bajas laborales o de las variaciones del "semáforo COVID", que ha servido de muy poco. ¿No estaremos cometiendo el insensato error de creer que por decir las cosas con una sonrisa a lo Darias el mundo va mejor? Hay políticos, creo, preocupados por la ciudadanía y me temo que hay otros preocupados por qué piensan de ellos los ciudadanos, dos puntos de vista muy diferentes.


La realidad es que las bajas por las exposiciones "necesarias" para cubrir las rebajas, los puentes, el ocio nocturno, las fiestas navideñas, etc. nos están dejando en cuadro. Algunos temen una debacle con el comienzo del curso en estas condiciones que podemos considerar "negacionistas de la realidad".

Las "soluciones" que algunos dan son de pura retórica: cambiemos el tono de los mensajes ya que la realidad es tozuda. Con unas increíbles cifras al alza de los contagios, con el aumento de la presión en la Sanidad, con los sanitarios al borde del llanto pidiendo ayuda, con bajas laborales en todo tipo de sectores —del transporte a los bomberos, de los sanitarios a los agentes de Policía—, etc. lo que se hace es reducir los tiempos de las bajas, con cuarentenas más reducidas, que acabarán siendo inexistentes. La situación es tan mala que hasta todos se han puesto de acuerdo.


Pero esta medidas de normalidad aparente no están sino acelerando los contagios. Volvamos entonces a la idea de las  reinfecciones. Todo esto es una forma encubierta de la vieja idea salvadora de la "inmunidad de rebaño", una idea que, por cierto, no ha funcionado en ningún lado. Este coronavirus es distinto porque las condiciones planetarias son distintas. La pandemia no es el virus, somos nosotros interactuando y transmitiéndonos el virus de unos a otros, con apariciones de nuevas variantes que hacen inefectivas defensas y vacunas. Pese a que no queramos verlo, es así.

La mal llamada "gripe española" de 1918 fue traída a Europa por el ejército norteamericano, que había estado concentrado en cuarteles, después fue hacinado en barcos y finalmente repartido por Europa. Hoy nosotros no necesitamos de guerras, nos basta con el turismo y los viajes comerciales, con los viajes de estudios y demás formas de movimiento a los que no renunciamos. Esa es la "normalidad" peligrosa.

Ante el desbordamiento de la atención, hemos trasladado a los ciudadanos la responsabilidad de la vigilancia. Esto implica un cierto tanto por ciento de errores e incumplimientos. Vamos a dejar de rastrear porque ya hay "muchos contactos" sociales y no podemos seguirlos. Lo que no debemos es transmitir un optimismo que mucha gente interpreta como capacidad de hacer lo que se quiera.

Aquí nadie renuncia a su parcela. Tenemos de a un Djokovic convertido en el nuevo mesías de los antivacunas o el dueño de una discoteca que considera que su negocio es de primera necesidad y que tiene derecho a vivir. "Vivir" es este caso no es "vivir" en un sentido biológico, sino el más hispánico "a vivir", que expresa una forma de hacerlo por encima de las necesarias prevenciones. "Tengo derecho a vivir", dicen unos; "a hacer mi vida", señalan otros. Todo esto está muy bien, claro, es "libertad", que dicen algunos. Pero debemos ser conscientes de que no es el camino.

El problema de este virus ha sido, desde el principio, la variedad de respuestas, que unos pasaban sin una tos y otros se morían en un par de semanas. Se nos enseñó que los jóvenes eran fuertes y que los niños no se contagiaban, que solo los viejos estaban expuestos... hasta que se vio que no era así. Ahora sabemos que los niños trasmiten a sus familias lo que cogen inocentemente en escuelas y guarderías. Ahora sabemos que hay niños y jóvenes muertos, que algunos que han pasado la enfermedad pueden tener secuelas que desconocemos para el resto de su vida o durante años. 

La decisión de los cinco contagios en un aula, por ejemplo, es una forma de tirar la toalla ante dos cuestiones sociales: qué pueden hacer los padres si se tienen que hacer cargo de los niños en casa durante una semana, añadiendo el problema de las propias bajas laborales de los padres; y, por otro, la incapacidad espacial y económica de mantener separaciones física en las aulas ante la imposibilidad de más espacio —recordemos que se han llegado a utilizar pasillos y gimnasios como espacios docentes— y de desdoblar grupos por falta de profesorado, ya sea por la incapacidad de contratarlo o por inexistencia por las propias bajas. A su vez, por seguir con el ejemplo, se les reduce la baja laboral a los profesores contagiados. Todo forma una tormenta perfecta que acaba cayendo sobre el sistema sanitario, al que están regresando los jubilados (personas de riesgo por la edad) muchas veces de forma voluntaria.

Todo está entretejido. Nuestros niveles de vacunación —un gran logro— sin embargo no nos protegen como deberían por motivos que habrá que explicar más allá del "quizá" y la "estadística". La Ciencia hace lo que puede con los recursos de que dispone ante una situación nueva desde muchas perspectivas. Las viejas recetas funcionan unas veces, pero otras está claro que no.

Una persona que se re infecta hasta cuatro veces no es un problema solo de su sistema inmunitario, sino que está convencida que si ya lo ha pasado no lo volverá a pasar. Esta es la perspectiva de muchos que descubren ahora que no han quedado liberados del coronavirus, como les habían dicho. Descubren también que pese a las vacunas se siguen contagiando, aunque sea más levemente. La idea de que con todos vacunados desaparece la enfermedad es, como estamos comprobando cada día, errónea y contraproducente. La gente baja la guardia y se vuelve a contagiar. Eso es lo que nos dicen los datos.

El político vende un final próximo, pero no es eso lo que nos dicen las cifras de contagio cada día. La gente comienza a aburrirse de escuchar hablar sobre los finales de fase y la próxima llegada de las curvas aplanadas. Pasamos de una variante sin nombre a tener medio mundo contagiado, como ha ocurrido con Ómicron, que se nos vende como "leve". Otros hablan de "gripalización", pero la velocidad y gravedad son muy distintas a ese virus. Muchos dicen que debemos aprender a vivir con el coronavirus, pero la realidad es que más bien pretendemos enseñar al coronavirus a vivir con nosotros, algo bastante más difícil.

La gravedad no ha dejado de existir nunca. Las vacunas ayudan, son importantes, pero no lo son todo. Las reinfecciones y variantes nos muestran que el panorama es muy diferente. Está mucho más en nuestras manos, en nuestro comportamiento, en nuestro rigor con las medidas de seguridad. Solo de esta manera, desoyendo los continuos cantos de sirena de que "todo es seguro", en cuyo caso resulta comprensible que se produzcan contagios, podremos ir dominando algo que es a largo plazo, una batalla diaria.

29 de abril 2021

Necesitamos discursos realistas y medidas responsables. Necesitamos afrontar esta pandemia como lo que es y no auto engañarnos más con las soluciones, que necesitan de todos y cada uno de nosotros. El episodio pendiente de resolución de Novak Djokovic, convertido en héroe y mártir de la "libertad", debería hacernos reflexionar sobre cómo estamos afrontando esto. Hay muchas medidas que podemos tomar en nuestra vida cotidiana, en nuestro marco laboral.

Negar los problemas no lleva nunca a su solución. Me temo que las cifras españolas seguirán subiendo porque no veo en las medidas que se toman algo que realmente permita frenar la pandemia. Las palabras que nos auguran una mejoría espontánea, por decirlo así, no tranquilizan demasiado. Las reducciones de las condiciones de cuarentena, aislamientos, medidas, van en un sentido opuesto al de la realidad. Actúan como si todo fuera a mejor cuando lo cierto es que van en sentido contrario. Seguiremos poniéndonos dosis de refuerzo una tras otra. No para el virus, pero para la entrada en los hospitales y UCI. Mientras no se entienda que no se trata solo de evitar el colapso sanitario, sino de bajar los contagios, y que esto no se consigue relajando medidas y convenciendo a la gente de que esto es "leve", seguiremos así.

A lo que vamos así no es a la inmunidad de grupo, sino al contagio y "re contagio" masivos y constantes. No hay casualidades, sino números y una lógica. Esto no se combate con optimismo, "caritas sonrientes", pulgares arriba o cualquier otra forma simplificada. Hace falta realismo y convencer a la gente de que está en sus manos no en soluciones milagrosas.

6 de abril 2021

* "La explicación a los casos de reinfección múltiple por Covid-19" Antena 3 Noticias 07/01/2022 https://www.antena3.com/noticias/salud/explicacion-casos-reinfeccion-multiple-covid19_2022010761d85304572a7d000129ba44.html



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