viernes, 21 de enero de 2022

La atracción de lo trivial en TV

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


La observación de nuestros informativos diarios revela la existencia de ciertas pautas en el tratamiento de lo informativo derivadas del propio medio, las relaciones con el público y los costes de producción. Hacer programas cuesta dinero y este coste es diferente según tengamos más o menos respuesta en términos de atención.

Desde hace tiempo se observa una clara tendencia: a mostrar imágenes "impresionantes" de muy bajo coste, tomadas en su mayoría de las redes sociales que se han convertido en fuente prioritaria. Son vídeos breves, a veces de segundos, que muestran situaciones llamativas, en general desgraciadas.

El medio es el mensaje, nos decía McLuhan. Cada vez es más cierto. Los medios transmiten aquello que pueden transmitir y lo adaptan a su propia forma. También decía otras cosas que se olvidan, como el hecho de que los medios aniden unos dentro de otros. En su ejemplo, el cine contenía a la novela, algo cierto, ya que ambos tienen un carácter narrativo y necesitan de las secuencias lógicas de conexión para construir su tejido.

Con las televisiones se está produciendo un fenómeno interesante como el señalado por McLuhan: contienen el material de las redes cada vez con más frecuencia. Una parte de los informativos se crea con material directamente tomado de las redes, vídeos domésticos tomados por la gente con sus teléfonos móviles o por cámaras de seguridad. Estos materiales proceden de las redes sociales en las que se han depositado anteriormente por los propios usuarios y han sido en ocasiones reproducidos por otras televisiones.

Hay programas específicos (la MTV tiene uno, por ejemplo) dedicados a vídeos "ridículos", desgracias de todo tipo, que se convierten en el centro informativo. El material tratado procede de ese otro medio que es parasitado o quizá al contrario sería más correcto: es la televisión la que pasa a estar "ocupada" por otro material.

Otra fuente de imágenes es la reemisión, es decir, alimentarse de sí misma, de los viejos programas que sirven para devolver al tiempo presente lo que forma parte del pasado. En este caso, el medio se alimenta de sí mismo, pero a la vez agota su propia esencia, que es el tiempo.

Si un periódico impreso es "espacio", la radio y la televisión son tiempo, tiempo de emisión. Ya no son páginas que rellenar, sino tiempo que ocupar. Tanto la inserción de material proveniente de las redes como el de sus fondos de imágenes, son baratos pero carecen de su elemento esencial: el valor informativo.


Uno de los aspectos que más padecen por esta forma de actuación en el medio televisivo es precisamente que dejan de cumplir su función esencial. En los 45 minutos de programa informativo se nos ofrece cada vez menos información relevante y cada vez más pseudo información, entendiendo por esto aquellas imágenes que carecen de interés real y son solo formas de mantener la atención fija en la pantalla.

Esto se logra mediante elementos exóticos, extravagantes, llamativos y, de forma generalizada, aquellos que nos hacen fijarnos por ser momentos de desgracia para alguien. Muchos de nuestros informativos se abren con "imágenes impresionantes" (es importante que los presentadores lo recalquen para mantener nuestra atención. Es frecuente que se nos introduzca con un "atención a estas impresionantes imágenes". Luego resultan ser un desprendimiento de nieve, un accidente de tráfico, unos coches patinando en el hielo, etc. por citar solo algunos de los vistos en estas últimas horas.

En ocasiones, el noticiario se consume con vídeos de este tipo hasta llegar a ese momento salvador, emocional por sí mismo, que es el deporte. Lo que no se hace con otras secciones se hace con los protagonistas deportivos sobre los que se especula y se pregunta en las ruedas de prensa que ellos mismo realizan pues necesitan también del medio como espectáculo que son. El medio televisivo tiene en el deporte un firme sostén gracias al soporte de los patrocinadores que necesitan que los deportistas hablen delante de unas botellas y con un fondo lleno de logos. Recordemos el escándalo inicial causado por la negativa de la tenista Naomi Osaka a presentarse a las ruedas de prensa por la tensión emocional que le creaban.


Otro factor del que abusan las cadenas televisivas es el tiempo dedicado a la climatología. La información del tiempo es barata y se extiende en algunas cadenas hasta el detalle mínimo de la temperatura de los pueblos y provincias. Hemos pasado de unos cuantos símbolos generales para hacernos una idea a la explicación detallada de las poblaciones de cada autonomía y dentro de ellas cada provincia y cada población. Pongan el cronómetro en marcha cuando comience y vean cuánto duran en total. Algunas cadenas ya anticipan en el sumario lo que viene para luego al final dar las explicaciones. Que el tiempo que va a hacer abra los noticiarios ya nos dice bastante. En otras cadenas internacionales no existe esta enorme dedicación, incluso en aquellas que dan tiempo en los continentes. Es nuestro interés en saber qué tiempo va a hacer casi en nuestro barrio. La importancia es grande ya que gran parte de la economía española se basa en la movilidad y para esto es fundamental saber el tiempo que va a hacer. La comprobación es precisamente la intensiva muestra de cómo va a estar el tiempo cuando llegan puentes, festivos o simples fines de semana. La meteorología pasa a ser un factor clave para incentivar la movilidad y las actividades que se espera. La pandemia está dejando en evidencia esta dependencia climática de nuestra economía, de la terracita a los viajes a las playas, lugares desde los que se producen las conexiones en los informativos para mostrarnos que "hace buen día", invitándosenos más o menos directamente a ir. Este papel de los informativos televisivos como incitadores a esta movilidad ha marcado sus propias líneas en los programas.

Si el deporte necesita de las cámaras para justificar sus inversiones y sueldos ante los patrocinadores, hay otro campo que lo necesita de forma clara: la política. La información política es básica en los informativo por el motivo señalado: es barata y se empaqueta ya por parte de los partidos, que son ya unidades organizadas de producción de materiales destinados al consumo mediático. Los políticos escriben poco y hablan mucho, lo que les hace materia aprovechable para los medios visuales. Ellos mismos se elaboran sus discursos y ofrecen algo llamativo: discusión constante, polarización, etc. Son espectáculo en un sentido poco respetable del término. Cada partido tiene hoy sus equipos que redactan, programan y escenifican sus propias actuaciones ante las cámaras. Muchas veces envían a los medios las imágenes que ellos mismos cuidan, pues la "imagen" pasa a serlo todo. De cada gresca política, los medios sacan provecho a través de la ocupación de una parte de sus programas, tanto en los informativos como en los derivados, la "tertulias" políticas en la que un grupo de profesionales de los medios ocupan de forma barata tiempo de la programación de la cadena. La cuidadosa selección de profesionales y el reparto de "papeles" crean un nuevo espectáculo político de valor periodístico o informativo muy relativo.

Si empezamos a descontar tiempos de bajo valor informativo, los programas se nos quedan en muy poca cosa. La buena información es cara, necesita de algo que es cada vez más difícil de encontrar, explicación, análisis real. Los programas dedicados a esto son cada vez más reducidos o inexistentes en muchas cadenas.

Una constante en los dramas de las muertes de periodistas españoles en estos últimos años ha sido precisamente que el riesgo que corrían lo hacía como "free lancers", es decir, las cadenas a las que vendían sus reportajes cada vez ofrecían menos dinero y exigían más riesgos, acercarse más al peligro, que es lo que después venderían a su público. Esto hacía que, sin poder gastarse dinero en protección, se tuvieran que arriesgar en zonas peligrosas que acababan muchas veces en ataques y muertes, como sabemos.


Es mucho más barato tener a personas en las redacciones dedicadas a explorar las redes sociales en busca de este tipo de situaciones trágicas, pintorescas, insólitas, etc. que elaborar información por parte de especialistas.

Las consecuencias de esto en la generación de pseudo información, la reducción de los corresponsales y enviados especiales, a los que muchas cadenas han renunciado prácticamente o comparten con otros medios. Las informaciones se estiran y se reproducen durante un par de días en muchas ocasiones. Se tiende a informar de "hechos" más que de "situaciones". Los primeros son puntuales, ocurren y se da cuenta de este acontecer. Las situaciones requieren valoración, interpretación y análisis, previsiones, consecuencias, etc. Esto supone más tiempo, un tiempo que es caro y es más fácil de rellenar con esas acumulaciones de hechos: tiroteos, accidentes, incendios, derrumbes, etc.

Los focos internacionales de información quedan reducidos a su mínima expresión: Estados Unidos y Bruselas, París o Londres, Moscú y Pekín en ocasiones. Pero quedan limitados a respuestas oficiales o a sucesos concretos. La información internacional ha quedado muy limitada a esos focos y generalmente con un análisis muy relativo. Si los corresponsales son costes fijos, sí se explota su presencia con informaciones. De no ser así, los análisis son muy relativos.

Esto está produciendo un interesante fenómeno, el del crecimiento de las web informativas de los canales de TV. Con un tiempo caro y limitado, las TV están desarrollando cosas que no aparecen en sus programas informativos. Uno de los casos interesantes es el planteado por Antena3 en el que las informaciones que se ofrecen en los noticieros se acompañan ahora de un código "QR" que permite "ampliar" la información dada en pantalla. Es una confirmación de la necesidad de resolver el problema de la información ante la liviandad que provoca la simple emisión.

Otras webs, como ocurre con la de RTVE.es, amplían y diversifican el exceso de dependencia, como canal estatal, de la información política. Han tratado de diversificar la información hacia muchos campos que se ignoran diariamente por falta de espacio televisivo. De alguna forma, esto representa el deseo del profesional de escapar de la mayor presión que se tiene en los informativos y la consiguiente limitación. En las webs es posible hacer un periodismo más denso, más abierto a los problemas de la realidad, al análisis, al descubrimiento de aquello que las rutinas y las fuerzas externas exigen. Con la crisis de la prensa escrita, el Periodismo se está refugiando en ese terreno intermedio que son las televisiones abiertas a través de sus webs. Las limitaciones de una prensa escrita que trata de forzar hacia sistemas de suscripciones está destinado al fracaso y es solo cuestión de tiempo.

Estas redacciones se acercan más a lo que es la función primaria del Periodismo que la información en televisión. Esto, una vez más, plantea la necesidad de profundizar en el camino macluhaniano del análisis de los medios más allá de sus contenidos. Se trata de comprender el carácter sistémico de la información, es decir, la constitución de un macrosistema en el que los diferentes medios interactúan y definen las formas en las que son moldeados por el uso de sus destinatarios y los factores señalados, como los económicos.

Como bien señaló el teórico canadiense, cada vez que aparece un nuevo medio se produce una remodelación del sistema en su conjunto. Los medios son puertas diversas de acceso a la información por parte de los usuarios. Usan las que están disponibles y los medios compiten por la atención.

Hoy, con la convergencia mediática, los usuarios pueden disponer de mucha información, accediendo a ella a través de canales y medios distintos. Eso determina, a su vez, los costes de la producción de información, que se recupera mediante distintas fórmulas.

¿Es posible que estemos peor informados por exceso de información? La respuesta es sí si esta se ajusta a lo que hemos visto y no a lo que es realmente valioso como información, lo que nos ayuda a comprender el estado del mundo, lo más relevante y no lo anecdótico, como estamos padeciendo. Los primeros que lo padecen, evidentemente, son los propios profesionales conscientes del valor de su función y que se ven relegados muchas veces a meros comparsas. Después son los espectadores los que muchas veces empiezan ese descenso trivial en su forma de ver el mundo desde lo que se les muestra cada día.


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