Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Es
sorprendente la alegría con la que se anuncian conspiraciones para gusto de
todos en el diario El Mundo tras el asesinato frente al Kremlin, a 200 metros
escasos de sus muros, del opositor ruso Boris Nemtsov. Es cierto que no se hace
otra cosa que hablar de conspiraciones, pero creo que hay que tener cierto
cuidado con lo que se lanza porque no todas tienen la misma probabilidad de ser
ciertas y, lo que es peor, muchas de ellas son interesadas. Una cosa son los
que hablan de conspiraciones, como Tsipras contra él, que se califican solas, y
otra cosa que dejes caer toda una serie de posibilidades en rango de igualdad.
Tal como se está poniendo de conspirador el mundo, hay que tener un poquito de
cuidado no sea que te salga un sarpullido por la intoxicación.
Señalan
en el diario El Mundo:
Boris Nemtsov representaba a esa Rusia
abiertamente occidental y sin representación parlamentaria que se curtió en los
convulsos años 90. Cuatro tiros a quemarropa le han convertido en un héroe para
la oposición. ¿A quién beneficia su
muerte? Lo fácil sería decir que detrás está el mismísimo Kremlin, pero
¿qué ventaja saca el presidente Vladimir Putin eliminando a este político
liberal? Otra teoría conspirativa
sostiene que el asesinato por encargo fue obra de la propia oposición, tan
perseguida y desunida, que necesitaría un mártir para recuperar fuerzas y
aglutinar su proclamas políticas. Nemtsov habría sido el elegido por sus
propios compañeros. Otros apuestan por
la pista yihadista pues la víctima había recibido recientes amenazas a raíz
de su postura respecto al atentado contra el semanario francés 'Charlie Hebdo'.
Otros apuntan a "elementos sin control" en los dos bandos del
conflicto en el este de Ucrania. Algunos hablan hasta de un lío de faldas.
Independientemente de la intriga que rodea al
autor intelectual del crimen, lo que está bien claro es que éste se ha
perpetrado para desestabilizar la
situación interna, ya de por sí muy delicada por la crisis económica y la
guerra en Ucrania. Parece repetirse una trágica página de la historia reciente
de Rusia, vivida sin ir más lejos bajo la Administración del difunto presidente
Boris Yeltsin, cuando los asesinatos azotaban la vida política, minando la
imagen internacional de este gran país que entonces buscaba una salida tras
décadas de totalitarismo.*
La
conclusión que supone el segundo párrafo respecto al primero es sorprendente.
¿"Independientemente"? ¿Es posible prescindir de la autoría del crimen en un crimen? ¿Por
qué no plantear que el asesinado se suicidó por fastidiar? El Kremlin barajó la
hipótesis de que el avión de pasajeros derribado sobre Ucrania pudo ser un
intento de asesinato contra Putin, cuyo avión regresaba a Moscú. ¿Por qué no?
¿"Lo
fácil"? Sí, lo fácil es ver a
Adolf Hitler detrás del Holocausto. Pero con todo y con eso hay personas que se
dedican a negarlo o a quitarle importancia. Sí, es lo fácil. Pero esa facilidad
es la de quienes están interesado en "facilitar" hipótesis
alternativas que mantengan abierto lo que les interesa que esté abierto y
cerrar lo que les interese cerrar. Si me encuentro con alguien que me dice que
los judíos se mataban entre ellos para echar la culpa a Hitler, sé con quién me
encuentro. No es solo lo fácil.
No, no
es lo fácil pensar que es la oposición la que ha matado a uno de sus miembros
para echar la culpa a Putin. Es lo que ha ocurrido en Egipto con el asesinato
por parte de la Policía de la activista Shaimaa al-Sabbagh. Tras pegarle un
tiro en la cabeza, detuvieron a uno de los compañeros del partido socialista al
que pertenecía. Lo tuvieron que soltar pocas horas después. Pero se trataba de
hacer correr la hipótesis de que habían sido los compañeros que iban a
depositar flores en Tahrir en recuerdo de los caídos en la revolución de 2011.
También lo fácil sería pensar que fue la Policía. Fácil y probable.
En los
tiempos en los que se busca la intoxicación informativa, es tarea del
periodista saber discriminar lo fácil
de lo probable. También discriminar
lo que es una afirmación fundada de lo que es un disparate. Y sobre todo: dejar
perfectamente claro al lector que las hipótesis que circulan no son avaladas
por el informador o su propia especulación. Si es así, debe decirlo con claridad
suficiente.
Compárense
los dos párrafos anteriores con los dos siguientes, escritos por Pilar Bonet en
el diario El País:
Las teorías de la conspiración, de distinto
nivel de complejidad, son parte de la cultura política rusa y, en ese contexto,
hay base para afirmar que el Kremlin está detrás de la muerte de Nemtsov, que
criticaba al presidente Vladímir Putin y se disponía a revelar datos sobre la
ayuda militar de Moscú a la guerra en Ucrania. En este contexto, también cabe
decir que Putin era el menos interesado en que su oponente cayera abatido junto
al Kremlin. Tras la muerte de Politkóvskaya, los amantes de la conspiración se
dividieron, siguiendo esa lógica, en dos grupos: para unos, Putin era el menos
interesado en que Politkóvskaya fuera acribillada justamente el día de su
cumpleaños, el 7 de octubre; y para otros, la fecha había sido elegida adrede
por quienes querían ofrecerle un regalo-sacrificio.
Conspiraciones al margen, la cuestión clave
es si se dan hoy en Rusia las condiciones institucionales y políticas para
descubrir la verdad o si las pistas del terror se extraviarán de nuevo en
expedientes y archivos. Lo que sí es posible afirmar ya es que el Kremlin, como
mínimo, tiene responsabilidad moral y política por el clima reinante en Rusia
de agresividad hacia Occidente y hacia los políticos de corte occidental, como
era Nemtsov. Este clima es aventado por las televisiones estatales, con su
vitriólica propaganda que presenta a Occidente como el portador de todas las
lacras y que siembra el odio en las mentes ofuscadas, es un caldo de cultivo
que propicia la violencia y muertes como la de Nemtsov. Si esto continúa, no
hay que descartar la aparición de formas locales de violencia a la usanza del
Estado Islámico.**
Se
barajan hipótesis parecidas pero el tono es completamente distinto, concediendo
diferentes niveles de credibilidad en función de los precedentes. Unas expresiones
clarificadoras: "hay base para afirmar" y "lo que sí es posible
afirmar". Ambas marcan las posibilidades de la afirmación diferenciándola
de la pura especulación interesada.
Una
cosa es la "autoría" y otra la "responsabilidad moral",
algo que es importante distinguir. No sabemos quiénes son los autores
materiales del crimen, pero sí sabemos quién está creando el clima de
animadversión contra las personas. Sobre eso no hay que especular; es un hecho.
El
aparato propagandístico ruso es impensable en términos de los estándares
informativos occidentales. Sobrepasa cualquier noción de mesura informativa.
Cuando toca dirigirlo contra los propios ciudadanos, contra la oposición, se
hace con la misma virulencia con la que se ataca a los países occidentales.
Señala
Pilar Bonet:
Las autoridades rusas tratan de unir a sus
ciudadanos en nombre de una idea del Estado que parece arcaica en Occidente. El
Kremlin adopta actitudes de defensa y ataque, pero no sabe conectar con la
sociedad entendida como un conjunto de ciudadanos individuales portadores de
derechos.**
Esa
estrategia primaria supone la intensificación emocional de la información, son
esas actitudes de "defensa y ataque" a las que se refiere. La
información se encuentra en estado de propaganda, es decir, un desequilibrio
constante que divide lo propio y lo ajeno de forma tajante. Todo lo
propio es bueno y está justificado en la defensa, mientras que lo de los demás
es siempre ataque injustificado, pura agresión.
El
"arcaísmo" señalado en el artículo se está extendiendo en
determinados países, por lo que abundan las teorías de la conspiración contra
el poder, que siempre se presentan como teorías contra el pueblo y la Historia.
Señala Pilar Bonet:
Ante el aluvión de mentiras generado por la
política oficial, las promesas oficiales de impulsar una investigación seria
son recibidas con escepticismo por quienes desearían que el Kremlin deje de
cultivar las bajas pasiones de la sociedad.**
Son
esas "bajas pasiones" las que crean el clima como para que el
asesinato de un opositor se produzca. La demonización,
mostrando a la oposición como enemigos, traidores, etc., tiene estos efectos.
Putin controla los mecanismos de la propaganda y eso es un termostato emocional
social. Le interesa presentar sus acciones como protección del pueblo ruso. Las
Pussy Riot eran una amenaza a la venerable iglesia y a los creyentes rusos,
entre los que se encuentra el piadoso Putin. La campaña homofóbica trataba de
proteger a los niños rusos convirtiendo a los homosexuales en perseguidores de
menores, como si esto no fuera posible entre heterosexuales. Las campañas del
Kremlin sirvieron para ir dando palizas en nombre de la patria. Había que hacer
caso al padrecito Putin.
El oficial "Comité de Investigaciones" no descarta nada: asesinato para desestabilizar el país, perjudicar la imagen de Rusia, actividades comerciales, antipatía personal, el "sacrificio" (lo llaman "víctima sagrada") para lograr objetivos políticos (es decir, los suyos lo mataron) y hasta la hipótesis yihadista por haber criticado Nemtsov los ataques a Charlie Hebdo. La Comisión oficial no incluye, claro está, la fácil. ¿Demasiado fácil?
"Lo
fácil", dirían algunos, era echarle la culpa a Putin. Lo difícil es no hacerlo.
* "El regreso de la política del miedo" El Mundo
02/03/2015
http://www.elmundo.es/internacional/2015/03/02/54f3627dca47416f358b457a.html
** "La responsabilidad moral de Putin" El País
28/02/2015
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/02/28/actualidad/1425163105_501907.html
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