Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
noticia con la que abre Euronews hace unos minutos sus informativos es la
existencia de un documental en el que queda al descubierto la planificación
rusa de la toma de Crimea. Uno esperaría un trabajo de investigación de la CNN
o de la BBC o algún medio alemán. La sorpresa es que se trata de un documental
ruso en el que el mismísimo Vladimir Putin cuenta cómo se tomó la decisión,
cuál fue el plan y cómo se realizó. Es un acto doble de propaganda: afirmas que
fuiste tú, primero, y demuestras que no
te importa lo que piensen los demás, después. Es el desafío y el descaro.
El
corresponsal jefe de la oficina en Moscú de The Washington Post, Michael
Birnbaum, publica un artículo titulado muy expresivamente "Russia’s
anti-American fever goes beyond the Soviet era’s". El artículo lleva en
estos momento casi dos mil comentarios y cuando termine de escribir esto lo
habrá sobrepasado pues no deja indiferente a nadie y los comentarios y
reproches no cesan de producirse. Evidentemente oscilan entre los que lo
consideran una forma de maquiavelismo ruso basado en la propaganda y los que
señalan, como el primero que encontré "¡Ponte a la cola, Rusia!",
dando a entender que el antiamericanismo crece en diferentes partes del mundo.
El
inicio del artículo revela ya la situación extrema de la opinión respecto a los
Estados Unidos:
MOSCOW — Thought the Soviet Union was
anti-American? Try today’s Russia.
After a year in which furious rhetoric has been
pumped across Russian airwaves, anger toward the United States is at its worst
since opinion polls began tracking it. From ordinary street vendors all the way
up to the Kremlin, a wave of anti-U.S. bile has swept the country, surpassing
any time since the Stalin era, observers say.
The indignation peaked after the assassination
of Kremlin critic Boris Nemtsov, as conspiracy theories started to swirl — just
a few hours after he was killed — that his death was a CIA plot to discredit
Russia. (On Sunday, Russia charged two men from Chechnya, and detained three
others, in connection with Nemtsov’s killing.)
There are drives to exchange Western-branded
clothing for Russia’s red, blue and white. Efforts to replace Coke with
Russian-made soft drinks. Fury over U.S. sanctions. And a passionate,
conspiracy-laden fascination with the methods that Washington is supposedly
using to foment unrest in Ukraine and Russia.*
¿Está pagando los Estados Unidos la soledad de las cumbres? ¿Le ocurre a Norteamérica el fenómeno que
describía aquella vieja canción de Randy Newman: "Ev'rybody knows my name
/ But it's just a crazy game / Oh, it's lonely at the top"? El fenómeno es
de grandes dimensiones y necesitaremos a historiadores que se ganan el Premio
Pulitzer trayéndonos algo de luz verosímil sobre ello. Conseguir que tus
enemigos te odien más que nunca no tiene por qué ser necesariamente malo, para eso están. Pero esto requiere
algo más de explicación: ¿por qué la gente cree casi cualquier cosa si se le
adjudica a los Estados Unidos? ¿qué ocurriría, por ejemplo, si el documental
que Euronews anuncia lo hubiera realizado la Casa Blanca y Barack Obama saliera
ufano ante la cámara a contar cómo se pasó la noche en vela hasta tomar la
decisión de conspirar contra Rusia y anexionarse descaradamente Crimea?
Desde luego, uno no pensaría que con George Bush los Estados
Unidos se hicieran muy populares, pero el fenómeno está sucediendo con el
teóricamente más popular y populachero Barack Obama. Pero ocurre lo que ocurre y es lo que tenemos
delante: Obama se enfrenta al mayor descrédito de los Estados Unidos desde la
Guerra Fría con el agravante de que antes los bloques funcionaban de otra
manera y puede que hoy tus "aliados" tampoco tengan una visión muy
favorable de ti.
A lo largo del artículo de Birnbaum se observa una
oscilación retórica identificativa entre los "Estados Unidos" y
"Occidente", algo que sorprende al que no sea estadounidense porque
supone hacer objeto de las iras antiamericanas a todos los demás que no son
conscientes de haber hecho nada para merecer ese sentimiento. Pero la
propaganda no es nunca justa ni respetuosa con las verdades de nadie. Por eso
es propaganda; es unilateral y tendenciosa.
Recoge Birnbaum diferentes ideas manejadas por los rusos:
The years of perceived humiliations have “led
to anti-Americanism at the grass-roots level, which did not exist before,” said
Vladimir Pozner, a journalist who for decades was a prominent voice of the
Soviet Union in the United States. More recently, he has to explain the United
States inside Russia. “We don’t like the Americans, and it’s because they’re
pushy, they think they’re unique and they have had no regard for anyone else.”
Anti-American measures quickly suffused the
nation, ranging from the symbolic to the truly significant. Some coffee shops
in Crimea stopped serving Americanos.
Activists projected racially charged images of Obama eating a banana onto the
side of the U.S. Embassy in Moscow. Russians cheerfully flocked to exchange
Western-branded clothing for T-shirts with pictures of an Iskander missile
launcher that said “Sanctions? Don’t make my Iskander laugh.”
“This anti-Western propaganda radically changed
the atmosphere in the society,” said Lev Gudkov, the director of the Levada
Center, the opinion polling firm. “It has become militarist.”
Many Russians tapped into a deep-rooted
resentment that after modeling themselves on the West following the breakup of
the Soviet Union, they had experienced only hardship and humiliation in return.*
La propaganda tiene que crecer en su intensidad para ser
efectiva. Se basa en la mayor receptividad
de la gente para aceptar con naturalidad lo que se dice del contrario. Tengo
que convertir al objeto de mi ataque en el villano convincente. El hecho de que
crean responsable a los Estados Unidos, al que ven detrás de cualquier caso,
necesita alimentarse con las afirmaciones correspondientes. De esta forma, el
que se lo cree ve realimentada periódicamente su fe.
Las "superautopistas de la Información", tal como
las definió Al Gore, el vicepresidente norteamericano, iban a ser la
demostración del poderío norteamericano, una forma de extenderse por el mundo
dado el poderío informativo de los Estados Unidos y el diseño y control de la
redes a través de las grandes empresas del sector. Sin embargo no es eso lo que
exactamente ocurrió, sino más bien lo contrario. En un mundo mediático, lo que
ha aumentado es la propaganda y la desinformación y el gran perdedor es Estados
Unidos, cuyos niveles de popularidad y credibilidad se encuentran bajo mínimos.
La cuestión no es solo lo que opinen los rusos. Hemos
analizado este efecto con frecuencia en los países de Oriente Medio, en los que
el sentimiento antiamericano se ha convertido casi en un eslogan turístico en
la zona. Es indudable que algo falla y sigue fallando porque el sentimiento va
a más. América Latina es otro ejemplo de foco de antiamericanismo que va
tomando nuevas formas respecto a las tradicionales ante el "vecino del
Norte".
La recepción oficial a Vladimir Putin en países como Egipto,
con las calles de El Cairo decoradas con retratos del presidente ruso atestigua
que no lo ven como una amenaza sino como un aliado y que se ha hecho un hueco
en sus corazoncitos. Incluso se esconde su responsabilidad en la situación
siria por su apoyo incondicional al régimen de Bashar Al-Assad. Pero, ¿a quién
le importa eso?
Que Putin salga en un documental explicando y presumiendo
cínicamente de cómo se anexionó Crimea en un documental —"Regreso a la
patria" lo han titulado— no es una buena señal. Quiere decir que se está proyectando como desafiante y eso no es
nunca bueno. Evidentemente, Putin lleva desafiante
mucho tiempo, pero esto supone un grado más. El lenguaje y la comunicación
pueden usarse como formas de atenuación de los hechos para evitar la escalada y
mantener una "ficción controlable". Cuando se desentiende y se
transmite una imagen de este orden, el nivel de conflicto crece y obligará a
los Estados Unidos a tomar otras medidas que hagan ver a Putin que no puede
hacer lo que quiera. Putin ya puede presumir de que aquellos extraños
"soldados sin identificar" eran fuerzas rusas sin temor a que se le
llame invasor. La retórica propagandística lo usará como muestra de astucia y
de recuperación del poder nacional ante los presuntuosos norteamericanos. La
propaganda rusa interior y exterior es capaz de eso y mucho más.
Rusia y unos cuantos países ha logrado que el campeón de la libertad, el gendarme mundial, etc. la fórmula, pase
a ser el villano convincente, aquel del cual se puede afirmar prácticamente todo,
del que cualquier tropelía es creíble, el que conspira eternamente. Rusia, país
donde se asesina a los opositores por las calles, se les apalea y reprime, con
un sistema judicial en manos del gobierno, una propaganda constante, acciones
homófobas violentas, de creciente nacionalismo militarista, etc., en cambio, es
visto como un paladín justiciero capaz de frenar al gigante perverso. Es lo que
hay.
El reportaje de The
Washington Post se limita a recoger una situación y a transmitirla para
hacer conscientes a los estadounidenses de un estado de cosas. En los Estados
Unidos servirá para aumentar el debate interno sobre liderazgo internacional y
la debilidad de la que responsabilizan a Barack Obama. Desde que comencé a
escribir esto, se ha producido cuatrocientos comentarios más al artículo de
Birnbaum. Y sigue, imparable.
El
reportaje de The Washington Post termina con una frase que todo el mundo
entenderá: «Last week, one McDonald’s billboard in the heart of Moscow read: “Made
in Russia, for Russians.”» Por encima de cualquier otra
consideración geopolítica, se entenderá, como diría el presidente Obama, que se
ha traspasado una línea roja.
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